martes, 28 de febrero de 2012

¿Objeción de Conciencia?


Fragmento del programa televisivo Lágrimas en la Lluvia. [Visto en el blog El Matiner Carlí.]

2 comentarios:

Miles Dei dijo...

Mejor ejemplo sería una resistencia activa a las reglas del juego liberal. Por ejemplo tirando la mesa, rompiendo la baraja y llamándolos tahures.

Por que el cuentecito de la dimisión es precisamente la admisión del iuspositivismo sobre la ley natural.

Anónimo dijo...

¿Objeción de conciencia? Vale. Pero, mucho mejor, acción directa. Y si no, mirad cómo tratan a los de la ETA. No se trata de matar a nadie. Se trata de tener lo que hay que tener para hacer lo que hay que hacer. Para saber a lo que me refiero, seguid leyendo.

Estamos, si se me permite la analogía, como en 1808.

Con los ingleses (o séase, el clero) parapetados en Lisboa (en sus respectivas organizaciones diocesanas); con el ejército, el alto clero y la Santa Inquisición (o séase, los movimientos neoprimaverales) ayudando por omisión al invasor francés (o séase, el laicismo tanto de derechas, ya conservador ya liberal, como de izquierdas, ya socialdemócrata ya marxistoide).

Ahora como entonces, sólo nos queda la insurrección civil. Ser católico no sólo consiste en ponerse corbata y trabajar al servicio del mejor postor para comprarse un mercedes y una casita pareada.

¿Cómo podemos rebelarnos contra la violencia "de las leyes satánicas"?

1) Arropando al clero que defienda el Reinado Social de Jesucristo. Ya basta de perder el tiempo con sacerdotes especialistas en marear la perdíz: "que sí pero que no, aunque quizá puede que tal vez porque quién sabe lo que puede pasar..."

2) Participando en agrupaciones católicas relacionadas con ese clero. Se terminó el distraer energías en agrupaciones con objetivos posibilistas exclusivamente centrados en sus propios intereses de grupo.

3) Apoyando sólo a los partidos acordes con la Fe, todos ellos extraparlamentarios. Se acabó para siempre el inútil voto del tonto útil.

4) Fomentando el uso de dinero en metálico y evitando, hasta donde sea posible, todo tipo de créditos y préstamos. Esas conductas se hallan en la base del inmenso poder de la gran banca, formada en España por BSCH, BBVA y La Caixa.

No sólo saben quién ha comprado qué cuándo sino que también saben por qué y cómo. Y, además, nos tienen agarrados por las hipotecas (por no decir otra sitio).

En esas condiciones, con una hipoteca que nos aplasta ¿quién abandona un trabajo?

"Total, si sólo he de explicar EpC a mis alumnos, y son todos unos salvajes. Y si no lo hago yo, otro lo hará...

Total, si sólo he de vender una cajita de preservatiovivos, un par de pastillitas contraceptivas y alguna que otra píldorita del día después. Y si no lo hago yo, otro lo hará...

Total, si sólo he de pasarle las gasa al salvaje del médico que practica las interrupciones voluntarias de embarazo a madres a las que se les ha diagnosticado una perentoria necesidad sicológica de abortar. Y si no lo hago yo, otro lo hará...

Total, si sólo he de aplicar una solución salina intrauterina para que una chiquilla pueda rehacer su vida lo antes posible; total, si no era un feto plenamente viable, al menos en el plano familiar y social; total, etc, etc, etc."


Pero el caso es, pase lo que pase, seguir cobrando siempre la "pasta" a fin de mes. Cueste lo que cueste. Eso es lo importante.

Lo entiendo pero no lo comparto. Por eso, hay que evitar vivir según nuestras apetencias. El coche, se compra resistente y se cambia cada quince años. La casa, con una basta. Y si los niños no pueden tener cada uno su propia habicación ¡pues qué se le va a hacer! De vacaciones, al pueblo. Si es necesario, se deja el café, el tabaco y el alcohol. Y así en todo.

La dignidad, la honradez y la moral, según la sociedad actual, son "vicios" muy caros que, por lo visto, pocos están dispuestos a "pagar". Quizá porque, más que vicios, son virtudes.

Sólo así empezará la lucha por la restauración contrarrevolucionaria que permita plantar las semillas de los futuros muros de una Jerusalén terrestre como prefiguración de la Jerusalén celeste.

Todo lo demás son palabras al viento. Quizá sean bonitas, quizá sean ciertas, pero sólo son imágenes mentales de una realidad que, sin nuestros actos, no existe.

Juanito Neocón