lunes, 30 de mayo de 2016

¿Resistencia a la autoridad?

Se ha dicho que toda discusión que se prolongue lo suficiente termina en semántica. Lo cierto es que, bromas aparte, algo de verdad contiene la frase.
A raíz de algunos comentarios a una entrada anterior y a la insistencia de un amigo de nuestra bitácora, aprovechamos ahora para hacer algunas precisiones, que no hicimos antes por parecernos que a buen entendedor pocas palabras bastan...
En teoría política se ha hecho usual la distinción entre poder y autoridad. Si bien el poder puede hallar sustento en la autoridad de quien lo posee y ejercita, se sostiene que ambas nociones no son sinónimas. Para Bertrand de Jouvenel autoridad es el reconocimiento de la aptitud de mandar de un hombre o grupo, por parte de quienes conforman el otro término de la relación de mando y obediencia. Tiene autoridad quien consigue acatamiento sin necesidad de recurrir a la coacción. La autoridad atrae el consentimiento del otro, sirve de fundamento al poder e implica el reconocimiento de los gobernados de la idoneidad y virtud de quien manda. El poder no es estable ni se conserva sin la sólida base de la autoridad; la sola fuerza no logra mantener pacíficamente la relación mando-obediencia. En este planteamiento -de modo coherente con el liberalismo clásico- se resalta que mediante la autoridad el poder debe proteger y promover los derechos individuales.
La naturaleza peculiar de la Iglesia no permite adoptar fácilmente nociones políticas profanas, como la precedente distinción entre autoridad y poder. La aplicación sería posible, si se precisara el significado de los términos, pero prestando mucha atención a las diferencias que median entre la sociedad eclesiástica y la política. La analogía malentendida conduciría a fórmulas de dudosa ortodoxia, o abiertamente contrarias al derecho divino ("Iglesia carnal" e "Iglesia espiritual, de los fraticellos; "Iglesia de la caridad" e "Iglesia del Derecho"; "Iglesia carismática" e "Iglesia jerárquica", etc.). Porque en la Iglesia la autoridad-potestad proviene del derecho divino positivo y también este determina la forma de gobierno. Es un error condenado negar obediencia a la jerarquía eclesiástica pretextando su falta de idoneidad y virtud, es decir, carencia de autoridad en el sentido indicado en el párrafo anterior.
En una entrada hablamos de resistencia a la autoridad eclesiástica. La autoridad es un elemento esencial y definitorio de la Iglesia; así, v.gr. Palmieri, la define como "reino de Dios sobre la tierra, gobernado por la autoridad apostólica". En la Iglesia, auctoritas puede designar tanto al sujeto titular de un poder como ese poder o potestad. Al menos desde el Syllabus, es frecuente el uso de autoridad y potestad como sinónimos. En cuanto a nuestra entrada, lo que designamos como resistencia a la autoridad, dicho ahora en términos canónicos más precisos, es el acto en virtud del cual un católico –laico o clérigo- se niega a obedecer un mandato dictado en ejercicio de la potestad de régimen, llamada también de gobierno o jurisdicción. En la Iglesia, la potestad de régimen fue comunicada por Cristo a los Apóstoles, para que la desempeñen en su nombre. Dado que la Iglesia es por voluntad divina una sociedad jerárquica, los titulares de esta potestad (=autoridades) son los integrantes de la Jerarquía eclesiástica.
En el incidente de Antioquia (Gál., II, 11-16) San Pablo resiste cara a cara a San Pedro. No pone en tela de juicio su condición de sujeto titular de la autoridad, ni su Primado, sino determinados actos concretos de ejercicio de su autoridad primacial. A partir de este incidente, hay una tradición eclesial de resistencia, que si reúne ciertas condiciones estrictas, es una conducta legítima y muchas veces debida. Porque el objeto formal de la obediencia, según Santo Tomás, es el mandato, pero éste no puede ser aceptado de una manera ciega e irracional. Un ejemplo muy claro lo tenemos en el mandato de Alejandro VI a su concubina de retornar al lecho bajo amenaza de excomunión. Si en la conducta imperada por la autoridad se ve una inmoralidad intrínseca y manifiesta se debe resistir, no ejecutando lo mandado. En cambio, si la conducta imperada no es mala, hay que obedecerla, sin que sea excusa válida la distinción política entre autoridad y poder.

7 comentarios:

Juan P. dijo...

Una entrada breve, clara y de argumentos contundentes. No apta para energúmenos.-

Favila dijo...

La corriente antifrancisquista en muchos casos no entra dentro la resistencia legítima que acertadamente se describe en el último párrafo. Porque muchos conservadores cuestionan todo lo que dice el Papa, incluso aquello en lo que acierta, y llaman a desobedecerlo de manera sistemática. En algunos casos llegan a negar que sea el sujeto titular de la autoridad y procuran minar esta autoridad insultándolo o difundiendo montajes propagandísticos.

Jorge Rodríguez dijo...

Una cosa es obedecer o resistir a un titular válido de la autoridad, y otra cosa es obedecer o resistir a un impostor, a un individuo disfrazado, un usurpador, un ladrón que entró por un boquete.

Nelson Sarmento dijo...

Sobre Alejandro VI, tens uma referência mais detalhada da carta?

No outro link só se diz: "publicada por el historiador Picotti".

Grato

Martin Ellingham dijo...

Nelson:
Está en Romano Amerio, quien si mal no recuerdo, cita al historiador que escribió un artículo sobre el tema.
Saludos.

Man With No Name dijo...

haciendo ciertas aclaraciones;
-la corriente mal llamada “antifrancisquista“ si entra dentro de la resistencia legitima descrita en el articulo de esta entrada, solo hay que ver lo calamitoso que ha sido el pontificado del actual papa bergoglio para darse cuenta que no solo es un derecho sino también una obligación la mencionada resistencia legitima.
-si hay conservadores que cuestionan todo lo que dice el papa bergoglio incluso si llega a acertar, es culpa de bergoglio mismo, ya que con tantas ambigüedades, falta de claridad y extrema verborrea sin sustancia es mas que lógico que los conservadores cuestionen todo lo que dice el papa bergoglio.
-las criticas serias y fundamentadas al actual papa bergoglio no son de ninguna manera insultos sino la la muestra de una genuina preocupación por todo lo que dice y hace bergoglio como papa.
cordial saludo.

Favila dijo...

Man With No Name, el artículo describe dos requisitos muy claros para que la resistencia a un Papa sea considerada legítima:

1) "No pone en tela de juicio su condición de sujeto titular de la autoridad, ni su Primado, sino determinados actos concretos de ejercicio de su autoridad primacial."

2) "Si en la conducta imperada por la autoridad se ve una inmoralidad intrínseca y manifiesta se debe resistir, no ejecutando lo mandado. En cambio, si la conducta imperada no es mala, hay que obedecerla, sin que sea excusa válida la distinción política entre autoridad y poder."

La corriente antifrancisquista en algunos casos --bastantes diría yo-- no está cumpliendo estos dos requisitos, ya que a) desobedece al Papa también cuando ordena cosas ajustadas a la moral católica, y b) pone en duda su condición de sujeto titular de la autoridad, bien diciendo abiertamente que no es el Papa, bien calumniándolo y faltándole al respeto de tal manera que la única conclusión posible es que no sea el Papa. Por supuesto, excluyo de este ámbito las críticas serias y fundamentadas que viene formulando este blog.

Es evidente que las críticas al Papa se han salido de madre en el sector conservador y están haciendo daño a la Iglesia como institución. Este blog podría hacer una excelente labor combatiendo esos excesos.