martes, 15 de mayo de 2012

La autoridad magisterial del Vaticano II. Contribución a un debate actual


En la revista de los religiosos de la Fraternidad San Vicente Ferrer se ha publicado un extenso estudio del p. Bernard Lucien sobre la autoridad magisterial del Vaticano II. El superior de la Fraternidad, el p. Dominique de Saint Laumer, ofrece una síntesis del artículo de Lucien que puede leerse aquí. Gracias al generoso amigo Mendrugo, ofrecemos su traducción de una reseña más breve a la monografía de Lucien. Un escrito de interés para los católicos que piensan que la “obediencia extrema” no es acto virtuoso sino exceso voluntarista.
La autoridad magisterial del Vaticano II. Contribución a un debate actual
(Extractos y presentación de un estudio del P. Bernard LUCIEN)
La actualidad de la Iglesia ha llevado a la revista Sedes Sapientiæ a sacar un número especial (el 119, de marzo de 2012), conmemorativo del cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II. Con ocasión de este aniversario, está en primer plano la cuestión de los grados de autoridad y de los modos de ejercicio del Magisterio en aquel concilio. Además, esta cuestión se halla en el núcleo de las discusiones doctrinales entre la Santa Sede y la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX). Por ello, la Redacción ha decidido publicar íntegramente este estudio del P. Bernard Lucien como una aportación esencial a este debate.
El debate actual enfrenta a dos tendencias opuestas. De una parte, se insiste en el aspecto objetivo de la Tradición –su contenido–, y se subrayan los problemas de continuidad con el Magisterio anterior que plantean algunos textos del Vaticano II. De la otra, se insiste en el aspecto activo de la Tradición –la transmisión, cuyo órgano principal es el Magisterio–, y se subraya la necesidad de acatar las enseñanzas de aquel concilio ecuménico. Se impone, pues, intentar una conciliación de ambos puntos de vista. Esto es lo que hace el P. Lucien fundándose en algunos principios teológicos que gozan en la Iglesia del rango de doctrina segura y declarada.
El autor procede en varias etapas. En la primera (capítulo 1), estudia una objeción previa que plantea señaladamente el P. Jean-Michel Gleize, de la FSSPX: el Vaticano II, ¿tuvo la intención de ejercer la potestad magisterial? La voluntad «pastoral» del Concilio, ¿frustró su función magisterial? El P. Lucien basa su respuesta en las declaraciones de los Papas y del Concilio mismo: El Concilio Vaticano II fue, tanto en su intención como de hecho, un ejercicio del Magisterio supremo. Y debe por tanto ser recibido a título de tal por todo católico.
Esto implica un asentimiento previo o «global» a las enseñanzas expresadas en y por el Concilio. Queda, pues, desechada una crítica total, que no sería católica por cuanto no sería la de un hijo que reconoce en el Magisterio de la Iglesia la voz de quien ha sido constituida por Cristo como Madre y Maestra de la verdad. Pero ¿significa esto que todas las enseñanzas del Vaticano II gozan de la misma autoridad magisterial y exigen un mismo grado de adhesión? O yendo más lejos: ¿no ha podido deslizarse en sus documentos alguna expresión defectuosa, incluso algún error? El P. Lucien analiza esta cuestión esencial en dos fases.
En la primera de ellas (capítulo 2), nos recuerda de una manera general cómo el Magisterio de la Iglesia se ejerce de diferentes maneras que no comprometen en igual medida su autoridad. El autor distingue tres grados o niveles esenciales de autoridad, y a continuación expone los criterios que permiten diferenciar estos tres grados. La adhesión requerida en cada caso irá en proporción a la medida en que se compromete la autoridad magisterial en el texto y a la mayor o menor asistencia del Espíritu Santo que corresponde a tal compromiso. Por consiguiente, la posibilidad de error variará según esta escala: 
1.- El error será totalmente imposible en razón de la infalibilidad para el grado máximo de autoridad.
2.- Resultará muy improbable pero no imposible en el Magisterio meramente auténtico o «autoritario».
3.- La posibilidad de error será mayor en el grado más bajo o Magisterio «pedagógico».
