viernes, 6 de febrero de 2015

Algo más sobre el procreacionismo extremo


Hace poco decía un amigo que a veces Bergoglio «…toca temas con melodías afines a las nuestras, pero las despedaza como un mal pianista». Es posible que esto haya sucedido –en el mejor de los casos- con los dichos de Francisco sobre los «conejos». Vale decir que haya aludido –de modo brutal, desconsiderado y grosero- a la necesaria regulación prudencial del uso del matrimonio (v. aquí).
Ofrecemos ahora la transcripción de unas páginas del dominico Henry sobre esta delicada materia. Sólo nos resta insistir en que la verdad no se encuentra en la «sexofobia jansenista», ni en el «procreacionismo extremo», ni en una «casuística numérica». Como dice el autor, una sana «pastoral» no  debería tratar estos temas con abstracción de la «vida cristiana total y sin tener en cuenta el grado de su desarrollo». 
 «…Es, pues, necesario evitar dos errores posibles acerca del acto procreador
En primer lugar, el pesimismo dualista. Bendiciendo el matrimonio, la Iglesia indica que no siente ningún desprecio por él. La carne, la mujer, el matrimonio, no proceden de un principio malo como pretendían los maniqueos o como tiende a hacerlo creer una cierta mentalidad jansenista que ha dejado en algunas oraciones una huella a veces tan perniciosa. Todo lo que Dios ha hecho es bueno. Lo único malo es el pecado. La carne es buena; la sensibilidad es buena; la sensualidad, en el sentido en que es una cualidad de la naturaleza que debe serle siempre atribuida, es buena. Despreciando estos bienes, ocurre que el moralista presuntuoso o el asceta demasiado austero, llegan paradójicamente a una vergonzosa sensualidad. «El que quiere nacerse un ángel se hace una bestia». No hay que despreciar estos bienes, sino que hay que dominar la anarquía de las concupiscencias que suscitan. Porque también es verdad que el espíritu está pronto, pero la carne es flaca. El otro error sería el de un optimismo imprudente. El hombre no puede conceder a la naturaleza todo lo que pide, so pretexto de que siempre es «la naturaleza». Hay una jerarquía en las potencias naturales que el hombre posee. La razón debe establecer el orden y dominar. Su gobierno será fructuoso y verdaderamente «humano» si llega a imperar, no ya tiránicamente —pues la sensibilidad o la sensualidad se encabritarían y el hombre podría conocer un día espantosas sublevaciones o terribles represiones—, sino con una especie de respeto hacia lo que es gobernado. Tanto la sensibilidad como la sensualidad tienen sus fines, sus leyes, sus maneras de desear; a la razón corresponde no ignorarlas, sino conocerlas perfectamente para usar bien de ellas.
El matrimonio es normalmente una fuente de equilibrio, por el hecho de procurar al hombre, animal racional, legítimos placeres y alegrías sanas. Pero es necesario que el hombre sepa recibir sin estrechez y sin debilidad los goces que se le ofrecen, y que afronte racionalmente las dificultades que no dejará de encontrar. Ni para el hombre ni para la mujer hay equilibrio automático en ningún estado de vida. El equilibrio es siempre producto de un esfuerzo por imponer a todas las actividades la regla de la razón. Aquellos cuyo temperamento está mal dispuesto, aquellos cuya existencia es un cúmulo de «desventuras» y de condiciones desfavorables, no recobrarán la salud de su vida afectiva y espiritual, de su vida sensible y sensual, imaginativa y artística, si no buscan ante todo lo que es recto según la sana razón que Dios ha dado al hombre y no se proponen ponerlo por obra. Los «análisis» de los psiquiatras, aunque pueden representar una ayuda, nunca pasan de ser secundarios en comparación con este esfuerzo fundamental; y así también, sólo él procura al hombre el gozo digno del hombre. 
Fácil es aplicar esta doctrina general al acto procreador. El deleite que a este acto une la naturaleza intencionadamente, no debe ser ni despreciado ni buscado exclusivamente por sí mismo; la persona de otro nunca puede ser un «objeto» de placer, y el sibarita que cambia de compañía para renovar el efecto de su placer, se condena a no conocer jamás el verdadero gozo. El deleite debe ser recibido con alegría, pero también con la gravedad que impone la grandeza del acto procreador. La unión de la carne es el signo de una unión espiritual que solamente la fidelidad de los esposos es capaz de hacer viva y eficaz. 
