martes, 30 de agosto de 2016

El donatismo histórico

En una entrada precedente barruntamos una caracterización del donatismo político (al cual llamamos donatismo por analogía, con denominación extrínseca). Ahora, nos parece interesante exponer algunos rasgos del donatismo histórico, movimiento cismático, sectario y al finalmente herético.
No pocas veces se reduce el donatismo a un problema teológico-sacramental. Por lo cual haremos una breve descripción general del donatismo, mencionaremos algunas de sus tesis teológicas fundamentales y otras relativas a la vida política. No vamos a trazar una comparación con el donatismo político. Queda en cada lector interesado buscar semejanzas y diferencias, si le interesa.
Para la caracterización del donatismo histórico tomamos textos de la introducción de Pedro Langa a los Escritos antidonatistas de San Agustín (BAC, Tomo XXXII).
I. Historia.
- El donatismo (en adelante, D.) fue un fenómeno multicausal de la cristiandad primitiva:
El parecer de los estudiosos data los orígenes donatistas entre los años 306-307 y 311-312…
Los orígenes de ese complejo fenómeno religioso y madre de todas las divisiones que fue el D. responden a causas múltiples, próximas y remotas. Por un lado, el contexto geopolítico de una historia a la vez etnográfica, social, económica, cultural y política, cuyo término clave es romanización. Este movimiento provoca en África del Norte, frente a claras adhesiones de las capas altas de la sociedad, sentimientos de protesta y rebeldía a cargo de la gente humilde y proletaria, indígenas o bereberes del campo, en su mayor parte decididos a sacudirse el yugo fiscalizador de Roma…
- Pero un factor importante, no siempre tenido en cuenta, fue el político, la relación de la Iglesia con el Imperio Romano:
[el D. tenía una] indisimulable fobia contra las autoridades de Roma...
[no obstante,] lo verdaderamente novedoso del caso es que los donatistas apelan a Constantino de tal modo que desde el principio sus diferencias reciben el tratamiento de un proceso civil y no eclesiástico, puesto que los tribunales están integrados por eclesiásticos delegados del emperador, y la sentencia será no contra cismáticos, sino propiamente hablando contra auténticos calumniadores. Así empieza el contencioso. Andando el tiempo asomarán los delitos de cisma y de herejía…
- El recurso al brazo secular contra los donatistas fue contraproducente:
Constantino procedió contra los donatistas dictando una severísima ley en la primavera del 317, que, si bien no llegó a afectar más allá de los límites cartagineses, golpeó duro a la secta. Se ordenaba en ella la confiscación de iglesias donatistas y el exilio para sus obispos. Las comunidades donatistas cartaginesas fueron el blanco principal, pero el partido, lejos de venirse abajo con tan dura medida, salió reforzado. En no pocos casos, las víctimas de la represión consiguieron ser equiparadas a las del 303, cuando Diocleciano.
- Uno de los “éxitos” más resonantes del D. fue presentarse ante el pueblo sencillo como una “Iglesia de los mártires”, una comunidad de puros, que no entra en componendas con el poder político corrupto. Pero el D. fue, en realidad, un grupo de victimarios que desplegó una estrategia victimista:
A primera vista da la impresión de encontrarnos ante una Iglesia mártir, perseguida dentro de su mansedumbre. La realidad, sin embargo, impone aclarar que el D. jamás se caracterizó por nutrir sentimientos pacifistas, y que precisamente este capítulo jurídico pertenece a uno de los momentos de más despiadada persecución anticatólica, a la postre extensiva a quienes, ya dentro, ya fuera, no comulgaran con las ideas del partido
- Esta “Iglesia de los mártires” terminaría en un claro espíritu sectario.
II. Algunas notas.
- Un fenómeno polifacético:
No es cosa fácil interpretar el D. Constituye un argumento complejo, de muchas ramificaciones y, en consecuencia, significados que todavía hoy suscitan opiniones encontradas. Destacan en él, fundamentalmente, dos aspectos, el histórico y el teológico. Pero está claro que tanto el uno como el otro vienen a ser, insisto, como ríos con muchos afluentes. Dentro de la teología van el martirio, los sacramentos, la eclesiología, la sinodalidad, la paz y la unidad, con matices ecuménicos, por cierto, de gran resonancia en los momentos actuales. Junto a la historia, es preciso nombrar la sociología, las relaciones Iglesia-Estado, el poder civil, la trascendencia del error en cuestiones religiosas, las intrigas políticas, los grandes intereses nacionales y hasta la moralidad del recurso a la fuerza armada.
- Los circunceliones reflejan el aspecto económico-social del D.
Qué representasen los circunceliones dentro del D. es algo aún por ver en sus justos límites. Ocurre otro tanto con su verdadera condición. ¿Monjes vagabundos? ¿Bandoleros incontrolados? ¿Matones a sueldo? ¿Por qué una alianza entre donatistas y circunceliones y quiénes fueron los primeros en dar tal paso? ¿Sólo hubo en ello razones políticas?”
[hubo relación entre donatistas y circunceliones] pero ésta es compleja a la hora de su estudio. Compleja por las semejanzas con el D., en el que es dable advertir: 1) una religión centrada en el culto a los mártires, que a veces empuja a verdaderos suicidios, incluso colectivos; 2) una mentalidad sectaria, con su típica intransigencia y el simplismo en la estrategia de oposición. Pero, al propio tiempo, compleja también por las disparidades: 1) es difícil sostener que los donatistas se preocuparan de reivindicaciones sociales al estilo de los circunceliones; 2) tampoco parece que los donatistas pusieran especial énfasis en vengar de las humillaciones de los oprimidos, por ejemplo, usurpando tierras a los terratenientes, que era otro de los puntos muy comunes de los circunceliones
- En cuanto al uso de la fuerza, los circunceliones demuestran "mentalidad" y “síntomas de cruzada, pues a menudo responden a represalias típicas de guerra santa.” Pero su belicosidad está impulsada por profundos errores teológicos.
- Perversión ideológica del martirio:
La célebre frase tertulianista sangre de mártires, semilla de cristianos, de perlas en el ministerio pastoral de San Cipriano, no tardó en ser cuidadosamente usufructuada por el partido, cuya teología convirtió el martirio en señal de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. El afán por relacionar estrechamente al Espíritu Santo con el martirio pone de manifiesto, en fin, el decidido propósito de sacarle el máximo provecho a la represión imperial, auto-proclamándose los cismáticos de este modo herederos directos de la Iglesia de los mártires, o sea, quienes encarnaban la verdadera Iglesia de Cristo.
III. Católicos y donatistas ante la Iglesia y el Imperio Romano.
- Una forma mentis sectaria:
El espíritu sectario que no tiene, como es obvio, domicilio fijo, conlleva en quienes lo practican la convicción de ser los puros y elegidos; con frecuencia, el complejo persecutorio, la sensación de ser siempre víctimas, y correspondientemente la seguridad de llevar la razón contra todo el mundo, y más, por supuesto, si ese mundo se llama autoridad. De hombres heridos por este espíritu siniestro cabe esperar el desdén hacia los demás, un carácter inflexible y monolítico en las apreciaciones y, por resumirlo en una sola frase, la conducta fanática en las ideas y en los hechos. 
- Errores teológicos y anacronismo histórico:
Se enfrenta el D. a la Católica no ya sólo por juzgar a ésta unida al poder lo cual sería a fin de cuentas una razón política, sino porque obedece a líneas teológicas distintas. Si los católicos integran la Iglesia de los Santos Padres, los donatistas se remitirán a la Iglesia de los mártires. Discurren al margen de los Padres, puesto que se resisten rotundamente a enfocar el mundo y plantear las cosas sobre la forma dual del poder político y la cultura filosófica… Todo el afán de los donatistas será siempre permanecer en las condiciones vividas por la primitiva Iglesia de los mártires, o sea, nada de cambiar; comportarse como si no hubieran transcurrido años de grandes transformaciones en la sociedad, como si a los encrespados oleajes en el mar de la historia eclesiástica no hubiera sucedido la calma y soplado los vientos propicios para la barquilla de la Iglesia. 
Su animosidad contra un Estado agente del diablo, que podría servir, en un Imperio pagano, de inquina persecutoria, no se tiene en pie con la paz constantiniana. Tal vez este aspecto a que me acabo de referir sea uno de los que mejor revelan la conducta anacrónica de los donatistas, aferrados a sus viejas tesis de repudio y oposición al poder temporal. Una razón de peso para explicar el por qué del fenómeno reside en el espíritu sectario. El hace que los donatistas se conviertan en Iglesia absolutamente cerrada, de espaldas por completo a componendas con el Estado, la sociedad, la cultura y, naturalmente, quienes establezcan algún acuerdo con ese Estado, esa sociedad abierta y esa cultura plural. Por consiguiente, también contra la Católica, que se relaciona y hasta colabora con el poder.
- La aversión del D. hacia el poder político:
Explica también este espíritu sectario la hostilidad de los donatistas con las autoridades civiles, de las que intentarán aprovecharse siempre que las circunstancias se lo brinden. Serán Iglesia de los mártires mientras las cosas rueden mal para sus intereses de partido, siempre que salgan condenados de los tribunales, lo que denota una incoherencia que ciertos especialistas apenas advierten. Por mucho que se declaren hostiles al poder de Roma, ellos son los primeros en recurrir a Constantino. 
- El D. siempre tiene razón:
Los D. tenían siempre la razón; sus oponentes, el error, como es de ley en esta lógica sectaria. Con ellos, puros; fuera de ellos, traditores. Y no había manera de salir de ahí. Todo intento de diálogo estaba condenado al fracaso. Contaban con personalidades de relieve, de gran capacidad organizadora, oradores y hasta dialécticos de la altura de Petiliano, por ejemplo, pero su dogmática dejaba que desear 
Toda la discusión con los católicos se centraba en lo siguiente: nosotros somos la Iglesia; vosotros, los traditores, o si no los cómplices lejanos de aquellos primeros traditores, y en última instancia los que ahora colaboráis con los que nos persiguen. Dada esta premisa, la conclusión era pura lógica deductiva, rígida como las matemáticas…
Penosa discusión la que se entablara con ellos; propia de oídos sordos. Parapetados detrás de un talante monolítico, rebeldes a matices y distingos, con el simplismo característico del temperamento africano, probablemente muy del gusto de un pueblo llano, poco exigente de racionalidad y, en consecuencia, campo de cultivo para la intransigencia cismática, los donatistas se hacían intratables con ese negarse en redondo a cualquier diálogo sereno.
- Una teología rudimentaria, con mala filosofía de base:
Hasta el discurso propiamente teológico encontraba dificultades al no querer ellos distinguir entre realidad espiritual y corporal, lo que, traducido a principios morales, significaba no contentarse con la separación espiritual de los pecadores, propugnando incluso la corporal. Tampoco diferenciaban entre pecados personales y étnicos, sino que preferían atenerse a las taras de grupo. Y, por último, se les hacía incomprensible una acción espiritual de Cristo que no se identificara con la corporal del ministro…
- Finalmente, el D. cae en la tentación del fariseísmo:
Naturalmente que las conclusiones de tales postulados afectaban a la doctrina de la Iglesia, de los sacramentos y de la unidad. Por lo que atañe a la mentalidad eclesiológica del D., el carácter elitista y sectario se dejó sentir asimismo en la contumaz pretensión de reivindicar para ellos la nota de catolicidad y en la ambicionada identificación de las exigencias de plenitud con su pureza eclesial, entendida a su manera dentro del discurso teológico.

