jueves, 3 de mayo de 2018

Personalidades ultramontanas (y 3)




Para concluir esta serie de entradas dedicadas a los ultramontanos más destacados, hoy toca decir algo acerca William George Ward (ver aquí), anglicano converso al catolicismo, e integrante del «Movimiento de Oxford» (ver aquí). Sólo vamos a considerar ahora sus ideas sobre la infalibilidad, las cuales permiten comprender su deseo de recibir todas las mañanas con el desayuno el Times y una encíclica infalible.
Seguimos el valioso libro, ya citado, del benedictino Butler: The Vatican Council: The Story from Inside in Bishop Ullathorne's Letters. London: Longmans, Green and Cc (1930). Vol. I, pp 72-77. Del cual traducimos algunos fragmentos, entrecomillados, y le agregamos encabezados para identificar mejor las ideas principales.
- Ultramontanismo extremo.
«Si en Francia el nuevo ultramontanismo tuvo un carácter práctico y político, ocupándose principalmente en cuestiones de orden social y de la vida de la Iglesia […] En Inglaterra, por ejemplo, tuvo un carácter más teológico, centrándose en la cuestión de la infalibilidad y, por lo tanto, orientándose más directamente hacia el Concilio Vaticano. W. G. Ward fue el protagonista del grupo inglés de los ultramontanos más extremistas. Fue uno de los primeros conversos de Oxford de 1845, un hombre de gran potencia intelectual, un pensador original y profundo en cuestiones de filosofía y ética. Sus intereses también se basaron en cuestiones teológicas y religiosas, y en estas era propenso a adoptar posiciones de extrema intransigencia. […] En 1863 se convirtió en dueño y editor del Dublin Review, y de inmediato se embarcó en una vigorosa campaña ultramontana, en la cual se concentró sobre todo en la cuestión de la infalibilidad. En esta materia, fue mucho más allá de las posiciones establecidas por Bellarmino, que se habían convertido en las tesis aceptadas por las escuelas teológicas ultramontanas, en cuanto a lo que debía ser aceptado como pronunciamientos infalibles»
- Equiparaba infalibilidad a inspiración bíblica. La extendía a toda clase de pronunciamientos pontificios, incluso a las decisiones de las congregaciones romanas.
«Para él, todas las instrucciones doctrinales directas de las encíclicas, las cartas a los obispos singulares y las alocuciones, publicadas por los Papas, eran pronunciamientos ex cathedra e ipso facto infalibles. No estaba directamente preocupado por la controversia galicana: si el órgano de la infalibilidad era el Papa solo, o el Papa y el Episcopado; su argumento estaba centrado [...] en el tipo de pronunciamientos a los que se extiende. Sostuvo que el elemento infalible de bulas, encíclicas, etc., no debía limitarse a sus definiciones formales, sino que se extendía a todas sus instrucciones doctrinales; también los decretos de las Congregaciones Romanas, si eran aprobados por el Papa y publicados por su autoridad, estaban marcados con el sello de la infalibilidad; en resumen, “cada uno de sus pronunciamientos doctrinales está dirigido infaliblemente por el Espíritu Santo”. Pusey, en el Eirenicon, señaló justamente que tal doctrina de la infalibilidad iba más allá de la inerrancia en la definición de asuntos de fe o moral garantizados al Papa por la asistencia especial del Espíritu Santo -como sostenía la generalidad de los teólogos católicos- y que, de hecho, prácticamente equivalía a la inspiración: en efecto, Ward sostuvo explícitamente que la infalibilidad a menudo viene a ser lo mismo que una “nueva inspiración”, alegando la condena de las cinco proposiciones de Jansenio (Dublin Review, Octubre de 1869, p. 479). No se abstuvo de afirmar que bulas como Quanta Cura de 1864, debían ser aceptadas “como la Palabra de Dios”».
- Semejanzas con el fundamentalismo bíblico protestante.
«Por lo tanto, rechazó por completo la idea que los pronunciamientos infalibles son pocos, y distantes entre sí; o que deben estar marcados por solemnidades y condiciones establecidas por los teólogos; o que se requiere de algún tribunal teológico para considerarlos ex cathedra o interpretar su significado. Por el contrario, llevan su carácter ex cathedra “en la cara” y cualquier hombre de buena voluntad, e inteligencia corriente, puede reconocerlos, comprender su importancia, y de inmediato estaría obligado en conciencia, bajo pena de pecado mortal, a aceptar su enseñanza con pleno asentimiento interior.
Así, la actitud de Ward respecto de las encíclicas y alocuciones se parecía mucho a la actitud protestante hacia la Biblia. Para él, las ochenta proposiciones del Syllabus eran “sin lugar a dudas, enunciados infalibles de la Iglesia”; y no sólo eso, sino que las treinta encíclicas y alocuciones de las cuales se extrajeron estas proposiciones eran ex cathedra en su totalidad» [*].
- Multiplicaba los actos infalibles, «quería elevar sus opiniones al rango de dogmas y sobre todo destruir toda escuela de pensamiento diferente del suyo» (Newman).
«Y no sólo impulsó con lógica despiadada y gran vehemencia de lenguaje su propia visión en cuanto al carácter infalible de esta enorme y bastante indefinida masa de enseñanzas ex cathedra, a desenterrar del Bullarium y de las Actas Pontificias del pasado; sino que también insistió, con seguridad inflexible, en que su punto de vista era el único católico, que debía ser aceptado como la fe católica es necesaria para la salvación, y sólo la ignorancia invencible excusaría de pecado mortal»


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* N. de R.: sobre la infalibilidad del Syllabus ver aquí.