miércoles, 20 de junio de 2012

Jack Tollers: el espíritu sectario (II)


6) Espíritu esclavizante: Es por esto que no alberga en su seno sujetos de espíritu libre y sus miembros serán acostumbrados a abroquelarse en torno a determinadas «posiciones» ante temas de suyo discutibles pero que, por haber sido resueltos con anterioridad en un escalón más alto, no son ya pasibles de especulación, inteligencia o crítica ninguna.
Un férreo cultivo de la obediencia asegura su aparente consistencia frente a los ajenos y engendra en sus reclutas un espíritu de ciega adhesión personal a los jerarcas de la organización, sin posibilidad de examinar ninguna de sus determinaciones, conductas y mandatos.
Por esta razón, se advertirá fácilmente que aquellos que se formaron en tiempos y lugares donde no reinaba este espíritu conservan trazas de un talante menos pobre y más flexible que aquellos jóvenes esclavizados de buenas a primeras.
El tipo humano resultante será un «zombie» que en ocasiones puede volverse cruel, en tanto y en cuanto vaya despersonalizándose a fuerza de violentar su conciencia y la de los demás.

7) Espíritu estrecho: El voluntarismo consecuente hará que aquel inficionado por este espíritu tienda a comportarse con obtusa univocidad frente a los misterios más profundos de la Religión: el sectario se apresurará a emitir juicios contundentes cuando considere los acontecimientos humanos y explicará la acción de la Gracia, la intervención de la Providencia y los designios de Dios interpretándolo todo unívocamente, con característica impaciencia, sin dejar margen a duda alguna.
Consecuentemente, el sectario orquestará las voluntades con singular desparpajo en la convicción de que sus designios responden a su iluminada interpretación de la Voluntad de Dios y no admitirá negativas ni discernimientos. Cualquier objeción o duda se entenderá siempre como una diabólica e insidiosa manera de querer obstaculizar la obra de Dios.
Esta estrechez de miras engendra cierto clericalismo, entendido en términos de una desordenada estima del clérigo en cuanto tal y un inocultable desdén hacia el matrimonio y todo cuanto con él se relaciona. Esto resulta así en razón de que el núcleo sectario está conformado por quienes no tienen otra dedicación personal sino la que le ofrecen por entero a la propia agrupación. Si el miembro no es religioso o consagrado, su pertenencia y misión se entiende como la de fortalecer –con los medios a su alcance– al núcleo consagrado, que es el verdaderamente valioso.
Frecuentemente el sectario descubrirá que la Voluntad de Dios es que ingresen más reclutas a la secta.

8) Espíritu idolátrico: Este espíritu ofrece protección, refugio y falsas seguridades que no le han sido prometidas a la Iglesia. La pertenencia a la Iglesia Católica supone reconocer que ella es la habitación misma de la Esperanza en este mundo y que en su seno podemos llegar algún día a formar parte de la Iglesia triunfante. Pero ocurre que para muchos la sola pertenencia a la Iglesia no es suficiente garantía ni consuelo bastante ante las adversidades de la vida: así la virtud de la Esperanza se desdibuja y comienza a transformarse en un desordenado afán de signos de predestinación.
Aquí aparece el profeta, jefe de la secta. De a poco, el profeta resolverá todas las dudas, todas las cuestiones, todos las inquietudes y se constituirá en insustituible guía para sus seguidores, instalándose en el lugar de su conciencia.
El sectario se siente amparado por una organización y un profeta que le resuelve todas sus inquietudes, generalmente suprimiéndolas. Así, al eliminar toda inseguridad, todo desasosiego o sensación de desamparo, toda inquietud, toda búsqueda del Dios Vivo y Verdadero, la imagen de Dios que se formará en los sectarios será inevitablmente uniforme, segura y propicia para quienes integren la agrupación: una imagen idéntica para todos, inmutable y, a la larga, inerte. Progresivamente el Dios de los sectarios se irá despersonalizando, trasformado en aliado mecánico de quienes son miembros de la secta, por el hecho de serlo, lo que invierte el camino de la Revelación.

9) Espíritu vertiginoso: Poco a poco, el lugar de Dios será ocupado por el autoerigido profeta que será la única referencia del sectario: para él la voz del profeta será la voz de Dios.
La interpretación de la Voluntad de Dios hecha por el profeta acabará siempre llevando agua al molino de la secta cuya finalidad se irá progresivamente reduciendo a un más eficiente reclutamiento, a un acopio mayor de dinero, a la acumulación de más poder al servicio... de la propia secta.
Como una serpiente mordiéndose la cola.

10) Espíritu demoníaco: Si bien no todos los miembros de una secta se verán afectados en igual medida por el espíritu que describimos, todos en mayor o menor medida se irán inficionando con sus pestes y las consecuencias son fáciles de ver: dividirán allí donde deberían fortalecer las uniones; se segregarán progresivamente del resto de la Iglesia Católica; renunciarán a la búsqueda de la verdad volviéndose más y más dogmáticos en materias discutibles; engendrarán discípulos de escasas luces y penetración e interferirán con la Voluntad Divina en nombre, precisamente, de esa Voluntad.
Por último, los cautivos de este espíritu, por lo que éste tiene de ofuscación del discernimiento, terminarán poniéndose al alcance de otros aún más malignos.
Como dijimos al principio, su exorcismo no es materia de nuestra competencia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

«Es siempre muy importante también que la institución no sea sofocante; que predomine, digamos, la iniciativa de la comunidad y de la persona».

Cæremoniarius dijo...

Al leer el artículo, se me viene a la cabeza una web que empieza con "R" y termina con "adiocristiandad".

Muy cierto lo que dice Jack Tollers

Anónimo dijo...

Muy buen artículo