lunes, 29 de agosto de 2016

Reciprocidad en los cambios y usura

La reciprocidad en los cambios es el principio aristotélico, asumido por el Magisterio de la Iglesia a lo largo de toda su historia, que expresa un aspecto esencial de la igualdad de la justicia. Juntamente con la propiedad privada, es el núcleo del fundamento ético-jurídico de todo recto orden económico. La usura, por su parte, es su transgresión más manifiesta y ha sido, de hecho, el principal instrumento negocial que hizo posible el capitalismo financiero contemporáneo.

En atención a su importancia, ha sido elegido como tema de las XIX JORNADAS DEL DOCTORADO EN CIENCIAS JURÍDICAS DE LA UCA (Seminario de Filosofía del Derecho), que cuenta con el patrocinio y colaboración de la UCALP.

La entrada es libre y gratuita.

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA - FACULTAD DE DERECHO

Doctorado en Ciencias Jurídicas - Seminario de Filosofía del Derecho
Centro de Estudios Ítalo-Argentinos de Dialéctica, Metodología y Filosofía del Derecho

Con el patrocinio y participación de la Universidad Católica de La Plata

XIX JORNADAS ABIERTAS DE PROFUNDIZACIÓN Y DISCUSIÓN SOBRE EL TEMA: RECIPROCIDAD EN LOS CAMBIOS Y USURA

Lunes 29 de agosto:

18 hs. Apertura

18.30 hs. CONFERENCIA: Gonzalo Letelier (Univ. de los Andes, Chile): Justificación y origen de la propiedad privada en la Escuela Española de Derecho Natural y de Gentes.

19.45 hs. CONFERENCIA: Carlos Casanova Guerra (Univ. Santo Tomás, Chile): Hurto, robo y usura.