En una fase ulterior (capítulo 3), el P. Lucien aplica los principios discernidos en el capítulo anterior al caso del Vaticano II: ¿Qué grados de autoridad se hallan en sus enseñanzas? El autor no excluye la presencia del grado máximo: el Magisterio infalible. No porque el Concilio Vaticano II se expresara de forma extraordinaria y solemne sino porque, como órgano del Magisterio Ordinario Universal, estuvo asistido infaliblemente siempre que propusiera alguna doctrina directamente como tal, y si la presentó como verdad revelada, o bien ligada necesariamente a la Revelación.
El segundo grado de autoridad es el del Magisterio simplemente auténtico o «autoritario», y concierne al caso en que una doctrina se afirma directamente como tal, pero sin explicitar que esté ligada necesariamente a la Revelación. Estos casos son frecuentes en el Vaticano II, según el autor. Tales enseñanzas requieren de parte del creyente una verdadera adhesión porque –aunque no gocen de una asistencia infalible– la asistencia es suficiente para que exista una gran probabilidad de verdad: la proposición así enseñada es muy «probable», es decir: «digna de asentimiento». Lo cual empero no excluye toda posibilidad de error.
Sin embargo –afirma el P. Lucien– «este Magisterio no infalible pero también divinamente asistido, y por tanto enraizado en la infalibilidad, reclama a priori y de suyo una verdadera adhesión de todos los fieles, lo que excluye el disentimiento de principio, la impugnación por mero motivo de insuficiencia argumentativa e incluso la sistemática puesta en duda o la pretensión de constituirse en instancia crítica».
Y por último, se encuentra el tercer grado de autoridad: aquel que el autor llama «Magisterio meramente pedagógico, no autoritario». En este nivel se hallan «numerosos pasajes del Vaticano II: la mayor parte sin duda». Estos textos «no exponen doctrinas enseñadas directamente como tales sino enunciadas a título de introducción, explicación, argumentación o consecuencia, en relación con aquello que se afirma directamente y por sí mismo. O dicho en una palabra: indirectamente. Es el caso de la mayor parte de la Declaración Dignitatis humanæ». «La actitud que requieren del fiel no es la adhesión sino más bien la escucha dócil que corresponde precisamente a la intención pedagógica del Magisterio».
A lo largo de su estudio, el P. Lucien hace algunas sugerencias que, en vista de las controversias actuales, sería deseable atender:
Reconocer oficialmente la existencia de un nivel pedagógico del Magisterio y su profusa presencia en el Vaticano II, reconociendo asímismo la legitimidad de una discusión respetuosa dentro de dicho nivel, al que pertenecen la mayor parte de los «elementos deficientes» que se reprochan al Concilio.
Distinguir entre la aceptación global del Vaticano II como acto del Magisterio (con el asentimiento diferenciado que requiere cada punto) y una adhesión absoluta a todas y cada una de las proposiciones (cosa que no sería exigible).
Aclarar el punto de que la infalibilidad no se limita a las definiciones solemnes y que el Vaticano II no renunció a enseñar infaliblemente bajo el modo de Magisterio Ordinario Universal.
Reconocer que para aquellas enseñanzas que parecen «innovaciones» es necesario:
Hacer con lealtad un doble discernimiento: el de su grado de autoridad (calificación doctrinal) y el referente a su contenido objetivo.
Distinguir entre el orden práctico, donde las rupturas no son de suyo impensables, y el orden doctrinal.
Y subrayar que una aparente falta de continuidad no es suficiente motivo para que el fiel suspenda la adhesión debida según el grado de autoridad magisterial del punto en cuestión.
Por último, el P. Lucien subraya la necesidad de que los teólogos profundicen su investigación acerca de los problemas de continuidad objetiva planteados por los cuatro puntos más delicados en discusión: la libertad religiosa, la afirmación de que la única Iglesia de Cristo «subsiste en» la iglesia Católica, el ecumenismo y la colegialidad. Así como la oportunidad de una intervención del Magisterio acerca de estos puntos.
Este trabajo quiere contribuir a superar el diálogo de sordos que parece haberse entablado entre ambas partes, considerando en su unidad las verdades esenciales que –respectivamente y con toda razón– preocupan a unos y otros. Hacemos votos por que esta obra de pacificación y formación de los espíritus rinda sus frutos en las inteligencias y en los corazones.
La Redacción de Sedes Sapientiæ

24 comentarios:

Flipper dijo...

