viernes, 28 de octubre de 2016

Es la analogía, estúpido


Si la Iglesia católica tiene más de mil dos cientos millones de fieles, y se la define como cuerpo, tendría que ser un cuerpo gigantesco, localizado en algún continente apto para sus dimensiones. ¿Hay un error antropomórfico en esta definición? San Pablo usa el término cuerpo. ¿En qué sentido la Iglesia es un cuerpo y en qué sentido no lo es? Parafraseando a Clinton cabría decir: es la analogía, estúpido. Ofrecemos unas páginas que pueden ayudar a comprender mejor la importancia de la analogía a partir de su aplicación a la Iglesia como Cuerpo.
La irremediable logorrea que sufren los pueblos de cultura mediterránea acumula comparaciones, amontona epítetos, muchas veces con arte, casi nunca con acribia.
Es tanto más fácil dejarse llevar por el entusiasmo, en vez de averiguar, con minucia, hasta qué punto cada vocablo traduce una realidad objetiva…
Muy por el contrario, la acribia es una de las virtudes básicas del verdadero teólogo: horror a lo vago, a lo impreciso; esfuerzo constante por alcanzar el mayor rigor posible en la expresión; trabajo penoso y árido, que no seduce a la imaginación, todavía menos a la afectividad; trabajo compensador, sin embargo, por cuanto contribuye a inmunizar contra el error, a penetrar en la verdad.
Tenemos en la presente materia un ejemplo saliente: San Pablo nos reveló que la Iglesia es un “Cuerpo”, cuya “Cabeza” es Cristo. Si no averiguamos cuál es el significado preciso de esas palabras en el texto paulino, luego caeremos en los más grandes errores. Clara y terminantemente lo advierte la Encíclica [Mystici Corporis, en adelante MC] “Esto es, Venerables Hermanos, lo que piadosa y rectamente entendido y diligentemente mantenido por los fieles, les podrá librar más fácilmente de aquellos errores que provienen de haber emprendido algunos arbitrariamente el estudio de esta difícil cuestión no sin gran riesgo de la fe católica y perturbación de los ánimos. Porque no faltan quienes -no advirtiendo bastante que el apóstol Pablo habló de esta materia sólo metafóricamente, y no distinguiendo suficientemente, como conviene, los significados propios y peculiares de cuerpo físico, moral y místico-, fingen una unidad falsa y equivocada…”
Es por ello indispensable comenzar el estudio de la Encíclica [MC] con ideas precisas acerca de las dos nociones que le sirven de base, a fin de no contemplar la verdad con ojos nublados. Esas nociones son la de “Cuerpo” Místico y la de “Cabeza” del cuerpo Místico.
Ya que S. Pablo hablaba de esta materia sólo metafóricamente, veamos, ante todo, lo que son las metáforas en Teología. Para el lego, “metáfora” es una cosa de tan poca importancia, de la cual no podemos obtener ningún provecho; ni se entiende cómo pueda fundamentar una Encíclica. El lego se equivoca. En Teología la metáfora no es palabra vacía; tiene un sentido y un alcance precisos. Teológicamente hablando, la metáfora es una analogía de proporcionalidad impropia; términos técnicos, que causan extrañeza, exactos sin embargo, y felizmente, fáciles de elucidar. Analogía, en la acepción general de la palabra, significa semejanza, la cual a su vez expresa la relación de conformidad que une dos o varios entes. Esa conformidad, proveniente de la posesión de cualidades comunes, varía según la naturaleza de las cualidades y el grado en que son poseídas, desde la casi identidad hasta la casi total disparidad. 
La metáfora se registra entre las semejanzas menos perfectas: cuando calificamos, p. ej., a un individuo de “serpiente” y a otro de “león”, no entendemos por esas metáforas, que el primero sea biológicamente un ofidio y que el segundo un felino, sin sólo que el comportamiento de aquel tiene algo de ofidio y el de este algo de leonino. No se emplean, pues, los términos propiamente, esto es, indicando identidad de constitución, sino impropiamente, esto es, significando cierta semejanza en el modo de obrar; en otras palabras: una equivalencia funcional. Circunscrita en estos límites, la semejanza está todavía muy lejos de ser perfecta, pues las cualidades activas que comparamos y aproximamos, no existen de manera idéntica en el animal y en el hombre, sino apenas proporcionalmente: el león es valiente como conviene a una fiera; el soldado, como conviene a un ser humano. El comportamiento de un felino, caracterizándose ante nuestros ojos por la valentía, lo atribuimos por metáfora con el nombre de “león” predicado de un guerrero, en el cual encontramos semejante manifestación, que no es propia del modo de obrar humano. Imposible, pues, entender el sentido metafórico del cuerpo (p. ej., el soldado combatió como un león) si no conocemos su sentido propio (el león es el tipo de valiente). Todo lo que explicamos aquí con tantas palabras, el teólogo lo junta en tres términos: analogía de proporcionalidad impropia.
Lo que sobre todo importa al teólogo en materia de metáforas es el hecho de que la semejanza no se refiere al orden entitativo y estático (plano de las esencias), sino exclusivamente al orden dinámico de las propiedades activas (plano de la operación). Este individuo es, metafóricamente, serpiente o león, porque se comporta, obra, como tal, a pesar de que su esencia es totalmente diversa y nada tiene de leonina.
Aplicando esto al caso presente, deberemos investigar el sentido dinámico de las metáforas paulinas de “Cuerpo” y “Cabeza”, y cuidar de nunca transferir la semejanza hacia el orden entitativo (3). Si omitiésemos esta regla, incidiríamos en grave error.
I. La metáfora “Cuerpo”.
San Pablo nos reveló que los cristianos forman un solo Cuerpo. Interpretemos la comparación entitativamente (esto es, como si la esencia de la Iglesia fuese, no digo idéntica, sino semejante a la del cuerpo humano) y tendremos un totalitarismo religioso, absorbiendo a los fieles en la comunidad y despersonalizándolos.
“Porque mientras en un cuerpo natural el principio de unidad traba las partes, de suerte que éstas se ven privadas de la subsistencia propia” [MC]. En efecto, los miembros del hombre son partes integrales de su naturaleza corpórea; no subsisten separadamente; antes, para ella y por ella viven. “En el Cuerpo místico, por lo contrario, la fuerza que opera la recíproca unión, aunque íntima, junta entre sí los miembros de tal modo que cada uno disfruta plenamente de su propia personalidad.” [MC] Idéntica consideración servirá a Pío XII para refutar a los que menosprecian la oración privada…
(a) Ahora, lo que llama la atención si consideramos el cuerpo humano, es la multiplicad y disparidad de los miembros que lo componen [MC]. En el cuerpo en sentido metafórico, tenemos, pues, pluralidad y disparidad de funciones. Es un punto sobre el cual San Pablo no cesa de insistir, en su combate contra el igualitarismo radical, fruto de la envidia. En la Iglesia no pude haber uniformidad, antes bien es imprescindible la variedad de oficios, la diferencia de funciones. Unos son apóstoles, otros profetas, otros doctores, otros taumaturgos, otros hablan en lenguas, otros interpretan los discursos (1 Cor 12, 20 y ss.).
(b) Múltiples y dispares, los miembros del cuerpo humano son, todavía, interdependientes; “cuando un miembro sufre, todos los otros sufren también con él, y los sanos prestan socorro a los enfermos” [MC]. En el cuerpo en sentido metafórico, tenemos solidaridad funcional; lo que denominamos en lenguaje cristiano “comunión de los santos” [MC]. 
(c) En el cuerpo humano los miembros no se encuentran apenas aglomerados, yuxtapuestos, sino organizados, esto es, dispuestos armónicamente, en vistas de un fin común. Armonía que exige una cierta jerarquía, o determinado orden de importancia [MC]. En el cuerpo en sentido metafórico tenemos armonía y jerarquía de funciones; en otras palabras, un conjunto de relaciones activas, concurriendo para un determinado fin, de orden moral, jurídico, social y también –en el caso de la Iglesia- de orden sobrenatural…
(d) En el cuerpo humano existe un principio de vida, infundido por Dios: el alma, la cual “atiende a la vida, a la salud y al desarrollo de sí y de sus miembros” [MC]
En el cuerpo en sentido metafórico existirá un principio que, por su acción invisible, desempeñará la función de alma. En la Iglesia es el Espíritu Santo; la energía vital que de él dimana, se denomina: gracia santificante, y especialmente, gracia sacramental [MC]. La “vida” y la “salud” se llaman estado de gracia, y el “crecimiento” consiste en la santificación progresiva del cuerpo y de los miembros.
(e) En fin, el cuerpo humano es uno y visible. El cuerpo en sentido metafórico tiene la unidad que proviene del principio interno que anima las acciones de sus miembros, del fin que a que estas acciones se dirigen. En la Iglesia, el principio de unidad será el influjo de Cristo por su Espíritu, su gracia –y secundariamente- por sus ministros, que causará en los miembros la unidad de la fe, la concordia de la caridad. La visibilidad resultará del influjo de Cristo y de la acción de sus miembros (organización jurídico-social; profesión de la misma fe; recepción de los mismos sacramentos; etc.)