Martes 30 de agosto:

18 hs. Comunicaciones (Preside MAURO RONCO):
- Úrsula Basset (UCA, UCALP): Reciprocidad y Derecho de Familia.
- Carlos Arnossi (UCA, UCALP): Carácter retributivo de la pena.
- Graciela B. H. de Lamas (Univ. Austral): La educación de la justicia en la Divina Comedia.

19 hs. CONFERENCIA: Juan Antonio Widow (Pontificia Universidad Católica de Valparaíso): La justicia económica y la usura.

20.15 hs. Presentación del libro “La ciencia de la educación” de la Prof. Dra. Graciela B. H. de Lamas, a cargo del R.P. Marcelo Benítez schp.

Miércoles 31 de agosto:

18 hs. Comunicaciones (Preside FÉLIX LAMAS):
- Daniel Alioto (UCA): Reciprocidad y obligación de prevención del daño.
- Julio Lalanne (UCA, UCALP): La usura y la Iglesia
- Adriana Bossini (doctoranda UCA): La inteligibilidad de los fenómenos jurídicos y la justicia.

19.hs. CONFERENCIA: Mauro Ronco (Codirector de las jornadas, Univ. de Padua, Italia): Usura y Derecho Penal.

20.15 hs. Presentación del libro “Si Dios no existe, ¿todo está permitido?” del Prof. Dr. Julio Lalanne, a cargo del Prof. Dr. Daniel Herrera, Decano de la facultad de Derecho.

20.45 hs. Balance final y cierre de las jornadas, a cargo de los directores.

Directores:
Mauro Ronco (Padua, Italia) - Félix Adolfo Lamas (UCA)

BUENOS AIRES, 29, 30 y 31 AGOSTO de 2016 - Edificio “Santo Tomás Moro” - Aula 307



martes, 23 de agosto de 2016

Mirada parusiaca, ¿opio de los laicos?

En una entrada anterior decíamos que es un error pensar que la mirada parusiaca justifica en los seglares la fiebre desordenada por una fuga del mundo específica del estado religioso. Y que esto no es sino una forma de descuidar de los deberes del propio estado.
Ciertamente la vocación religiosa es un don necesario en la Iglesia. Pero Dios no la concede a todos. Y la inminencia de la Parusía no cambia esta realidad: unos reciben la llamada, otros no.
Un contemptus mundi apocalíptico desordenado, en la tradición espiritual ignaciana, se podría considerar dentro del discernimiento de espíritus. En efecto, se dice que rara vez proviene del buen espíritu:
1. El impulso a cambiar un estado de vida ya elegido ante Dios, respecto del cual se han tomado decisiones irreversibles.
2. El impulso a realizar cosas extraordinarias y singulares impropias del estado elegido.
Los seglares tienen que esperar la Parusía viviendo una espiritualidad laicalLa mirada escatológica sería opio de los laicos si los hiciera desertar de sus responsabilidades temporales añorando una vida claustral ajena al estado de vida querido por Dios para ellos.  

P.s. un comentarista dejó en una entrada posterior un enlace que ejemplifica bien el sentido de esta entrada (ver aquí, página 8, a partir de "deberes de estado").

viernes, 19 de agosto de 2016

¿Cuanto peor, mejor?

Con motivo de uno de los comentarios a la entrada sobre el bien común posible parece oportuno decir algo sobre la libertas Ecclesiae. No diremos nada que no pueda encontrarse en autores tradicionales como Alfredo Ottaviani.

Sintetizando mucho, es posible reducir a dos los principios que deben regir las relaciones Iglesia-Estado. El primero, la libertad de la Iglesia de poder ejercitar sin obstáculos su propia misión. Los estados deben abstenerse de interferir en el campo de acción propio de la Iglesia. La libertas Ecclesiae no se restringe a la Jerarquía para que pueda cumplir sin interferencias sus funciones, sino que comprende igualmente la libertad de los católicos de vivir como tales en el ámbito civil.
El segundo principio es el de cooperación, en virtud del cual los estados, sin dejar de ser tales ni perder su legítima autonomía, deben cooperar a que la Iglesia logre su fin. Ambos principios admiten diversos grados de perfección en su historicidad. Cuando la libertad de la Iglesia se reconoce por su fundamento divino-positivo y la cooperación se realiza de modo pleno en razón de ser la Iglesia la única religión verdadera (=subordinación indirecta y teleológica del Estado a la Iglesia), se llega a la confesionalidad en sentido estricto. Tal es el fin, que no siempre puede alcanzarse, razón por la cual se distingue entre tesis e hipótesis. En la actualidad se han generalizado las situaciones de hipótesis con diverso grado de imperfección/perfección.
Los dos principios, aunque distintos, son complementarios. No se trata de un aut-aut, sino de un et-et; no es cuestión de contraponer libertad a cooperación; sino de buscar, en concreto, la mejor realización de los dos, llegando a la confesionalidad donde sea posible. Esta es la doctrina católica tradicional.
Pero durante la primera mitad del siglo XX se aceleró un proceso por el cual el principio de cooperación se oscurecería en la conciencia católica. Se cayó en la trampa del aut-aut: libertad o cooperación. Ciertamente a lo largo de la historia la colaboración estatal tuvo imperfecciones. No pocas veces los estados católicos se creyeron legitimados para recortar la libertad de la Iglesia; y también se dio el fenómeno de la intrusión clerical en asuntos meramente temporales. La reacción de los católicos liberales fue confundir el uso con el abuso. Porque con la buena intención de ver a la Iglesia libre de contaminación política, los liberales proponen que el Estado no coopere con la Iglesia, para que no la ensucie. Lo cual es semejante al donatismo político, aunque cambiando los sujetos: que los católicos no cooperen con la polis para no contaminarse. Las dos posturas, "puristas", tienen en común, además, una concepción deficiente de la acción humana, en virtud de la cual la inmoralidad se da casi por contagio u ósmosis. De este modo, así como la ayuda estatal "ensucia" a la Iglesia, con independencia de la bondad objetiva de las conductas, la cooperación del católico en su comunidad política lo "contamina" moralmente con abstracción de lo que su voluntad tenga por objeto.
A fuerza de radicalizar este "purismo" liberal, durante el Vaticano II se llegó al extremo de decir que la libertad de la Iglesia es el único principio de validez perenne en materia de relaciones Iglesia-Estado. La cooperación subordinada quedó reducida a una circunstancia histórica. Terminado el Concilio, comenzaría un proceso de "eutanasia" para los pocos estados católicos existentes. Todo esto provocó la denuncia profética de Monseñor Lefebvre. Pero el arzobispo no cayó en la trampa de una reacción pendular: renunciar o minusvalorar la libertas Ecclesiae por defender el principio de cooperación.
La neutralidad religiosa del Estado es hoy un dogma político establecido. La cooperación estatal  está difuminada en la teoría y reducida al mínimo o suprimida de hecho (en la Argentina existe un cuestionado sistema de remuneraciones estatales para los obispos, que algunos confunden con la sana confesionalidad). Ante esta lamentable situación, hay quien no logra ver la importancia del principio de libertad en un contexto social no cristiano. En efecto, aunque falte la cooperación (lo cual es un mal social, porque es carencia de un bien debido) la libertad de la Iglesia sigue siendo un importante bien común que se debe preservar y perfeccionar. Y esto lo constituye en causa proporcionada de notable importancia al momento de ponderar acciones de doble efecto en el campo político.
La forzosa dicotomía, el aut-aut, condujo a un eclipse del principio de cooperación. Pero la claridad no podrá restablecerse radicalizando la dicotomía hacia un nihilismo destructivo, en virtud del cual si el Estado no quiere ya colaborar, hay que renunciar también a la libertad o abandonar la lucha por preservarla.
No fue Cristo quien dijo “cuanto peor, mejor”.