Es, por ejemplo, faltar a la alta virtud moral de la prudencia, en el sentido en que constituye la primera de las virtudes cardinales (cf. t. II, p. 519-549), el darse sin proponérselo nuevos hijos si se está enfermo y sin trabajo, si no se cuenta con los medios suficientes para criarlos y educarlos. El recurso a la Providencia, que siempre es necesario, aun en las condiciones más favorables, no es una coartada merced a la cual los pecadores puedan ocultarse a sí mismos sus propias faltas, y la Providencia no está obligada a reparar los actos que la razón prohibía
Pero si la imprevisión, que puede ser grave, de los esposos no les ha preparado para esta continencia, si su amistad flaquea, si se han cruzado ya palabras amargas, si la tentación se cierne sobre uno de los cónyuges, puede suceder que sea pecado observar la continencia con peligro de la armonía conyugal. Los esposos rectos y para quienes esta medida sea eficaz podrán entonces limitar sus encuentros a las épocas en que la fecundidad es casi imposible. Pero ¿y cuando esta medida no es eficaz? ¿Será necesario entonces no vivir más que como hermano y hermana? 
Es muy fácil frente a este problema pronunciar la respuesta legalPero con frecuencia el sujeto es incapaz de soportar el peso de la ley, y entonces ésta, sin la gracia, no sirve más que para hacer conocer el pecado y conducir a una irremediable desesperanza: «Yo no he conocido el pecado más que por la ley — dice justamente San Pablo —; cuando el precepto sobrevino tuvo lugar el nacimiento del pecado mientras que yo moría, y resultó que el precepto hecho para la vida me condujo a la muerte» (Rom. 7, 7-10). Sucede aquí con el sujeto de la ley como con un niño de cinco años a quien se quisiera hacer llevar un fardo de cien kilos. ¿Quién se extrañará de que cada vez que se intente cargar tal peso sobre una espalda tan frágil el niño se desplome? Ante todo hay que darle músculos y huesos y la fuerza interior que se requiere para sostener semejante carga. ¿Por qué asombrarse de que unos esposos que tienen una vida teologal muy débil, que rezan poco, que se acercan de tarde en tarde a los sacramentos, que carecen casi por completo de la preocupación apostólica por el prójimo, que no están acostumbrados a hacer penitencia, queden aplanados y sin aliento cuando se les dice: «Prometéis no volver a nacerlo?» Se les pide un esfuerzo allí donde la pasión lleva la voz cantante, mientras que aparentemente no se presta ninguna atención a su vida teologal, no se muestra ninguna exigencia semejante con respecto a su vida de oración, a su participación en los sacramentos, al progreso de su espíritu de penitencia, de su generosidad y de su fe conquistadora. Se pide al egoísta un acto heroico de don de sí mismo, y se querría que lo hiciera sin más. Se pide al hombre que no tiene costumbre de abstenerse de ningún placer, un acto de templanza heroico. Es manifiesta la inconsecuencia de abordar este problema fuera del seno de una vida cristiana total y sin tener en cuenta el grado de su desarrollo
Es, pues, necesario poner a los esposos en la vía del progreso, estimulándolos, en la medida en que sea posible, a que tomen en consideración toda su vida cristiana y no tal o cual artículo de la ley aislado del conjunto. Sobre todo en este dominio no hay seccionamiento posible. ¿«Quién es el que vence al mundo» y todo lo que esto significa, todas sus seducciones, «sino el que cree que Jesucristo es el hijo de Dios»? (I Ioh 5, 5). Hay que poner en acción todo el organismo espiritual del alma y no tal o cual virtud aisladamente. »
Fuente:
Henry, OP, A.M. Initialion Théologique. Ed. Cerf, París, 1955; trad. Herder, Barcelona, 1964. Pp. 606-608.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

les dan demasiadas vueltas al falsario para justificarlo..unos idiotas bah..