cabe pensar que el orden doctrinal es anterior al práctico-operari sequitur esse-. No es suficiente, a mi juicio, afirmar -tan frecuentemente hoy entre los conservadores- que los abusos son malinterpretaciones del Concilio y no tuvieron su base en su doctrina. Esto sé que no es una gran noticia, pero vistas las bases filosóficas existencialistas y personalistas de los periti de las sesiones conciliares, está claro que hay mucho que revisar en los textos. Aunque agua pasada no mueve molino, y lo que nos queden son los textos-pues la evolución pastoral es un remolino heracliteano siempre cambiante- podemos recordar también los procedimientos -en algunos casos documentados como tales- ilegales que se emplearon para aprobar o desaprobar textos (el caso del cardenal Staffa, por ejemplo). En fin, sea bienvenido este estudio si es para eso: demostrar que el concilio no puede exigir un acto de inmolación de la voluntad y la razón iluminada por la fe del fiel católico sino el asentimiento religioso en aquello que es de tal materia.
Aún así, sabemos que muchos no aceptarán las muchas y convenientes razones que se les den; morirán con las botas puestas, pues les costó mucho trabajo tirar con todo lo que había. Unos niñatos no van a venir ahora a fastidirarnoslo, argumentan.

Anónimo dijo...

La reseña de por sí es soberanamente rebuscada para decir algo que negara el mismo Paulo VI, que el Concilio quiso emplear la nota de infalibilidad. Luego, todas esas distinciones inencontrables en la tradición parecen más bien las muestras del conflicto de identidad de esta comunidad Ecclesia Dei que, como todas ellas, quiere permanecer católica y en comunión en un ambiente que no sólo no lo es sino que le es abiertamente indiferente cuando no hostil.

Cristián Yáñez Durán.

Miles Dei dijo...

Bueno, algo va floreciendo en este debate. Lástima de que los grandes voceros mediáticos no estén a la altura del mismo.

Don Bux les echa a los medios la culpa de la gran deformación en las percepciónes de las posiciones de la Fraternidad.

Miles Dei dijo...

Bueno, acabo de leer esta crítica al artículo:

El abbé Lucien en este artículo da su punto de vista acerca de la eventual ruptura-continuidad de los textos conflictivos de Vaticano II apelando a una tipololgía novedosa, la del “magisterio pedagógico”, limitando por otra parte la posibilidad de error en textos del magisterio denominado “mere authenticum”, buscando por esta vía dar un punto final al debate.

La dificultad - al menos de momento - para solucionar este punto doloroso que sacude a la Iglesia desde hace cinco décadas, a tenor de cuanto han indicado las partes involucradas, parece de momento insoluble. El estudio del abbé Lucien toca los temas bajo exámen, pero con una pretensión superadora que lo torna totalmente inoportuno.

Por otra parte es sintomático que el abbé Lucien - ya desde la época en que adhería a la Tesis de Casssiciacum del P. Guérard des Lauriers - siempre tenga en mira a los doctrinarios tradicionalistas (a los que trata despectivamente de “franc-tireurs”) mientras guarda un llamativo silencio frente a la legión de teólogos progresistas que desde hace décadas se dedican a demoler la fe en seminarios, universidades católicas y seminarios catequísticos.

Martin Ellingham dijo...

Interesante artículo. La cuestión del magisterio ordinario y universal referida al Vaticano II ya se ha debatido en esta bitácora. Me gustaría conocer mejor los fundamentos del P. Lucien. Pero toca a él desmontar la presunción de no infalibilidad. No es nada fácil demostrar que una proposición novedosa pertenece al magisterio ordinario y universal sin un acto del Romano Pontífice que así lo declare expresamente.

Saludos.

sofronio dijo...

Me parece, en mi modesto parecer, que la visón del abbé Lucien, no sólo no aporta nada, sino que hace más confuso, si cabe, la distinción del grado del magisterio.

Ahora nos salen con un concepto nuevo, de laboratorio, sin ningún arraigo con la tradición teológica:“magisterio pedagógico” ¿Y eso que 'puñetas' es?

Es obvio que ciertas doctrinas del Concilio, no tienen continuidad con la tradición en el sentido magisterial de la palabra, pero mucho menos en cuanto fuente de la Revelación, ni tampoco con la otra fuente: Las Sagradas Escrituras.

