sábado, 13 de julio de 2013

La reforma de la reforma de la reforma


No me propongo analizar exhaustivamente la reciente decisión de restringir el uso del “Modo extraordinario del Rito Romano” para los franciscanos de la Inmaculada ni entrar en los entresijos eclesiásticos que han dado origen a tal medida. Pretendo señalar someramente las posibles líneas de fuerza a través de las cuales se puede abordar el presumible inicio de la revisión de medidas adoptadas en el pontificado anterior, desde el que plantear el debate.
1) El fracaso del pontificado de Benedicto XVI. La primera posibilidad que se nos presenta, y es la que algunos medios están abordando, es la de contraponer la medida de la que hablamos con el MP “Summorum Pontificum” del Papa emérito. Quizás no es tan simple. Y no lo es porque la eficacia de una reforma, sea del signo que sea de verifica en dos puntos: su capacidad de sedimentarse en la Iglesia en el tiempo y su independencia operativa de la iniciativa de la autoridad que la ha propiciado. Lo más probable es que tal “reforma de la reforma” no haya existido más que como desideratum de algunas personas de más o menos buena voluntad que creían de manera indistinta en esa influencia centrípeta de la persona del Romano Pontífice y de sus decisiones en el resto de la Iglesia, como sucedía en pontificados anteriores. Más allá de esto, la “reforma de la reforma” comenzó por un motu proprio que convertía la Misa tradicional en un “derecho de los fieles”, sustrayéndolo al “munus santificandi” eclesial que establece la liturgia como una obligación episcopal en virtud de su propio ministerio. Desde el primer momento, no se hizo uso de la capacidad del Papa para establecer que sean los obispos los primeros que han de asegurar dicho rito. Se “liberó” la Misa para los sacerdotes que así lo deseasen y marcaba los acentos en los “derechos de los fieles”. Otra instrucción aminoraba el papel de los sacerdotes y convertía la “liturgia extraordinaria” en un arbitrio de grupos de seglares. Tras la inserción de la Comisión Ecclesia Dei en la Doctrina de la Fe, su influencia real sobre los grupos que solicitaban la Misa tradicional quedó completamente diluida. Que el obispo tenga una capacidad de decisión sobre lo que en su diócesis sucede en materia litúrgica no sólo es obvio desde el punto de vista teológico, sino que es imposible lo contrario desde el punto de vista pragmático. ¿Cómo desarrollar una reforma en contra de la mayor parte de los obispos? Es una reforma sin fundamento. No es posible reforma alguna, por mucho que sea animada desde la Santa Sede, sin la fuerza necesaria en el conjunto de la Iglesia para desarrollarla. En la “liberación” de la Misa tradicional todo eso –consciente o inconscientemente- se omitió, acompañado de un retraimiento de Benedicto XVI debido a problemas que comenzaban a suscitar en la curia las reacciones ocasionadas por el levantamiento de las excomuniones de los obispos lefebvrianos así como las reacciones de Williamson. La salida de monseñor Ranjith, y el espectáculo de la jubilación impuesta sin luz ni taquígrafos al cardenal Castrillón, así como el ascenso de Bertone serían los epifenómenos más claros de esta situación.
2) ¿Y la dignificación del modo ordinario? Cruces, candelabros, casullas, encajes, mitras, capas pluviales. Algo que no ha provocado en absoluto una aparición de una conciencia de necesidad de abordar legislativamente el caos eclesial en materia litúrgica, y que, conscientemente creo yo, se presentó como una posible recomendación en todo caso, pero que finalmente aparecía como un arbitrio subjetivo del Romano Pontífice, teniendo una influencia nula o casi nula en el resto de la Iglesia. O a lo sumo, en los que gustan de fijarse en tales detalles atentos a las celebraciones pontificas televisadas. Un ejemplo que sólo se podía ver en las celebraciones papales, o a lo sumo en la catedral de cada diócesis. Y desde ahí su “ejemplo” no provocaba problemas en quienes atribuían tales comportamientos a precisiones del propio pontífice en “sus” misas, pero que no tenían relevancia normativa alguna ni siquiera para la interpretación de la institutio generalis missalis romani. De ahí que hasta extrañe que su “reforma de la reforma” (presunta) se acabase el día de su renuncia.