Redacción dijo...

Anónimo:
Todos los días borramos comentarios suyos. La IP lo delata. Siempre lo mismo: no lee las entradas, o no comprende lo que lee; no aporta ningún comentario interesante; no se le cae una idea; es siempre su mono-tema.
Es Ud. muy torpe e ignorante en Teología. Y aunque no se dé cuenta, muchas veces dice herejías, condenadas por la Iglesia, por más que Ud. se crea un campeón de la ortodoxia y del antimodernismo.
Los trolls son una patología de Internet. Detrás de los trolls hay personas reales así es que, por caridad, lo instamos a buscar ayuda, espiritual y profesional. Hay una farmacopea para situaciones como la suya. Una salud psíquica mejorada le ayudará en su vida espiritual.
Si sigue participando en blogs de la manera en que lo hace, será una triste caricatura de sí mismo y un fastidio para los demás. Y por ello seguiremos borrando sus comentarios. Salvo que busque alguna bitácora de afines, que le sirva como una suerte de grupo de auto-ayuda.

Favila dijo...

Dice el dominico que no es virtuoso "darse sin proponérselo nuevos hijos si se está enfermo y sin trabajo, si no se cuenta con los medios suficientes para criarlos y educarlos".

Pero es que en la sociedad actual:
- casi todo el mundo tiene alguna enfermedad, empezando por la depresión;
- nadie tiene trabajo estable y, de hecho, con la revolución digital es posible que mucha gente no vuelva a tener trabajo en su vida;
- en caso de tener trabajo, es muy probable que perciba un sueldo modesto que no da para muchas alegrías con los hijos.

Entonces con esta teoría del dominico nunca se tendrían hijos, o sólo los tendrían las clases más adineradas. Y esta triple exigencia (salud, trabajo, dinero) sería la cortada perfecta para no tener hijos, ya sea por medios naturales o artificiales.

Los resultados de esta filosofía de la "paternidad responsable" (eufemismo neocatólico de "planificación familiar") ya los estamos viendo. El vacío demográfico que vamos dejando lo van ocupando personas que vienen de África y Asia, que generalmente profesan el islam. De ellos solemos decir despectivamente que "paren como conejos", que es el fondo de la expresión francisquista. Y luego vienen las lamentaciones, y decimos que los moros son malísimos porque no se adaptan a nuestras costumbres occidentales, pero nadie quiere atajar el problema de raíz. Le ponemos tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias.

Jorge Rodríguez dijo...

Me parece bastante equilibrado el articulo este. ¿Porqué Francisco no habla así? ¿Porque parece que siempre se pueden hacer dos o tres "exégesis" de sus dichos, alguna de las cuales es herética? ¿Se reduce todo a un problema de comunicación, o hay algo mas?

Anónimo dijo...

Favila, lo que yo observo en muchos comentarios es que cada uno interpreta la Humanae Vitae según sus circunstancias. Es verdad que Europa está "envejeciendo", que la pirámide poblacional está invertida, y que los inmigrantes -la mayoría musulmanes- están llenando ese vacío poblacional. Europa puede "islamizarse" en pocos años y esta situación es preocupante. Pero los católicos nos guiamos por principios morales. ¿Es moralmente lícito espaciar o limitar los hijos cuando hay motivos graves?. ¿No tener trabajo es un motivo grave?. Hoy en Europa hay una crisis económica que ha obligado a muchas empresas a cerrar o disminuir personal, el trabajo es escaso, pero esa situación económica puede mejorar dentro de unos años. Las circunstancias cambian. Para todo hay que tener vocación, para ser consagrado, para el matrimonio y para tener una familia numerosa también. Hay padres que se sienten "llamados" a tener familia numerosa. Yo celebro y felicito a las familias numerosas y cuando es vocación verdadera esa es una familia feliz, el amor está presente y es un espectáculo para los ángeles verlos entrar a misa y ocupar toda una banca. Pero también observo que, como nadie es puro como los ángeles, a veces los padres de familias numerosas caen en la soberbia: más hijos = más buenos son los padres y menos hijos = menos buenos son los padres o unos egoístas y malos católicos. Me parece que el error está ahí: se entrometen en la conciencia ajena. Ningún Papa ha querido decir cuántos hijos debemos tener, y como bien apunta este blog, la alabanza de la familia numerosa no significa la condena de las familias que no son numerosas. Los Papas han querido dejar la decisión a la conciencia de los esposos, solo se les pide que no se dejen llevar por motivos egoístas, ningún fundador ni director espiritual se puede entrometer.