______
(3) ¡No afirmamos el absurdo que todo en el Cuerpo Místico de Cristo sea metafórico! Los hombres que lo componen no son metafóricos ni tampoco Cristo, su Cabeza; ni el Espíritu Santo, su Alma; ni la gracia, su vida. Afirmamos tan sólo que los vocablos “Cuerpo” aplicado a la Iglesia y “Alma” atribuido a Cristo, sólo pueden revestir un sentido dinámico.

Tomado y traducido de:
Teixeira-Leite Penido, M. O Corpo Místico. Vozes, 1944.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Bouyer: Occidente y Oriente (y3)

Si pasamos ahora a la oposición entre las formas de pensamiento salidas del helenismo romanizado combinado con el cristianismo bíblico y las del Extremo Oriente, debemos comenzar por observar la dualidad, y aun la multiplicidad, sin duda irreductible, de estas últimas. Para atenernos a lo esencial, hay que distinguir entre las que  provienen de la India y las que se han desarrollado en China. El hinduismo ha conocido múltiples filosofías, que coinciden en oponer a las apariencias, al mundo de la ilusión en perpetuo devenir, una realidad suprema en la que se borran las diferencias. Pero eso no les impide diferir profundamente en sus concepciones sobre esta realidad. Esto es tan cierto que no es fácil decir si el budismo primitivo, descendiente del hinduismo, no es más que una forma depurada de su oposición fundamental, o si es por el contrario una apertura fuera de su universo mental exuberante y confuso. En otros términos, el nirvana al cual aspira su liberación ¿es el ser sin forma, una pura nada juzgada preferible a todo ser, o bien (como lo interpreta el filósofo cristiano Soloviev) una tentativa heroica por escapar hacia una trascendencia desconocida hasta entonces en el pensamiento tradicional de la India? Ningún indianista se atrevería hoy a pronunciarse decididamente por una u otra de estas posibles respuestas. Todo lo que se puede afirmar, es que estos diversos pensamientos originarios de la India, pasen o no por ortodoxos, parecen igualmente opuestos no sólo al activismo del extremo occidente moderno, sino también al ideal de transfiguración del cosmos por el Espíritu divino al que desemboca la línea más contemplativa del cristianismo bajo su forma que consideramos como oriental.
Las orientaciones fundamentales del pensamiento chino son muy diferentes, aunque son igualmente muy diversas entre sí. El taoísmo parece representar una especie de panteísmo muy especial, en el que las tendencias dualistas y monistas se encuentran paradójicamente reconciliadas, en una especie de vitalismo cósmico, de misticismo naturista. El confucianismo es, por el contrario, esencialmente un humanismo, racionalista y social, pero que ha sabido desarrollar una moral de relaciones personales que parece dejar muy atrás los más bellos logros de la ética postsocrática antes de Cristo. El budismo chino a su vez ha sintetizado estas dos orientaciones tan diferentes de la más antigua civilización china, no reteniendo apenas del budismo indio más que su ascesis de desprendimiento universal y su moral de la piedad. Es quizás ante todo en las mejores producciones del arte Song donde se revelan las asombrosas posibilidades de contemplación religiosa del mundo, enriqueciendo un humanismo a la vez realista y refinado que el alma china conservaba pero sólo desarrolló a impulsos de una doctrina extranjera, cuyo sentido primitivo debía en cambio modificar hasta hacerlo incognoscible. Nos encontramos aquí ciertamente en presencia de una riqueza de pensamiento y de experiencia humana que, por lejos que estén de las diversas conclusiones del pensamiento y de la experiencia grecolatina cristianizada, parecen más capaces de armonizarse con dicho pensamiento y experiencia que ninguna de las formas del pensamiento indio. Parecen sobre todo susceptibles de prestarse a nuevas expresiones de la actitud esencialmente positiva frente a la creación y a la humanidad concreta que es inherente al cristianismo, mucho más fácilmente que la filosofía religiosa de la India. Ésta, sin embargo, no es menos capaz de enriquecer prodigiosamente nuestra metafísica, por la numerosa variedad de sus meditaciones ontológicas. Pero no parece que pueda ser nunca cristianizada en tanto permanezca encerrada en su desdén por la historia y la persona.
Fuente:

Bouyer, L. Diccionario de teología. Barcelona, 1974.

martes, 25 de octubre de 2016

Bouyer: Occidente y Oriente (2)

La idea occidental moderna, de que oriente dejó de desarrollarse después de los grandes concilios ecuménicos de la antigüedad, nunca se ha basado en otra cosa que en la ignorancia. Lo que es verdad, sin embargo, es que el desarrollo propio de oriente durante la edad media no ha debilitado en modo alguno la triple impronta bíblica, litúrgica y monástica que en él recibió el pensamiento cristiano y el cristianismo todo en la época de los padres de la Iglesia, lo mismo que en occidente. En cambio, oriente no ha conocido jamás el pesimismo sobre la naturaleza humana y el mundo en general que es, en occidente, fruto de la influencia africana: de Tertuliano y de ciertos aspectos del pensamiento antipelagiano de san Agustín, en el que, por otra parte pueden descubrirse supervivencias o resurgimientos de su primera formación alternativamente maniquea y neoplatónica. Pero no conoció tampoco la reacción contra esta misma tendencia que se produjo en occidente a partir del siglo XII, y que se acentuó bruscamente con el Renacimiento y el secularismo moderno. Una distinción tan neta como la que el pensamiento tomista ha establecido en occidente entre las posibilidades propias de la naturaleza humana en cuanto tal, prescindiendo de la caída y sus consecuencias, y las perspectivas que le abre la vocación gratuita a la vida sobrenatural, no ha llegado a ser nunca tan común en oriente como en nuestros países. Por consiguiente, la idea de una consistencia propia de un orden humano y cósmico, subordinado al orden sobrenatural pero no confundiéndose con éste, nunca ha arraigado allí. En oriente la visión cristiana permanece, en general, más estrechamente o inmediatamente sacra, teocéntrica. Un hecho típico a este respecto es que el monacato, aunque haya ejercido casi todas las actividades que en occidente son propias de los religiosos llamados activos o apostólicos, nunca ha permitido que estas actividades se hicieran autónomas con respecto al ideal, principalmente contemplativo, del monacato antiguo; por consiguiente, la vida monástica no se ha escindido en una vida contemplativa separada completamente del mundo y una vida «religiosa» que se absorba cada vez más en él.
Por otra parte, en oriente, la constante y recíproca influencia de las situaciones de hecho y de los principios favoreció el desarrollo creciente de las autonomías religiosas locales, por lo menos en el plano nacional, mientras que en occidente fue acentuándose la centralización eclesiástica alrededor de Roma tanto en los hechos como en teoría.
Así, el oriente se inclinaría hacia cierto desinterés frente al mundo presente y su cristianización, y la de occidente hacia cierta secularización de las mismas instituciones eclesiásticas: la tentación de oriente es una anarquía eclesiástica, que encuentra su contrapartida en un enlace que puede ser peligroso entre la fidelidad a la ortodoxia y un nacionalismo por otra parte mucho más impregnado de cristianismo que el de occidente (laico desde el principio, en el sentido de profano); la de occidente, una condensación exagerada no sólo de la autoridad sino de todas las iniciativas en las manos de una autoridad religiosa, cuya afirmación finalmente triunfante tendrá también su contrapartida con una asimilación de su poder, al menos en sus formas de ejercicio, a los poderes temporales.
Esto equivale a decir que el occidente y el oriente cristianos no se oponen verdaderamente más que en sus debilidades congénitas, y por consiguiente en una cierta estrechez de sus formas de pensamiento, desembocando todo, finalmente por vías opuestas, en la misma carencia: o bien un cristianismo de orientación demasiado exclusivamente sobrenatural, que en la práctica y bajo un velo de idealismo abandona la existencia concreta a la naturaleza irregenerada, o bien un cristianismo demasiado preocupado de eficacia temporal inmediata, pero cuya voluntad misionera se desliza a la secularización. O, dicho más francamente: la ilusión de un apostolado que cree demasiado fácilmente alcanzado «el cielo sobre la tierra», o bien un apostolado que por su excesivo realismo tendería a confundirse con la apostasía.
Estas observaciones nos han de poner en guardia contra todas las tentativas de sistematización y justificación a posteriori de un occidente o de un oriente cristiano artificialmente encerrados en su particularidad exclusiva: puede decirse que en la medida en que las dos tradiciones cesan de buscar el encuentro y la reconciliación, corren el riesgo de unirse de hecho en una común negación de su autenticidad cristiana.

domingo, 23 de octubre de 2016

Bouyer: Occidente y Oriente (1)

Por desgracia no pocas veces estamos influenciados por esquematismos que contraponen artificiosamente realidades que son complementarias. Hay como una «maldición del aut-aut» en lo que puede armonizarse con un et-et. Esto sucede en muchos temas y de modo singular en la contraposición Occidente-Oriente.
En esta entrada, y en las dos siguientes, reproducimos una introducción de Louis Bouyer

