sábado, 10 de mayo de 2014

Dante es nuestro

El papa Paulo VI dedicó a Dante Alighieri el motu proprio Altissimi cantus (7-XII-1965) con ocasión del VII Centenario del nacimiento del florentino. No sabemos si el autor material del texto fue el propio Montini o si recurrió a un "escritor fantasma". El documento papal retoma y profundiza ideas ya expresadas por Benedicto XV. Es una confirmación más de la catolicidad de l´altissimo poeta que nos impulsa a continuar predicando contra la "papolatría". 
Publicamos hoy unos fragmentos de este documento del papa Montini que pueden ser de interés. Los subtítulos en negrita han sido agregados por los traductores pero son fieles al pensamiento del Pontífice. El resaltado en azul de algunos fragmentos nos pertenece.
Dedicamos especialmente esta entrada S.E.R. Mons. Eduardo María Taussig, obispo de San Rafael (Argentina). Esperamos que las palabras de Pablo VI le ayuden a no sentirse tentado de aplicar entredicho post mortem a nuestro Dante...


“…queremos también Nos Tributar un homenaje al ilustrísimo Poeta, y esto no sólo para rendirle honor en estas fugaces circunstancias de la conmemoración, que queda inserto en el curso del tiempo y que pronto con el tiempo se sepulta, sino, en cierto sentido, para perpetuarlo para siempre, no cual monumento mudo y frío erigido de piedra o bronce sino más bien cual fuente surgente que desborda sus aguas perennes tanto en alabanza suya como en provecho de la juventud de egregias esperanzas.
7. El Papa lo hace porque considera a Dante como hombre de la iglesia Católica. Si alguien preguntase por qué la Iglesia Católica, por voluntad e intermedio de su Cabeza visible, se empeña en honrar así la memoria y celebrar la gloria del Poeta florentino, será fácil y pronta la respuesta: Porque DANTE ALIGHIERI, por derecho propio, es nuestro; nuestro, es decir, de la Religión Católica, por cuanto todo su amor se vuelca en Cristo; nuestro porque amó mucho a la Iglesia cuyas glorias cantó; nuestro, porque reconoció y reverenció en el Romano Pontífice al Vicario de Cristo en la tierra.
8. Su oficio de juez lo hizo criticar, como a su amada Florencia, también a algunos Papas sin merma de su fe y de su amor. Ni nos pesa recordar que su voz se alzó, y sonó áspera, contra algunos Romanos Pontífices, y que reprendió acerbamente Institutos y hombres de la Iglesia que hacían de ministros y delegados de ella. Dios no permita que en este asunto pasemos en silencio la inclinación de su espíritu y el aspecto de su obra, ya que sabemos bien cuál y cuánta fue la amargura de su alma. Fue tal que no perdonó aun los azotes más duros a Florencia, su amadísima ciudad patria. Sin duda debemos tratar su arte y su pasión política con benignidad e indulgencia porque la misión de juez y censor, que para sí reclamaba, se lo merece, particularmente al emprendérselas contra vicios lamentables. Por lo demás, es muy sabido y probado que sus actitudes de espíritu fiero jamás sacudieron la firmeza de su fe católica y su celoso amor de afectuoso hijo de la Santa Madre Iglesia.
9. Es deber de los católicos reconocer y estudiar este aspecto de Dante. Dante es nuestro, podemos repetir con todo derecho, con lo que de ninguna manera queremos gloriarnos de él, como de singular trofeo, por ambición y exagerado amor propio sino más bien para advertirnos a nosotros mismos que tenemos el deber de reconocerlo como tal y de investigar en sus obras los inestimables tesoros del pensamiento y del sentimiento cristianos ya que estamos convencidos de que sólo los que escudriñen las estancias secretas del espíritu religioso de nuestro más grande poeta podrán comprender a fondo y saborear con igual gusto los admirables tesoros espirituales ocultos en su poesía.
(…)
16. Dante lo valora todo ante Dios, bajo el aspecto de la eternidad. En efecto, los argumentos del poema se presentan como ciertas enseñanzas y exhortaciones de ascensión a Dios. La naturaleza y el orden sobrenatural, la verdad y los errores, el pecado y la gracia, el bien y el mal, las obras humanas y los efectos que brotan de sus obras se contemplan, valoran y ponderan ante Dios y se desenvuelven en perspectiva a la eternidad. Esta ascensión, que anhela cosas siempre más secretas y sublimes convierte el poema en una epopeya de la vida interior, en epopeya de la gracia celestial, una epopeya de práctica y experiencia mística, de multiforme virtud, se vuelve teología de la mente y teología del corazón.
17. Todo el argumento tiende gradualmente hacia la cumbre de la visión beatífica. Todo, la vorágine de los vicios sancionados con penas; los reinos serenos donde las almas se purgan de toda mancha; las arduas cumbres a que llevan los múltiples caminos que conducen a la perfección; y los hombres que se destacan como insignes modelos de santidad —como se ve en los panegíricos entretejidos en honor de SAN FRANCISCO. SANTO DOMINGO, SAN PEDRO DAMIANO, SAN BENITO DE NURSIA, SAN ROMUALDO y SAN BERNARDO— se eleva hacia una cumbre, la cumbre que se desprende del significado salvífico de los cien cantos. Los cien cantos son las gradas de la escala que en sueños contempló JACOB, las que conducen de los bajos terrenales a la luz de la Santísima Trinidad…
