jueves, 3 de marzo de 2016

Idealizaciones históricas (y II)


El período que va de la fundación de la Iglesia hasta los edictos de tolerancia de Constantino y el de Tesalónica de Teodosio (siglos I-IV) también suele ser objeto de idealizaciones históricas. En general, hoy se idealiza más a la Iglesia primitiva que a la cristiandad medieval. O mejor dicho, se hace un uso bastante sesgado de esa etapa. El cristianismo primitivo suele entenderse como un un paraíso perdido de autenticidad evangélica, opuesto a la  “era constantiniana” caracterizada por una dependencia temporal de la Iglesia con el Estado, el clericalismo, la opresión de las conciencias, el institucionalismo eclesial, etc. El arqueologismo busca en precedentes paleocristianos puntos de apoyo para los experimentos litúrgicos más insensatos y anti-tradicionales. Como si la Iglesia posterior no hubiera sido asistida por el Espíritu Santo en desarrollos homogéneos. 
Pero ahora nos interesa poner la atención en la dimensión política del cristianismo primitivo partiendo de un texto de León XIII:
…Queda, por tanto, bien claro que los católicos tienen motivos justos para intervenir en la vida política de los pueblos. No acuden ni deben acudir a la vida política para aprobar lo que actualmente puede haber de censurable en las instituciones políticas del Estado, sino para hacer que estas mismas instituciones se pongan, en lo posible, al servicio sincero y verdadero del bien público, procurando infundir en todas las venas del Estado, como savia y sangre vigorosa, la eficaz influencia de la religión católica.
Así se procedía en los primeros siglos de la Iglesia. Las costumbres paganas distaban inmensamente de la moral evangélica. Sin embargo, en pleno paganismo, los cristianos, siempre incorruptos y consecuentes consigo mismos, se introducían animosamente dondequiera que podían. Ejemplares en la lealtad a los emperadores y obedientes a las leyes en cuanto era lícito, esparcían por todas partes un maravilloso resplandor de santidad, procurando al mismo tiempo ser útiles a sus hermanos y atraer a los demás a la sabiduría de Cristo; pero dispuestos siempre a retirarse y a morir valientemente si no podían retener los honores, las dignidades y los cargos públicos sin faltar a su conciencia. De este modo, las instituciones cristianas penetraron rápidamente no sólo en las casas particulares, sino también en los campamentos, en los tribunales y en la misma corte imperial. “Somos de ayer y ya llenamos todo lo vuestro: las ciudades, las islas, las fortalezas, los municipios, las asambleas, los campamentos, las tribus, las decurias, el palacio, el Senado, el foro” [30]. Hasta tal punto que, cuando se dio libertad de profesar públicamente el Evangelio, la fe cristiana apareció no dando vagidos como un niño en la cuna, sino adulta y vigorosa ya en la mayoría de las ciudades.
El p. Regatillo explicaba las enseñanzas de Cristo y los Apóstoles y su incidencia en la conducta de los primeros cristianos en relación con el orden temporal:
[Cristo y el poder temporal en el Nuevo Testamento]
32. Era de persecución de la Iglesia. Cristo fue anunciado por los profetas como rey, muchos siglos antes de su venida al mundo (Salmo 71, 8). Como rey le anunció el Ángel San Gabriel a la Virgen María; como rey, cuyo reino no tendrá fin en los tiempos ni límite en el espacio. Regnabit in domo Jacob in aeternum et regni ejus non erit finis (S. Luc. 1, 32). Como a rey le buscaron los Magos, para ofrecerle ricos presentes de oro, incienso y mirra (S. Mat. 2, 2). Por rey se reconoció El mismo ante el tribunal de Pilatos, momentos antes de ser condenado a muerte: Ergo rex es tu? — Tu dicis, quia rex sum ego (S. Juan 18, 37). Por rey le reconoció el mismo Pilatos, mandando poner en lo más alto de la cruz este rótulo en griego, hebreo y latín: Jesús Nazareno, rey de los judíos (S. Juan 19, 19).
Pero Cristo jamás quitó ni mermó a los otros príncipes su potestad; antes al contrario prescribió la obediencia a las legítimas autoridades civiles, aunque fuesen judías o gentiles: Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios (S. Marc. 12, 17). Porque, como El mismo respondió a Pilatos: Mi reino no es de este mundo (S. Juan 18, 36), no es reino temporal, sino espiritual; no tiene por fin el bienestar terreno de sus súbditos, sino la vida eterna: Et ego vitam aeternam do eis (S. Juan 10, 28).