Sólo consideraremos aquí las diferencias más notables entre las perspectivas teológicas o filosóficas de oriente y occidente. Hablaremos primero y en especial de la oposición comúnmente hecha entre el occidente y el oriente cristianos, diremos después algunas palabras sobre la oposición más general que se puede establecer entre el pensamiento occidental, entendiendo ahora bajo ese término lo que hay de común en todas las formas de pensar surgidas en el mundo mediterráneo, y las formas de pensamiento propias de las grandes civilizaciones del Extremo Oriente, especialmente de la India y de la China.
Sobre el primer punto, lo primero que debe señalarse es el peligro de oposiciones simplificadoras, que o bien toman como típico de oriente o de occidente lo que no lo es en absoluto, o bien no destacan más que particularidades mediocremente representativas. Por ejemplo, se ha repetido que el espíritu de la teología oriental está impregnado de platonismo, mientras que el de la teología occidental lo está de aristotelismo; que el oriente cristiano es místico, mientras que el occidente es jurídico. Esto es olvidar que la teología clásica de Bizancio ha considerado siempre con suspicacia, y con suspicacia creciente en toda la edad media, el pensamiento platónico, mientras que éste no ha dejado nunca de conocer en occidente adeptos entusiastas (no se podría encontrar en oriente una escuela de pensamiento religioso de inspiración tan profundamente platónica como la mística renana). De la misma manera, el juridicismo de los canonistas occidentales no es sino heredero del de los canonistas de Bizancio, y las tendencias centralizadoras que se manifestaron en occidente con respecto a la antigua Roma, no tienen mucho que envidiar a las que tuvieron su foco en Bizancio, calificada como «nueva Roma», por no hablar nada de Moscú considerada, a su vez, como «tercera Roma». Y sobre todo se debe desconfiar de ciertas síntesis precipitadas y artificiosas que últimamente se han hecho del pensamiento cristiano oriental, dejándose seducir por una escuela brillante pero muy particular como la de los eslavófilos rusos del siglo XIX, para oponerla a formas decadentes del occidente latino en la misma época. Lo que a menudo se hace con eso es enfrentar el pensamiento de espíritus a veces geniales, pero que son sobre todo poetas y entusiastas, con un heterogéneo conglomerado de lo que han podido decir del otro lado... los ignorantes y los imbéciles.
Hay que recordar después que el cristianismo fue primero oriental, en el sentido de que se presentó en formas primitivas de pensamiento semítico, progresivamente helenizadas, pero no sin que el helenismo, al cristianizarse, sufriese en él una refundición total. Los padres griegos, la mayor parte de los cuales eran de hecho semitas helenizados, egipcios, sirios o asiáticos, no son una fuente paralela e independiente del cristianismo oriental que coexiste al lado de los padres latinos, reputados como la fuente del cristianismo occidental. Los padres latinos, los más notables de los cuales eran o bien africanos que hablaban latín, como Tertuliano, san Cipriano o san Agustín, o simplemente levantinos profundamente orientalizados, como san Jerónimo, son en primer lugar los herederos de los más importantes padres griegos, y la originalidad que aportaron al pensamiento de éstos apenas es más notable que la demostrada por los escritores de lengua siria a partir del siglo v, o por los mismos bizantinos con respecto a las mismas fuentes. Hay que añadir además que todos los grandes espíritus de una u otra tradición, incluso mucho tiempo después de la ruptura de 1054 que consumaría en principio la mutua alienación de la cristiandad oriental y occidental, permanecieron siempre abiertos a las riquezas, nuevas o antiguas, que podían venirles del otro lado. Aunque haya escrito un tratado Contra los errores de los griegos y haya producido la obra más representativa de la teología occidental, santo Tomás de Aquino manifestó una curiosidad y una simpatía inagotables hacia todo lo que se podía conocer en su época de la tradición teológica oriental. Dos siglos más tarde, Jorge Scholarios, el más poderoso de los teólogos bizantinos del fin de la edad media, y el más decidido antagonista de lo que consideraba errores de los latinos, no dejará por ello de ser un excelente conocedor (y un propagador convencido) del pensamiento tomista en oriente.
Hechas estas reservas preliminares, podemos intentar, aunque con mucha prudencia, definir la originalidad propia de las tradiciones teológicas orientales y occidentales.

viernes, 21 de octubre de 2016

Ciclo de conferencias en Buenos Aires


ASOCIACIÓN JURÍDICA "SANTO TOMÁS DE AQUINO"
CUARTA REUNIÓN
CRONOGRAMA
SÁBADO 22 DE OCTUBRE
1000 h.- Palabras de Bienvenida
1015 h. - Conferencia: "La reforma de los procesos matrimoniales en el motu proprio Mitis Iudex", a cargo de Luis María De Ruschi
1215 h. - Santa Misa según la Forma Ordinaria del Rito Romano
1330 h. - Almuerzo
1630 h. - Conferencia: "La constitucionalización del Derecho privado como "ideología" y como herramienta del abogado", a cargo de Camilo Tale
1800 h.- Pausa
1900 h. - Conferencia: "El control de convencionalidad, ¿garantía de una nueva legitimidad o desafío a la independencia del Estado?", a cargo de Sergio Raúl Castaño
2100 h. - Cena
DOMINGO 23 DE OCTUBRE
1000 h. - Comunicaciones
1100 h. - Leyendo a Santo Tomás: "El proceso penal según Santo Tomás de Aquino", a cargo de Miguel de Lezica
1150 h. - Palabras de Cierre
1215 h. - Santa Misa según la Forma Extraordinaria del Rito Romano
1330 h. - Almuerzo
Entrada libre y gratuita
Lugar: Sede de la Corporación de Abogados Católicos de la Ciudad de Buenos Aires (Av. Santa Fe 1206, 1° “A”).
Informes: Eduardo Javier Olazábal (eduolazabal @ hotmail.com)
Si bien la entrada es libre y gratuita, para una mejor organización se solicita a quienes estén en condiciones de hacerlo, hacer saber con antelación que asistirán a la reunión al Prof. Eduardo Olazábal (eduolazabal @ hotmail.com)



jueves, 20 de octubre de 2016

Hay libros digitales...