(…)
21. Lleva a la enmienda de los males sociales y a la afirmación de todos los dones divinos. Por consiguiente, el poema procura que se corrija saludablemente toda la cuestión social, afirmando la libertad que salva de la esclavitud del mal e impulsa a encontrar y a amar a Dios mediante el uso ecuánime de sus dones sea en la historia, sea en cualquier aspecto de la vida, como DANTE estima y comprende el humanismo (humanae res), cuyas notas principales deben, a Nuestro parecer, explicarse debidamente. 
22. No despreció el mundo sino que el humanismo de Dante apreció positivamente los valores humanos hasta llegar al amor divino. Este aprecio trae en el más excelso poeta su origen de la norma doctrinal de SANTO TOMÁS DE AQUINO y se distingue por la impronta de los que tratan de volcarlo todo hacia el bien. Esto nace del principio probado que la gracia no destruye la naturaleza sino que la sana y la perfecciona, y que la persona es el nombre de la dignidad, lo que está bien opuesto a algunos preceptos ascéticos o místicos, según los cuales parece que todos debían aspirar al desprecio del mundo como la única forma de vida perfecta. DANTE ALIGHIERI no sólo aprueba todos los bienes que están a disposición del hombre, los intelectuales, los morales, los afectivos, los culturales y los civiles, sino que los exalta también. Pero importa muchísimo advertir que aprecia y tributa honor a estos bienes al sumergirse en los dones divinos cuando por la contemplación de las cosas celestes podría haber declarado vanos y vacuos los elementos terrenales. Así se define más plenamente su humanismo y se perfecciona en el abismo del divino amor. También en la rutilante inmensidad del cielo, él se siente obligado a la solícita anunciación de la verdad y de la bondad y la realiza más allá aun del más remoto confín de nuestra infeliz tierra “área chica que nos vuelve tan feroces”.
23. La cultura greco-romana es según él en oposición a los renacentistas, una preparación al Cristianismo. Cuanto a la antigüedad greco-romana, DANTE es de opinión, que ella preparó la senda providencial del cristianismo y le proporciona a menudo alegorías en forma muy distinta de como lo hacía el llamado Renacimiento o, por lo menos, de como lo practicaban muchos hombres de aquella época la que apreciaba los valores humanos abstrayendo de la relación que tienen con Dios, y así acomodaba la cultura a las doctrinas paganas y lo contagiaba lodo con la morbosidad pelagiana.
(…)
Antonio 
Caponnetto. 
24. Iglesia e Imperio son dos poderes distintos, independientes en su esfera, pero ambos deben ayudarse. Permítasenos tocar brevemente y de paso sus enseñanzas políticas. Dos poderes, la Iglesia y el Imperio están destinados por Dios a dirigir a los hombres a obtener la felicidad, la primera a la celestial, el segundo a la  terrenal. Como estas felicidades, aunque la segunda subordinada a la primera, son distintas entre sí, en su circuito y ámbito, no se someten recíprocamente y son ambas libres, de modo que se evita la confusión de las cosas religiosas y profanas. Sin embargo, ambos deben prestarse mutua ayuda, por lo que en cosas de fe y moral el Emperador debe prestar pronta obediencia al Sumo Pontífice y ambos a dos deben servir al bien de la República cristiana.
25. La Iglesia, libre de los cuidados temporales, pero no "separada" del Estado se dedica a su misión. La Iglesia libre y desembarazada del fardo inútil del fausto y exenta de cuidados temporales se consagra entera con toda energía a sembrar la verdad y a hacer madurar sus frutos: "Aquí no pensáis en cuánta sangre cuesta sembrarla (la Sagrada Escritura) en el mundo y cuánto agrada el que humildemente se conforme a ella". Esto, ciertamente, está muy lejos de la enseñanza que introdujo MARSILIO DE PADUA y que en nuestra edad se incrementó en el sentido de que el Estado debe separarse radicalmente de la Iglesia.

4 comentarios:

Ludovicus dijo...

Y esto era el magisterio de la Iglesia hace sesenta años...
Quantum mutatis ab illo...

Anónimo dijo...

No será mucho comparar a caponetto con Dante

Anónimo dijo...

Depende. Si se les compara personalmente, desconozco el grado de santidad de cada uno de ellos, pero me gustaría que estuvieran a la par. El resto es vanidad.

Redacción dijo...

Anónimo 8:57:

No pensamos que Caponnetto como pensador y literato sea comparable a Dante. Sí creemos que, a semejanza del Alighieri, la voz de Caponnetto “se alzó, y sonó áspera, contra algunos Romanos Pontífices, y que reprendió acerbamente Institutos y hombres de la Iglesia” y que “debemos tratar su arte y su pasión política con benignidad e indulgencia” pues “sus actitudes de espíritu fiero jamás sacudieron la firmeza de su fe católica y su celoso amor de afectuoso hijo de la Santa Madre Iglesia”.