continúa...

Anónimo dijo...

continuación...

Por otro lado, en una familia numerosa en condiciones económicas no digo "franciscanas" sino indignas para cualquier ser humano, que dan lástima, como muchas veces ocurre en Hispanoamérica donde muchos padres viven bajo el umbral de la pobreza, se le llama pobreza extrema, una condición económica permanente que Europa desconoce, y a pesar de todo tienen muchos hijos, y esos hijos viven en una choza, ni viven ni comen dignamente, y terminan pensando que Dios no los ama, que se ha olvidado de ellos, reniegan de Dios y terminan delincuentes, drogadictos, comunistas (y en el peor de los casos integrando un grupo terrorista) o en el mejor de los casos viene un protestante con su cristianismo "light" y se lo lleva para su secta. ¿Esos padres son colaboradores de Dios? Esto ocurre en países de "mayoría católica". La Iglesia Católica tiene un problema de comunicación, no sabe comunicar su doctrina, y en este caso también ha fallado. Ese argumento que aunque esos hijos sufran penurias tienen la bendición de ser hijos de Dios porque son bautizados católicos, tiene una debilidad porque nadie puede asegurar que los 8 hijos se van a salvar a menos que profeses el "salvo, siempre salvo" protestante. ¿Cuántos ateos son bautizados católicos?. Y sobre la Divina Providencia, hay que tener cuidado, porque si el padre y la madre no han terminado ni siquiera la escuela primaria (como suele ocurrir en Hispanoamérica), una persona sin estudios solo puede acceder a trabajos de limpieza o construcción (y cuando hay crisis, escasea)y en Hispanoamérica no alcanza para mantener a una familia numerosa. A menos que se saque la lotería no veo cómo su situación puede mejorar. No hay que tentar a Dios. Por eso muchas veces el padre o la madre deciden emigrar a otro país buscando una mejor paga como personal de limpieza o construcción y esa familia termina dividida sin la figura paterna o materna. La situación económica de Hispanoamérica puede cambiar, y, de hecho, estoy convencida que económicamente cambiará para mejor, al menos en algunos países, y al haber más trabajo y mejorar los sueldos entonces ningún católico tendrá necesidad de limitar el nacimiento de los hijos. Las circunstancias pueden cambiar, el principio moral prevalece.

B.A.

tío Tomás dijo...

Al mejorar los ingresos y el bienestar, más egísmo y menos hijos B.A. Es duro, pero lamentablemente es así. Los herejes apelan fuerteval componente sensible emocional; dicho sea de paso los Kicos y carismàticos son y seguiran siendo los más numerosos en la "nueva" Iglesia CVII.Muy bueno su análisis Favila.

Favila dijo...

B.A., estoy totalmente de acuerdo en que la decisión corresponde exclusivamente a los esposos y nadie debería entrar en sus conciencias ni juzgarles por tener pocos hijos. Pero es que creo que nunca nadie les ha juzgado por ese motivo, ni siquiera cuando en la Cristiandad se llevaban las familias de 8 hijos.