jueves, 18 de agosto de 2016

Curso en Tucumán (Argentina)


El Dr. Sergio Castaño es uno de los más destacados filósofos tomistas argentinos. Especializado en la Política, Castaño es un filósofo realista, preciso, riguroso como pocos. Sus trabajos enfocan cuestiones actuales desde una perspectiva tradicional. Católico cabal, su pensamiento está abierto a la Revelación, armonizando lo natural y lo sobrenatural, sin unilateralismos. Recomendamos la asistencia a este curso y ciertamente lamentamos no estar en condiciones de hacerlo.
CENTRO DE ESTUDIOS POLÍTICOS
(FACULTAD DE CC. JURÍDICAS, POLÍTICAS Y SOCIALES –UNSTA-)
CURSO DE FILOSOFÍA SOCIAL Y POLÍTICA
PRESENTACIÓN
Nunca se insistirá demasiado en que todos los saberes que versan sobre la praxis del hombre en relación con sus semejantes, y esa `praxis misma, resuelven sus preguntas y encuentran su sentido en los fundamentos del orden social y político –por su parte asentados en la verdad acerca del hombre y sus fines-.  Es por ello que no resulta posible dar razón de las asunciones decisivas (siempre operantes, aunque sea implícitamente), sea en Política, en Derecho, en Economía, en Sociología, o en cualquier otro ámbito del conocimiento o de la realidad de la acción humana consociada, sin recalar en los principios.
Este seminario se propone hacer una incursión sintética pero esencial en algunos de los principios fundamentales del orden social y político, con la guía de un texto medular. Se trata del Curso de Filosofía Social impartido en 1947 por uno de los más esclarecidos conocedores de esas cuestiones que ha tenido la Orden Dominicana en Argentina, Fr. M. A. Pinto, cuya recuperación en copia mecanografiada constituye un verdadero hallazgo para la vida universitaria. En él se plantean y se adelantan fértiles soluciones a algunos de los principales problemas que posteriormente fueron objeto de tratamiento y de polémica por relevantes tomistas del s. XX, como Maritain, Meinvielle y Soaje Ramos.
En esta Lectio del Curso de Mario Agustín Pinto, OP, confluirán otros textos y tesis axiales de protagonistas del debate contemporáneo sobre los problemas tratados.
PROGRAMA
La noción de sociedad
El orden social
La familia
La sociedad política
La nación y el Estado
El Estado
El bien común del Estado
El error liberal
La persona humana y el Estado (I)
La persona humana y el Estado (II)
La autoridad
PERÍODO DE CURSADO
Una reunión semanal, los martes de 20 a 22 hs., a partir del 6 de septiembre
septiembre y hasta el 15 de noviembre.
Se otorgarán certificados a quienes asistan al 75% de las reuniones.


El Curso se dictará en la sede del Centro de Estudios Políticos, 9 de julio 165, 5º piso - 3 ª, San Miguel de Tucumán.

Sin arancel. Abierto a estudiantes, graduados, profesionales, docentes y profesores.


miércoles, 17 de agosto de 2016

Eutanasia de la polis

A los efectos comparativos de esta entrada, podemos definir la eutanasia (pasiva) como el dejar morir intencionadamente al paciente por omisión de cuidados o tratamientos que están indicados y son proporcionados.
Se suele justificar esta eutanasia con diversos argumentos, uno de los cuales es el siguiente: el paciente es terminal; a la luz de la ciencia médica se concluye, con muy alta probabilidad, que morirá en un plazo más o menos breve; por tanto -se dice- no tiene sentido prolongar su vida con procedimientos médicos aunque sean ordinarios.
El argumento tiene la inconsistencia de los razonamientos consecuencialistas. No repara en que matar al inocente es malo en sí mismo. Además, puede conducir al absurdo, pues con total certeza se puede afirmar filosóficamente que todo hombre morirá en algún momento, sin que de ello se siga la justificación de la eutanasia pasiva de enfermos terminales, inválidos, disminuidos psíquicos, niños, etc.
El argumento pro eutanasia se replica –por medio de la analogía- para justificar la abstención de la participación política en concreto:
- Primera similitud: la conducta justificada es de omisión; en un caso, no tratar al paciente; en otro, no intervenir activamente y en concreto en la vida de la polis.
- Segunda similitud: se juzga inútil poner medios ordenados a un fin. En el primer caso, para lograr el fin de la curación del paciente, aunque esto no se logre o sólo se obtenga un restablecimiento parcial de su salud; en el segundo, alcanzar algún bien común político aunque sea imperfecto.
Pero hay una diferencia importante: mientras que en medicina es posible pronosticar con alta probabilidad el desenlace fatal de una enfermedad, ya que este obedece a un proceso causal bien determinado; en política, en cambio, todo pronóstico (prudencial) es contingente, porque la vida de la comunidad depende de acciones libres, que no admiten determinación necesaria. Los antecedentes históricos inciden en el presente pero no pueden determinarlo de modo necesario. 
No nos parece justificable el abandono de la participación política aquí y ahora por un fatalismoEn política hay sorpresas y el futuro es incierto. En cualquier caso, aunque no hubiera grandes sorpresas en el porvenir, el bien debe hacerse, también en el ámbito de la polis, aunque las consecuencias de nuestras acciones no se logren plenamente. Se trata, en definitiva, de actualizar inclinaciones de perfeccionamiento que han sido creadas por el Autor de la naturaleza humana. Es Dios quien ha hecho al hombre animal político, y no se ha limitado a inclinarlo tan sólo a la vida familiar y al desarrollo de los cuerpos intermedios. 




