domingo, 31 de julio de 2011

Tallarines a la Barriola




Monseñor Miguel A. Barriola es un biblista uruguayo respetado en su especialidad. Suele comentar en la vecina Infocatólica, intentando batirse contra los malvados «filolefebvristas».




El comentario que reproducimos tiene varios puntos que no queremos dejar de contestar, no porque sean novedosos o interesantes en sí mismos, sino por la relativa importancia académica y eclesiástica de su autor:

1. No existe una «liturgia del Vaticano II» pues durante el Concilio se celebró con el Misal de Juan XXIII (1962). Lo que Barriola así denomina es el Misal de Pablo VI (1969), posterior a la terminación del Vaticano II (1965). Tampoco existe liturgia «lefebvrista» pues la HSSPX celebra con el Misal de Juan XXIII. Y que a estas alturas, luego del Motu Proprio, un personaje como Barriola hable de una liturgia «lefebvrista», en alusión a la Forma Extraordinaria del Rito Romano, es una falsedad inaceptable.


2. Es históricamente falso decir que la codificación de San Pío V supuso «dejar de lado los ritos más antiguos». La «reforma» de Pío V no creó nada nuevo, sino que se contentó con establecer una versión uniforme del misal, dejando intactos los ritos antiguos, de al menos doscientos años de antigüedad.


3. Por último, Barriola se despacha sobre el canon II. Para comenzar, recordemos que es una falsedad histórica decir que el canon II fuera «propuesto» por el Vaticano II. Pero, ¿es el canon II la plegaria de San Hipólito? Antes de que la borren, recordamos aquí la opinión de Germinans Germinabit un blog de la mismísima Infocatólica:


En los próximos capítulos, intentaré proceder a un breve estudio del prefacio y del canon romano aunque por su brevedad y porque resaltan con nitidez las ideas principales de la plegaria eucarística, reproduciré la anáfora de San Hipólito del siglo III (que por cierto, aunque se empeñase en afirmarlo mi “no-amigo” Bugnini y nuestro ínclitos Tena y Farnés, poco tiene que ver con la plegaria eucarística II del Novus Ordo Missae del 69).


En un entrega posterior, el mismo blog ofrece una traducción de la anáfora de San Hipólito.


- Lo que hoy se nos presenta como Plegaria de la Tradición Apostólica, Canon de San Hipólito, o se denomina con otras variantes semejantes, procede de un texto que fue publicado en 1946 por Dom Bernardo Botte, OSB, pero en realidad es una reconstrucción ideal. Se trata de una reelaboración de una plegaria escrita probablemente en griego, de la que solamente nos han llegado traducciones incorporadas a otros documentos, sin que resulte fácil distinguir las citas y las adaptaciones.

Los interesados en acudir a las fuentes pueden corroborar lo que decimos con el trabajo original de Dom Botte, OSB aquí.


- La Plegaria Eucarística II es la adaptación (censurada) de la hipotética reconstrucción elaborada a partir del denominador común de una serie de plegarias. El autor del texto así propuesto, si es que realmente existió alguna vez, fue un anti-papa que trataba de oponerse al Canon romano. Es santo por su martirio posterior.


- Cuenta Louis Bouyer que a él le daba cierta aprehensión cuando veía esa plegaria en el Misal y recordaba las circunstancias concretas de su composición. La cosa fue así: salió de la reunión del Consilium dispuesto a renunciar. Fue a almorzar con Dom Botte a una trattoria del Trastevere y allí, el benedictino logró convencer al oratoriano de que permaneciera en en la Comisión y que prepararan allí mismo la redacción definitiva de la plegaria eucarística II. Bouyer quedó «petrificado» al caer en la cuenta de que el texto más sagrado de la liturgia eucarística había sido redactado a las apuradas en la mesa de una trattoria del Trastevere.


No sabemos hasta qué punto están dispuestos a llegar en Infocatólica con su caza de brujas «filolefebvristas». Pero resulta lamentable leer a un hombre de la trayectoria de Miguel Barriola haciendo estos papelones virtuales por «solidaridad neocon».

sábado, 30 de julio de 2011

Retratos del estío (II)


