viernes, 14 de julio de 2017

El demonio ¿conspira?



Algunos comentarios publicados en esta entrada nos llevan a pensar que es necesario recordar nociones que deberían ser conocidas y aplicadas por los católicos. Se refieren a la naturaleza del demonio y sus posibilidades de dañar a la humanidad redimida.
La idea de una conspiración infalible supone -implícitamente al menos- el maniqueísmo, el determinismo, la oposición a la realidad de la Providencia divina y la negación de la gracia actual. Esta infalibilidad no puede aceptarse porque implica verdaderas herejías. Ahora, si por conspiración se entiende un plan diabólico esencialmente falible para que la humanidad se condene, que deja abierto el resultado por la indeterminación fruto de la libertad de los seres humanos y la gracia, entre otros elementos, entonces no hay dificultad en admitir esta conspiración. La existencia de este «plan maestro» que Satanás procura actualizar -mediante su acción ordinaria y extraordinaria- es una verdad católica. Pero en este último caso, también hay que advertir sobre un error gnóstico que, bajo pretexto de «Teología de la historia», pretende descubrir en la Revelación contenidos que Dios no ha querido manifestar, pues no ha revelado un plan detallado que podamos conocer en sus pormenores históricos. Las aplicaciones concretas de las grandes verdades reveladas sobre el sentido de la historia que cada uno pueda hacer, siempre tendrán el estatuto epistémico-teológico de simples opiniones y serán discutibles por su naturaleza.
"Los puntos fundamentales de la doctrina católica acerca del diablo son: a) Dios creo los Angeles , que son buenos por naturaleza, pero muchos de ellos pecaron y se hicieron malos deliberadamente; b) no es el diablo quien ha creado la materia y los cuerpos; c) Satanás y sus secuaces han sido castigados por Dios con el infierno, desde donde ponen asechanzas, tientan y persiguen a los hombres en tanto en cuanto Dios se lo permite; d) los demonios, como todos los Ángeles, son espíritus puros, dotados de entendimiento y de voluntad; e) los Ángeles fueron hermoseados por la gracia desde el primer instante de su creación: muchos de ellos cayeron en un pecado de soberbia y se perdieron irremediablemente, porque en virtud de su naturaleza espiritual su libre elección entre el bien y el mal queda inmutable una vez hecha y por lo tanto sin lugar a arrepentimiento; f) el demonio perdió con su pecado los dones sobrenaturales, pero conserva su naturaleza espiritual ricamente dotada de inteligencia y de tenaz voluntad para el mal; g) los demonios odian a los hombres destinados a reemplazarlos en la gloria." (Parente).
"…en sentido estricto, en la doctrina católica la tentación es propia del diablo, el cual, como dice S. Ambrosio, «semper invidet ad meliora tendentibus». Es verdad de fe divina que el demonio tienta a los hombres al mal; y el mismo Jesús en el Padrenuestro nos hace pedir entre otras cosas que Dios no nos deje caer en la tentación […] La tentación de más desastrosas consecuencias fue la de Satanás en forma de serpiente, que tan graves males trajo a nuestros Progenitores y a toda la humanidad (Gen. 3). […] 
Santo Tomas prueba que el diablo puede influir en el entendimiento humano, no provocando directamente los pensamientos, sino excitando la fantasía y, por lo tanto, los fantasmas, sobre los cuales trabaja el entendimiento. El diablo puede influir sobre la voluntad por dos caminos indirectos, a saber: por modo de persuasión, presentando a través de la fantasía y del entendimiento un objeto apetecible, o también excitando las pasiones, que mueven y desorientan la voluntad. Todo esto es externo, ya que internamente es siempre y solamente Dios quien mueve. Bajo cualquier influjo diabólico la voluntad no pierde su libertad, por lo que el hombre tentado es siempre responsable de su pecado. Con la gracia divina puede y debe resistir, como enseña la Iglesia, contra las falsas doctrinas de Molinos (DB, 1237, 1257, 1261 ss.). […] Después del pecado original la naturaleza humana resiste con más dificultad a las tentaciones, sobre todo a las más graves; pero Dios concede al hombre de buena voluntad la gracia proporcionada a su necesidad y no permite que sea tentado por encima de sus fuerzas, como afirma S. Pablo (I Cor. 10, 13)." (Parente). 



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ser ciego es una posibilidad, una desgracia. No querer ver, es necedad; esperar que los demás no vean, maldad. Así están las cosas, buen amigo. Alexis.

Anónimo dijo...

Y ser estúpido parece que es a título de gratuidad

El búnker contra Dios dijo...
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