La siguiente cuestión controvertida es la “dirección espiritual” en el Opus de Dei.
Una de nuestras principales preocupaciones sobre el tema del Opus de Dei es la vinculación —intencionada— que se hace entre Opus y doctrina / tradición de la Iglesia. Ha llegado un momento en que parecía que la correcta interpretación entre lo que es una adhesión fiel a la Iglesia y a su tradición frente a corrientes más o menos heterodoxas la tenía la Opus.
Es un tema poliédrico, y por eso me detendré en una somera exposición general. Habitualmente, de manera solapada —para variar— los miembros del Opus presentan a la susodicha organización como el ancla de salvación frente a cierta progresía dentro de la Iglesia. Tanto es así, que el Opus se presenta ante los sacerdotes de línea conservadora como “lo de siempre, pero ahora”.
Esta es la teoría, dirección espiritual, ejercicios espirituales, confesión frecuente, misa, lectura, etc., se presentan como prácticas seculares de la Iglesia y se incide en que el Opus “no ha inventado nada”. Bueno, pues esto no es verdad. Es cierto que el Opus ha asumido toda una serie de elementos propios del catolicismo tradicional, pero los ha “opusdeizado” y de una manera muy rara. Los ha desnaturalizado, los ha convertido en cargas y los ha hecho odiosos. De un tiempo a esta parte la Obra ha intentado presentarse como “la cara ortodoxa del Vaticano II”. El Opus no es integrista, pero tampoco es pro-Vaticano II. La Obra está por encima de todo eso, y según el lugar, el tiempo o la circunstancia los utiliza a su antojo. ¿Con qué finalidad? Sobrevivir y utilizar las claves que sean necesarias para hacer proselitismo. Hay que distinguir el típico cura “carca” o de “los de antes” del típico “fanático del Opus”. Creo que son cosas distintas y no es muy difícil demostrarlo.
Voy a anotar por encima un tema muy recurrente. Lo que podríamos llamar “doble lenguaje” o “simulación”. El Opus busca miembros de entre gentes con una cierta tradición religiosa católica y un pensamiento que tiende más o menos claramente hacia el conservadurismo social y político. A este tipo de personas se les plantea un discurso con categorías que le resulten familiares. Pongamos un ejemplo: “la dirección espiritual”. Cuando una persona de cierto bagaje religioso católico interpreta dirección espiritual en un determinado sentido: los consejos que pueden darse en el seno de la confesión frecuente, tal como se ha dado tradicionalmente en la Iglesia. Entonces la Obra indica que la dirección espiritual en ella es corporativa, quien dirige es el Opus Dei. En ese instante esa persona lo que interpreta es que esa dirección se imparte desde un determinado carisma. Y así lo cree, y lo puede seguir creyendo años después de estar dentro de la organización. ¿Dónde está el doble lenguaje? Que la Obra cuando habla de dirección espiritual, o “unidad” en la dirección, no se refiere a lo que podría interpretarse desde las costumbres y práctica de la Iglesia, sino algo completamente distinto, como se puede ver:
- Que es la Obra quien dirige, lo que quiere decir es que es el Director local, en nombre del Padre quien la ejerce.
- Por ello los que reciben la dirección espiritual, en el Consejo local pueden dar indicaciones al Director local señalando los progresos del sujeto en orden a una posible solicitación para que pida la admisión.
- De ahí que a nivel interno se hable de “charla fraterna” y no de “dirección espiritual”, para que ya dentro se distinga de la dirección espiritual tal como se practica en la Iglesia.
- Se contraviene por tanto esa norma eclesiástica que viene desde León XIII (Decreto Quemadmodum) de que el miembro de un instituto determinado no tiene obligación alguna de abrir su conciencia a quien ostenta cargos de gobierno.
- Lo más grave, estos procedimientos son desconocidos a quien se le pide que ingrese en la Obra, y en una amplísima proporción de sus miembros.