viernes, 12 de agosto de 2016

El bien común posible

Reproducimos hoy unos párrafos de Camilo Tale sobre el bien común en sus condicionamientos existenciales. En este sentido, el bien de la comunidad política es siempre un bien limitado por sus posibilidades de realización. Todos tenemos experiencia de la imposibilidad. Hay acciones que son físicamente imposibles, porque el hecho está fuera de las leyes de la Naturaleza. Así, es naturalmente imposible que una piedra soltada en el aire no caiga al suelo. En lo relativo a los recursos materiales de una comunidad, no pocas veces hay expectativas de bien común que son físicamente imposibles salvo un milagro. Y también existe la imposibilidad moral, que es relativa al estado de una sociedad en determinadas circunstancias. Por ejemplo, en la Argentina de hoy sería moralmente imposible establecer una monarquía. Sabemos que nadie está obligado a lo imposible y que todo gobernante debe buscar el bien común. Por tanto, ningún gobernante está obligado a lograr bienes comunes física o moralmente imposibles. Comparada con la utopía, toda realidad política es deficiente. Y si estas deficiencias determinaran la ilegitimidad de ejercicio no habría gobiernos legítimos en ningún Estado. Pero esto es un error. Lo que determina esta legitimidad es la realización del bien común posible en su concreción existencial, habida cuenta de las circunstancias de tiempo y lugar. 
La realización del bien común; condicionamientos existenciales.
El bien común auténtico de un pueblo se funda en la naturaleza del hombre y debe ser realizado por cada pueblo en su historicidad, lo cual significa que las leyes y demás provisiones del gobierno deben atender las particularidades que surgen de la tradición y tener en cuenta las circunstancias de tiempo y lugar.
Además, debe considerarse cuál es la probable evolución de los hechos sociales. Las leyes y demás actos estatales requieren de la prudencia para ser deliberados, decididos e imperados, y uno de los ingredientes de esta virtud ética y dianoética es precisamente la previsión del futuro. De aquí la importancia de la futurología, indagación actual de índole multidisciplinaria, que reúne conclusiones obtenidas a partir de la economía, la demografía, la geografía económica, etc.
El bien común siempre es limitado, o sea que no puede ser realizarse todo el bien. Se ha denominado “bien común optimal” (bene comune ottimale) el mejor bien común que puede ser logrado en una comunidad política concreta, en las circunstancias históricas y geográficas presentes en ella. “El bien común es el bien de la sociedad tal como ella deberá ser con los hombres tales como ellos son”. Tal es el concepto correcto de bien común que expresa Georges Burdeau en su Tratado. Uno de los factores condicionantes del “bien común optimal” es la urgencia, de lo cual hemos reflexionado en el capitulo anterior.
Lo dicho significa que se trata de un bien imperfecto, aun en la hipótesis de una comunidad en la cual se haga lo máximo posible […] De modo que en el verdadero bien común de un pueblo, necesariamente se incluye la tolerancia y resignación —al menos momentánea— con respecto a ciertos males que si se pretendiese erradicarlos de la mañana a la noche, ello no se conseguiría, se desperdiciarían recursos y oportunidades, y tal vez además el intento resultara nocivo para el país.
Esto que decimos no debe interpretarse en el sentido de una concepción “sociologista”, según la cual las leyes e instituciones deban plegarse a la realidad, y convalidarla, de manera que aquello que los hombres practiquen en ella sea por ello mismo, institucionalizado. Muchas veces se razona de esta manera, y se actúa de acuerdo con esta idea, pero es un error. El derecho esta para modificar las realidades injustas, esta para rectificar la conducta, para reprimir la injusticia, para elevar el nivel del ethos de un pueblo; pero para lograrlo, es necesario que la norma, sin plegarse servilmente a los hechos, sin embargo sea adecuada a ellos, de modo de no pretender de un pueblo mas de lo que allí puede lograrse, al menos de inmediato.