Siempre hubo matrimonios que tenían pocos hijos, mas nunca se juzgó a estas personas que no podían o no querían tener hijos. En cambio, ahora sí se juzga al que tiene más de 2 hijos. Con este concepto de la "paternidad responsable", por una parte se está llamando irresponsables a los que tienen más de 2 hijos y, por otra, se proporciona la coartada perfecta a los que pudiendo tener hijos no quieren tenerlos por todo tipo de razones egoístas. ¿No sería mejor dejar las cosas como estaban antes?

En las publicaciones neomalthusianas de principios del siglo XX, con frecuencia ligadas al anarquismo, se exaltaban los medios naturales para controlar la fertilidad y se usaban conceptos muy similares al de paternidad responsable. Por ejemplo, una revista muy conocida dentro de este ámbito se llamaba "Generación Consciente", y en sus páginas se solía hablar de "procreación responsable". Francamente, no entiendo que los católicos hayamos aceptado estos términos envenenados y que, a día de hoy, hasta el más aguerrido tradicionalista vea en la Humanae Vitae un bastión de la ortodoxia.

Desde mis limitados conocimientos, creo que esto no es la Cristiandad de siempre, de la que me ha llegado testimonio por mis abuelos. Y desde un punto de vista más político veo que, al seguir estas doctrinas, estamos abocados a la desaparición como sociedad o a su sustitución por otra de impronta musulmana. Por descontado, tienen mi respeto todos los que han formado una familia --algo casi heroico en estos tiempos-- y jamás se me ocurriría juzgarles porque tengan pocos hijos.

Anónimo dijo...

Hay que poner en acción todo el organismo espiritual del alma

el organismo espiritual según explica G-Lagrange está formado por las virtudes teologales, los dones y la gracia que deben ir creciendo proporcionadamente, eso es lo que deben buscar primero que lo otro es añadidura.

Anónimo dijo...

LOS ESCRITOS DE SAN FRANCISCO DE ASIS.
SOBRE LA VERDADERA ALEGRÍA
Un cierto día el bienaventurado Francisco, estando en Santa Maria, llamo al hermano León y le dijo:







"-Hermano León, escribe.
Este le respondió:
-Ya estoy listo.
-Escribe-le dijo- cual es la verdadera alegría:
Llega un mensajero y dicen que han venido a la Orden todos los maestros de París. Escribe <>.


También que han venido todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos, y también el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe <>


Y dice también que mis hermanos han ido entre los infieles y los han convertido a todos a la fe. Y, que ademas yo he recibido de Dios tanta gracia, que sano enfermos y hago muchos milagros. Te digo que en todas estas cosas no esta la verdadera alegría.

Pero, Cual es la verdadera alegría?


Vuelvo de Perusa y, en medio de una noche cerrada llego aquí; es tiempo de invierno, esta todo embarrado y hace tanto frió, que en los bordes de la túnica se forman carámbanos de agua fría congelada que golpean continuamente las piernas, y brota sangre de sus heridas.


Y todo embarrado, aterido y helado, llego a la puerta y, después de golpear y llamar un buen rato, acude el hermano y pregunta:


- Quien es?
Yo respondo:
-El hermano Francisco.
Y el dice:
-Largo de aquí. No es hora decente para andar de camino; no entraras.


Y, al insistir yo de nuevo, responde:
-Largo, tu eres un simple y un inculto. Ya no vienes con nosotros. Nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.


Y yo vuelvo a la puerta y digo:
-Por amor de Dios, acogedme por esta noche.
Y el responde:
-No lo haré, vete al lugar de los crucíferos y pide allí.


Te digo que, si he tenido paciencia y no me he turbado, en esto esta la verdadera alegría, y la verdadera virtud y la salvación del alma. "

Anónimo dijo...