Por eso una vez que las turbas, después que obró el gran milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, le quisieron aclamar por rey suyo, Jesucristo declinó este honor, escapándose y escondiéndose entre las malezas del monte (S. Juan 6, 15).
(…)
Tampoco instituyó Cristo en su Iglesia una teocracia, como en el Antiguo Testamento la instituyó Dios entre el pueblo judío, donde el mismo Dios directamente gobernaba la nación, designando por modo sobrenatural las personas de los reyes o jueces que con su autoridad ejerciesen el supremo poder civil, e invistiendo de poderes civiles a las autoridades religiosas. No así Jesucristo, el fundador de la Iglesia. Jesucristo a sus Apóstoles les confió solamente el cargo de propagar la Iglesia por todo el mundo, y les confirió todos los poderes espirituales necesarios para gobernarla. Data est mihi omnis votestas... Euntes ergo docete omnes gentes (S. Mat. 28, 19). Eritis mihi testes in ludaea et in Samaria et in Galilea et usque ad ultimum terrae (Hechos de los Apóst. 1, 8). No les confirió autoridad ninguna civil. Por eso los Apóstoles y sus sucesores no fueron príncipes civiles.”
[Los Apóstoles y los primeros cristianos ante el poder temporal]
“33. Conducta de los Apóstoles. Con derecho exigieron que se les reconociese su misión divina. Sin razón les prohibieron las autoridades civiles la libre predicación y ejercicio de la religión cristiana. Pues:
a) Ellos exhortaban a los fieles a que prestasen obediencia a los príncipes civiles, aunque fuesen gentiles, y esto por obligación de conciencia, propter conscientiam, como se lo inculcan San Pedro a los cristianos de Asia y San Pablo a los de Roma (Carta 1. de San Pedro 2, 13 sgts. ; de San Pablo a los Rom. 13, 1 sg.).
b) Reconocían que la potestad civil viene de Dios. Non est potestas nisi a Deo (Rom. 13, 1).
c) Los exhortaban a hacer oración por todas las personas constituidas en autoridad; porque esto es grato a los ojos de Dios. Así lo inculca San Pablo en carta pastoral a su discípulo Timoteo, Obispo de Éfeso (I Tm. 2, 1).
d) De hecho consta por el testimonio de todos los historiadores que los cristianos de los tres primeros siglos eran los mejores ciudadanos, los más fieles cumplidores de los deberes civiles. Libanio, gentil, maestro de Retórica de San Juan Crisóstomo, admirado de la virtud de su discípulo y de los cristianos, exclamaba: ¡Qué mujeres tienen los cristianos! Ahí está, por ejemplo, la madre de Juan, ¡qué prudente, qué casta, qué santa! (Era Santa Antusa). Tertuliano en el siglo III (Apología, cap. 39), cuenta la admiración que causaba entre los gentiles del Norte de África la conducta irreprochable de los cristianos: "Los gentiles se admiran de que entre nosotros no usamos otro tratamiento que el de hermanos, y señalándonos con el dedo exclaman: “Mira cómo se quieren, mira cómo están dispuestos a dar la vida los unos por los otros" (Migne, Patrologia latina, I, col. 534).
Externamente, la Iglesia de aquellos tiempos tuvo que soportar numerosas persecuciones. Fue una época de gloriosos mártires y confesores. Pero también existieron los lapsi, que no resistían; los libelatici, que se conseguían un “certificado” de haber adorado al Emperador, para eludir los castigos o el martirio; "provocadores”, que buscaban un martirio autocomplaciente. Internamente, la Iglesia tuvo que afrontar varias pruebas importantes: la defensa de la fe frente a herejías, de tres distintos grupos: el judeo-cristianismo, negador de la divinidad de Jesucristo;  un segundo grupo —posterior— que se caracterizó por su rigorismo moral, estimulado por la creencia en un inminente fin de los tiempos (montanistas; donatistas); y la mayor amenaza, que fue la herejía gnóstica.
La Iglesia primitiva siguió dos líneas aparentemente contradictorias respecto de lo político: participar (los cristianos “se introducían animosamente”; por ejemplo, desde el siglo I aristócratas romanos se convertían, y un edicto persecutorio de Valeriano los tuvo por principales destinatarios) y no contaminarse (“aprobar lo que ... puede haber de censurable en las instituciones políticas del Estado”). Lo hizo en sociedades paganas y perseguidoras hasta la muerte. No profesó el donatismo político; ni asumió la concepción gnóstica o maniquea de la polis. Su respuesta a la ciudad pagana fue "sí y no", como decía un arzobispo francés...