lunes, 8 de agosto de 2016

De fundadores y fundaciones

A raíz de una noticia reciente reproducimos el contenido de dos entradas de Wanderer sobre fundadores y fundaciones.
De fundadores y fundaciones
Prometí a los lectores de este blog una nota respecto a un problema que preocupa mucho a la Santa Sede.
Hay un fenómeno que ha marcado las últimas décadas. Congregaciones, movimientos u otras figuras institucionales de reciente constitución en la Iglesia son objeto de denuncias por conductas del fundador y/o por maneras de manejarse estructuralmente en la vida de la asociación.
Hay algunos rasgos comunes, que se dan en todos ellos o algunos de ellos, en la mayor parte de los casos.
a) Se trata de asociaciones recientes y de matriz tradicionalista o (neo) conservadora (para el caso no hace falta entrar en precisiones y matices). Las corrientes secularistas no suelen generar asociaciones de vida religiosa. Lo que no es de extrañar, porque las tendencias secularistas suelen ser estériles. Más aún, órdenes y congregaciones de fuerte arraigo histórico, cuyos miembros están en crisis de identidad como religiosos, arriesgan extinguirse por falta de vocaciones. En el contexto secularista de occidente, la ausencia de una fuerte presencia de lo sagrado no atrae a los jóvenes a una vida consagrada.
b) Tienen una clara identidad simbólica, hábito, prácticas y devociones establecidas con rigor, estricta normatividad disciplinar.
c) La figura del fundador es muy marcada, como un punto de referencia absorbente y omnipresente, que desplaza la configuración con los vínculos interiores y exteriores con la jerarquía universal y diocesana, también condiciona la vinculación interior y exterior con los demás miembros de la Iglesia (incluidos familia y amigos).
d) Los problemas que se denuncian giran en torno a tres ejes, frecuentemente presentes todos ellos y en algunos casos uno o dos de ellos. Es notable cómo un eje promueve el otro. Estos tres ejes se dan también en asociaciones religiosas o espirituales ajenas a la Iglesia Católica.
1) El más común es la cuestión de la libertad de los miembros. El personalismo del fundador, o ese rasgo volcado a una estructura, genera una absorción o pérdida de la autonomía personal. En casos se denuncia un real “lavado del cerebro”. Es el problema más complejo para discernir; porque los límites son difusos o difíciles de objetivar. Frecuentemente jóvenes, que tienen carencias familiares o se sienten amenazados en su vida cristiana por el contexto secularista, son atraídos por la seguridad que les ofrecen estas propuestas. Muchos formadores de órdenes tradicionales, y con indudable fidelidad a su identidad, refieren casos de jóvenes occidentales con inquietud vocacional que no resisten un proceso de discernimiento y maduración, con educación de la libertad y la autenticidad en el contexto actual. Son tentados y atraídos por las propuestas más absorbentes y asegurantes, que les quitan desafíos, les dan rasgos externos (hábito, signos, lugares no seculares) y los ingresan con inmediatez. También suele darse un flujo de ingresos y salidas en cantidad; pero a veces es muy grave la situación humana, psicológica y espiritual de los miembros que salen, sobre todo después de crisis profundas (más o menos proporcional al tiempo de vinculación o permanencia con la asociación). Esto se profundiza cuando han sido llevados fuera de su país o contexto sociocultural y familiar.
2) Otro problema es la cuestión sexual. Son varios los fundadores que han sido denunciados por abusos sexuales; más frecuentes en casos masculinos (homosexuales, efebofilia). La absorción de la personalidad y la fragilidad psicológica de los jóvenes suele ser el contexto de estos hechos. También hay casos en donde el esquema se repite a escala en el interior de la asociación. Se trata de un problema gravísimo, análogo y diferente de los casos de pedofilia o efebofilia que se dan en el ámbito pastoral (educativo, parroquial, etc…), como también en familias, otras religiones y escuelas no religiosas.
3) El tercer problema es de tipo económico. En algunos casos, son los miembros y/o sus familias quienes padecen abusos en este sentido. En otros casos se denuncia manejos a favor de las obras de la asociación o de las personas que la dirigen, que no responden a criterios éticos y/ o legales.
A la Santa Sede llegan denuncias de todo tipo, a veces se trata de asociaciones de derecho diocesano y por tanto debe intervenir primero el Ordinario del lugar. Excepto en los delicta graviora de índole sexual, donde hay una jurisdicción inmediata de la Santa Sede a donde el Ordinario debe remitir lo actuado. Pero también hay denuncias de casos en donde no se trata de asociaciones reconocidas canónicamente, y por tanto no hay jurisdicción para actuar sobre la supuesta institución.
Para tener una idea podemos enumerar algunos casos más resonantes y donde hubiera algún tipo de miembros argentinos. Obviamente el más notorio es de los Legionarios de Cristo del p. Maciel, en vías de reestructuración. La Pía Unión del Sagrado Corazón de Karadima en vías de disolución. El Opus Dei, cuya normativa interna fue reformada ex officio por el papa Benedicto XVI para garantizar la libertad de los miembros. Los Franciscanos de la Inmaculada que están intervenidos no por la misa tridentina, sino por la cuestión de la autoridad del fundador p. Manelli y defectos en la formación. El Instituto del Verbo Encarnado con el fundador p. Buela separado y bajo observación. La Comunidad Emanuel o de las Beatitudes con el fundador p. Ephraim Croissant y dos cofundadores sancionados y separados. La comunidad de Mamma Ebbe (Ebbe Giogini) condenada penalmente por los tres problemas y disuelta. La comunidad Koinonía de Juan Bautista del p. Argañaraz, que fue condenado y cumplió la pena por delitos económicos; la comunidad funciona bajo observación. Los Heraldos del Evangelio y el Reino de María, su fundador, Joao Clá Dias y la organización, bajo observación. La Fraternidad de la Misericordia Divina cuyo fundador Teófilo Rodríguez ha sido procesado; ya está en libertad y bajo observación. La comunidad San Martín de Tours y Nueva Jerusalén, vinculada a una vidente y que ha tomado una deriva cismática. La comunidad Punto Corazón con el fundador el p. Thierry de Roucy condenado. El Sodalicio de Vida Cristiana cuyos máximos exponentes Luis Fígari y German Doig han sido hallados culpables (en el segundo se intentaba iniciar un proceso de beatificación, que fue suspendido). La Comunidad Saint Jean cuyo fundador el p. Philippe ha sido oficialmente acusado, aún después de fallecido; la comunidad continúa normalmente. Los Franciscanos de la Renovación cuyo fundador el p. Benedict Groeschel ha sido amonestado. Los Misioneros de Cristo Sacerdote originados en el vidente mexicano Juan Angel Collado, cuestionados por lavado de cerebro.
El movimiento Comunión y Liberación además de haber tenido casos particulares de miembros de renombre (clérigos y laicos) con acusaciones y procesos, también ha sido observado por algunos hábitos en el manejo económico de emprendimientos corporativos. Continúa normalmente.
En la Argentina tienen el singular caso de las monjas carmelitas de Jujuy que fueron intervenidas por la Santa Sede, pero no acataron la medida y se fugaron estableciéndose en la vecina diócesis de Salta. No son reconocidas como comunidad religiosa.
En Estados Unidos hay un caso de una comunidad masculina notable por el cuidado de la liturgia y la observancia (externa). Se repetían las denuncias de que en la casa de formación se había propagado la sodomía entre los miembros, sin delitos civiles sino solamente canónicos (prácticas consentidas entre jóvenes, pero mayores de edad). Fue enviado como comisario (interventor) un religioso de gran prestigio. Resultó él también involucrado en esas prácticas. Se disolvió la casa y los miembros ajenos a los hechos fueron redirigidos a otra orden de la misma familia espiritual.
La experiencia ha ido clarificando algunos criterios. Reconocer que los frutos buenos no excluyen los frutos malos. Que de la misma persona se pueden seguir ambos, por la complejidad y la libertad de las personas. Distinguir los casos personales y los problemas estructurales en las asociaciones. Atender a los casos de denuncias (aunque sean pocos), a pesar de la pluralidad de exposiciones de apoyo y de testimonio de actos y/o actitudes ejemplares respecto a la misma persona. No desestimar porque el denunciante sea una persona que salió de la institución con algún conflicto.