Micaencio iba pensativo en el tren sobre lo sucedido en el colegio mayor Melibea, mientras veía como iba cambiando el paisaje a medida que se internaba en la sierra madrileña. Pensaba que lo que había escuchado representaba, no el parecer de esa institución, sino opiniones particulares, dado que su fundador siempre había celebrado la Misa tradicional. (O eso le habían contado antes de la promulgación del Motu Proprio). Sin duda, todo volverá a sus cauces, pensaba. Entretenido con estos pensamientos, llegaba al pueblo de su abuela materna, Cuca, cuyo nombre tenía hidalgas resonacias: Perejal del Melonar. Pensó en ir a Misa y saludar al párroco que le infundió las aguas bautismales, en uno de esos periplos veraniegos que su familia solía pasar allí. La Misa estaba ya por la mitad, a pesar de que pasaban cinco minutos de su comienzo. Don Robustiano rondaba ya los ochenta años; se comía la mitad de las palabras. La escena le resultaba familiar: llevaba una casulla antigua, de aquellas de guitarra, típicas de España, que tan poco le gustaban a Micaencio; prefería las que veía en las fotos en diversos sitios de internet, más ampulosas y ricamente decoradas. El alba usada era el de toda la vida, de aquellas de redecilla, con lo que podían vérsele los pantalones marrones. Como se trataba de un alba antigua, el cuello le quedaba muy abierto, y podía verse asomar una camisa de cuadros, de las que tanto le gustaban a don Robustiano. En la iglesia, unas pocas señoras, que a pesar de pasar todo el canon de rodillas, cuando llegaba el momento de la comunión, todas lo hacían en la mano. Se fijó Micaencio en la cruz que estaba en el altar; pero no era fruto de la imitación del ejemplo litúrgico del Papa actual; don Robustiano la puso en el altar hace unos veinte años y ya no la movió de ahí. Junto con la cruz, tenía todos los leccionarios a un lado del altar, diversas agendas, una botella de agua mineral, unas gafas y algún que otro mechero. Poco cuidadoso, pensaba Micaencio.
Tras el final de la Misa, Micaencio se acercó a la sacristía. Más que sacristía era una sala multiusos. Entre diversos muebles de gran solera, había una imagen de la virgen de Fátima, el palio del Santísimo, los libros parroquiales, un maquinillo para cortar la hierba, unos plásticos, bolsas con “formas” para consagrar, cajas con manzanas, y una sotana bastante vieja colgada en una de las perchas, que aún don Robustiano empleaba de vez en cuando para dar algún sacramento, o para acompañar a los difuntos al cementerio.
D. Robustiano: Coño, que milagro muchacho! –dijo exhalando una mezcla de olores a tabaco, incienso y aguardiente .
Micaencio: Pues ya ve, vengo a saludar a la familia y de paso salgo un poco de la capital.
D.R: No me extraña. No sé cómo se puede vivir en esa ciudad. ¿Qué te cuentas?
Micaencio: Pues nada, la universidad, mis artículos… ¿Tiene usted internet?
D.R. Estás de coña, verdad. ¿Yo para qué demonios quiero eso? Lo que me puse fue el digital plus, por aquello de los partidos de fútbol. Por cierto … [larga digresión sobre el Real Madrid, de que debía haber ganado la liga, fuertes exabruptos contra los árbitros, la liga de fútbol profesional y expresiones impronunciables sobre el F.C. Barcelona]
Micaencio: Es que no sigo mucho el fútbol realmente
D.R.: Sí, ya sé. ¡Hazte un hombre, muchacho! ¿Quieres una copa de aguardiente? Tengo aquí uno buenísimo.
Micaencio: ¿A estas horas? No, gracias.
D.R.: ¡Así está España! ¡Quién va a levantar esto, que país! ¡Gente joven y leña verde, todo es humo! [ larga digresión sobre la comparación entre los jóvenes de ahora y los de hace cuarenta años, decididamente favorable a la de hace cuarenta años]
Micaencio: ¡Por cierto! ¿No le dije que asisto con regularidad a la Misa tradicional? Es con permiso del sr. Arzobispo
D.R.: ¿Tradicional? Ah… la misa de antes, ah algo oí en la reunión del arciprestazgo. Que vamos atrás en vez de ir adelante…
Micaencio: No, no. El Summorum Pontificum nos habla de la igualdad de la forma ordinaria y la extraordinaria.
D.R. ¿Qué dices?
Micaencio: Es como se denomina a la misa “actual” y a la de “antes”
D.R. : Lo que inventan, chico. Tantos experimentos para volver a lo mismo. Siendo cura he tenido que aprender cuatro misas distintas. Mejor quedarnos con lo que hay, es que si no, cada uno hace lo que le da la gana. Además ¿no estaban excomulgados los que iban a la Misa de antes?
Micaencio: No, no, por favor. Se exige a los que van a la Misa tradicional que deben respetar al Papa, al Obispo diocesano, y al párroco, aceptar el Concilio y la validez, licitud y legitimidad de los sacramentos aprobados por Pablo VI.
D.R.: Hombre! Pues me alegro, porque de los que vienen los domingos a Misa aquí, les trae al pairo lo que diga el Papa, les parece bien que los gays se casen, que los curas se casen, que las mujeres sean curas, los anticonceptivos, y de confesarse nada, eso sí, a comulgar como locos. Ya hacía falta algo de orden. Si no aceptan lo que dice la Iglesia, hala, puertas cerradas. Este domingo ya los voy a poner a caldo.
Micaencio: Bueno… es distinto. Eso es otra cosa, porque en la forma ordinaria no hay problemas de aceptación del Vaticano II y de la validez y legitimidad de los sacramentos.
D.R. Pero que pardillo eres… Vente un día a una reunión de catequistas y pregúntales a ver que opinan del Papa, de los anticonceptivos, de la confesión. Siguiendo lo que has dicho antes,¿ no deberían poder tener derecho a los sacramentos, no?
Micaencio: Bueno, eso el documento no lo dice. Supongo que eso es responsabilidad del párroco, en formar a la gente…
D.R. No digas gilipolleces. El “párroco” es el que menos pinta en todo esto. O sea que si te piden una Misa por la forma extraordinaria, se la dices, y les tienes que examinar a fondo de sus creencias religiosas. En cambio, en la forma ordinaria, la mitad no creen en el sacramento de la confesión, y por ende, en el pecado mortal, y por ende en la posibilidad de la condenación eterna, y da igual. ¿Entonces? Ya no estoy para estos trotes…
Micaencio: ¿Sabría usted celebrar la forma extraordinaria?
D.R. Creo que sí, es la misa de mi ordenación, y la celebré unos cuantos años. Fíjate, este es el tercer nocturno de maitines del día de difuntos [Don Robustiano improvisa un recital de gregoriano manifiestamente mejorable con su voz ronca y un tanto quebrada] Pero eso ya no es para nosotros. Cuando vino el Concilio, los curas que se dedicaron a arrancar retablos, acabaron en las mejores parroquias. Los demás, nos adaptamos como pudimos. Después los que arrancaban retablos y se hacían de izquierdas empezaron a estar mal vistos. Estabas mal visto si usabas sotana, conque nos la quitamos todos. Ahora está mal visto ir de paisano, pero también usar la sotana. Se impone el clergyman gris, o azul. Esas cosas. Yo paso. Creo que son modas. Quienes tienen que ponerse de acuerdo son los que mandan, que los de mi edad ya hemos tenido que cambiar demasiadas veces. Quizás demasiado esfuerzo para nada. Voy a echar la partida de mus, ¿te vienes?
Micaencio: Quizás más tarde
No las llevaba todas consigo Micaencio. Pensaba en escribir una entrada en su blog basándose en lo que había escuchado, pero no sabía muy bien cómo enfocarla.
(continuará)

viernes, 29 de julio de 2011

Retratos del estío (I)


Tras leer esta entrada de nuestros vecinos, tuve una visión:



Miércoles pasado, 18.00, Madrid. Cuadrado de formación en el club “monte-plus-monte” del colegio mayor Melibea. Tertulia.
Micaencio: Seguimos igual; los “progres” contra los que combatimos en nuestra web están cerrados en banda, sólo decir que eres “tradi” y te rechazan en su círculo de amistades.
Estudiante engominado circunspecto 1: JAJA, ¡Qué bueno!
Micaencio: No es un chiste, estaba expresando mis inquietudes eclesiales.
Estudiante engominado circunspecto 1 : Vale tío, joer, no es para tanto. Descomplícate.
Micaencio: Es una pena el desconocimiento que hay del Summorum Pontificum; menos mal que hay ámbitos eclesiales en los que se da formación de los documentos del Papa, por cierto, que tío más grande verdad!
Estudiante engomiando circunspecto 2: No hay por qué criticar a nadie. Además, esas cosas no le afectan a casi nadie. Me parece que ese nuevo instituto secular que mencionas será para quien le ayude y nada más. A mi me suena a algo clericalón, en plan jesuita.
Micaencio: ¡Se trata de un documento sobre la liturgia de 1962!
Estudiante eng. Circ. 1: ¡Qué tío Micaencio jaja, cómo te pasas!
Micaencio: ¿Eh?
Est. Eng. Circ. 2: Sí, algo oi en una tertulia. Es para los que no entienden la renovación litúrgica. Es como poner en entredicho al Papa. Si a Juan Pablo II no le gustaban esas cosas, ¿vas tú a saber más?
Micaencio: Bueno, Juan Pablo II promulgó otros documentos al respecto.
Moderador de la tertulia: Oye Miguencio, estás creando mal ambiente. Después hablamos un ratito si te parece.
Cura de tupé de 3,5 y olor a colonia varon dandy: Noooo está muy bien eso, todo lo que sea recuperar para bien , para ayudar a la gente, subir el nivel está bien. Por cierto… Miguencio ¿hablamos un ratito?
Micaencio: ¡Claro! ¡Faltaría más!
Cura: Aceptas el concilio Vaticano II?
Micaencio: Por supuesto, qué preguntas hace
Cura: JAJAJA qué bueno
Micaencio: (sorpresa por la risa draculesca)
Cura: Esto es una charla de amigos; y qué opinas de Juan Pablo II?
Micaencio: Un gran Papa.
Cura: Pero como un Papa más?
Miguencio: No, no. Nos dejó marcado lo que debemos ser. Su pontificado debe ser considerado como referencia en adelante.
Cura: Un poco tibio, pero bien. ¿Aceptas la validez y legitimidad de los sacramentos por la forma normal?
Micaencio: Es la “ordinaria”, sí claro
Cura: Pero te gusta menos que la extraordinaria. La Misa es la Misa tío, vale, joer, qué cosas dices.
Miguencio: Ehhh …. No es cosa de gusto, es como… un espiritualidad eso es. A cada cual le ayuda una cosa distinta.
Cura: Ahí me pillaste, cabroncete jua jua (se pone serio de nuevo); pero entonces, si es igual, y te gustan igual, ¿Por qué no vas a una Misa normal?
Micaencio: Realmente me gusta más. A no ser que la celebre usted por supuesto. Ustedes la celebran de un modo excepcional, pero como a sus casas no puede asistir cualquiera
Cura: JAJA que chavalote, si de cien queremos cien. Ese no es el tema; esas cosas son para gente rara, obtusa, lo que pasa es que el Papa es buenísimo y quiere atraer a todos. Pero una vida cristiana normal debería evitar esas cosas.
Micaencio: Hay un libro del cardenal Ratzinger que…
Cura: SIIII CHAVAL que ya lo sé, estupendísimos todos sus libros; yo lo ví una vez sabías? Nos aprecia mucho. Bueno, ya hablamos para la semana que tengo que ir a dar una clase de ética empresarial…
(Continuará)

miércoles, 27 de julio de 2011

¿Escupir es de judíos?



Nuestro vecino Isaac García Expósito ha recibido una insolente carta del Sr. Querub Caro, Presidente Federación de Comunidades Judías de España. Felicitamos desde esta bitácora a Isaac por el modo en que ha dado respuesta.

Uno de los motivos de la carta de Querub ha sido la costumbre judaica de escupir símbolos cristianos. El profesor Israel Shahak nos ilustra acerca del origen y significado de ese gesto para nuestros «hermanos mayores»:

La deshonra de los símbolos religiosos cristianos es un deber religioso en el judaísmo antiguo. Escupir la Cruz, y en especial en el crucifijo, y escupir cuando se pasa delante de una iglesia, ha sido obligatorio para los judíos observantes desde del año 200. En el pasado, cuando el peligro de la hostilidad antisemita era real, los rabinos mandaban a los judíos observantes a que escupieran de tal manera que la razón de su gesto fuese ignorada, o a escupir en el pecho, no sobre la cruz o de manera visible ante una iglesia.

El creciente poder del Estado judío ha hecho que estas costumbres sean ahora más visibles; pero que nadie se equivoque: el gesto de escupir la cruz por parte de los cristianos que se convierten al judaísmo, organizado en el kibutz Sa´ad, financiado por el gobierno de Israel, es un acto de la religiosidad judía tradicional. ¡No deja de ser algo brutal, horrible y perverso, a causa de ello! Por el contrario, es peor, porque es muy tradicional, y mucho más peligroso, tanto como el renovado antisemitismo de los nazis era peligroso, porque, en parte, arraigó en un antisemitismo que ya era tradicional.


El artículo completo se encuentra aquí.



CINCO CUESTIONES CONTROVERTIDAS SOBRE EL «OPUS DEI» (V)


Finalmente, nos ocuparemos del principio y fundamento de la crítica al Opus Dei.

A la hora de abordar una perspectiva crítica sobre el Opus Dei, debemos, como hacía San Ignacio al principio de los Ejercicios Espirituales, buscar un principio y fundamento sobre el que construir el edificio. Más concretamente, encontrar ese principio interpretativo que nos permita entender todas las acciones, formas de obrar y aspectos espirituales de la Obra fundada por monseñor Escrivá de Balaguer y que “resolviesen” las posibles contradicciones.

Se trata en este caso de un principio interpretativo ambiguo, que suele funcionar para encubrir todo aquello que no se desea aclarar. Y como ambiguo, también grave, pues compromete la misma autoridad de la Iglesia católica.

Ese principio podríamos formularlo así:

Dado que el Opus Dei ha sido reconocido por la Iglesia, indicando que el Fundador actuó movido por el Espíritu Santo para fundarlo en 1928, entonces, la explicación última de toda doctrina, actuación y comportamiento de la institución viene ratificada por ese designio divino.

Un argumento que desde la Teología y Espiritualidad católicas, no hay por donde cogerlo. Y no hay por donde cogerlo, porque si bien es cierto que la Iglesia declara que los santos al desarrollar obras apostólicas han sido movidos por el Espíritu Santo (gracias actuales, “gratis datae”), ello no implica una declaración de que todos los aspectos de sus obras hayan sido objeto de una novísima “revelación” (como la inspiración de los escritores sagrados). La revelación concluye con la muerte del último apóstol, o a lo sumo, con la muerte del último discípulo del último apóstol. No hay más. Sería adecuado decir que Dios inspiró a San Ignacio un profundo celo apostólico para fundar la Compañía de Jesús. Por contra, sería inadecuado decir que el libro de los Ejercicios le fue inspirado como camino seguro de santidad ratificado por Dios, revelado por Él mismo para quienes entrasen a formar parte de su Compañía, ni tampoco que la hora de oración diaria que San Ignacio prescribe entre en esos parámetros. Más bien, son cosas que pertenecen a la Iglesia como depositaria de los oficios que Cristo le encomendó en orden a la santificación de los fieles. Es decir, cuando un fundador de una orden prescribe unas normas de piedad, la eficacia de éstas están en relación de dependencia con ese oficio sacerdotal de la Iglesia, y en absoluto con una pretendida “virtud” contenida en esas mismas normas, derivada de una revelación otorgada al fundador de dicho instituto.

Esto cae de cajón. Sin embargo no sucede así en el Opus Dei.

Cualquier miembro del Opus Dei aceptaría esto en principio. Pero lo aceptaría para todas las demás instituciones y obras de la Iglesia. Cuando se trata del Opus Dei, esto es distinto. Cada norma de piedad, cada costumbre, hasta incluso la manera de decorar una habitación, lo “vio” el Fundador. Con estas metáforas floridas lo que se dice es algo sumamente ajeno a la enseñanza pública de la Iglesia sobre tales puntos, y crea en muchos de los miembros del Opus o bien una soberbia espiritual completamente endogámica acerca del sentido que estas cosas tienen en la vida de la Iglesia, o bien un escrúpulo insuperable cuando se trata del cumplimiento de dichas normas. Se olvida la función que tales prácticas tienen en la realidad, centrándose en el hecho de que son lo que “Dios ha querido para que hiciesen los miembros de la Obra”.