No quieren reconocer el error y lían más los conceptos, que ya ni los expertos entienden, y cuánto menos los fieles sencillos. Con ello se está desacreditando ante los ojos de todo el mundo el magisterio infalible, cuya definición y condiciones están claras en el Concilio vaticano I. Yo de ahí no me muevo, siguiendo a San Vicente de Lerins y aplicando su Commonitorio a la época actual.

En fin, esta gente, no quiere enmendar sus oponiones cada vez más hegelianas, aunque creo que ni eso son ya.

Anónimo dijo...

FLIPPER ¿podría darme alguna referencia sobre el caso que Vd. cita del Cardenal Staffa?
Muy acertada, a mi juicio, la observaciónde CHRISTIAN: "todas esas distinciones inencontrables en la tradición parecen más bien las muestras del conflicto de identidad de esta comunidad Ecclesia Dei que, como todas ellas, quiere permanecer católica y en comunión en un ambiente que no sólo no lo es sino que le es abiertamente indiferente cuando no hostil"
PEDRO HISPANO

Anónimo dijo...

offtopic:

En la situación actual de las relacionees FSSPX-Curia ¿cómo calificar estas palabras?

COMUNICATO DELLA SALA STAMPA DELLA SANTA SEDE , 16.05.2012

"Come anticipato da agenzie di stampa, oggi, 16 maggio 2012, si è riunita la Sessione Ordinaria della Congregazione per la Dottrina della Fede ed è stata discussa anche la questione della Fraternità San Pio X.

In particolare è stato esaminato il testo della risposta di S.E. Mons. Bernard Fellay, pervenuta il 17 aprile 2012, e sono state formulate alcune osservazioni che saranno tenute presenti nelle ulteriori discussioni tra la Santa Sede e la Fraternità San Pio X."

Hasta aquí, ninguna novedad. Lo más interesante viene ahora:

"In considerazione delle posizioni prese dagli altri tre Vescovi della Fraternità San Pio X, la loro situazione dovrà essere trattata separatamente e singolarmente."

http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29208.php?index=29208

No sabía que la carta de los tres obispos tuviera valor doctrinal para la Santa Sede. Parece como si existiera un cierto interés, más que en evitar la escisión de la FSSPX, en fomentarla.

¿Por qué podría existir tal interés? No se me ocurre ninguna razón.

Cougar.

Flipper dijo...

Pedro Hispano: la única que puedo darle es la que he encontrado: la historia del Concilio vaticano II de "el rin desemboca en el Tíber", de Ralph Windtglen. Ahí señala más rupturas -supuestas o no- de la legalidad en más casos, como las enmiendas de los Padres del Coetus Internationalis Patrum, que eran silenciadas o apartadas. Pero como dije, lo que nos quedan son los textos. Y pienso también que el debate no sólo se debe ceñir a ellos, sino a la cantidad de medidas que se basan en ellos: el nuevo derecho, las reformas de las constituciones de las órdenes religiosas, etc etc etc. Esto no es algo que sea fácil de estudiar por lo ingente que es. Aunque Dios a buen seguro tendrá caminos más eficaces y seguros que los nuestros. Sin nuestra cooperación espiritual y material, esto no se arreglará.

Anónimo dijo...

Sofronio lo ha expresado inmejorablemente.

Estas distinciones rebuscadas para hacer comulgar con ruedas de carreta son muestras de la peor escolástica decadente. ¿Es tan difícil reconocer que lo infumable lo es? Es como que me digan que del agua envenenada sólo tome lo que tiene de pura agua.

Cristián Yáñez Durán.

El Eremita dijo...

Estimados,

Este buen hombre no está mas que haciendo teología. Habrá que leer la fundamentación de su tesis, pero a priori me parece totalmente coherente con el sentido común, con los últimos pronunciamientos magisteriales, con la praxis de la teología dogmática, etc.

La cuestión del grado de asentimiento debido a los distintos "tipos" de pronunciamientos magisteriales se viene discutiendo desde principios del siglo XX; es una cuestión relativamente "nueva". De hecho, es mi opinión personal que el Syllabus motivó esto, ya que una de sus proposiciones condenadas es: "La obligación de los maestros y de los escritores católicos se refiere sólo a aquellas materias que por el juicio infalible de la Iglesia son propuestas a todos como dogma de fe para que todos los crean."