Una de las cosas buenas que ofrece internet –entre tantas malas o estúpidas- es la enorme cantidad de libros digitales y otros recursos de libre acceso. Esto facilita notablemente las posibilidades de adquirir una mejor formación doctrinal-religiosa. Por esta razón hemos puesto enlaces a bibliotecas digitales. Las cuales se pueden complementar con otros recursos audiovisuales.
Pero a veces pareciera que Dios le da pan al que no tiene dientes. No por Dios, claro está, que es Providente; sino porque nunca falta quien no quiere aprovechar las oportunidades que se le ofrecen. Más bien habría que decir, en algunos casos, que Dios da el pan a quien no quiere comerlo.
No tratamos de quienes desprecian el conocer las verdades necesarias para salvarse. Sino de aquellos que, conociendo su Catecismo elemental, tienen tiempo para escribir en bitácoras y comentar en foros, metiéndose en temas que requieren mayores conocimientos que las nociones básicas de la catequesis.
Si uno no sabe más que lo elemental, puede entrometerse en asuntos más complejos, e interactuar con otras personas, con buenas disposiciones: el deseo de conocer verdades, profundizar lo que se sabe de modo superficial, prevenirse contra posibles errores… buscando honestamente la verdad. Y es raro que con buenas disposiciones no encuentre a otro que quiera ayudarle a mejorar en sus conocimientos.
Pero uno puede hacer lo anterior con malas disposiciones. Y así incidir en distintas patologías virtuales. Como somos pecadores, no estamos para tirar piedras, ni primeras, ni últimas.
Todos podemos hacer algo para mejorar. Los libros digitales pueden ser una ayuda. Si antes de meterse en un tema teológico que se ignora, uno se toma la molestia de leer las voces elementales en algún diccionario teológico, seguramente podrá comprender mejor el significado de lo que otros dicen, evitar hacer comentarios lamentables o fastidiar una conversación interesante. Por ejemplo, en el sitio obrascatolicas hay dos diccionarios de Teología orientados a la divulgación (el de Dogmática, de Parente; y el de Moral de Roberti) que permiten informarse del estado de una cuestión antes del Vaticano II con la seguridad doctrinal de la Escuela Romana. Consultando estas obras no agotará el tema, pero al menos tendrá un mínimo común para dialogar.
¿Y qué pasa si uno no quiere hacer nada para mejorar su formación y demuestra que no está bien dispuesto? Lo menos que puede decirse es que no tendrá derecho a quejarse si no le publican sus comentarios o si nadie los responde. Como decía Castellani, el castigo para quien no ama la verdad es quedarse sin ella. Y si además de no amar la verdad, por las malas disposiciones, uno se cree en posición de lanzar anatemas y de poner etiquetas sin ningún fundamento teológico, inevitablemente hará el ridículo.

lunes, 17 de octubre de 2016

Luteranos sin saberlo





El 31 de octubre próximo se cumplirá un nuevo aniversario de las 95 tesis de Lutero de 1517. Cuando se habla de Lutero uno suele tener en mente que se trató de un hereje que fijó los principios fundamentales del protestantismo: sola Escritura (con libre examen) y sola fe. Pero los errores luteranos son muchos más. Concentrémonos en dos que pueden acecharnos:
- Pesimismo radical. La naturaleza humana -según Lutero- quedó totalmente corrompida por el pecado original. De modo que es incapaz, por sus propias fuerzas, de llegar a cualquier conocimiento de la verdad religiosa y de realizar acciones naturalmente buenas (v. aquí§ 9). Un pesimismo radical en el orden antropológico y ético, reprobado por la Iglesia, diametralmente opuesto al “omneverum et omne bonum est a Spiritu sancto”. Aunque no seamos conscientes, este pesimismo radical puede nublar nuestra visión del pasado o de la actualidad.
- Crede firmiter, pecca fortiter. Cree firme y peca fuerte; porque la fe es lo que justifica. Ni siquiera son necesarias las buenas obras para la salvación de los adultos, bastando la fe. Se dirá que estamos muy lejos de este error. Pero podríamos desdoblarnos, como aquellos hombres decimonónicos que vivían la fe como un crede firmiter público -gesto retórico, apologético- más que como una auténtica disposición espiritual informada por la caridad e integrada en un organismo espiritual.
¿Cómo podría darse este desdoblamiento? Mediante una reducción del organismo sobrenatural a alguno de sus elementos. La vida sobrenatural que Cristo nos mereció consiste radicalmente en la gracia santificante. Ella es el principio y el fundamento de nuestra vida sobrenatural. Pero no es inmediatamente operativa, por lo cual Dios infunde energías sobrenaturales capaces de producir los actos sobrenaturales correspondientes (virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo). Con el nombre de organismo sobrenatural se designan esas energías sobrenaturales, es decir, la gracia con todas las virtudes y los dones que la acompañan y que, recibidos en el alma, hacen al hombre nuevo en Cristo. Se emplea la expresión organismo para indicar que esas fuerzas no son aisladas e inconexas sino que están íntimamente vinculadas entre sí. Este organismo sobrenatural se conserva y crece con el ejercicio de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y de las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) perfeccionadas por los dones.
Una concepción mutilada del organismo sobrenatural podría conducirnos a este crede firmiter, pecca fortiter. Por poner énfasis unilateral en las virtudes teologales, por ejemplo, podríamos minusvalorar o ignorar a las virtudes morales.
“La existencia de las virtudes teologales es postulada por la naturaleza misma de la gracia santificante. No siendo ella inmediatamente operativa—como ya vimos—, necesita principios operativos sobrenaturales para crecer y desarrollarse hasta alcanzar su perfección. Ahora bien: entre estos principios, unos deben referirse al fin sobrenatural (virtudes teologales) y otros a los medios a él conducentes (virtudes morales infusas) […] Exigidas las virtudes teologales por la gracia santificante para ordenarse dinámicamente al fin sobrenatural, las virtudes morales infusas son exigidas, a su vez, por las teologales, porque estar ordenado al fin exige disposición con relación a los medios.” (Royo Marín)
Al descuidar gravemente las virtudes morales perderíamos el estado de gracia. Si el descuido fuera leve, no perderíamos la gracia, pero el organismo sobrenatural se debilitaría. Y de este debilitamiento podría sobrevenir más fácilmente la pérdida de la gracia.
Hay que recordar que el eje de la vida sobrenatural pasa por las virtudes teologales pero estas se integran armónicamente en un organismo que incluye a las cardinales y a los dones. La perfección de la vida cristiana exige todas las virtudes infusas relacionadas con la caridad y las virtudes morales adquiridas (que dan facilidad extrínseca). Quien no cultive de manera integral y armónica todas las virtudes tendrá un desarrollo anómalo en su vida espiritual. Y así podrá llegar a transformarse en un "luterano inconsciente", que suponga que el "pecar fuerte" se redime profesando públicamente su "catolicidad" y lanzando anatemas a machamartillo.