3) La propia actitud del Papa Francisco. A la renuncia de Benedicto XVI, nos encontramos con un colegio cardenalicio mucho más escorado a la izquierda que el que había dejado Benedicto XVI, con incomprensibles nombramientos en congregaciones romanas, hechos por un Papa que ya hacía tiempo había renunciado a cualquier veleidad restauracionista, si es que ésta comenzó alguna vez. La elección de Francisco es la prueba más palmaria de esto. Pero en lo que nos debemos fijar con más atención es que Francisco no es más que el reflejo de la propia Iglesia. Más concretamente; lo que hace Francisco es exactamente lo mismo que se viene haciendo ininterrumpidamente en el 95 % de las diócesis del mundo. Él si que tiene fuerza moral y apoyo en el episcopado y en el clero para sus presuntas reformas y “cambios de dirección”. Es el momento en el que la “Iglesia real” se encarna en su cabeza visible; hasta el momento, la Santa Sede empleaba la dialéctica del documento analgésico para “conservadores” de distinto pelaje, mientras que la permisión de las actitudes eclesiásticas concretas en todos los órdenes y en la dirección en la que ahora nos encontramos se venía permitiendo. Una manera de tener a ciertos “sectores” tranquilos, cuya tranquilidad estaba asegurada por su desconexión de la realidad de la Iglesia. Éste es el momento en el que ya no hace falta. Pero esto no es cosa de ahora, es un proceso unidireccional con mucho recorrido hecho. Los neoconservadores han servido de “catarsis” para quienes, aunque veían muchas situaciones extrañas, precisaban de alguien que les explicase que la “estrategia general” estaba salvaguardada por la persona del Papa. De ahí la necesidad de esa doble dialéctica de la que hablaba.
4) Los medios “conservadores”. El punto al que hemos llegado es que la única posición homologable como “eclesial” y “ortodoxa” es la “defensa de la persona del Papa”. Esa defensa, cuya historia reciente es muy rica en situaciones, se basa en la idea de que por desastroso que pueda parecer todo lo que sucede en la vida de la Iglesia, el Papa sabe corregir todas las situaciones, aunque no veamos que lo haga. Es el “acto de fe” sobre otro “acto de fe”.  El signo de que tal actuación es correcta es que el Papa sea atacado por “progresistas”. Eso es, al final, lo que legitima todos los actos de un Pontífice. Como se suele decir, pensar es “pensar contra alguien”, y aquí también se cumple el adagio. De algún modo, es el modo de contrapesar una actuación pontifica que pueda desconcertar a un importante sector de católicos. Pablo VI desmantelaba la liturgia tradicional, los seminarios, y la educación católica, pero era atacado por los progresistas por la “Humanae Vitae” y la “Mysterum fidei”. Ese hecho determinaba que el Papa estaba en el buen camino. Se pueden poner muchos más ejemplos con Juan Pablo II. Pero este no es el plano del debate. El debate es más bien demográfico. La linea marcada desde la finalización del Concilio Vaticano II tenía una importante resistencia en la demografía. A fin de cuentas la mayor parte de clérigos y fieles se encontraban “paradigmáticamente” en otra cosa muy distinta a la que el Concilio planteaba. En ese sentido, la comparación con una bomba de tiempo es pertinente. Al llegar a los cincuenta años del Concilio, la última generación que conoció en su infancia el pre-concilio se encuentra más allá de los setenta años. Así, esa resistencia es ya nula, y es ahora cuando estamos en disposición de ver los “frutos reales” del Concilio. En este sentido, Francisco es un producto de la “estructura” y del “proceso”. Un proceso o un “nuevo paradigma” que desplaza al anterior, y en el que se encuentra plenitud de sentido a que no se entienda que en una congregación prime el “Usus antiquor” sobre el “novus ordo”. Si la remisión del problema sigue siendo la Santa Sede o la letra del documento correspondiente es que aún no se ha entendido el proceso de cambio paradigmático en el que estamos, y que no admite reducciones “inter-paradigmáticas”.
Por eso los “medios conservadores” se instalan en una situación paradójica. Por una parte, se van a tener que ir viendo en la necesidad de justificar lo indefendible a través de una gratificante negación de la realidad. Pero al mismo tiempo van a considerar que cuanto más delirante sea la negación de la realidad que realicen, más valoración van a encontrar en la autoridad eclesiástica correspondiente, demostrando que su adhesión es neutral, abstracta, a-teológica, a-doctrinal, visceral, inalterable. Pero al mismo tiempo, cuantos menos “conservadores” hay que tranquilizar de líneas de actuación que provocan perplejidad, más irán deviniendo en una suerte de delirante neo-progresismo, cuya evolución habrá que seguir.
¿Y los demás? Convertidos en analistas más o menos diletantes de una situación cada vez más solidificada y opaca.