¿Que tipo de obligación impone el magisterio no infalible? ¿Todos los pronunciamientos no infalibles son iguales? ¿Imponen todos el mismo tipo y grado de obligación?

Esto aún debe seguir estudiándose, y deben hacerlo los teólogos... los pronunciamientos magisteriales que tenemos hasta el momento (Lumen Gentium, Donum Veritatis, etc.) no bastan ni remotamente como para dar por cerrada la discusión.

Así sin mas, creo que el Magisterio "pedagógico" es una categoría muy útil para definir aquellos pronunciamientos en que el magisterio no define nada sino que solo enseña (que también es su función).

Por ejemplo, Dignitatis Humanae tiene un pronunciamiento definitorio que no es infalible ("Este concilio declara..."), mientras que el resto del documento consiste mas que nada en consideraciones prudenciales o (vagos) fundamentos teológicos.

Esto puede verificarse en muchos textos preconciliares. Munificentissimus Deus por caso, solo es magisterio infalible en cuanto define el dogma de la Asunción, el resto del texto no lo es.

Es necesario que los teólogos emitan su opinión, que el Magisterio las evalúe, condene en ellas lo que es contrario o nocivo a la Fe, etc., en fin, lo que siempre pasó a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Sino, caemos en un oscurantismo que nada tiene que ver con la tradición, o "dogmatizando" opiniones teológicas solo porque son "tradicionales", tratando al teólogo que las estudia como hereje.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Ludovicus dijo,

Ejemplar comentario de Luis Fernando en Infobleep:

Comentario de Luis Fernando
Pues nada, ya avisarán cuando lleguen a algo definitivo.

Parece claro que se quieren atar bien las cosas con Fellay y los favorables al acuerdo. Y con el resto, nos podemos hacer idea de lo que pasará.

Solo espero que Mons. Fellay tenga bien atada la cuestión de la "propiedad" de la FSSPX. Es decir, que se pueda quedar con las siglas, las casas, los seminarios, etc.
16/05/12 5:53 PM

Anónimo dijo...

Cristián Yáñez de Durán:

"¿Es tan difícil reconocer que lo infumable lo es? Es como que me digan que del agua envenenada sólo tome lo que tiene de pura agua."

Genial... Me quedo con su comentario.

Mendrugo dijo...

A Martín Ellingham:

No creo que el abate Lucien pretenda incluir en el Magisterio Ordinario Universal ninguna proposición novedosa. En efecto, el tema ya se ha tratado aquí y es claro que, para que una enseñanza se pueda considerar universal, ha de serlo también en el tiempo (el «quod semper» leriniano). Lo que excluye las novedades.

Mendrugo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mendrugo dijo...

La denominación de «pedagógico» para uno de los grados del Magisterio me parece desafortunada. Puesto que todo magisterio es esencialmente pedagógico, el adjetivo no sirve para precisar lo que significa el nombre. Quizá sería mejor decir propedéutico o algo así...

Tampoco esta cuestión de los grados de autoridad y asentimiento está realmente en el centro del debate. Creo que al insistir en ella, el abate Lucien cae en lo que él mismo llama diálogo de sordos. Parece no haber leído al P. Gleize saludar con ironía las prolijas distinciones de Mons. Ocáriz al respecto: «Es de agradecer que un teólogo de la Santa Sede haga todas estas matizaciones, impugnando así –de manera implícita pero no menos formal– aquel discurso unilateral y maximalista que hasta hace poco solía presentar al Concilio Vaticano II como un dogma absolutamente intocable, más importante que el de Nicea».

Quienes hacen estas clasificaciones se detienen precisamente al llegar al punto crucial. Una vez establecido el grado más bajo de Magisterio, que exige también el grado mínimo de asentimiento, hay que bajar un escalón más para llegar a los documentos o proposiciones que NO SON Magisterio ni por tanto exigen asentimiento alguno, aunque procedan de sujetos con potestad magisterial. Sea por falta de intención de ejercerla o por otros defectos que los convierten en actos fallidos. Esta es la distinción esencial y, en mi opinión, aquí deberían incluirse los textos que «no exponen doctrinas enseñadas directamente como tales sino enunciadas a título de introducción, explicación, argumentación o consecuencia, en relación con aquello que se afirma directamente y por sí mismo».

