En una entrada precedente
barruntamos una caracterización del donatismo político (al cual llamamos donatismo por analogía, con denominación
extrínseca). Ahora, nos parece interesante exponer algunos rasgos del donatismo
histórico, movimiento cismático, sectario y al finalmente herético.
No pocas veces se reduce el donatismo a un problema teológico-sacramental. Por lo cual haremos una breve descripción
general del donatismo, mencionaremos algunas de sus tesis teológicas fundamentales y otras relativas a la vida política. No vamos a trazar una comparación con el donatismo político. Queda en cada lector interesado buscar semejanzas y diferencias, si le interesa.
Para la caracterización del
donatismo histórico tomamos textos de la introducción de Pedro Langa a los Escritos antidonatistas de San Agustín
(BAC, Tomo XXXII).
I. Historia.
- El donatismo (en adelante,
D.) fue un fenómeno multicausal de la cristiandad primitiva:
El parecer de los
estudiosos data los orígenes donatistas entre los años 306-307 y
311-312…
Los orígenes de ese
complejo fenómeno religioso y madre de todas las divisiones que fue el D.
responden a causas múltiples, próximas y remotas. Por un lado, el contexto
geopolítico de una historia a la vez etnográfica, social, económica, cultural y
política, cuyo término clave es romanización. Este movimiento provoca en
África del Norte, frente a claras adhesiones de las capas altas de la sociedad,
sentimientos de protesta y rebeldía a cargo de la gente humilde y proletaria,
indígenas o bereberes del campo, en su mayor parte decididos a sacudirse el
yugo fiscalizador de Roma…
-
Pero un factor importante, no siempre tenido en cuenta, fue el político, la
relación de la Iglesia
con el Imperio Romano:
[el D. tenía una] indisimulable fobia contra las autoridades de Roma...
[no obstante,] lo
verdaderamente novedoso del caso es que los donatistas apelan a Constantino de
tal modo que desde el principio sus diferencias reciben el tratamiento de un
proceso civil y no eclesiástico, puesto que los tribunales están integrados por
eclesiásticos delegados del emperador, y la sentencia será no contra
cismáticos, sino propiamente hablando contra auténticos calumniadores. Así
empieza el contencioso. Andando el tiempo asomarán los delitos de cisma y de
herejía…
-
El recurso al brazo secular contra los donatistas fue contraproducente:
Constantino procedió
contra los donatistas dictando una severísima ley en la primavera del 317, que,
si bien no llegó a afectar más allá de los límites cartagineses, golpeó duro a la secta. Se ordenaba en
ella la confiscación de iglesias donatistas y el exilio para sus obispos. Las
comunidades donatistas cartaginesas fueron el blanco principal, pero el
partido, lejos de venirse abajo con tan dura medida, salió reforzado. En no
pocos casos, las víctimas de la represión consiguieron ser equiparadas a las
del 303, cuando Diocleciano.
-
Uno de los “éxitos” más resonantes del D. fue presentarse ante el pueblo sencillo
como una “Iglesia de los mártires”, una comunidad de puros, que no entra en
componendas con el poder político corrupto. Pero el D. fue, en realidad, un grupo
de victimarios que desplegó una estrategia victimista:
A primera vista da la
impresión de encontrarnos ante una Iglesia mártir, perseguida dentro de su
mansedumbre. La realidad, sin embargo, impone aclarar que el D. jamás se
caracterizó por nutrir sentimientos pacifistas, y que precisamente este
capítulo jurídico pertenece a uno de los momentos de más despiadada persecución
anticatólica, a la postre extensiva a quienes, ya dentro, ya fuera, no comulgaran
con las ideas del partido
-
Esta “Iglesia de los mártires” terminaría en un claro espíritu sectario.
II. Algunas notas.
-
Un fenómeno polifacético:
No es cosa fácil
interpretar el D. Constituye un argumento complejo, de muchas ramificaciones y,
en consecuencia, significados que todavía hoy suscitan opiniones encontradas.
Destacan en él, fundamentalmente, dos aspectos, el histórico y el teológico.