viernes, 14 de octubre de 2016

El poder politiquero en lo temporal


Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, dice el Evangelio. Pero el César no es Dios, sino criatura, por tanto también debe dar a Dios lo que se le debe. La comunidad política es sociedad jurídicamente perfecta en el orden natural, suprema o soberana en su género diría León XIII, aunque su fin se ha de subordinar al bien común sagrado, de modo que no debe poner obstáculos a su logro y debe favorecerlo positivamente. En virtud de esta subordinación se sigue que el Papa puede ejercer su potestad de jurisdicción sobre cuestiones temporales que tienen una relación de conexidad con la salvación de las almas (el denominado poder indirecto sobre lo temporal, en materias mixtas).
No somos colombianos y no estamos en condiciones de emitir un juicio de valor sobre el frustrado acuerdo con las FARC propuesto por el presidente Santos. Pero hay que decir que Colombia es un Estado soberano, sociedad perfecta en su orden, y que el acuerdo rechazado en un reciente referendo es una cuestión política que -si no se prueba que sea conexa con el fin de la Iglesia- se encuentran en el campo de lo meramente temporal, y por ello es ajena a la potestad pontificia. De modo que la pretensión papal de entrometerse en este asunto constituiría un abuso de poder típico del clericalismo.
Reproducimos hoy la carta abierta que el colombiano José Galat dirige al Papa sobre su intromisión en este delicado asunto. Dudamos de que Bergoglio esté al tanto del contenido del acuerdo, un mamotreto de 297 páginas. Pero lo que este caso sugiere, junto a otros precedentes, es que el Papa se cree investido de un poder sobre lo temporal no ya indirecto como enseñaron sus hermanos de orden Belarmino y Suárez, sino "politiquero"; no en razón de la conexión de la materia con el fin de la Iglesia, sino por su repercusión en las coordenadas de lo políticamente correcto y el deseo de "mundanidad".

Bogotá D.C. Septiembre 30 de 2016

Su Santidad:
En estos momentos definitivos para Colombia, cuando el domingo 2 de octubredebemos ir a las urnas para aprobar o no el acuerdo FARC-Gobierno de la Habana, es claro que todos los colombianos de bien anhelamos la paz.
Según publicaciones de diarios nacionales, al conocer sus recientes declaraciones sobre este acuerdo, que cito textualmente:
“Santos está arriesgando todo por la paz, pero hay otra parte que está arriesgando todo por continuar la guerra”.
Y, continúa usted: “Yo prometo que cuando este acuerdo sea blindado por el plebiscito y sea reconocido internacionalmente, yo estaré en Colombia para enseñar la paz”.
Respetuosamente me siento en el deber patriótico de decirle su santidad, que a usted le es lícito así como esperado, que inste a los colombianos a que votemos en conciencia en el plebiscito, pero no lo es, el que usted intervenga personalmente para fijar una decisión única en esta opción bipolar que se le presenta a un pueblo soberano, en su mayoría católico. Sugiere usted que se debe votar por el SÍ, cuando deja ver, que piensa, erróneamente, que quienes no están con el presidente Santos y su acuerdo con las FARC, estamos en favor de la guerra.
Frente a sus declaraciones, su santidad, le planteo respetuosamente estas dos preguntas:
1- ¿Usted leyó ya este acuerdo de 297 páginas? Mire bien, ¿este mamotretro que le estoy mostrando?
Como votante y como creyente creo que:
Creo con todo respeto santidad, que vemos que la prensa mundial y usted mismo, han caído en la trampa de creer que en Colombia en este momento se vota por la paz o por la guerra, sus palabras así lo dejan ver y le aclaro santidad, que votamos simplemente por un acuerdo, mas no por la paz o por la guerra, como así lo ha hecho ver la falsa publicidad gubernamental.
Santidad, no sé su usted sepa, como defensor de la familia que debe ser, que este acuerdo, entre otras aberraciones, legaliza e institucionaliza la “ideología de género” que tanto usted ataca, como política a implementar en nuestra patria, luego de este acuerdo.
Los fieles de Colombia, es decir, la gran mayoría de los votantes, anhelan su visita a nuestra patria, pero creo que es desafortunado y condicionante decirles, que solo si votan con el SÍ y blindan ese acuerdo con las FARC en el próximo plebiscito, contaremos con el regalo de su presencia.
2- ¿Podemos inferir que con base en el conocimiento de este acuerdo, su santidad ya tomo una postura, y es por el SI, la misma que quiere que todos los colombianos sigamos?
• Si usted no conoce el entero contenido de este acuerdo y lo está recomendando, entonces, acepte que ha cometido un acto de inaudita imprudencia y que obró de forma irresponsable.
• Pero si usted lo conoció y supo de todas las consecuencias e implicaciones que él conlleva, entonces acepte que usted ha cometido un acto malévolo contra la justicia, contra la verdad y contra Colombia.
Y en ambos casos, ya sea que usted haya conocido el acuerdo, o ya sea que lo desconozca, su intervención, que busca terciar en favor de una opción determinada y no permite que en conciencia pueda darse la otra, es un acto de abuso de poder inadmisible para los colombianos.
Santidad no sé si usted sepa que la injusticia y la impunidad protagonizan este malhadado acuerdo.
Santidad, no si usted sepa que las FARC no han mostrado señales legítimas de arrepentimiento por los secuestros, la extorsión, el derramamiento de sangre inocente, y por sus delitos de lesa humanidad, y que se han limitado únicamente a hacer una comedia propagandística al respecto.
Santidad, no sé si usted sepa que detrás de este acuerdo, está el Socialismo del Siglo XXI aspirando al poder total en Colombia, ese que ya naufragó antes en la Unión Soviética, en la mitad de Europa oriental y aquí en América, en el Salvador, en Cuba y estruendosamente ahora en Venezuela, pues es el mismo sistema clasista, estatista, ateo e injusto, sistema fracasado que rabiosamente los líderes de las FARC, quieren imponer en Colombia, cuando ya perdió vigencia en el resto del mundo.
Santidad, no sé si usted sepa que en Colombia, a pesar de ser un país casi unánimemente católico y cristiano, los negociadores de este acuerdo no han hecho ninguna referencia a Dios, Quien en definitiva es el dueño y el Señor de la paz.
Santidad, no sé si usted sepa que aún hay alrededor de 400 personas secuestradas, en poder de las FARC y su suerte no se ha definido aún.
Santidad, no si usted sepa que la gran mayoría de colombianos está de rodillas suplicando a Dios porque impere la paz verdadera, fruto de la verdad y de la justicia.
Santidad, sus palabras como Vicario de Cristo en la tierra, ¿son esa respuesta que estamos esperando? o, ¿son fruto de sus posiciones personales, y de una información sesgada por la teología de la liberación?
Asombrados registramos, que ésta es la primera vez en la historia de un papado, que un pontífice hace declaraciones a la prensa mundial, que pretenden manipular a los votantes de una nación, para inducirlos a una votación determinada, que al no dejarle opciones diferentes, por lo mismo, elimina realmente su libertad de conciencia.
Por eso respetuosamente le digo, que como católico y colombiano, que anhela la genuina paz, que es paz en el amor, en la verdad y en la justicia, me resisto a seguir el consejo que hoy nos da, de votar por el Sí, para que continuemos la guerra por otros medios que nos llevarían en un futuro no muy lejano, a un estado dictatorial, sin verdad, sin paz y sin justicia.
Cordialmente, 
José Galat.