Pongo un ejemplo imaginado: un matrimonio católico, ambos empleados de comercio en Argentina, sus sueldos juntos alcanzan justo para pagar alquiler de un departamento de dos ambientes, comida y servicios básicos. ¿Se parece a la realidad? Pregunta: si le pedimos a este matrimonio que sea "generoso" en la procreación, ¿quién cuida a los hijos? o bien ¿cómo los mantienen?
La realidad del mundo de hoy implica muchas situaciones diferentes a la de nuestros antepasados. Mi abuelo, un simple empleado de panadería y luego panadero, tuvo 7 hijos vivos aunque mi abuela tuvo 12 embarazos. El solo mantenía a su familia. Eran pobres pero no miserables. Hoy, salvo que seas un profesional exitoso en términos de dinero, es imposible repetir esa historia.
No justifico el egoísmo, digo que no nos metamos en conciencias ajenas y respondamos lo mejor posible a la voluntad de Dios en nuestras vidas.
Andrés

Anónimo dijo...

Esta frase: Es, por ejemplo, faltar a la alta virtud moral de la prudencia, en el sentido en que constituye la primera de las virtudes cardinales (cf. t. II, p. 519-549), el darse sin proponérselo nuevos hijos si se está enfermo y sin trabajo, si no se cuenta con los medios suficientes para criarlos y educarlos. El recurso a la Providencia, que siempre es necesario, aun en las condiciones más favorables, no es una coartada merced a la cual los pecadores puedan ocultarse a sí mismos sus propias faltas, y la Providencia no está obligada a reparar los actos que la razón prohibía.
¡es lamentable!
Prácticamente equipara a los pobres y a los enfermos con los pecadores; no he leído la obra ni en castellano ni en su idioma original, pero la frase es un despropósito y no es cristiana, al tiempo que pone a la esperanza cristiana en la Divina Providencia un sello racionalista de mal gusto y, francamente, utilitarista.
La prudencia nunca puede mandar no tener hijos; en todo caso, podría imponer el no casarse. Pero una vez hecho ¡p'alante!
In Dómina

Redacción dijo...

Anónimo:

No estamos de acuerdo con su interpretación del párrafo criticado, aunque la redacción del mismo no sea óptima. Para empezar:

1.- No equipara a pobres y enfermos con pecadores, sino que el autor procura ilustrar cómo podría faltarse a la prudencia no recurriendo a la continencia con «motivos morales suficientes y seguros» de naturaleza médica, eugenésica, o económica.

2.- Cuando un tomista habla aquí de “razón”, no es de la razón racionalista sino de la recta ratio agibilium, definitoria de la prudencia.
Sería una confusión que el autor asimilara la prudencia con el mero cálculo utilitario, una planificación de costes y beneficios. Sin embargo, la prudencia virtuosa incluye la “providencia humana” de los padres respecto de su descendencia. Y en este punto sí puede darse una imprudencia respecto de las consecuencias del acto procreador. Dicho de otro modo: la prudencia no se reduce al consecuencialismo, pero ordena considerar y responsabilizarse de las consecuencias del obrar.

3.- Otra cosa que nos parece errada en esta materia es el providencialismo. Por confiar en la Providencia no se debe dejar de obrar prudentemente. No es recto el abandono en la Providencia cuando se descuida el deber del momento presente; la providencia humana es participación de la divina en una criatura racional. Está en el plan de Dios que crezca el ámbito de la providencia humana de acuerdo con los descubrimientos científicos.

4.- Por último, dice que “la prudencia nunca puede mandar no tener hijos; en todo caso, podría imponer el no casarse”. Esto dicho así, sin distinciones y de modo absoluto, es un error serio sobre la naturaleza de la prudencia y sus preceptos concretos. La prudencia a unos puede mandarles no casarse; a otros separarse canónicamente; a otros tener una prole numerosa; a otros, poner medios lícitos para tener una descendencia reducida; etc. Y en algunos casos, el juicio prudencial, podría mandar la continencia perpetua, cuya consecuencia es no tener hijos.

Johannes dijo...

"La prudencia nunca puede mandar no tener hijos; en todo caso, podría imponer el no casarse. Pero una vez hecho ¡p'alante!"

Podría responderse esto citando un pasaje de Humanae Vitae, pero ese documento, y su autor, podrían estar bajo sospecha de heterodoxia o, por lo menos, no ser considerados como bastiones de la ortodoxia.