El cura loco español.

27 comentarios:

Jack Tollers dijo...

¡Impecable!

J.T.

Ludovicus dijo...

Realmente excelente.
Esto hay que entenderlo en función dinámica de revolución, es decir, de sustitución de un paradigma por otro. Donde el conservadurismo cumple una misión valiosísima como ente amortiguador y transicional de las reacciones.

Miles Dei dijo...

Un artículo para suscribir de pe a pa. El punto 3 difícilmente se ve por tanto idealista.

Yo me atrevería a dilucidar un escenario no previsto en un grupo pseudoconservador como es el CNC. Un catalizador del cambio que se avecina.

Anónimo dijo...

¿Y alguna idea de cómo se sale de toda esta locura?

Saludos

Joven Perplejo

bombón asesino dijo...

Claro, por eso mismo es que ayer nomás traía a lo de Wanderer esta cita:

"La historidicidad es uno de los factores necesarios para la comprensión de los fenómenos culturales. El hombre es un ser histórico y su intelecto también: todo hombre, por excelso y universal que sea, vive en su época; y su época es la placenta" (Castellani, La Iglesia Patrística y la Parusía).

Y alguien pregunta cómo se sale... Bueno, la sociedad en tanto que tal no sale, la placenta es la plancenta. Salen los individuos que recobren la individualidad. Un goteo de a uno. Y saldrá algún cura, o 5 o 10. No la Iglesia. Eso no se puede. No sucede de ese modo. Restaurar la Iglesia, cambiarle el paradigma solo porque el actual es malo, no se puede, ni sucederá.

Miles Dei dijo...

De aquí no se sale. Nos saca la gracia, ya sea uno a uno o en forma de juicio final.

Genjo dijo...

Parece que todo lo hace cuadrar, señor cura loco.

Anónimo dijo...

¿Y por qué la gracia no va a poder sacarnos de ésta de nanera colectiva e histórica, como sacó de otras a la Iglesia, enviándole buenos pastores y santos providenciales? Hay unas promesas de indefectibilidad.

Anónimo dijo...

Es que a los frailes les falta tomar clases de bachata jejeje

Magnífico artículo.

bombón asesino dijo...

Sí, la gracia individualmente sí, y en forma de Juicio Final también.
Me refería a la imposibilidad de solucionar este entuerto mayor y naturalmente con más una ayuda de Dios del tipo de las que nos tiene acostumbrados.
No olvidemos que la gracia supone la naturaleza, lo que es lo mismo que decir que no salen a diario milagros de la galera, sino que Dios actúa las más de las veces en terreno propicio.
Eso es lo que no sucederá, salvo, claro está, con un milagro. Pero el milagro supone una actividad distinta a la de la natura de las cosas y repasando la historia, son de lo más infrecuentes.

Anónimo dijo...

Un escenario no previsto en los neocatecumenales? La aprobacion de su misa sacrilega se refiere o que es?

Anónimo dijo...

Anónimo de las 21:27 conjúguelas con el "cuando Yo vuelva, creeréis que hallaré fe sobre la tierra"?