Los casos de los fundadores son los de especial complejidad por los vínculos espirituales, afectivos y organizativos que se han generado. Pero se ve claro que hay que reconocer la realidad histórica tal cual es, con sus luces y sombras. Partir de ella y generar procesos de discernimiento y de afianzamiento de lo positivo y de exclusión de lo negativo.
El breve detalle descriptivo es apenas una muestra de las situaciones atendidas. Hay muchas que se desestiman por falta de elementos, otras porque se descubre que obedecen a calumnias o deformaciones. De todas maneras los procesos son lentos y se busca cuidar al máximo la justicia, que incluye los derechos de los denunciantes también los derechos de los denunciados y el bien común general.
Fuente:
Apostillas
Ver todos juntos algunos casos de intervenciones o medidas de la autoridad  puede dar la impresión de que se produce todo junto. No es así. Hay procesos que vienen de larga data y recién tienen un principio de  resolución. Hay otros que ya están concluidos. Otros en pleno desarrollo.
En mi informe anterior sólo he tenido en cuenta  aquellos sobre los que hay una intervención en la Santa Sede (o en sede diocesana pero con informe a Roma), en los que  hubiera algún argentino vinculado y que me hubiera sido accesible la información.
Algunos comentadores mencionan otros casos argentinos (Miles Christi, Torres Pardo, fraticelli), que no identifico ni  tengo datos disponibles. Esto no significa que no  existan o que el informe los quiera ocultar, simplemente no me resultan en las actuaciones romanas que conozco. Me llama la atención que exista en la Argentina alguna congregación que se llame “fraticelli”, porque ese fue el nombre de una secta  herética del siglo XIV. Pero, en fin, la iniciativa fundacional religiosa es muy activa.
Fuera de los casos mencionados, en distintos países hay otros casos problemáticos. El esquema es siempre muy semejante: atentado a la libertad, a la integridad sexual y desórdenes económicos. Es posible pensar que, instalado el dominio sobre las personas, está dado el escenario para que se activen  las otras tendencias desviadas, cuando existen.
Si tomamos en cuenta no sólo el caso de fundadores, podemos hacer algunas consideraciones.  Como hemos tenido dos cambios de papa en poco tiempo muchos procesos vienen de la época de Juan Pablo II. Es cierto que a este papa le costaba admitir algunas denuncias, porque valoraba los frutos apostólicos positivos y/o  tenía la duda de que fueran tramadas por los enemigos de la Iglesia (especialmente el comunismo). También es posible que él hubiera confiado más en la estructura de los dicasterios, que en ocuparse de dar  un impulso personal al asunto.
 Al papa Benedicto, en cambio, le costó y le dolió admitir los problemas que se escondían en asociaciones muy afines a su aprecio por la tradición en la liturgia y en las formas.
Por ejemplo el caso del alemán David Berger, que fue promovido sucesivamente en tareas intelectuales y doctrinarias vaticanas, incluso en la Congregación para la Doctrina de la Fe, por su vigorosa militancia tradicionalista en el contexto progresista teutónico. De nada sirvieron las observaciones a su poco científico abordaje de las cuestiones filosóficas y teológicas (con un tomismo simplificado y repetitivo) y lo  extraño de su personalidad. Finalmente emergió declarándose homosexual y actualmente es un líder de movimientos contestatarios pro gay.
Otro caso es el de una asociación para el cultivo de la lengua latina en un país europeo. A pesar de las alarmas que existían, gozó del apoyo del nivel más alto y casi adquiere un status oficial vaticano ligado a la nueva Academia para la Lengua Latina.  En algún momento salió a la luz que si bien formalmente se manifestaba como una iniciativa  filocatólica y devota del papa Benedicto, en su interior el núcleo era de un neopaganismo clásico, muy crítico del cristianismo, considerado como una corrupción de la antigüedad  clásica, y con el cultivo de la efebofilia en sus miembros (como parte de la recuperación de un pretendido ideal  antiguo). 
Es cierto que hay procesos que podían  haber alcanzado  resolución más rápidamente. Además de la lentitud de las actuaciones, donde se debe probar objetivamente la acusación,  hay otras razones de mentalidad que entorpecieron las cosas.
 Una de ellas es la sospecha de que fueran infundios de los enemigos externos  (masonería, comunismo, regímenes dictatoriales) o por celos y fantasmagorías internas. También existió el criterio ingenuo de confiar en  la fácil enmienda después de un arrepentimiento; no se medía la gravedad de la estructura de personalidad que se mostraba, ni se ponía suficientemente la atención en los sujetos-víctimas. Otro factor ha sido la mentalidad de evitar dar curso a lo que podía mancillar el nombre de la institución (cuando en verdad ya estaba dañada más que en su nombre, en la realidad eclesial de las personas). Por otra parte,  también del lado de las víctimas ha existido una actitud  de no denunciar por diversos motivos (vergüenza, temor reverencial, acostumbramiento, inercia, etcétera)
Aquí me parece oportuno advertir que, al estudiarse la situación de los delicta graviora (abusos sexuales a menores), muchos de ellos datan de la década del 40, 50 y 60 (Irlanda, Holanda, Inglaterra, USA). Es decir, de contextos muy anteriores a la indisciplina y al pansexualismo que hoy penetra los ambientes.
A los lectores que asocian las medidas de intervención a la orientación tradicionalista o conservadora de las asociaciones les hago presentes algunas consideraciones. La primera, que no hay fundaciones de tipo progresista o secularista. La segunda, que rasgos de personalidad desviados pueden acompañar o incluso enmascararse con cualquier definición religiosa (sucede en otras religiones). Muchas veces personalidades patológicas ideologizan algún tipo de espiritualidad, llevando sus rasgos a extremos, que pueden ser atractivos pero no dejan de ser síntomas.
La Santa Sede tiene claro que las nuevas fundaciones proceden del ámbito tradicional o conservador. Incluso reconoce y apoya a aquellas tipo la Fraternidad San Pedro (que son varias), las cuales tienen como rito propio la misa tridentina. Las comunidades que vienen del anglicanismo también son de matriz tradicional. Ciertamente, no puede admitir que se desconozca la validez del Concilio Vaticano II. Pero en las intervenciones que he elencado en mi informe anterior la razón de las actuaciones (todas de más o menos larga data) giran en los problemas que he señalado.
Obviamente los puestos bajo examen no suelen admitir los problemas, sino cuando explotan de modo imparable hacia afuera (especialmente en los medios de comunicación). Es fácil el recurso de decir: nos persiguen porque somos fieles a la tradición o porque tenemos éxito con las vocaciones (así los Legionarios, el Opus, los IVE, et via dicendo).
Mi informe anterior se limitaba casi exclusivamente a las asociaciones masculinas. Hoy puedo dar una novedad respecto a la rama femenina de la Communauté Saint Jean (del p. D-M. Philippe). Se ha trasladado a Vergara (España) la cúpula de la Congregación para los Religiosos  junto con varios obispos de sedes donde está la comunidad, y se ha dado un paso adelante. Se ha reafirmado el actual  buen rumbo de la congregación, manteniendo su espiritualidad, despejando hacia un pasado no iterable los puntos de acusación y ajustando las normas internas. Curiosamente su defensor más activo es el obispo de Saltillo (México) Raúl Vera López op (de neto corte progresista y no muy bien recibido en Roma).
La constante en la mirada de la Santa Sede es respetar el pluralismo en las iniciativas fundacionales, clarificar el carisma propio dentro de la ortodoxia y el derecho canónico, resolver los focos de irregularidad que existiesen, y relanzar la vida de la congregación en su identidad. El caso más claro es el de los Legionarios, que ya están relanzados autónomamente; la Santa Sede sólo le aportará ahora un asesor sin voz ni voto. Para esta tarea se designó al P. Ghirlanda sj, canonista octogenario de gran experiencia.
Por otra parte, la Santa Sede no ha sido benévola con la Conferencia de Superioras Religiosas de USA de neto perfil progresista, a pesar del apoyo que le dio el card. Kasper. Tampoco con Martha Heizer y su marido Eheman Gert, líderes del movimiento internacional  Wir sind Kirche (Nosotros somos Iglesia), que fueron excomulgados por el obispo de Innsbruck, en consulta y  con apoyo de Roma. Todo esto en los últimos meses.
Fuente:
http://caminante-wanderer.blogspot.com.ar/2014/07/de-fundadores-y-fundaciones-apostillas.html