lunes, 10 de octubre de 2016

¿Votarán por Trump?




Michael Matt y Christopher A. Ferrara dialogan en el vídeo que encabeza esta entrada acerca de las próximas elecciones presidenciales que tendrán lugar en los Estados Unidos y la posibilidad de votar por el candidato Donald Trump. Matt recuerda el tradicional principio del doble efecto. Razón por la cual, descendiendo a lo prudencial, compara las propuestas de Trump y Clinton para luego dar su opinión, compartida por Ferrara. En paralelo, el sitio oficial de la FSSPX ha reiterado (7-9-2016) la posición que ya comentamos aquí. No podemos decir si estas muestras son representativas del sentir de los católicos tradicionales norteamericanos. 
Reproducimos a continuación el perfil biográfico de Matt y Ferrara publicado en el sitio Adelante la Fe.
Michael Matt. Director de The Remnant. Ha sido editor de The Remnant desde 1990. Desde 1994, ha sido director del diario. Graduado de Christendom College, Michael Matt ha escrito cientos de artículos sobre el estado de la Iglesia y el mundo moderno. Es el presentador de The Remnant Underground del Remnant Forum, Remnant TV. Ha sido Coordinador de Notre Dame de Chrétienté en París –la organización responsable del Pentecost Pilgrimage to Chartres, Francia, desde el año 2000. El señor Michael Matt ha guiado a los contingentes estadounidenses en el Peregrinaje a Chartres durante los últimos 24 años. Da conferencias en el Simposio de Verano del Foro Romano en Gardone Riviera, Italia. Es autor de Christian Fables, Legends of Christmas y Gods of Wasteland (Fifty Years of Rock n' Roll) y participa como orador en conferencias acerca de la Misa, la escolarización en el hogar, y el tema de la cultura, para grupos de católicos, en forma asidua. Reside en St. Paul, Minnesota, junto con su esposa, Carol Lynn y sus siete hijos.
Christopher A. Ferrara. Presidente y consejero principal de American Catholic Lawyers Inc. El señor Ferrara ha estado al frente de la defensa legal de personas pro-vida durante casi un cuarto de siglo. Colaboró con el equipo legal en defensa de víctimas famosas de la cultura de la muerte tales como Terri Schiavo, y se ha distinguido como abogado de derechos civiles católicos. El señor Ferrara ha sido un columnista principal en The Remnant desde el año 2000 y ha escrito varios libros publicados por The Remnant Press, que incluyen el bestseller The Great Façade. Junto con su mujer Wendy, vive en Richmond, Virginia.