Y otra cosa, la promesa es a la Iglesia fiel, no a los ladrillos del vaticano ni a la persona que ocupa el trono (bah, éste lo hizo sacar al trono), pero bueno.

Y la Iglesia fiel son los santos y los que acá abajo se debaten por mantenerse fieles.

Florentino

Favila dijo...

Los neoconservadores ya no tienen la excusa del ataque de los progresistas al Papa. Por lo que he podido leer, los progresistas están encantados con la actuación del Papa Francisco. ¿De qué manera legitimarán los cambios ahora?

Anónimo dijo...

No se preocupe Favilla que en eso de encontrar como legitimar lo que a ellos se les antoja son expertos.

Gerbo dijo...

PUES YO QUISIERA QUE EL AUTOR EXPLICASE UN POCO MEJOR ESTO:

Un proceso o un “nuevo paradigma” que desplaza al anterior, y en el que se encuentra plenitud de sentido a que no se entienda que en una congregación prime el “Usus antiquor” sobre el “novus ordo”. Si la remisión del problema sigue siendo la Santa Sede o la letra del documento correspondiente es que aún no se ha entendido el proceso de cambio paradigmático en el que estamos, y que no admite reducciones “inter-paradigmáticas”

MUCHAS GRACIAS.

Anónimo dijo...

Si los progres están encantados con el bergoglio ¿será por que bergoglio está en línea con ellos?

Anónimo dijo...

Anónimo dijo...

Si los progres están encantados con el bergoglio ¿será por que bergoglio está en línea con ellos?

2 de agosto de 2013 11:20
PEDRO HISPANO: ¡Pues claro que sí! Lo que no sé es hasta dónde durará el idilio o hasta dónde llegará Bergoglio. Me refiero al sacerdocio de la mujer, el celibato, etc...y otras reivindicaciones progres.
Y termino con una pregunta aunque me temo la respuesta. Y es: ¿Resistirán los franciscanos -o al menos parte de ellos- a este atropello?

Miles Dei dijo...

Del Camino uno puede esperar todo, pero hoy tenemos otra más de lo nunca visto en un movimiento primaveral: los muertos se aparecen por todos lados para animar a la gente a hacerse del Camino.

http://cruxsancta.blogspot.com.es/2013/08/hasta-los-muertos-apoyan-al-camino.html#comment-form

Esos son los factores imprevistos que pueden desiquilibrar un escenario con este tipo de gente a los que nadie es capaz de parar.

Ludovicus dijo...

El jueguito semiótico de la ambiguüedad magisterial está servido, y el neocon forma parte integral de esa dialéctica. El Papa dice "la fe es revolucionaria". El progre y los media lo interpretan en el sentido usual, y esto es lo que sedimenta como magisterio paralelo. El neocon viene y explica que es revolucionario en un sentido no moderno, etcetera, y tranquiliza al alarmado y legitima el cambio semiotico. Y asi avanza el magisterio paralelo en todo, incluso bajo el pontificado anterior, recordar el caso del preservativo y del,prostituto o el pedido de perdon de JP II en el principio del milenio.

Anónimo dijo...

PEDRO HISPANO: Una vez que el colegio cardenalicio ha llegado a tal grado de corrupción en la Fe que eligen a este candidato no hay humanamente más medio para salir de esta locura que el del goteo, que propone BOMBÓN. En esta linea creo que contribuiría a salvar a mucha gente el ofrecer más sugerencias prácticas concretas, además de la que BOMBÓN presenta. Hay que salvar lo salvable y, aun en medio de este horror, puede haber mucho salvable.
Y que Dios haga el Milagro. ¿Por qué no? Sólo hace falta que lo pidamos, que recordemos aquello de que "no hizo allí muchos milagros porque les faltaba Fe" Tenemos que crecer en Fe -y en razón que no está menos atacada- para merecer que Dios haga el Milagro y salve a Su Iglesia.

Anónimo dijo...