miércoles, 3 de agosto de 2016

La perversión ideológica del martirio

El martirio genuino es fruto de una gracia singular. Hay que diferenciarlo de imitaciones que se originan en ideologías. Por lo general, se supone que la única contaminación ideológica del martirio proviene de la "izquierda". Pero la perversión también puede darse en la “derecha”. Cuando se busca la persecución por manifestar la verdad de la propia ideología, por seguir el criterio de algún líder sectario o en solidaridad con la extravagancia de quien busca singularizarse, no hay martirio verdadero. Lo que hay es una conducta peligrosa para la salvación propia y ajena.
Estar dispuesto a dar la propia vida en el martirio, ha representado desde siempre -para la apologética cristiana- uno de los criterios de autenticidad que permite distinguir la fe teologal de la mera opinión religiosa. Ya en el siglo II; San Ireneo de Lyon escribía lo siguiente a propósito de los gnósticos que él combatía:
«He aquí por qué la Iglesia, en su amor por Dios, envía en todo lugar y en todo tiempo una multitud de mártires al encuentro del Padre. En. cuanto a todos los demás (los gnósticos), no solamente son incapaces de mostrar esto, sino que niegan además que tal testimonio (martyria en griego) sea necesario: el verdadero testimonio a creer, es su doctrina. Desde que el Señor apareció sobre la tierra, apenas unos pocos, como si hubieran obtenido misericordia, han sufrido ultrajes por el Nombre (Hechos 5, 41) con nuestros mártires y han sido conducidos con ellos al suplicio, como una especie de suplemento que se les hubiera otorgado» (1).
El punto a retener del argumento apologético de San Ireneo es éste: «El verdadero testimonio a creer, es su doctrina». Los gnósticos, por retomar una terminología típica de San Juan, del que depende personalmente San Ireneo, «dan testimonio de sí mismos» (2). Por el contrario, el fiel de la Iglesia, que profesa la confesión apostólica, da testimonio de Aquel que le ha enviado. No sufre por sus opiniones; sino que en la persecución manifiesta que la verdad revelada de la que da testimonio, la ha recibido de uno más grande que él. En el año 156, en el momento de su martirio en Esmirna, el obispo San Policarpo, maestro inmediato de San Ireneo, ilustra muy bien este testimonio dado del Otro por excelencia que es Dios:
«Hace ochenta años que le sirvo y jamás me ha hecho mal alguno. ¿Por qué iba yo a blasfemar contra mi Rey y Salvador?» (3). 
En relación con las gnosis teosóficas, como las combatidas por San Ireneo, el testimonio del martirio constituye un criterio válido de fe cristiana. Lo es todavía hoy: para las simples reducciones de la fe revelada a opiniones puramente humanas. Por el contrario, no ocurría lo mismo con el gnosticismo maniqueo aparecido en el siglo III. Este es dualista y, por tanto, anticósmico y antihumanista. Al considerar la creación material, la sociedad civil y sus autoridades políticas, el conjunto de la vida encarnada en suma, como obra de un príncipe malo, el gnóstico maniqueo puede pretender hacer suyas las palabras de San Pablo: «Para mí morir es una ganancia» (Filipenses 1, 21). De este modo, se verá al propio Manes morir crucificado en el 277 y a los cátaros del siglo XIII arrojarse a menudo ellos mismos a las hogueras preparadas para su ejecución
El gnosticismo dualista es una imitación perversa de la contestación cristiana del pecado del mundo: el cristiano anuncia la gracia de la salvación que perfecciona, sin abolirla, la naturaleza de este último; el dualista pretende sustituir la pseudo-realidad demoníaca de aquí abajo por una supra-realidad «perfecta» (4). Por eso el segundo busca el martirio, pero falsifica su sentido. El cristiano «imita la pasión de su Dios» (San Ignacio de Antioquía), ese Dios «que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único» (Juan 3, 16). El maniqueo, en cambio, muere por odio al mundo empecatado; de manera más sutil que el gnóstico teósofo, él también da testimonio de sí mismo: cuando muere por su causa no intenta sino probar la irremediable corrupción del mundo que le persigue, manifestando así la verdad de su doctrina que le declara perdido. El cristiano muere siempre por otro: Dios, del que da testimonio, y su prójimo -incluidos sus perseguidores-, a cuya salvación quiere contribuir. El gnóstico dualista muere contra la realidad efectiva del mundo por la verificación práctica de su doctrina.
Las grandes ideologías revolucionarias contemporáneas, nazismo y comunismo, han adaptado a un mundo secularizado el gnosticismo dualista que pretende desde antiguo adulterar al cristianismo. Han extrapolado el dualismo del dominio del cosmos (creación buena contra creación mala) al interior de la historia (raza buena contra raza mala, clase progresista contra clase reaccionaria, revolución liberadora contra estructuras sociales alienantes, etc.) (5). En la actualidad, muchos cristianos se dejan embaucar y caen en las redes de esta nueva falsificación gnóstica de su fe, creyendo en su verdad en función de «la autenticidad» de los militantes muertos por su causa. Algunos llegan incluso hasta formular el don de su vida en los términos de dialéctica histórica propios del dualismo ideológico: como un pastor latinoamericano que, al sentirse amenazado de muerte, declaró que «resucitaría en la lucha del pueblo».
El martirio es un testimonio de la verdad trascendente revelada graciosamente por Dios; no es una verificación intrahistórica de la propia ideología. Por esta razón la Iglesia ha prohibido siempre severamente buscar el martirio provocando al poder perseguidor. Si han podido surgir sospechas de iluminismo montanista en el caso de los mártires de Lyon (sin razón, a lo que parece), o en la Pasión de Santa Felicidad y Santa Perpetua, es justamente en función de este criterio. Como dice el P. Louis Bouyer, el martirio más desprovisto de todo iluminismo es el de Santo Tomás Moro, quien murió por la fe católica siendo a la vez fiel a su Dios y a su rey en sus órdenes respectivos (6).


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(1) S. IRENEO DE LYON, Adversus Haereses, IV, 33, 9.
(2) Cfr. Juan 3, 31-34; S, 31-32; 8, 13:14; 18, 37.
(3) Martirio de San Policarpo de Ermirna.
(4) Sobre la falsificación de la escatología judea-cristiana por el gnosticismo, cfr. ROLAND MINNERATH, Les chrétienes et le monde au ler et lle siécle.
(5) Cfr. A. BESANCON, La falsification du bien: Soloviev et Orwell.
(6) LOUIS BOUYER.Sir Thomas More, humaniste et martyre. Trad. esp.: Tomás Moro. Humanista y mártir, Ed. Encuentro, Madrid 1986.


Tomado de Garrigues, J. "El martirio cristiano frente a su perversión ideológica"en Revista Communio (II/1987), ps. 163-165.