O lo que el P. Gleize llama, con expresión más feliz, el «discurso no magisterial sino apologético».

Martin Ellingham dijo...

Aunque la denominación "pedagógico" sea desafortunada admite una interesante reflexión: cuando la CDF publicó una Nota aclaratoria al MP ATF sobre el asentimiento debido al Magisterio Ratzinger le aclaró al P. Orsy que esa nota aclaratoria, tenía una función pedagógica, pues los ejemplos y aplicaciones particulares que contenía, no era vinculante como magisterio. Eso es interesante porque se parece a la tesis de Gleize y Calderón de la FSSPX: lo "pedagógico" no es magisterial-vinculante; ilustra pero no obliga. Y aunque no se esté en todo de acuerdo con ellos, resulta digna de mención esta coincidencia en que hay textos "pedagógicos" que no son propiamente magisteriales pues no se impone obligación de asentir. Retomando un ejemplo ya tratado en este blog, la infalibilidad de las canonizaciones mencionada en la Nota doctrinal de la CDF no es una tesis que esa nota enseñe con intención magisterial vinculante sino un ejemplo tomado de los manuales de los teólogos destinado a una mejor comprensión de la doctrina. En conclusión, creo que con distintas palabras se está aludiendo a una misma realidad: textos no magisteriales, en cuanto no son vinculantes.

Saludos.

El Eremita dijo...

Hay que tener en cuenta que cuando se habla de "grados de asentimiento" no se habla exclusivamente de asentimiento intelectual sino también de cosas como el "religioso respeto", "asentimiento prudencial", etc.

También debe decirse que la reflexión teológica acerca del asentimiento usualmente se centró en la tesis de los actos magisteriales, es decir, a lo que "se afirma directamente y por sí mismo", lo que el acto magisterial está intentando enseñar. Las otras "partes" del documento/discurso/etc. que son "enunciadas a título de introducción, explicación, argumentación", etc. pueden o no demandar algún tipo de asentimiento, no lo se, pero creo que es un problema de importancia mucho menor, especialmente para los fieles.

Volviendo a lo primero, creo que cualquier tipo de pronunciamiento magisterial (o mejor dicho, la tesis de cualquier acto magisterial), desde una homilía de un obispo hasta una constitución apostólica, exige un cierto "grado de asentimiento" (en el sentido antes expuesto), que puede ser satisfecho desde simplemente la mera consideración de la enseñanza propuesta, sin descartar una posterior crítica o disenso respetuoso (para aquellos pronunciamientos de menor autoridad) hasta el "deseo de no disentir" (para aquellos pronunciamientos de mayor autoridad). Actualmente el magisterio nos dice que estos grados de asentimiento tan diversos están englobados en la famosa categoría de "obsequio religioso", que tampoco se sabe bien en que consiste. A todas luces esto es insuficiente, por lo que todo aporte bien fundado a la cuestión debe ser bienvenido.

Con respecto a la aplicación de estos conceptos al Concilio, es evidente que una parte considerable de los pronunciamientos del Vaticano II exigen un grado "mínimo" de asentimiento (o en el caso de la Gaudium et Spes, cuya tesis es un misterio, tal vez ninguno), que puede ser satisfecho mediante la crítica respetuosa y constructiva. Ahora bien, la tesis del padre Gleize según la cual todo el Concilio estaría viciado en su intención, forma y/o materia es, lisa y llanamente, un disparate. Aquella que dice que todo el Concilio tendría la misma autoridad que una homilía también. Estas tesis ignoran por completo la evidencia interna de los documentos, la reflexión del Magisterio posterior, la "solemnidad" de los pronunciamientos, etc. Además, el Concilio puede considerarse como un todo desde un punto de vista eclesiológico, pero no desde el punto de vista dogmático: el objeto de la teología dogmática es cada proposición individual; el contexto (el documento en el cual se enuncia la proposición, el Concilio en el cual se promulga el documento, etc.) proporciona datos pero no es determinante.

Miles Dei dijo...

Bien por los dos últimos posts que entran al meollo del asunto en lugar de quedarse mirando el bosque del Vaticano II y muy intersante la observación de Martin sobre la nota ilustrativa a la Ad Tuendam Fidei.