PEDRO HISPANO: Quizá la más clara expresión del "caos eclesial que vive la Iglesia en materia litúrgica" se encuentre en el hecho de que la misma jerarquía que, con Francisco a la cabeza, reprime la Misa Tradicional no defiende en absoluto la nueva que cada uno celebra como le da la gana. ¿Qué quiere, pues, esta jerarquía? No la Tradicional porque la reprimen y tampoco la nueva porque no la defienden. Entonces, ¿qué quieren? Agradecería una respuesta -si es que la hay- ya sea de nuestro querido "cura loco español" o de algún otro comentarista. Yo no entiendo nada al respecto.

Anónimo dijo...

Brevemente; la noción de "paradigma" la utilizo en el sentido expuesto por Thomas Kuhn en "La estructura de las revoluciones científicas". Es una noción, si se quiere bastante técnica, y aquí no quiero descender a pormenores que llevarían tiempo. Simplemente indicar que la utilizo porque me parece equiparable a lo que podría suceder en cualquier "proceso social". Más concretamente, según el sentido kuhniano, un paradigma sería "el conjunto de supuestos compartidos por una comunidad científica". Lo interesante es que es una noción que trasciende la adecuación o no de tales supuestos: se acepta sin más que son los que permiten el progreso. Y lo interesante es que los paradigmas, si bien se suceden históricamente, el paradigma del momento presente si no se cambia no es porque funcione muy bien; al contrario, un paradigma puede presentar muchas "anomalías empíricas", lo que sucede es que se aceptan como necesarias cuando o bien se confía que el paradigma las irá aclarando "con el tiempo", o bien tal cambio de paradigma supondría excesivos cambios en la "ciencia normal". Esta idea me parece importante para el momento eclesiástico presente. No es tanto que funcione muy bien el "paradigma clerical", sino que replantearlo supondría "levantar" demasiadas cosas sobre las que no estamos dispuestos a hacer criba.
Por otro lado, decía que los paradigma no son reductibles. Por eso, la aplicación de la formulación de un paradigma -la liturgia, por poner un caso- aplicada dentro de otro paradigma, produce perplejidad. Dicho de otro modo, los elementos de un paradigma no son traducibles sin más a otro, pues el paradigma depende de formulaciones generales, formales, abstractas que estratégicamente "dirigen" el paradigma. Es dentro de las formulaciones más generales y "estratégicas" del paradigma donde sus aplicaciones concretas tienen sentido, y sobre todo, las explicaciones dadas a las anomalías empíricas.

El cura loco español

Anónimo dijo...

sinceramente, la reforma de la reforma ha sido una jugada maestra, una venta de humo, para dividir una posicion "tradicionalista" que, una vez dividida, es facul destruir.

yo no creo en la ruptura. bxvi ha jugado un papel crucial en esta jugada, fracturando el papado y haciendo "otra iglesia posible".

y no estamos nada mas que constatando los peores augurios de r. amerio, mons. lefebvre...

santi

Hermenegildo dijo...

"Al llegar a los cincuenta años del Concilio, la última generación que conoció en su infancia el pre-concilio se encuentra más allá de los setenta años"

Al menos entre los clérigos, los jóvenes son más tradicionales que los que conocieron el pre-concilio en su infancia. Y entre los seglares, también.

Anónimo dijo...

PEDRO HISPANO: A pesar de la tardanza me atrevo a dudar de la real identificación entre Bergoglio y lo que queda de Iglesia actualmente. ¿No son muchos -cuántos no lo sé, desde luego- los que soportan a Bergoglio pero no se sienten identificados con su mediocridad y sus planteamientos?
¿no bastaría que alguien asumiera la representación de todos ellos para corregir el rumbo errático de la Iglesia?
Claro que el cura loco me responderá que ¿quién sería ese "alguien?
¿Vislumbra el cura loco alguna posibilidad al respecto?

Anónimo dijo...

No me he enterado de nada. No sé ni siquiera si estás de acuerdo o no. Ja, ja, ja...

Se más claro maestro!

Anónimo dijo...

Pues no, Hermenegildo, no todos, yo conocí el preconcilio, padecí el postconcilio y tengo 66 años.

Me da igual todo.

¡Ven, Señor Jesús! No veo otro remedio.