De hecho aquí entra la distinción fuero interno y fuero externo, y la Iglesia ha insistido siempre en que se evite en lo máximo posible la confusión entre ambos aspectos. Un director, superior, etc., puede exigir y ordenar cuestiones relativas al fuero externo, sin embargo, no puede, quien ostenta cargos de gobierno indagar en el fuero interno, a no ser que la persona quiera hacerlo espontáneamente sin que medie presión, coacción, halagos o miedos. Todo lo relativo al fuero interno pertenece al ámbito de la dirección espiritual; para evitar la confusión entre ambos fueros y preservar el secreto de oficio relativo a las cuestiones de fuero interno, la dirección espiritual siempre se ha desarrollado en el ámbito de la Confesión. Sin embargo, en el Opus se rompe esta distinción de modo que se distingue la Confesión con el Sacerdote con la “charla fraterna-dirección espiritual”, en donde cuestiones de fuero interno pueden ser comentadas, siquiera “in genere” en el Consejo local, para que el Director local esté al tanto, violando de manera flagrante y sin conocimiento del dirigido el secreto de oficio en lo que al fuero interno se refiere. Es muy significativo al respecto el documento interno del Opus Dei llamado “Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas” (Roma, 2001):
“Si se entiende bien que quien imparte la dirección espiritual es el Opus Dei, fácilmente se comprende que no tendría sentido, por ejemplo, que al hacer la charla fraterna alguien pusiera como condición, para tratar un tema determinado, que quien la recibe se comprometiera a ‘no contar a nadie’ lo que va a decirle; o que éste último, pensando facilitar la sinceridad, equivocadamente dijera al que hace la charla: ‘cuéntamelo todo y no te preocupes, porque no se lo voy a decir a nadie más’. En estos casos hipotéticos, la persona que recibiera la charla dejaría de ser instrumento para hacer llegar la ayuda de la Obra: esa conversación no seria una charla fraterna de dirección espiritual.”
El Papa actual ha pedido explicaciones al Prelado de la manera de realizar la dirección espiritual en el Opus. El prelado ha respondido diciendo que en la Obra “cada uno se dirige con quien le da la gana”.
Los que hemos estado ahí sabemos que miente doblemente. Miente porque sabemos perfectamente que en el Opus no se habla de dirección, sino de charla fraterna (para curarse en salud y justificar este tipo de prácticas distinguiéndolas de la dirección espiritual), y segundo, que no es verdad que el personal elija con quien se dirige. Más bien uno es “elegido” para ser “dirigido / charlado” vía codo del Opus y solicitaciones emotivistas estilo “¿quedamos para hablar?” sin que se hable en ningún momento entre director y dirigido de “dirección espiritual”.
Se sabe asimismo que el grado de indiscreción sobre las conciencias de los dirigidos varía dependiendo de los integrantes de los Consejos locales y de los Directores, pero en todo caso el problema no es si se es más o menos explícito al hablar de las conciencias de los “pitables” o de los “pitados”, sino que ellos no lo saben. Es el secreto, que es lo característico de las sectas.
¿Lo que ha hecho la Iglesia siempre? Mentira.
Es más —según el Decreto Quemadmodum— a los mencionados Superiores o Superioras de cualquier grado o preeminencia, rigurosamente se les prohíbe que induzcan a sus súbditos directa o indirectamente, por precepto, consejo, miedo, amenazas o halagos, a que les hagan a ellos mismos una manifestación de la conciencia de ese tipo. Y, correlativamente, se manda a los súbditos que ante los Superiores mayores denuncien a los Superiores menores que a ellos osaran inducirlos a tales conductas. Y, si los inductores fuesen el Director o la Directora General, “se manda entonces” que ellos hagan la denuncia ante esta Sagrada Congregación.
Evidentemente, lo que arguyen los dirigentes del Opus Dei es que en la Obra “cada uno se dirige y se confiesa con quien quiere”. Esto es falso. Son múltiples las referencias del Fundador a confesarse únicamente con Sacerdotes del Opus: pero dicho de manera subrepticia: primero dice “podéis confesaros con quien queráis”, para añadir después “pero para un miembro de la Obra sólo son buenos pastores los que entienden el espíritu de la Obra y su vocación específica”. Es de hecho el Director el que indica a cada miembro con quién debe hacer la “charla fraterna”. ¿Puede la persona oponerse a ello? Sí, puede, pero recibirá probablemente una explicación de las razones y se le indicará que es de “mal espíritu” esa actitud con quien es “buen pastor” para con él.