Miles Dei dijo...

Yo me haría dos preguntas en el tema:

¿Por qué antes de la modernidad no ha existido este problema? O mejor: ¿Desde cuando existe este problema y en que medida se observa más agudo?

Y de ahí la segunda pregunta

¿Tiene algo que ver el aumento de la cantidad de textos de magisterio meramente auténtico con ello, sobre todo desde que la ensñanza y predicación de los Papas empezó a circular de modo cada vez más extenso e intenso desde el Vaticano I?

Y concretándo esta última en el bosque del Vaticano II: ¿Supone algo en este punto que todo un evento extraordinario y definitorio como siempre fueron los concilios ecuménicos se haya relegado por voluntad propia a no definir nada y quedarse en un nivel de magisterio meramente auténtico? ¿En el fondo no es esto como reducir al nivel de la predicación ordinaria lo que es un acto extraordinario y dar lugar a confusión en teología de modo que acabe esta en un magisterialismo?

Creo que existe una sana crítica formal en este aspecto que debe hacer recapacitar al magisterio sobre el justo medio en el uso de un carisma.

El Eremita dijo...

Estimado Miles Dei,

Preguntas súmamente interesantes. Con respecto a las dos primeras:

Concretamente a partir de Pío IX, se comenzó a utilizar el discurso o "alocución" como un medio nuevo para los actos magisteriales. Además, especialmente a partir de Pío XII, encontramos este tipo de pronunciamientos dirigidos a porciones concretas de los fieles (discurso a las matronas, discurso a los legistas italianos, etc.)... antes, las encíclicas y bulas tenían como destinatarios a los Obispos, quienes eran los encargados de transmitir al pueblo las enseñanzas pontificias.

Otra cuestión es el contacto inmediato de los fieles con el magisterio pontificio de todos los tiempos, que es una novedad de esta época. ¿Que laico podía obtener antes del advenimiento de internet el texto de Quo Primum o Quas Primas por poner un ejemplo mas reciente? ¿O de un discurso como Ci Riesce (que ni en internet se consigue en español)? Solo un estudiante de teología. Eso indujo el problema de que textos que estaban destinados a personas formadas en teología (obispos y teólogos) ahora pueden ser leídos por cualquiera (también se suma a esto el problema de leerlos sin conocer mucho su contexto).

Esto me reclama una reflexión acerca del "Magisterio vivo": si bien se puede caer en el error con respecto a este término (tenemos ejemplos de esto entre los neoconservadores), debe decirse que es la forma ordinaria en que los fieles siempre han recibido la doctrina (a través de la predicación). Cuando uno acude al "magisterio previo", está haciendo tanta o más teología que catequesis, por decirlo de alguna forma. Obviamente, en un tiempo en que los obispos y pastores han apostatado de su función docente, a todos los que sospechábamos que "algo nos están ocultando", no nos ha quedado otra forma mas que esta, para acceder a la doctrina católica... pero tal camino debe estar signado por una suma prudencia, y nunca se debe perder ni el "religioso respeto" por las palabras de los pastores (si yerran, la crítica debe ser respetuosa, con caridad), ni la desconfianza hacia las propias conclusiones (especialmente los que no tenemos estudios formales).

Con respecto a las preguntas que se hace usted en relación al concilio, es muy difícil juzgar cosas como la decisión de Juan XXIII de convocar un Concilio con fines pastorales. Humildemente no creo que haya sido totalmente desacertada (independientemente de los resultados), pero ¿quien soy yo para juzgar algo semejante? Pero me permito el juicio siguiente: dar tanta solemnidad a un texto tan vacuo como Gaudium et Spes, es una contradicción. Es verdad que el término "Constitución Pastoral" es novedoso, y uno podría decir que este nuevo tipo de pronunciamiento demanda poco o ningún grado de asentimiento. Pero confunde a los fieles. A mi, al menos, me confunde. Podría decirse algo similar de Lumen Gentium: "Constitución Dogmática". ¿Es que acaso hay algún dogma en Lumen Gentium? Es verdad que hay doctrinas nuevas, mezcladas con elementos prácticos, mezcladas con explicaciones (algunas deficientes y confusas) de doctrinas anteriores... todo eso hay que desemarañarlo, reducirlo a proposiciones, y así ver que es lo que es doctrina que exige un cierto asentimiento (y que tipo de asentimiento) y que no.

