jueves, 15 de octubre de 2015

Acción extraordinaria del demonio (y II)

Una persona humana no es un objeto corpóreo cualquiera, material, sino un ser viviente, capaz, además, de una actividad espiritual; un ser que, en su composición, está formado por un cuerpo y un alma, o sea, de una parte material, corporal, y de un único principio vital intelectivo que, por su superioridad, tiene implícitamente el poder de actuar las funciones de orden inferior, o sea, las de la vida vegetativa y sensitiva.
Por tanto, el demonio sólo podrá actuar, de modo directo e inmediato, sobre lo que es materia o necesariamente dependiente de ella, en el hombre; sobre el cuergo, pues, sobre las funciones de la vida vegetativa en cuanto ligadas a la materia, y sobre las de la vida sensitiva por dependientes de los órganos corporales; lo que resulta cierto de cuanto hemos dicho acerca de su posibilidad de producir en la materia el movimiento local, y, mediante éste, la mutaciones intrínsecas.
En cambio, en lo referente a las funciones propias de la vida intelectiva, tan sólo podrá ejercer una acción indirecta y limitada al modo con el que tales facultades dependen del cuerpo.
Para comprender mejor la naturaleza de este especial influjo, estudiémoslo separadamente en cuanto al entendimiento y a la voluntad.
El entendimiento humano, tras la unión del alma y el cuerpo, puede desarrollar su actividad solamente usando lo que proviene de los sentidos; no es que sea necesario un órgano corporal, siendo el entendimiento absolutamente espiritual, pero en el presente orden de cosas, su actividad está subordinada a la actividad de otras facultades directamente coordinadas con órganos corporales, o sea, las facultades sensitivas; lo que aparece evidente, tanto por el hecho de que la lesión de un órgano corporal repercute sobre la misma facultad intelectiva, como por la experiencia cotidiana que nos certifica que, en nuestro esfuerzo por comprender alguna cosa, formamos siempre una imagen que, a guisa de ejemplo, facilítanos casi la misma intelección. Luego, si el demonio puede influir directamente sobre los sentidos, queda patente que puede indirectamente llegar hasta el mismo entendimiento.
En lo que a la voluntad respecta, el demonio también puede influir en ella, pero de modo indirecto y limitado; en otras palabras: solamente puede inclinarla, orientarla, pero jamás moverla eficazmente, cosa posible sólo a Dios. Efectivamente, la voluntad puede ser movida o desde el interior, es decir, de modo directo, actuando sobre su misma naturaleza, o desde el exterior, de modo indirecto, es decir, mediante un objeto bueno o mediante las pasiones.
La primera forma es exclusiva de Dios; como la acción propia de la voluntad consiste en la inclinación del sujeto hacia la cosa querida, entonces cambiar directamente esta inclinación sólo podrá realizarlo quien ha dado al hombre el poder de querer, es decir, Quien es el autor de la naturaleza humana.
Mover la voluntad en la forma segunda, como ya dijimos, puede realizarse o mediante un objeto bueno o mediante las pasiones; por lo que atañe al objeto, conviene precisar cómo tan sólo el Sumo Bien, el Bien Universal, o sea, Dios, puede mover la voluntad de manera eficaz, infalible, mientras que todos los demás objetos, por ser limitados, tan sólo pueden orientarla, halagarla, disponerla a querer, dejándola siempre libre para consentir o no; y por eso el demonio tiene sólo la posibilidad de una influencia que invita, persuade; pero sin la fuerza suficiente para moverla eficazmente. En lo que a las pasiones se refiere, también queda siempre en los límites de un influjo más o menos fuerte, y pudiendo obrar sobre éstas directamente, puede, a su vez, llegar hasta la voluntad.
Por lo tanto, mientras Satanás puede siempre iluminar nuestro entendimiento según sus deseos maléficos, aunque sólo sea de manera indirecta antes dicha, jamás podrá mover eficazmente la voluntad.
Especialmente, el demonio puede mover una persona, sostenerla mucho tiempo en vilo, como levantarla muy alto, transportarla a cualquier lugar todo esto siempre con las máximas facilidades y celeridad. Con mayor motivo puede mover las distintas partes de un cuerpo de la manera más extraña, idiotamente, con aspavientos; aplicar los miembros a varias acciones, como caminar, correr, gesticular, escribir, emitir sonidos; imprimirles una fuerza muchísimo mayor que la propia de la edad o la condición del individuo. Puede también alterar, dentro de ciertos límites, la configuración externa del cuerpo, causar todo género de enfermedades y hasta la muerte.
Porque operando sobre el sistema nervioso puede extender su acción a todas las funciones de la vida vegetativa y sensitiva; y, particularmente, por lo que respecta a la vegetativa, puede influir sobre las tres operaciones fundamentales de nutrición, crecimiento y generación; acelerando, retardando, suspendiendo, en suma, modificando los varios procesos propios de tales operaciones; como digestión, secreción, circulación de la sangre, respiración, asimilación y fecundación.
Por lo que se refiere a la vida sensitiva, puede directamente operar sobre los sentidos externos y los internos, y a través de éstos, arribar indirectamente a los mismos entendimiento y voluntad.
Es principalmente en esta última esfera, donde el diablo desfoga su genio maléfico de las formas más extrañas e imprevistas, ora causando todos aquellos fenómenos y anomalías parecidas a los llamados trastornos y enfermedades psíquicas y mentales, ora en dar rienda suelta a su ciencia y habilidad formidables. Y de esta suerte, el individuo se presentará en las posiciones más inestables, podrá ejecutar los movimientos más acrobáticos, caminar y correr con los ojos cerrados evitando maravillosamente todo obstáculo, sabrá cantar, pintar, realizar otras actividades y artes jamás aprendidas, emitir voces con sonidos y timbres impropios de su voz y de la humana, escribir y hablar lenguas desconocidas, conocer cosas pasadas, lejanas, ocultas, leer el pensamiento ajeno y obrar otras cosas maravillosas.
Si el poder de acción del demonio supera en mucho al de cualquier otro ser creado, sin embargo tiene también sus límites provenientes de tres fuentes, a saber: la naturaleza demoníaca, la diversa condición de cada demonio y la voluntad permisiva de Dios.

Tomado de:

Balducci, C. Los endemoniados hoy. Ed. Marfil, 1965, ps. 11-19.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El demonio puede alterar las hormonas y de esa manera influir indirectamente en la voluntad pero si esa persona dice "no", si con ayuda de la gracia tiene firme voluntad de no pecar, nadie podrá impedirlo.

Anónimo dijo...

Muy bueno, sin embargo, este autor Balducci en otro.de.sus libros, El Diablo, si mal no recuerdo, dice que a los atormentados por el.diablo les es permitido.acudir a brujos y curanderos si los.medios.cristianos no funcionan. Cosa absurda y contra la Palabra de Dios...

Miguel

Ron dijo...

Y publican ustedes esto, ¿para que estemos prevenidos? Quizá porque prevén ya próxima la aparición de un profeta embaucador, que nos dejará boquiabiertos haciendo prodigios estupendos y falaces, ¿no es eso?