25 comentarios:

Anónimo dijo...

El tomismo supone dos cosas: los principios y mirar al ser para con ambas cosas decidir.
El ser presente es el que es.

Por ejemplo (y sin exagerar): había para votar al Macri del reciente Chau Tabú y de una ley de CABA durísima contra la "discriminación" (una de las últimas leyes de su gobierno) o a Massa que dijo ante la pregunta de un periodista sobre su posición acerca del aborto: "nosotros no hablamos, estamos con la gente, el primer aborto terapéutico se hizo en un hospital del Municipio de Tigre".

El problema es cuando el estado actual de cosas (moral y político) hace a todos invotables y ya, si se quiere buscar el mal menor, tampoco se lo encuentra (cuál es menos malo de estos dos?, entonces votamos a la Chorra? Pero acaso no queríamos comprar "aifons"?).

En este tiempo y lugar habría que ver qué decían estas personas. El Arzobispo hablaba en un contexto casi de panacea si se lo comprara con el presente. Qué diría hoy?.
Qué dicen sus hoy discípulos, los que lo trataron? (eso lo sé).


Como voto a un candidato provincial o municipal (supongamos que sea, no digo un "santo", pero al menos un "sano") que por el solo hecho de hacerlo beneficia al candidato del mismo partido al nivel nacional?
Acaso el "sano" puede salir a decir que solo lo voten a él a nivel municipal, pues si además votan a su jefe a nivel nacional podrían matar niños a lo loco?
Votar, per se, no es pecado; pero puede llegar a serlo.
En este caso, votar al municipal "sano", tal vez también lo sea (al menos para los que leen los diarios, los otros zafan).

Acaso es verdad que hoy, esa "posible" (hay que ver si es tan posible) democracia limitada al nivel municipal se logra desprender de la política nacional?

Ojalá fuese tan simple como lo de León XIII, el P. Regatillo y los tiempos del Arzobispo...

Un abrazo,

Lagarto Overo.

Curdubensis dijo...

* En cuanto al elector, debe votar por la mejor lista o por la menos mala, es decir, por aquella que contiene la mayor cantidad de candidatos buenos o, si no los hay, de los que sacrifiquen menos elementos esenciales para la vida del país. Votar por un candidato menos malo, no es cooperar a un mal, es procurar un bien. Para el caso de una doble vuelta en la elección de Presidente, cabe la siguiente recomendación:
* Entre dos malos candidatos, no habrá que abstenerse, a no ser que ambos sean detestables. Esta igualdad absoluta no se verifica nunca, pues sin hablar de las diferentes aptitudes personales de los candidatos, la mayoría de las veces, uno de entre ellos procurará obtener el apoyo de los hombres de bien, y esa será la ocasión de sacar el mayor partido posible del concurso que nos hemos visto obligados a prestarle. (Ver: P. Lallement. “Principios de Acción Cívica”; Buenos Aires, Ed. Santa Catalina, 1950, pgs. 218/221)

Anónimo dijo...

Perfecto, pero si seguía el consejo del P. Lallement ... no hubiese podido discernir al peor de los tres... ni al menos malo. Es que en democracia van palmo a palmo...

Rouet dijo...

La cristiandad primitiva deja varias enseñanzas para nosotros.
* Los primeros cristianos no se fugan del mundo. Son ciudadanos como los demás que sobresalen por la caridad. Hay que leer la Carta a Diogneto.
* Se refugian en catacumbas cuando los persiguen. Es para defenderse, no por misántropos.
* El monacato se organiza recién en el siglo IV y por motivos sobrenaturales.
* Ni Cristo, ni los Apóstoles, ni los Santos Padres, condenan la política.
* No esperan a que el Imperio sea oficialmente católico para ponerse a cristianizar.

Anónimo dijo...