Este principio lo veremos repetido en muchos otros casos.

Cuando la estructura misma del Opus Dei no coincide con lo que la Iglesia en el Derecho dice lo que es el Opus Dei, el Opus lo acepta de cara a la galería. Hacia adentro lo que se considera es que “no comprenden el espíritu” y actúan siguiendo estrictamente el principio enunciado. Tanto es así, que al contemplar la vida del Fundador, no existen hechos arbitrarios, o simplemente neutros; absolutamente todos los hechos acaecidos en la vida del Fundador son fruto de la intervención divina para estructurar el Opus Dei tal como se le conoce a día de hoy. De ahí que muchas veces esta convicción tenga primacía sobre aspectos básicos de la moral, como es la distinción entre fuero interno y externo, el deber de veracidad y transparencia sobre aquellos sobre los que se tiene una responsabilidad espiritual, etc. Si algo va a resultar extraño, se oculta hasta que la persona lo entienda o lo asuma, en definitiva porque Dios lo ha querido así, porque nos lo ha manifestado a través de la persona del Padre.

Pondré un ejemplo bien conocido de este asunto: el Paso de los Pirineos. El paso de los Pirineos siempre se ha presentado como una moción del Espíritu Santo para que el Fundador pasara de la zona republicana a la zona llamada nacional. Entre toda esa maraña de anécdotas, la rosa de Rialp, etc., se olvida algo muy básico. Lo que hizo monseñor Escrivá fue algo muy común, que no era sino “pasarse” al bando en el que podría evitar represión política por su condición de sacerdote. Algo tan básico que jamás se dice. Parece demasiado obvio y demasiado humano. Si el Padre lo hizo, tiene que haber sido fruto de la voluntad de Dios.

Como se puede ver, el problema no está, como se ha dicho varias veces aquí, en determinar la ideología político-social del Opus Dei. Ése suele ser el problema para entender correctamente esta institución. Quienes se mueven por la ideología, habitualmente su objeto de comprensión suele ser su idea, y eso les lleva a interpretarlo todo desde ese parámetro. Para comprender el OD, hay que entenderlo “desde dentro”, y la crítica no puede ser sino desde una perspectiva teológica y eclesial; si superara ésta, todo lo que se dice del OD podría, en efecto achacarse a problemas personales o a frustraciones de personas muy ideologizadas.

Pero no es así, y es justamente esto último lo que utiliza el OD como “arma disuasoria”. Si entramos en los testimonios de ex-miembros, algunos con cargos importantes en la institución, como Directores locales, miembros de Asesorías regionales, o incluso algún Vicario regional, vemos que todas las críticas confluyen de uno u otro modo en estos puntos que acabo de indicar, amén de que se distancian ostensiblemente de la doctrina y praxis católica acerca de los mismos.

Nótese además la ausencia de ideologización en tales testimonios, pues podemos encontrarnos desde clérigos a personas que debido a la irritación que el OD les ha producido, han quedado como cadáveres a su paso, no queriendo pensar más en un posible camino de vida cristiana: el “rejalgar” del que hablaba del Fundador, efectivamente les ha producido un sentimiento de aversión a todo lo que les recuerde al paso por esa institución.

Esta coincidencia de testimonios no es casual, y el mecanicismo espiritual, el puritanismo ascético e ideológico, la postura cínica, la corrección social y el “si te he visto no me acuerdo”, no son sino consecuencias de praxis inadecuadas a la praxis católica e incluso desde los requisitos mínimos de una vida humanamente saludable, desde el punto de vista psíquico y emotivo.