Podría también responderse citando un pasaje de Gaudium et Spes, pero a ese documento le podrían caber esas mismas consideraciones. Si ni a Ratzinger le gustaban algunos aspectos de él.

Por lo que responderé citando un pasaje del discurso de Pío XII a las obstetras italianas del 29 de octubre de 1951, discurso cuyo valor magisterial queda claro, para cualquiera que lo lea, a partir de su extensión, su tono, y su grado de elaboración (en otras palabras, no es precisamente un discursito circunstancial). De hecho, es el documento magisterial citado más veces en Humanae Vitae:

De esta prestación positiva obligatoria (la procreación) pueden eximir, incluso por largo tiempo y hasta por la duración entera del matrimonio, serios motivos, como los que no raras veces existen en la llamada "indicación" médica, eugenésica, económica y social. De aquí se sigue que la observancia de los tiempos infecundos puede ser "lícita" bajo el aspecto moral; y en las condiciones mencionadas es realmente tal.

http://w2.vatican.va/content/pius-xii/es/speeches/1951/documents/hf_p-xii_spe_19511029_ostetriche.html

Favila dijo...

Johannes, no es novedad que el concepto de paternidad responsable viene de ese discurso de Pío XII a los obstetras. Los clérigos conservadores, como el P. Iraburu, lo citan muy a menudo. Es el pilar de toda esa corriente.

En este blog hace tiempo se defendía que las "heterodoxias" no venían sólo del CVII, como asegura el tradicionalismo oficial, sino que podían tener raíces muy anteriores. Valore esa posibilidad, especialmente en el Pío XII de posguerra. Entrecomillo heterodoxias porque tengo asumido que en este momento, incluso dentro tradicionalismo, los "heterodoxos" somos los que vemos con malos ojos eso de limitar la descendencia "por indicación médica, eugenésica, económica y social".

Anónimo dijo...

Favila, me cuenta mi hermana que en una cena se encontraba ella en una mesa rodeada de esposas opusinas, y la pregunta de rigor era ¿cuántos hijos tienes?, una tenía 7, otra 6, y cuando le tocó responder mi hermana dijo "yo tengo 4", muy pocos, se acabó la alegría en la mesa. En ciertos sectores sí te juzgan como mal católico si solo tienes 2 o 3 hijos. Yo insisto en las circunstancias que le toca a cada uno. Por ejemplo, el anónimo 4:00, ¿quién cuida a los hijos si los dos padres tienen que trabajar? Yo no dejaría a mis hijos en una guardería. No todos tienen a la abuela cerca.

B.A.


Anónimo dijo...

¿Cual es el tálamo nupcial de Cristo? la cruz
¿entonces porque hacen de la cama con sus goces endorfínicos el tálamo nupcial los neocónicos que buscan la ocasión para el acto?

Redacción dijo...

Anónimo:
¿Sabe Ud. qué cosa es la analogía? Si no lo sabe, tiene una grave discapacidad para comprender cualquier discurso teológico. Va a concluir como los protestantes, insultando a la razón.

Anónimo dijo...

Muy interesante artículo. Muy interesante. Aunque la mujer tenga una seria enfermedad genética que ponga en peligro su salud y los nacimientos sean cada vez más riesgosos, algunos sacerdotes tradis dicen o métodos naturales o el martirio (léase abstención sexual absoluta). En los tiempos actuales, en el cual el sexo lo inunda todo (internet, tv, vestimenta, lenguaje) la intimidad conyugal, en un matrimonio fiel y sin caer en perversiones y abusos, es un remedio para evitar el fracaso del matrimonio. Muy impresionante el párrafo que dice "si la amistad flaquea", "si se cruzaron palabras amargas". Esto pasa cuando se fuerza la continencia y los esposos no tienen la fortaleza para resistirlo. No es fácil estar casado, tener cuatro hijos pequeños, cumplir medianamente con todas las obligaciones y además mantener una continencia absoluta ante el fracaso de los métodos naturales. PAMPERO