jueves, 6 de octubre de 2016

Dios permite el mal y los hombres también




Hay personas que se escandalizan con la tolerancia. Esta consiste, según la clásica la definición, en la “permisión negativa del mal”. Vale decir que el sujeto tolerante no impide la realización de algo malo, aunque podría hacerlo.  ¿Cómo se puede justificar que no se evite el mal? Es la pregunta que algunos se hacen con mucha inquietud. Sin embargo, Dios tolera; y los hombres, también.
 1. Dios tolera el mal. ¿Cómo es posible que siendo Dios omnipotente y sumamente bueno permita que sucedan males en el universo? ¿Por qué si Dios puede impedir los males no lo hace? Esta es una dificultad grande para aceptar la verdad de la Providencia Divina. Y un pilar del agnosticismo y del ateísmo, a tal punto que Santo Tomás la considera una de las principales objeciones contra la existencia de Dios. Claro que hay una respuesta, que no podemos reproducir en esta entrada por razones de espacio. Tal vez haya que agregar un dato de experiencia a tener en cuenta en el trato con los demás: para quien sufre intensamente el mal, las explicaciones racionales muchas veces no son suficientes. Objetivamente lo son; pero la alteración que provoca el padecimiento hace difícil que el sufriente pueda trascender a su situación; de modo que hasta tanto se serene el ánimo, y la persona se deje ayudar por la gracia, puede suceder que le cueste mucho ver a un Dios amoroso detrás de la permisión del mal.
¿Por qué Dios tolera el mal? Responde el Aquinate: “para que no sean impedidos mayores bienes o para evitar males peores” (S. Th. II-II, q. 10, a. 11).
 2. La Iglesia tolera el mal. Hay muchos males morales que se toleran dentro de la Iglesia por parte de las autoridades eclesiásticas, que sin embargo tienen el poder de impedirlos. Existe una tradicional distinción entre pecado y delito. A lo largo de toda su historia la Iglesia ha practicado la tolerancia con muchos de sus hijos bautizados, absteniéndose de emplear sanciones contra ellos y confiándolos a la justicia divina.
La autoridad eclesiástica no debe impedir toda falta siempre y en cualquier circunstancia. Esto lo saben los párrocos, que en algunos casos no pueden impedir sacrilegios, porque la ley les prohíbe denegar un sacramento. Y por supuesto también los obispos y los papas. En el ámbito canónico la tolerancia tiene una importante esfera de aplicación.
3. Los padres toleran el mal. Ciertamente hay padres permisivos. Pero también los buenos padres se ven muchas veces en la necesidad de tolerar malos comportamientos de sus hijos. Si quisieran impedir todo mal acabarían en una asfixia sobreprotectora. Lo mismo sucede en otras sociedades como una escuela, un club, una asociación civil o una sociedad comercial. No se puede impedir todo lo malo porque puede resultar contraproducente.
4. Los estados toleran el mal. Dice Santo Tomás (S. Th. II-II, q. 10, a. 11) que el “gobierno humano proviene del divino y debe imitarle”. Si Dios tolera, los gobiernos también toleran. En efecto, aclara el santo casi inmediatamente que “en el gobierno humano, quienes gobiernan toleran también razonablemente algunos males para no impedir otros bienes, o incluso para evitar peores males”.
¿Qué males sociales se pueden tolerar en una comunidad política? El principio general es: los que exija el bien común. Ni más, ni menos. La decisión, en cada caso, es de tipo prudencial. En efecto, la ley humana no manda todos los actos de cada una de las virtudes sin los que son referibles al bien común (S. Th. I-II, q.96, a.3); pretende inducir a la virtud no de manera repentina sino gradual por eso no impone a los imperfectos las obligaciones que sólo podrían cumplir los perfectos, y tampoco prohíbe todos los vicios sino los más graves y nocivos para la comunidad (S. Th. I-II, q.96, a.2; ad.2).
El mismo Santo Tomás (en un contexto de cristiandad) pone algunos ejemplos de conductas tolerables: a) los ritos de los infieles; b) los ritos de los judíos (equiparados a la idolatría); c) la prostitución. El argumento es siempre el mismo: por razón de algún bien mejor o por evitar algún mal más grave.
Los escolásticos posteriores aplicarán los principios del Angélico a otros supuestos. Así Suárez, menciona el caso de algunas injusticias en los contratos. Vitoria y Soto se refieren a conductas aberrantes de los aborígenes americanos. Los reyes cristianos de España toleran desórdenes importantes en América. Con el correr de los siglos la doctrina de la tolerancia tendrá una elaboración más sistemática y será asumida expresamente por el magisterio eclesiástico de los siglos XIX y XX.
La tolerancia se articula con el principio de doble efecto de modo que para tolerar se requiere causa proporcionada a la gravedad de la conducta permitida. Siempre habrá de conciliarse con otros elementos para que no sea cooperación ilícita al mal y no implique falta de los deberes del propio oficio del gobernante. La prudencia indicará cuál de las diversas opciones prácticas disponibles será la mejor en concreto. Y con esta determinación prudencial del grado de tolerancia surgirá el bien común posible en cada sociedad, pues las leyes para ser justas deben ser posibles de cumplir, física y moralmente, para el común de los súbditos, como lo recuerda Santo Tomás con remisión a San Isidoro de Sevilla (S. Th. I-II, q.95, a.3).


martes, 4 de octubre de 2016

Asís ficción

En nuestra modesta opinión, lo mejor sería que encuentros como el de Asís dejaran de realizarse. Pero si esto no se hiciera, al menos cabría pensar en una mejora. Imaginando esta posibilidad, algún Pontífice -difícilmente el actual- podría emitir un Motu proprio del siguiente tenor:
1.- La finalidad principal de estos encuentros es tratar acerca de la colaboración que puede prestar la Iglesia católica y otras confesiones religiosas a la paz mundial y al bien común internacional.
2.- Reafirmo con el Magisterio de la Iglesia, fiel a la revelación divina, que Jesucristo es el único mediador y el redentor universal, que fundó una única Iglesia de Cristo, que es la Iglesia católica, gobernada por el Sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él, fuera de la cual no hay salvación.
3.- En todo encuentro inter-religioso en el cual intervengan miembros de la Iglesia católica deberá hacerse explícita mención de las dos puntos precedentes. Si algún obispo, o clérigo, las omitiere será penado con suspensión latae sententiae.
4.- Ordeno que en el día x-y-2020 en toda la Iglesia se celebre la Missa Votiva pro Pace. Terminada la Misa se rezará la siguiente oración:
Oh Dios por quien son santos los deseos, rectos los consejos y justas las obras, da a tus siervos aquella paz que no puede dar el mundo para que entregados nuestros corazones al cumplimento de tus mandatos y desapareciendo el temor del enemigo aparezcan tranquilos los días para tu protección Por nuestro Señor Jesucristo.
5.- Para evitar el peligro sincretismo y de abuso de lugares sagrados, los encuentros con los representantes de otras confesiones no se realizarán en lugares sagrados destinados al culto católico.