martes, 26 de julio de 2011

Espiritualidad laical: cualidades del trabajo


Continuamos con con la publicación de textos de Sertillanges.
El sol es el regulador de la vida; se nos antoja como la Providencia; el hecho de que a través de su curso abarque a la vez el ocio y el trabajo, es como una invitación para enmarcar uno y otro en el orden divino, de tal modo que se les comunique un valor decisivo.
Bello era, en su nacimiento, el ángel de Chartres colocado en la arista de su promontorio de piedra; luego, con su juventud heroica y su viril sonrisa, indicaba la superioridad del hombre sobre el tiempo. Tres siglos más tarde, un genio desconocido le puso en la mano el reloj de sol, y, vedlo dueño del tiempo en nombre de aquellos viandantes que a su sombra acoge la catedral.
Se sabe que todos los oficios están representados en la nave ingeniosa que, al mismo tiempo que la sirve, simboliza la vida entera unida a la vida eterna. El reloj de sol llevado por un ángel sonriente adquiere un sentido inmenso. ¡Mortales —parece decir—, no os acalenturéis ante vuestros trabajos, ni en el curso de vuestra obra; trabajad noble y tranquilamente; sed dueños de vosotros mismos aun en la prisa y en el trabajo; guardad el alma libre y serena a pesar de vuestras cargas!
Poder ser esto, es la cualidad más profunda del trabajo. Su origen primero nos lo indica. El trabajo es la continuación del acto creador, del «fiat» que hizo a la Humanidad, y que ahora quiere que por nuestro propio esfuerzo todas las fuerzas de la naturaleza nos estén subordinadas. Esta consecuencia humana del Génesis, ¿no deberá desarrollarse según el espíritu de su origen? La Sabiduría creadora se nos representa como «complaciéndose en el orbe de la tierra»; de igual modo se ha de complacer la sabiduría humana, obrando con libertad y alegría en los sudores y en los apuros.
Ninguna contradicción hay en ello. El apóstol que «sobreabunda de alegría en medio de las tribulaciones» no se entristece, sin duda alguna, cuando cose sus tiendas de campaña. Uno se lo imagina cantando muy gustoso, a no ser que «eZ cuidado de todas las Iglesias» o un dolor ajeno le oprimiera y angustiase. Repugna imaginarle trabajando febrilmente, agotándose de fatiga, alterando el sano ardor que Dios ha puesto en nosotros, consintiendo en el desperdicio de su fuerza —que el abuso no puede menos de arruinar— siendo así que Dios cuenta con ella. «Es sabio entre los hombres aquel que ve el descanso en el trabajo y el trabajo en el descanso», dice el Bhagavad-Gita.
La cualidad complementaria de esta primera disposición —antagonista en apariencia y sin embargo tan semejante— es el celo que se opone, no a la noble tranquilidad, sino a la pereza. La tranquilidad une el tiempo con la eternidad; la pereza lo pierde. Perder el tiempo, —en el sentido más riguroso de la expresión— y perderse a sí mismo —átomo arrastrado por el tiempo— es exactamente lo mismo. De este modo queda arruinada la única probabilidad que se nos dará en todo momento para aproximarnos a lo eterno, y basta que esta situación se prolongue para extraviarnos para siempre.
Pero esto sólo es verdadero cuando es llevado al extremo. Y es difícil que se pierda el tiempo hasta este punto. El mal mismo exige trabajo, y el bien tiene facetas poco atrayentes. Siempre la pereza será un pecado capital, pecado y padre del pecado, robo y asechanza de la vida. El ardor del trabajador celoso ocupa el otro extremo.
Entre los dos está la inconstancia, pariente del trabajo sin tesón, y de la pereza sin sucumbir a ella por completo. Llamo inconstancia, de una parte, al trabajo que, impetuoso al principio, en seguida flaquea; y por otra parte, ese trabajo nunca serio y siempre flojo que hace de su ejecutor un «aficionado». En este sentido, son más enemigos del trabajo los inconstantes que los perezosos; pues no solamente abandonan su profesión, sino que la echan a perder. Como toda apariencia sin realidad, su falso aspecto es una traición, una deserción hipócrita que sueña con la victoria.
Piénselo bien el trabajador novel; venir a parar en la holganza presuntuosa, en el oficio de tábano; o bien entregarse antes de concluir, ceder por laxitud moral o por pasión; es pecar simultáneamente contra sí mismo, contra el prójimo y contra Dios. El trabajador cristiano es de otro linaje.
Para acabar, existe el trabajo que ni siquiera puede ser calificado según el hombre porque es inhumano, trabajo extraño al espíritu de trabajo, puesto que escapa aun al espíritu más simple; me refiero a ese trabajo automático, a esa especie de embrutecimiento regular que ninguna belleza moral produce. Así trabajan los brutos, así dan vueltas a la noria el asno o el perro, y el elefante transporta los maderos. Hay en ello un verdadero aniquilamiento de la persona, y esto es lo que a nosotros —católicos sociales— nos hace odiar todo aquello que constriñe de alguna manera a serlo a esos desgraciados a los cuales se priva así —por un pedazo de pan— de su condición de hombres. Pero esto mismo nos hace también dirigirnos hacia el trabajador si es que es víctima, y con mayor razón si es dueño de sí mismo, para decirle: «ser libre, sé libre; ser espiritual, no te hundas ¡por favor! en un trabajo sin alma, que te hará semejante a la herramienta que manejas, que te envilecerá, si miras tu condición de hombre, de cristiano, de predestinado —¡sí, tú también!— a la vida inmortal».
Está de moda buscar el modo de organizar los ratos libres; altos funcionarios son creados con este fin y se les desea éxito en sus iniciativas; pero de buena gana se les gritarla: «Consagrad una parte de estos nuevos ocios a hacer gustar la nobleza del trabajo, su sentido humano, y si es que todavía no lo habéis relegado vosotros mismos a la categoría de quimeras, su sentido divino».
Cuando, herramienta en mano, el trabajador se sienta en unión con las fuerzas universales, con el Espíritu creador, con el alma de los sabios, de los poetas, de los inventores, de los héroes y de los santos; cuando le parezca estar su taller en comunión con el Palacio Municipal y el Templo, su canción unida a la salmodia y al canto dominical, su alma en la comunión de los santos, en la Iglesia visible, y todo su ser, su ser entero en Dios, ese día el trabajador será el hombre completo, el hombre admirable evocado por su mismo nombre en el espíritu del pensador católico, Será el valor más grande que se pueda apreciar, y la humillación pasajera del trabajo no hará mella alguna, porque el hombre no se valora por lo que hace sino en razón de lo que es. Ser grande es hacer todo con grandeza: engrandeciendo lo pequeño y poniendo a su altura lo grande.

lunes, 25 de julio de 2011

Vegetarianos «católicos»



No nos interesa en esta entrada detenernos a explicar los complejos del catolicismo frente al mundo moderno. Lo cierto es que desde la tristemente célebre frase de Pablo VI: «Nosotros, más que cualquier otro, tenemos el culto del hombre», la Iglesia parece empeñada en mostrar remedos «católicos» de la mundanidad hodierna en todos sus aspectos.

Una muestra de lo que decimos, la tenemos en el movimiento de los «vegetarianos católicos», asociación privada de fieles. Si hojeamos los estatutos de la asociación, no encontraremos grandes desviaciones doctrinales. Pero como suele ocurrir con los movimientos «primaverales», es la praxis la que revela errores implícitos en la teoría. En el caso de los «vegetarianos católicos», en uno de sus panfletos podemos observar las fotos de unos animales criados para la alimentación de los seres humanos, sobre las que se formulan preguntas retóricas condenatorias: ¿qué hubiera dicho Jesús de esta violencia? ¿qué hubiera hecho? La tergiversación sensiblera del mensaje del Salvador resulta patente.

O tempora, o mores!

viernes, 22 de julio de 2011

¿Infocatólica en entredicho?