Pero está claro que tanto el uno como el otro vienen a ser, insisto, como ríos
con muchos afluentes. Dentro de la teología van el martirio, los sacramentos,
la eclesiología, la sinodalidad, la paz y la unidad, con matices ecuménicos,
por cierto, de gran resonancia en los momentos actuales. Junto a la historia,
es preciso nombrar la sociología, las relaciones Iglesia-Estado, el poder
civil, la trascendencia del error en cuestiones religiosas, las intrigas
políticas, los grandes intereses nacionales y hasta la moralidad del recurso a
la fuerza armada.
-
Los circunceliones reflejan el
aspecto económico-social del D.
Qué representasen los
circunceliones dentro del D. es algo aún por ver en sus justos límites. Ocurre
otro tanto con su verdadera condición. ¿Monjes vagabundos? ¿Bandoleros
incontrolados? ¿Matones a sueldo? ¿Por qué una alianza entre donatistas y
circunceliones y quiénes fueron los primeros en dar tal paso? ¿Sólo hubo en
ello razones políticas?”
[hubo relación entre
donatistas y circunceliones] pero ésta es compleja a la hora de su estudio.
Compleja por las semejanzas con el D., en el que es dable advertir: 1) una
religión centrada en el culto a los mártires, que a veces empuja a verdaderos
suicidios, incluso colectivos; 2) una mentalidad sectaria, con su típica
intransigencia y el simplismo en la estrategia de oposición. Pero, al propio
tiempo, compleja también por las disparidades: 1) es difícil sostener que los
donatistas se preocuparan de reivindicaciones sociales al estilo de los
circunceliones; 2) tampoco parece que los donatistas pusieran especial énfasis
en vengar de las humillaciones de los oprimidos, por ejemplo, usurpando tierras
a los terratenientes, que era otro de los puntos muy comunes de los
circunceliones
- En
cuanto al uso de la fuerza, los circunceliones demuestran "mentalidad" y
“síntomas de cruzada, pues a menudo responden a represalias típicas de guerra santa.” Pero su belicosidad está impulsada
por profundos errores teológicos.
- Perversión ideológica del martirio:
La célebre frase
tertulianista sangre de mártires, semilla
de cristianos, de perlas en el ministerio pastoral de San Cipriano, no
tardó en ser cuidadosamente usufructuada por el partido, cuya teología
convirtió el martirio en señal de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. El afán por
relacionar estrechamente al Espíritu Santo con el martirio pone de manifiesto, en
fin, el decidido propósito de sacarle el máximo provecho a la represión
imperial, auto-proclamándose los cismáticos de este modo herederos directos de la Iglesia de los mártires, o
sea, quienes encarnaban la verdadera Iglesia de Cristo.
III. Católicos y donatistas ante la Iglesia y el Imperio Romano.
-
Una forma mentis sectaria:
El espíritu sectario que
no tiene, como es obvio, domicilio fijo, conlleva en quienes lo practican
la convicción de ser los puros y elegidos; con frecuencia, el complejo
persecutorio, la sensación de ser siempre víctimas, y correspondientemente
la seguridad de llevar la razón contra todo el mundo, y más, por supuesto,
si ese mundo se llama autoridad. De hombres heridos por este espíritu
siniestro cabe esperar el desdén hacia los demás, un carácter inflexible y monolítico
en las apreciaciones y, por resumirlo en una sola frase, la conducta
fanática en las ideas y en los hechos.
-
Errores teológicos y anacronismo histórico:
Se enfrenta el D. a la Católica no ya sólo por
juzgar a ésta unida al poder lo cual sería a fin de cuentas una razón
política, sino porque obedece a líneas teológicas distintas. Si los católicos
integran la Iglesia
de los Santos Padres, los donatistas se remitirán a la Iglesia de los mártires.
Discurren al margen de los Padres, puesto que se resisten rotundamente a
enfocar el mundo y plantear las cosas sobre la forma dual del poder político y
la cultura filosófica… Todo el afán de los donatistas será siempre
permanecer en las condiciones vividas por la primitiva Iglesia de los
mártires, o sea, nada de cambiar; comportarse como si no hubieran
transcurrido años de grandes transformaciones en la sociedad, como si a
los encrespados oleajes en el mar de la historia eclesiástica no hubiera
sucedido la calma y soplado los vientos propicios para la barquilla de la Iglesia.
