domingo, 8 de enero de 2017

Jesucristo es rey, en cuanto hombre


Israel fue en un principio una rigurosa teocracia, Dios era quien gobernaba directa e inmediatamente a su pueblo; las grandes figuras populares, los caudillos como Moisés, los jueces como Gedeón, los profetas como Samuel ejercen sus funciones totalmente en nombre de Dios como meros mandatarios y ejecutores de sus designios.
Pero llega un momento en que el pueblo desea tener un rey visible en medio de si; y por esto dice Dios a Samuel: "atiende la voz del pueblo en todo lo que te digan pues no te recusan a ti sino que a mi es a quien rechazan para que no reine sobre ellos" (I Sam.8,7-9) (5).
Seguirá siendo Israel una teocracia, pues los reyes son elegidos directamente por Dios, pero se perderá aquella inmediatez absoluta de la realeza de Dios sobre su pueblo.
El profeta Samuel unge por Rey a Saúl derramando sobre él óleo y diciendo: "He aquí que Yahvé te ha ungido por príncipe sobre su pueblo, Israel, y tú dominarás en el pueblo de Yahvé y Io librarás del poder de sus enemigos de alrededor" (I Sam.10 1).
De modo semejante es ungido David con derecho a transmitir la realeza a sus sucesores: "Tomó pues Samuel el cuerno del óleo y lo ungió en medio de sus hermanos, y el espíritu de Yahvé invadió a David desde aquel día en adelante" (I Sam.16,13).
El Sacerdote Sadoc unge con óleo del altar a Salomón y exclamó el pueblo: "Viva el Rey Salomón" (III Reg.1, 39).
Todos los reyes de Israel fueron en adelante " ungidos" de este modo, y por ello son llamados por Dios “mis cristos" o "ungidos" (6). Es decir, que encontramos en el A.T. unidas la idea de "ungido", o de "cristo" en lengua griega, o de Mesías" en lengua hebrea, con la de Rey.
A esto debe de añadirse que todo el A.T. con el mismo pueblo de Israel y sus grandes instituciones, y por tanto la Realeza, eran prefiguraciones del Mesías por antonomasia según el principio de S.Pablo: "Y estas cosas todas les acaecían figurativamente" (I Cor. 10,11).
Ahora bien, nada hay tan nuclear en la historia del pueblo de Israel como la ordenación de todo él hacia el Futuro.
La historia de Israel es la historia de una Promesa, y la de la Iglesia la de la realización perenne e indefectible de esta misma Promesa. La Promesa fue hecha a Abraham y con ello quedó constituido Padre de los creyentes de todos los tiempos.
Más adelante se dio a Moisés la Ley, ordenada a la custodia temporal de la Promesa (7). Estas dos instituciones, la Promesa y la Ley, fueron la esencia misma del A.T. La Promesa, perenne; la Ley, defectible.
La Ley antigua cedió su paso a la Ley nueva, pero la Promesa siguió siendo en su realidad viviente el centro del N.T.
El Pacto de Abraham, en el N.T. se cumple; el de Moisés, se substituye.
Tales son las grandes y fundamentales verdades que constituyen el tema principal de las cartas dogmáticas de S. Pablo a los Romanos, a los Gálatas y a los Hebreos.
San Pablo interpreta el "semen" de Abraham al menos como Tipo del Mesías concreto y personal Cristo Jesús Gal. 16-17). Asimismo San Pedro, (Act. 3,25).
 Cristo es la realización de la Promesa: (II Cor.7,1; Rom.16,25-27). Y el fin de la Ley: (Ga1.2,19; 3,24; Rom.13,8).
La sustitución del A.T. por el N.T. son enseñados en Rom.3,19-31; Hebr. 9; Ga1.3,28-29. San Pablo considera realizado por Jesucristo el pacto o Nueva Alianza anunciado principalmente por Jeremías: 8,8-43.
Según Jeremías el pacto es con Israel pero no precisamente con toda la progenie de Israel; a esto alude S. Pablo en Rom.11, diciendo que no todos los israelitas han sido rechazados; quedaron las reliquias. (Véase también Rom .9 1 27-29). Y aun Israel como pueblo, sigue siendo el Pueblo de Dios. Su temporal defección ha sido ocasión de que entrasen los gentiles- a quienes hubiese estorbado el nacionalismo judío, pero los gentiles a su vez inspirándole celos (Rom. 10,19) serán la ocasión de la conversión de Israel acontecimiento de extraordinaria importancia para la Iglesia (Rom. 11 15, 25).
El mismo pacto de que habla Jeremías, 31-3b, y otros textos de Óseas (2, lb-19) y Ezequiel 4, 25- 30), hablan de una conversión definitiva de Israel como pueblo.
En Rom. 3, 24-31, se ve como el pacto comprende a todas las naciones.
Ahora bien "la Promesa", que recorre en forma de Profecía adquiriendo progresivamente casos mas concretos, toda la historia de Israel desde su primer germen que es Abraham significaba para los judíos el advenimiento del "Mesías" por antonomasia, por el cual Yahvé sería conocido y adorado por todos los pueblo., y el pueblo de Israel, exaltado sobro todas las naciones instaurándose así el Reino de Dios, universal visible y fecundo en bienes espirituales y materiales; y todo ello mediante un Juicio que debía separar los buenos de los malos.
Con esto se ve de que forma tan esencial y nuclear se halla la idea de la realeza en la entraña misma del A.T.
En efecto, desde las primeras profecías mesiánicas en el Génesis hasta las últimas páginas del Apocalipsis, en forma elemental o pormenorizada, emerge la visión real del Mesías.
[…]
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(5) Las citas en castellano de la Sda. Escritura se toman de Bover-Cantera, Sagrada Biblia, BAC, Madrid, 1953
(6) II Sam. 1,13-16; I Par. 3 22; Ps. 104, 15.
(7) Gen. 12 1 1.7; 15,5-18; 28,1 3; Ex. 24,8; Zach. 6,7-8 Bar. 2,35; ler. 31,31-34.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante síntesis de la historia de la Salvación.
Gábriel

Anónimo dijo...

No entiendo por qué no han acudido a la excelente Encíclica Quas Primas, de Pío XI, que trata precisamente sobre la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
Alcides

Redacción dijo...

Faltan dos entradas más sobre el tema.