Quizás el contenido de esta entrada desilusione a unos cuantos; no, nuestros vecinos no se encuentran en entredicho canónico ni amenazados de excomunión mayor. Sin embargo, el último documento de la Pontificia comisión para la interpretación de textos legislativos deja en mal lugar la añorada (tele)serie de artículos del P. Iraburu sobre los “Filo-lefebvrianos”. Nos enseñaba Iraburu, en aquel entonces, que Ordenar Obispos sin permiso de la Santa Sede es un acto gravemente malo, que la Iglesia sanciona con la excomunión, y es también un sacrilegio, un abuso grave en materia de sacramentos (Catecismo 2120). Nunca, por tanto, puede justificarse esa acción por un fin noble, a no ser que condiciones extremas hagan imposible el cumplimiento de esta ley eclesiástica, como pudo suceder en algunas ordenaciones realizadas en China, cuando allí no era posible ni siquiera comunicarse con Roma: ad impossibilia nemo tenetur En el planteamiento de Iraburu, la cláusula concesiva son las “condiciones extremas” que hacen imposible el cumplimiento de dicha ley, a saber, causa –eficiente- física o moral, que aquí parece relacionarse con el desconocimiento o la ignorancia inculpable. Obviamente, el razonamiento de Iraburu se orienta a excluir sistemáticamente el motivo subjetivo, máxime cuando éste está fundado en la realidad, como pudiera ser el desmantelamiento eclesial sistemático. Sin embargo, el Pontificio consejo aclara: A este propósito, el can. 1324 § 1 CIC señala que el ímpetu pasional, la minoría de edad, el miedo grave, también solamente aquel que es relativo, la necesidad, la injusta provocación, o la ignorancia de la pena canónica, por ejemplo, son circunstancias atenuantes que excluyen la pena latae sententiae en la forma indicada por la ley”. Aquí no se trata de la “imposibilidad extrema” de Iraburu, sino que se mencionan diversos motivos psicológicos, en donde el juicio de la pertinencia de los mismos debería aclararse en determinar si tales motivos son el fruto de un mero error subjetivo, o bien si pueden estar justificados al estar motivados por la realidad. Aquí el tema tiene tela, porque si en la revisión del caso de 1988 –según estas interpretaciones del Pontificio consejo- se llegara a demostrar un estado crítico de la situación eclesial, habría que conceder notables atenuantes en la conducta de las consagraciones del 1988 que eximirían de la misma pena.
Y aquí no valen las reducciones al absurdo en plan “entonces cualquiera puede ordenar obispos sin mandato, alegando motivos subjetivos”. No se trata de eso, conque los que vayan a responder por esta vía simple, excusen de molestarse. Se trata de que, según el documento, en este tipo de casos, hay que analizar separadamente cada caso, y ver la pertinencia de dichos motivos o no. Y aquí hay que ir al “tercio excluso”, o los motivos alegados son consistentes o no lo son. La pregunta sería, en el caso de 1988, ¿Los motivos psicológicos eran mero error subjetivo o no? En cuanto a la descripción de la realidad eclesial del momento, lean las siguientes expresiones:
1) “Lo que sucedió después del Concilio es algo completamente distinto: en el lugar de la liturgia, fruto de un desarrollo continuo, se ha puesto un artefacto inventado. Se ha salido de un proceso vivo de crecimiento y desarrollo para entrar en una falsificación. No se quiso ya continuar con el devenir y la maduración orgánica del ser vivo a través de los siglos, sino que se los ha reemplazado, al modo de la producción técnica, por una invención, producto banal del instante”
2) “El Concilio fue, simplemente, sobrepasado. Había dicho que, por ej., el latín seguía siendo la lengua del rito romano, pero que había de conceder a las lenguas nacionales el lugar que les convenía”
3)” Aunque haya otros motivos que han impulsado a un gran número de fieles a buscar refugio en loa liturgia tradicional, el más importante de ellos es el de hallar preservada la dignidad de lo sagrado. Después del Concilio, muchos sacerdotes han deliberadamente convertido a la desacralización en un programa de acción… Animados por tales ideas, han rechazado los ornamentos sagrados; en cuanto han podido, han despojado a las iglesias de los esplendores que recordaban lo sagrado y han reducido a la liturgia al lenguaje y a los gestos de la vida ordinaria por medio de saludo y signos de amistad y otros elementos”
4)” "¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor. ¡Cuánta soberbia! La traición de los discípulos es el mayor dolor de Jesús".
Estos fragmentos no han salido de la pluma de un furibundo megaultralefebvriano, sino del actual Romano Pontífice felizmente reinante: 1) Conversaciones con Peter Seewald “La sal de la tierra”; 2) “La celebración de la fe”; 3) Conferencia dictada a los obispos de Chile en Santiago en julio de 1988; 4) Reflexiones en el Vía Crucis, Viernes Santo, 2005.
Se trata de una voz autorizada que describe una situación similar a la que está en las mentes de aquellos que se vieron implicados en las consagraciones de junio de 1988. La excomunión debido a la ausencia del mandato es una obviedad. No es ese el problema. De lo que se trata es que si aplicamos retroactivamente los criterios que se nos dan ahora para analizar la revisión de cada caso concreto, se podría llegar, no ya al levantamiento de las excomuniones, sino a la declaración de la invalidez de las mismas, no por defecto en la sanción canónica inmediata, sino que a la hora de enjuiciar sus causas –retrospectivamente- quedara sin efecto.
Asimismo, el documento nos aclara: “Hay, sin embargo, un conjunto de atenuantes delineadas por el can. 1324 § 1, 5° CIC que la historia ha demostrado compatibles con delitos de esta naturaleza: cuando la persona que comete el delito como ordenante o como ordenado, está «coaccionada por miedo grave, aunque lo fuera sólo relativamente, o por necesidad o para evitar un perjuicio grave». Nótese que aquí no se llega al criterio que hemos expuesto antes, de si los motivos psicológicos están anclados en la realidad, sino que el mero temor subjetivo –aunque fuera relativo, sin necesidad de que fuese absolutamente causado- a un perjuicio grave bastaría para dejar la excomunión sin efecto.
Lógicamente, algo más hay detrás de este documento. ¿De qué se trata? Pues de evitar aplicar la excomunión, en el caso de las ordenaciones chinas, a los obispos en comunión con la Santa Sede que hayan participado en las mismas. El mero temor subjetivo a represalias civiles les estarían eximiendo de la pena. Pues menudo motivo. ¿Acaso no quedaría sin efecto –a fortiori, con mayor razón- cuando el miedo no es a una posible represalia civil –o roces diplomáticos de la Santa Sede con otro estado- sino a la deriva de la Iglesia y el subsiguiente perjuicio para las almas?

El regreso de Donato


Los comentarios del Anónimo de las 09:51, y de P.B., en la entrada anterior, nos llevan a reiterar la prevención contra el error donatista. Donato afirmaba que todos los ministros sospechosos de traición a la fe durante las persecuciones del emperador Diocleciano, eran indignos de impartir los sacramentos. El donatismo fue rechazado por la Iglesia, reafirmando la doctrina de la objetividad de los sacramentos, es decir, la idea de que una vez transmitida la potestad sacerdotal a un hombre mediante el sacramento del Orden Sagrado, los sacramentos que éste administre son plenamente válidos por intercesión divina, independientemente de la entereza moral del clérigo.


Se trata de un viejo error que puede volverse tentación contra le fe en la Iglesia y en la eficacia ex opere operato de los sacramentos. Oigamos a San Agustín:

Estos, al querer que sea de los hombres lo que es de Cristo, intentan convencernos de las cosas más falsas y absurdas, de suerte que hay casi tantos bautismos como son los hombres que los dan. Así, lo que dice el Señor sobre el hombre y la obra del hombre: Los árboles sanos dan frutos buenos, los árboles dañados dan frutos malos, intentan éstos deformarlo en el sentido de que el bautizado por un ministro bueno es bueno, y malo el bautizado por uno malo. De donde se seguiría, aunque ellos no lo admitan, que el bautizado por uno mejor es mejor, y el bautizado por uno menos bueno es menos bueno. De donde se sigue que los que antes de la Pasión del Señor no bautizó el mismo Señor, sino sus discípulos, serían más santos si hubieran sido bautizados por él mismo. En efecto, ¿quién puede ni siquiera pensar la diferencia que hay entre él mismo y sus discípulos, por quienes eran bautizados? ¿Luego privó él de una regeneración más santa a los que, estando él presente, quiso que fueran bautizados por sus discípulos? Sería una locura creer esto.
¿Qué se dignó, pues, demostrar con eso sino que era suyo lo que se daba, fuera quien fuera el ministro, y que quien bautizaba era él, de quien había dicho el amigo del Esposo: Este es el que bautiza, cualquiera que fuera el ministro que bautizaba a quien había creído en él? Dice también Pablo: Gracias a Dios, no os bauticé a ninguno más que a Crispo y Gayo, para que nadie diga que lo bauticé en mi nombre. ¿Se va a creer que regateó a los hombres una santificación mejor, si cuanto más santo era habían de recibir un bautismo más santo quienes fueran bautizados por él? Precisamente a esto mismo prestó una atención especial el dispensador tan prudente y tan fiel: a que nadie fuera a pensar que había recibido un bautismo más santo por haberlo recibido de un ministro más santo, atribuyendo al siervo lo que era del Señor.

jueves, 21 de julio de 2011

Conspiranoia neocón


(pinchar para agrandar)

You have suffered grievously and I am truly sorry. I know that nothing can undo the wrong you have endured. Your trust has been betrayed and your dignity has been violated. Many of you found that, when you were courageous enough to speak of what happened to you, no one would listen. Those of you who were abused in residential institutions must have felt that there was no escape from your sufferings. It is understandable that you find it hard to forgive or be reconciled with the Church. In her name, I openly express the shame and remorse that we all feel.