Con respecto a la dirección espiritual, quien la ejerce, en nombre del Padre es el Director (laico) local —confundiéndose así en la misma persona tareas de gobierno y de dirección espiritual, algo que está canónicamente prohibido— a través del Consejo local, donde los que imparten la dirección espiritual de los miembros comentan aspectos del fuero interno.
El decreto de León XIII se encuentra literalmente reproducido en el canon 630 del Código actual, pero el Opus indica que eso es para los religiosos y que a ellos no les afecta. ¡Já!
El tráfico de información es sobrecogedor. Pero es lo que se llama sociológicamente “información dividida”: unos saben unas cosas, y otros otras, y esta información se administra según interese. De ahí el “correo interno”, evitar sacar documentación de los Centros, etc.
Un aspecto especialmente grave son los “informes de conciencia” que se envían de un Centro a otro cuando un Numerario cambia de Centro, para que el Director del Centro recipiente conozca el Numerario que llega al suyo. Ver cómo se manosea la conciencia de la gente, y sobre todo, cuando uno les quita la careta y lo reconocen abiertamente —evitando su cinismo habitual— es especialmente desagradable, lo que explica los daños de mucha gente que la “Madre Guapa” ha ido dejando por el camino, sobre todo personas que han entregado al Opus sus vidas y descubren el engaño en el que han vivido.
Esas contradicciones “esquizoides” son aparentes; se interpretan correctamente si se puede realmente saber lo que es el Opus realmente: una institución endogámica, que pone ante todo sus principios fundacionales sobre cualesquiera otros, humanos o divinos; cómo se utiliza la simulación, el engaño y la manipulación, recurriendo a los nombres de Dios y la Iglesia, cuando cínicamente hacen uso de todo el acervo de la Iglesia para su beneficio, el crecimiento de la institución, y su divinización.
Se podrían comentar muchísimos episodios, de vidas reales, que producen un estupor sin límite, y como se ha dicho varias veces, como consecuencia de elementos fundacionales. Sólo un par de detalles que me parecen impresentables.
El primero: sobre cuestiones éticas (Ética general, sin entrar en lo sobrenatural). Cuando se construye Villa Tevere. ¿De dónde venía el dinero si de España no se podía sacar fondos? Aunque no demostrado judicialmente, por las diversas narraciones históricas se sabe que el que se encargaba de las finanzas del Opus era Rafael Termes (conocido para muchos, sin duda), quien organizó un crédito andorrano, para derivar el dinero que salía de España. La mitad de Villa Tevere, por tanto, se habría construido en base a dinero sacado ilegalmente.
Y segundo: cuando el Papa le pide explicaciones al prelado del Opus sobre la dirección espiritual, se le indica asimismo que sus operaciones económicas deben asimilarse a las prescripciones legales económicas de cada país. Un poco después de esto, aparece una entrevista a mons. Echevarría donde dice falazmente, entre otras cosas, que el desconoce el dinero que se mueve en la Obra, pues las diversas Regiones y Delegaciones se mueven por Patronatos y administran sus recursos, y de eso no tiene conocimiento ni él ni sus colaboradores. Y ningún Centro ni Delegación da un paso sin el visto bueno de la Vicaría Regional, ni éste sin el Consejo General con el Padre a la cabeza.
Respecto a las cuestiones políticas y sociales también se puede presentar a los mormones como ultraconservadores; pero insisto, ése no es el problema esencial del Opus Dei, y hacer hincapié en que si es más o menos liberal, implica no entender realmente qué es el Opus Dei, que se interpreta a sí mismo por encima de todo eso, y que mantiene unas posturas u otras según la situación, agarrándose a la diversidad de opiniones de sus miembros.
El problema del Opus es fundamentalmente —lo repito, para no desviar la cuestión— eclesial y teológico.