Como verá don Miles, concuerdo con usted: el Magisterio debe recapacitar acerca de los justos medios para ejercer su función docente. Me vienen a la mente las encíclicas de Benedicto XVI. ¿Alguien más piensa que son prescindibles? Porque yo si. En ese sentido, creo que Juan Pablo II tenía un poco mas de criterio... buena parte de sus encíclicas al menos tienen un objeto mas claro.

Un saludo.

Walter E. Kurtz dijo...

Abundando en lo que dice el Eremita, hay que tener en cuenta que los textos se leían una sola vez, en algún boletín diocesano o se escuchaba alguna referencia dada por el obispo, y luego lo escuchado era "decantado" en el depósito común. No se "archivaban" para volver sobre ellos a cada rato o citarlos cada dos por tres.

Pero, claro, en estos documentos no existía el efecto de "ruptura" que tuvieron los del Vaticano II, antes de ello los pronunciamientos pedagógicos del Magisterio (que, hasta los Papas posteriores a Pío IX, eran relativamente muy pocos) eran más bien conducentes de la tradición, eran como retoques, a izquierda y derecha, para mantener el timón. Con el Vaticano II se dio, "de facto", la orden de dar vuelta 180 grados en el curso.

Anónimo dijo...

Ludovicus dijo,

Me parece que la clave es usar el mismo método exegético de que han hecho uso y abuso con las Sagradas Escrituras. Hay que distinguir los géneros. Es evidente que algunos documentos del Concilio (ya que se ha mencionado la Gaudium et Spes) constituyen un género distinto al del Magisterio tradicional, que podríamos llamar ensayístico. En este genero, las -valga la redundancia- generalizaciones, descripciones sociológicas, apuntes fenoménicos, expresiones de anhelos, racionalización de emociones, etcetera, juega un rol fundamental, muy lejano del estilo "magisterial-propositivo" propio del magisterio previo al siglo XIX y también distinto del "magisterial-extenso". Hay literatura, sociología, observación periodística, en fin: en la Gaudium se habla del fenómeno de la "aceleración histórica"; de la "conquista de los espacios interplanetarios", etcetera; de la mayor conciencia del hombre moderno en su dignidad, etcetera. Yo no creo que eso pueda llamarse propiamente Magisterio, aunque este inserto en textos promulgados por el Magisterio. Es la teoría del género. Ridículo que se exija para la leer la Biblia y se tome un literalismo obediencista para textos que no son inspirados.

Anónimo dijo...

El estudio presentado menciona que puede haber errores, pero al final no señala ninguno, sino que solo acepta discusión en el grado de asentimiento mas bajo.

Lo que sabemos del CVII es:

1. Fue manipulado por la Alianza del Rin, que:

a. Descartó TODOS los documentos de la Comisión Preparatoria y, por lo tanto, generó un nuevo punto de partida, donde sus peritis estaban preparados, es decir cambiaron el terreno de la batalla en su favor

b. Cambiaron los proecedimientos de votación establecidos de antemano, con lo cual se hicieron con los medios para obtener las aprobaciones

c. Introdujeron ADREDE la ambigüedad en los textos, con el objetivo de que:

1) Se pudieran interpretar en dos sentidos ( conservador y moedernista)con lo cual dejaban tranquilos a los conservadores

2) Los que intepretaran el verdadero sentido fueran las Comisiones Posconciliares ( totalmente copadas por los medernistas), con lo cual ganaban de vuelta.

d. El Papa Paulo VI apoyó a esta Alianza, y dejó sin apoyo a los conservadores

2. Los conservadores no ganaron en el Concilio, solo obtuvieron documentos de "compromiso", e intervenciones, posteriores del Papa para moderar lo modernista / ambigüo de los textos.

3. Dichas intervenciones del Papa no fueron eficaces, y a posteriori, tampoco el Papa la corrigió. Veáse el caso de la Misa. Posteriormente, el Papa Juan Pablo II empeoró la tendencia modernista, lo que se comprueba viendo los actos en pro del falso ecumenismo con otras religiones.

Estos son los HECHOS.

Sobre qué hechos elaboró el P. Lucien este ensayo???

Parcería que los obvia.