Habéis sufrido inmensamente y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y vuestra dignidad ha sido violada. Muchos habéis experimentado que cuando teníais el valor suficiente para hablar de lo que os había pasado, nadie quería escucharos. Los que habéis sufrido abusos en los internados debéis haber sentido que no había manera de escapar de vuestros sufrimientos. Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia.

-- BENEDICTUS PP. XVI, Carta pastoral a los católicos de Irlanda, Vaticano, 19 de marzo de 2010, solemnidad de San José.

... Mientras tanto, en la galaxia infocatólica, al mismo tiempo que se borra automáticamente todo comentario "filo-lefe", se admiten los siguientes con total libertad:



(pinchar para leer)

Y eso que no somos "malos" como para ponernos a buscar en el archivo a ver qué han dicho los propios blogueros y miembros del "Consejo" sobre este tema.

PS: continúa la secuela de comentarios conspiranoicos sobre el mismo tema.


miércoles, 20 de julio de 2011

CINCO CUESTIONES CONTROVERTIDAS SOBRE EL «OPUS DEI» (IV)


La siguiente cuestión controvertida es la “dirección espiritual” en el Opus de Dei.

Una de nuestras principales preocupaciones sobre el tema del Opus de Dei es la vinculación —intencionada— que se hace entre Opus y doctrina / tradición de la Iglesia. Ha llegado un momento en que parecía que la correcta interpretación entre lo que es una adhesión fiel a la Iglesia y a su tradición frente a corrientes más o menos heterodoxas la tenía la Opus.
Es un tema poliédrico, y por eso me detendré en una somera exposición general. Habitualmente, de manera solapada —para variar— los miembros del Opus presentan a la susodicha organización como el ancla de salvación frente a cierta progresía dentro de la Iglesia. Tanto es así, que el Opus se presenta ante los sacerdotes de línea conservadora como “lo de siempre, pero ahora”.
Esta es la teoría, dirección espiritual, ejercicios espirituales, confesión frecuente, misa, lectura, etc., se presentan como prácticas seculares de la Iglesia y se incide en que el Opus “no ha inventado nada”. Bueno, pues esto no es verdad. Es cierto que el Opus ha asumido toda una serie de elementos propios del catolicismo tradicional, pero los ha “opusdeizado” y de una manera muy rara. Los ha desnaturalizado, los ha convertido en cargas y los ha hecho odiosos. De un tiempo a esta parte la Obra ha intentado presentarse como “la cara ortodoxa del Vaticano II”. El Opus no es integrista, pero tampoco es pro-Vaticano II. La Obra está por encima de todo eso, y según el lugar, el tiempo o la circunstancia los utiliza a su antojo. ¿Con qué finalidad? Sobrevivir y utilizar las claves que sean necesarias para hacer proselitismo. Hay que distinguir el típico cura “carca” o de “los de antes” del típico “fanático del Opus”. Creo que son cosas distintas y no es muy difícil demostrarlo.
Voy a anotar por encima un tema muy recurrente. Lo que podríamos llamar “doble lenguaje” o “simulación”. El Opus busca miembros de entre gentes con una cierta tradición religiosa católica y un pensamiento que tiende más o menos claramente hacia el conservadurismo social y político. A este tipo de personas se les plantea un discurso con categorías que le resulten familiares. Pongamos un ejemplo: “la dirección espiritual”. Cuando una persona de cierto bagaje religioso católico interpreta dirección espiritual en un determinado sentido: los consejos que pueden darse en el seno de la confesión frecuente, tal como se ha dado tradicionalmente en la Iglesia. Entonces la Obra indica que la dirección espiritual en ella es corporativa, quien dirige es el Opus Dei. En ese instante esa persona lo que interpreta es que esa dirección se imparte desde un determinado carisma. Y así lo cree, y lo puede seguir creyendo años después de estar dentro de la organización. ¿Dónde está el doble lenguaje? Que la Obra cuando habla de dirección espiritual, o “unidad” en la dirección, no se refiere a lo que podría interpretarse desde las costumbres y práctica de la Iglesia, sino algo completamente distinto, como se puede ver:
  1. Que es la Obra quien dirige, lo que quiere decir es que es el Director local, en nombre del Padre quien la ejerce.
  2. Por ello los que reciben la dirección espiritual, en el Consejo local pueden dar indicaciones al Director local señalando los progresos del sujeto en orden a una posible solicitación para que pida la admisión.
  3. De ahí que a nivel interno se hable de “charla fraterna” y no de “dirección espiritual”, para que ya dentro se distinga de la dirección espiritual tal como se practica en la Iglesia.
  4. Se contraviene por tanto esa norma eclesiástica que viene desde León XIII (Decreto Quemadmodum) de que el miembro de un instituto determinado no tiene obligación alguna de abrir su conciencia a quien ostenta cargos de gobierno.
  5. Lo más grave, estos procedimientos son desconocidos a quien se le pide que ingrese en la Obra, y en una amplísima proporción de sus miembros.
De hecho aquí entra la distinción fuero interno y fuero externo, y la Iglesia ha insistido siempre en que se evite en lo máximo posible la confusión entre ambos aspectos. Un director, superior, etc., puede exigir y ordenar cuestiones relativas al fuero externo, sin embargo, no puede, quien ostenta cargos de gobierno indagar en el fuero interno, a no ser que la persona quiera hacerlo espontáneamente sin que medie presión, coacción, halagos o miedos. Todo lo relativo al fuero interno pertenece al ámbito de la dirección espiritual; para evitar la confusión entre ambos fueros y preservar el secreto de oficio relativo a las cuestiones de fuero interno, la dirección espiritual siempre se ha desarrollado en el ámbito de la Confesión. Sin embargo, en el Opus se rompe esta distinción de modo que se distingue la Confesión con el Sacerdote con la “charla fraterna-dirección espiritual”, en donde cuestiones de fuero interno pueden ser comentadas, siquiera “in genere” en el Consejo local, para que el Director local esté al tanto, violando de manera flagrante y sin conocimiento del dirigido el secreto de oficio en lo que al fuero interno se refiere. Es muy significativo al respecto el documento interno del Opus Dei llamado “Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas” (Roma, 2001):
Si se entiende bien que quien imparte la dirección espiritual es el Opus Dei, fácilmente se comprende que no tendría sentido, por ejemplo, que al hacer la charla fraterna alguien pusiera como condición, para tratar un tema determinado, que quien la recibe se comprometiera a ‘no contar a nadie’ lo que va a decirle; o que éste último, pensando facilitar la sinceridad, equivocadamente dijera al que hace la charla: ‘cuéntamelo todo y no te preocupes, porque no se lo voy a decir a nadie más’. En estos casos hipotéticos, la persona que recibiera la charla dejaría de ser instrumento para hacer llegar la ayuda de la Obra: esa conversación no seria una charla fraterna de dirección espiritual.”