Yo aportaría otro enfoque, o no sé, luego de leer Calixta (y algunas otras cosas, vidas de mártires, etc) me quedó la impresión de que los primeros cristianos no se "introducían animosamente" sino que el efecto político, la cristianización del imperio, fue una consecuencia no buscada, algo así como un efecto colateral cuya causa primera fue la conversión y santificación personal de los ciudadanos romanos. Y no que el romano convertido se pusiera a rosquear políticamente.

En segundo lugar, me parece que aquí está faltando la inserción del análisis en el tiempo actual (y final) en que nos ha tocado vivir. Ese tiempo que nos fue profetizado, del que tanto nos advirtieron nuestros maestros contemporáneos, como Castellani, etc.

La Cristiandad -como triunfo político del evangelio- fue necesaria para que se predicase el evangelio en todo el mundo. Se cumplió. No habrá otra. Sólo resta el cumplimiento del resto de las profecías.

V.






Jesús Herrera dijo...

Y sin embargo, el régimen pagano de Roma era mucho menos malo que el anticristiano de Hoy.

Santiago Calderón dijo...

Una fundamentada explicación de la frase "Mi reino no es de este mundo" aparece en "Para que Él reine" de Jean Oussett. Así, en la pág. 19 de la editorial Dómine, podemos leer el comienzo con la cita del Cardenal Pie que dice:
"Su reino, ciertamente, comenta el Obispo de Poitiers, no es de este mundo, es decir, no proviene de este mundo: non est de hoc mundo, non est hoc mundo; y porque viene de arriba y no de abajo: regnum meum non est hinc, ninguna mano terrestre podrá arrancárselo”

El libro continúa explicando esta frase diciéndonos que para evitar equívocos podemos escribirla como: “la realeza (que es) la mía no es (originaria) de este mundo” .

El autor nos lleva a comprender que la frase se refiere a que el Reino de Cristo no es como los de este mundo, pasajero, limitado y sujeto a mil contratiempos.

Otra cita nos dice: “De ningún modo resulta de estas palabras, escribió el P. Théotime de Saint-Just, que Jesucristo no deba reinar socialmente, es decir, imponer sus leyes a los soberanos y a las naciones.”
Terminando las tres páginas dedicadas a la verdadera interpretación de esta frase, el mismo autor nos dice:
“Si consideramos necesario insistir sobre este punto a pesar de estas rápidas explicaciones, pero suficientes, es porque conocemos con experiencia la tozudez liberal

Prueba de ello es que no hay fiesta de Cristo Rey en la que no se encuentre, en alguna hoja, una alusión a estas palabras de Nuestro Señor, mas siempre con un sentido restrictivo y COMO QUERIENDO DAR A ENTENDER QUE ESTA REALEZA ES UNA REALEZA EXCLUSIVAMENTE ESPIRITUAL, REALEZA SOBRE LAS ALMAS, Y NO REALEZA SOBRE LOS PUEBLOS, LAS NACIONES Y LOS GOBIERNOS.”…

“Si (mi reino no es de este mundo) significara que la realeza de Nuestro Señor no sobrepasa el orden de la vida interior de las almas, sería necesario admitir que aquella otra frase de Jesús (todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra) no es más que una jactancia elegante…”

Martin Ellingham dijo...

Santiago:

Está muy bien. En ningún lugar se niega esa exégesis. Es más, si revisa el libro del P. Regatillo enlazado en esta entrada, verá que contiene una encendida defensa de la tesis de la confesionalidad católica del Estado, contra el liberlismo católico, y más en concreto, una apología del Concordato entre España y la Santa Sede de 1953, último concordato de tesis del siglo XX según el cardenal Alfredo Ottaviani.

De la obra de Ottaviani sobre Derecho Público Eclesiástico –calificada como “excelente” por Monseñor Lefebvre en “Le destronaron”- vale la pena reproducir este principio, que precisa mejor la proyección de los pasajes evangélicos - Regnum meum non est.., etc.- en materia de relaciones Iglesia-Estado:

“196. Principium l. – Ecclesiae non competit potestas directa in res temporales: hoc est de rebus mere temporalibus quousque effectns mere civiles producunt, Status disponit independenter ab Ecclesia.
Equidem, si Sacras Scripturas, (1) canones conciliorum, constitutiones Summorum Pontificum et sententias Patrum diligenter scruteris, omnia hahes in eo consentientia, nihil potestatis civilis et politicae Ecclesiae praesulibus comptetere, nisi illa consideres iura quae titulo quodam historico humano et adventicio ipsis acquisita fuerint.”
________
(1) Ex locis evangelicis vid. IOAN., XVIII, 36: Regnum meum non est de hoc mundo (cfr. MATH., XVI, 19: tibi dabo claves regni caelorum); MATH., XXII, 21: Reddite ergo quae sunt Caesaris, Caesari et quae sunt Dei Deo.