Su animosidad contra un Estado agente del diablo, que podría servir, en un Imperio pagano, de inquina persecutoria, no se tiene en pie con la paz constantiniana. Tal vez este aspecto a que me acabo de referir sea uno de los que mejor revelan la conducta anacrónica de los donatistas, aferrados a sus viejas tesis de repudio y oposición al poder temporal. Una razón de peso para explicar el por qué del fenómeno reside en el espíritu sectario. El hace que los donatistas se conviertan en Iglesia absolutamente cerrada, de espaldas por completo a componendas con el Estado, la sociedad, la cultura y, naturalmente, quienes establezcan algún acuerdo con ese Estado, esa sociedad abierta y esa cultura plural. Por consiguiente, también contrala Católica , que se
relaciona y hasta colabora con el poder.
Su animosidad contra un Estado agente del diablo, que podría servir, en un Imperio pagano, de inquina persecutoria, no se tiene en pie con la paz constantiniana. Tal vez este aspecto a que me acabo de referir sea uno de los que mejor revelan la conducta anacrónica de los donatistas, aferrados a sus viejas tesis de repudio y oposición al poder temporal. Una razón de peso para explicar el por qué del fenómeno reside en el espíritu sectario. El hace que los donatistas se conviertan en Iglesia absolutamente cerrada, de espaldas por completo a componendas con el Estado, la sociedad, la cultura y, naturalmente, quienes establezcan algún acuerdo con ese Estado, esa sociedad abierta y esa cultura plural. Por consiguiente, también contra
-
La aversión del D. hacia el poder político:
Explica también este
espíritu sectario la hostilidad de los donatistas con las autoridades
civiles, de las que intentarán aprovecharse siempre que las circunstancias
se lo brinden. Serán Iglesia de los mártires mientras las cosas rueden mal
para sus intereses de partido, siempre que salgan condenados de los
tribunales, lo que denota una incoherencia que ciertos especialistas apenas
advierten. Por mucho que se declaren hostiles al poder de Roma, ellos son
los primeros en recurrir a Constantino.
-
El D. siempre tiene razón:
Los D. tenían siempre
la razón; sus oponentes, el error, como es de ley en esta lógica sectaria.
Con ellos, puros; fuera de ellos, traditores.
Y no había manera de salir de ahí. Todo intento de diálogo estaba
condenado al fracaso. Contaban con personalidades de relieve, de gran
capacidad organizadora, oradores y hasta dialécticos de la altura de
Petiliano, por ejemplo, pero su dogmática dejaba que desear
Toda la discusión con
los católicos se centraba en lo siguiente: nosotros somos la Iglesia ; vosotros, los traditores, o si no los cómplices
lejanos de aquellos primeros traditores,
y en última instancia los que ahora colaboráis con los que nos persiguen. Dada
esta premisa, la conclusión era pura lógica deductiva, rígida como las
matemáticas…
Penosa discusión la
que se entablara con ellos; propia de oídos sordos. Parapetados detrás de
un talante monolítico, rebeldes a matices y distingos, con el simplismo
característico del temperamento africano, probablemente muy del gusto de
un pueblo llano, poco exigente de racionalidad y, en consecuencia, campo
de cultivo para la intransigencia cismática, los donatistas se hacían
intratables con ese negarse en redondo a cualquier diálogo sereno.
-
Una teología rudimentaria, con mala filosofía de base:
Hasta el discurso
propiamente teológico encontraba dificultades al no querer ellos
distinguir entre realidad espiritual y corporal, lo que, traducido a
principios morales, significaba no contentarse con la separación
espiritual de los pecadores, propugnando incluso la corporal. Tampoco
diferenciaban entre pecados personales y étnicos, sino que preferían
atenerse a las taras de grupo. Y, por último, se les hacía incomprensible
una acción espiritual de Cristo que no se identificara con la corporal del ministro…
- Finalmente,
el D. cae en la tentación del fariseísmo:
Naturalmente que las
conclusiones de tales postulados afectaban a la doctrina de la Iglesia , de los
sacramentos y de la unidad. Por lo que atañe a la mentalidad eclesiológica
del D., el carácter elitista y sectario se dejó sentir asimismo en la
contumaz pretensión de reivindicar para ellos la nota de catolicidad y
en la ambicionada identificación de las exigencias de plenitud con su
pureza eclesial, entendida a su manera dentro del discurso teológico.