El Papa actual ha pedido explicaciones al Prelado de la manera de realizar la dirección espiritual en el Opus. El prelado ha respondido diciendo que en la Obra “cada uno se dirige con quien le da la gana”.
Los que hemos estado ahí sabemos que miente doblemente. Miente porque sabemos perfectamente que en el Opus no se habla de dirección, sino de charla fraterna (para curarse en salud y justificar este tipo de prácticas distinguiéndolas de la dirección espiritual), y segundo, que no es verdad que el personal elija con quien se dirige. Más bien uno es “elegido” para ser “dirigido / charlado” vía codo del Opus y solicitaciones emotivistas estilo “¿quedamos para hablar?” sin que se hable en ningún momento entre director y dirigido de “dirección espiritual”.
Se sabe asimismo que el grado de indiscreción sobre las conciencias de los dirigidos varía dependiendo de los integrantes de los Consejos locales y de los Directores, pero en todo caso el problema no es si se es más o menos explícito al hablar de las conciencias de los “pitables” o de los “pitados”, sino que ellos no lo saben. Es el secreto, que es lo característico de las sectas.
¿Lo que ha hecho la Iglesia siempre? Mentira.
Es más —según el Decreto Quemadmodum— a los mencionados Superiores o Superioras de cualquier grado o preeminencia, rigurosamente se les prohíbe que induzcan a sus súbditos directa o indirectamente, por precepto, consejo, miedo, amenazas o halagos, a que les hagan a ellos mismos una manifestación de la conciencia de ese tipo. Y, correlativamente, se manda a los súbditos que ante los Superiores mayores denuncien a los Superiores menores que a ellos osaran inducirlos a tales conductas. Y, si los inductores fuesen el Director o la Directora General, “se manda entonces” que ellos hagan la denuncia ante esta Sagrada Congregación.
Evidentemente, lo que arguyen los dirigentes del Opus Dei es que en la Obra “cada uno se dirige y se confiesa con quien quiere”. Esto es falso. Son múltiples las referencias del Fundador a confesarse únicamente con Sacerdotes del Opus: pero dicho de manera subrepticia: primero dice “podéis confesaros con quien queráis”, para añadir después “pero para un miembro de la Obra sólo son buenos pastores los que entienden el espíritu de la Obra y su vocación específica”. Es de hecho el Director el que indica a cada miembro con quién debe hacer la “charla fraterna”. ¿Puede la persona oponerse a ello? Sí, puede, pero recibirá probablemente una explicación de las razones y se le indicará que es de “mal espíritu” esa actitud con quien es “buen pastor” para con él.
Con respecto a la dirección espiritual, quien la ejerce, en nombre del Padre es el Director (laico) local —confundiéndose así en la misma persona tareas de gobierno y de dirección espiritual, algo que está canónicamente prohibido— a través del Consejo local, donde los que imparten la dirección espiritual de los miembros comentan aspectos del fuero interno.
El decreto de León XIII se encuentra literalmente reproducido en el canon 630 del Código actual, pero el Opus indica que eso es para los religiosos y que a ellos no les afecta. ¡Já!
El tráfico de información es sobrecogedor. Pero es lo que se llama sociológicamente “información dividida”: unos saben unas cosas, y otros otras, y esta información se administra según interese. De ahí el “correo interno”, evitar sacar documentación de los Centros, etc.
Un aspecto especialmente grave son los “informes de conciencia” que se envían de un Centro a otro cuando un Numerario cambia de Centro, para que el Director del Centro recipiente conozca el Numerario que llega al suyo. Ver cómo se manosea la conciencia de la gente, y sobre todo, cuando uno les quita la careta y lo reconocen abiertamente —evitando su cinismo habitual— es especialmente desagradable, lo que explica los daños de mucha gente que la “Madre Guapa” ha ido dejando por el camino, sobre todo personas que han entregado al Opus sus vidas y descubren el engaño en el que han vivido.
Esas contradicciones “esquizoides” son aparentes; se interpretan correctamente si se puede realmente saber lo que es el Opus realmente: una institución endogámica, que pone ante todo sus principios fundacionales sobre cualesquiera otros, humanos o divinos; cómo se utiliza la simulación, el engaño y la manipulación, recurriendo a los nombres de Dios y la Iglesia, cuando cínicamente hacen uso de todo el acervo de la Iglesia para su beneficio, el crecimiento de la institución, y su divinización.
Se podrían comentar muchísimos episodios, de vidas reales, que producen un estupor sin límite, y como se ha dicho varias veces, como consecuencia de elementos fundacionales. Sólo un par de detalles que me parecen impresentables.
El primero: sobre cuestiones éticas (Ética general, sin entrar en lo sobrenatural). Cuando se construye Villa Tevere. ¿De dónde venía el dinero si de España no se podía sacar fondos? Aunque no demostrado judicialmente, por las diversas narraciones históricas se sabe que el que se encargaba de las finanzas del Opus era Rafael Termes (conocido para muchos, sin duda), quien organizó un crédito andorrano, para derivar el dinero que salía de España. La mitad de Villa Tevere, por tanto, se habría construido en base a dinero sacado ilegalmente.
Y segundo: cuando el Papa le pide explicaciones al prelado del Opus sobre la dirección espiritual, se le indica asimismo que sus operaciones económicas deben asimilarse a las prescripciones legales económicas de cada país. Un poco después de esto, aparece una entrevista a mons. Echevarría donde dice falazmente, entre otras cosas, que el desconoce el dinero que se mueve en la Obra, pues las diversas Regiones y Delegaciones se mueven por Patronatos y administran sus recursos, y de eso no tiene conocimiento ni él ni sus colaboradores. Y ningún Centro ni Delegación da un paso sin el visto bueno de la Vicaría Regional, ni éste sin el Consejo General con el Padre a la cabeza.
Respecto a las cuestiones políticas y sociales también se puede presentar a los mormones como ultraconservadores; pero insisto, ése no es el problema esencial del Opus Dei, y hacer hincapié en que si es más o menos liberal, implica no entender realmente qué es el Opus Dei, que se interpreta a sí mismo por encima de todo eso, y que mantiene unas posturas u otras según la situación, agarrándose a la diversidad de opiniones de sus miembros.
El problema del Opus es fundamentalmente —lo repito, para no desviar la cuestión— eclesial y teológico.