Por las dudas, le comento que ayer me mandaron un mail con un reportaje a Devilliers y allí dice que la Iglesia tiene un poder i n d i r e c t o en lo temporal (coincide con Lefebvre), no un poder d i r e c t o, que es la doctrina que Ottaviani (con todos desde hace siglos) considera equivocada.

Saludos.

Anónimo dijo...

El tema del poder directo o indirecto de la Iglesia es anegdótico, carece de actualidad. Lo importante es lo que dice el libro de Devillers sobre el presente.

Enzo.

Jorge Rodríguez dijo...

Hay que leer la cita completa:

Jn 18:36 Replicó Jesús: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores combatirían a fin de que Yo no fuese entregado a los judíos. Mas ahora mi reino no es de aquí."

Dice que "ahora" mi reino no es de aquí

Santiago Calderón dijo...

Estimado Martín (y lo de estimado no es formalismo para quien pone su nombre en este mundo de anonimatos). Como ha señalado mi padre, la distinción entre directo e indirecto, tiene sus trampas. Lo correcto es decir como Santo Tomás, que no conviene a los sacerdotes ejercer directamente el gobierno, en protección de su autoridad espiritual (a pesar de corresponderle en derecho) , y por eso lo delega. En otros esta condición de indirecto, se entiende a fin de respetar "la libertad" del gobierno y del hombre (en esta última se enrola Ottavianni, Jougnet, Ramirez y ots). Esta pequeña diferencia se convierte en enorme al llevar el correr de las ideas, y lo de indirecto se separa hasta hacerlo "diferente". Es una sutileza, pero en los hechos, se transforma en una enormidad. En la analogía real de Cuerpo y Alma, con Iglesia Estado, puede observarse que no hay casi nada que permanezca separado, todo tiene que ver con todo, y la Iglesia siendo el alma, todo lo informa. La distinción y la delegación, repito, es para Santo Tomás, en vista de un mejor ejercicio de la autoridad sacerdotal y no por efecto del respeto de un derecho del estado a la libertad. Esto lo tiene bien escrito mi tio el Padre Calderón, pero está inédito. Le saludo cordialmente.

Martin Ellingham dijo...

Santiago:
Utilizo un seudónimo.
No comparto la mayoría de las tesis que sostiene. Algunas son manifiestamente erróneas.
Saludos.

Anónimo dijo...

Entiendo que lo dicho por Santiago no es lo que generalmente he leído, pero me parece ver para qué lado va y puede no estar mal (me gustaría leer el desarrollo completo).
No obstante, me resulta una discusión abstracta, pues, en todo caso, ambas posturas estaban de acuerdo en que finalmente el poder civil no sea ejercido por el clero y, fundamentalmente, porque ya no hay estado que le importe lo que pueda opinar el clero, siga éste la postura que quiera seguir (no debe estar enterado de ninguna de las dos).
Es un intercambio únicamente útil para despuntar el vicio donde no parece haber herejía en ninguna de las dos opiniones (en ese caso sería distinto y valdría la pena el mar de tinta).

Saludos.

Matían C.

Dardo J Calderón dijo...

Estimado Matias: El cargar el poder civil en forma directa a los sacerdotes es indefendible, queda claro y jamás lo hemos hecho. Ahora, el problema es ver si ese poder del estado, es independiente totalmente o no, o si es subordinado y porqué es subordinado. La primera y especial subordinación es si ambos persiguen un mismo fin sobrenatural, y sobre ese fin tiene siempre la última palabra el poder de la Iglesia, o de si son dos fines, uno natural y otro sobrenatural, y entonces no hay razón de subordinación real sino práctica. El segundo tema es de si estado-iglesia son una misma cosa, una unidad como cuerpo-alma, o si son dos organismos perfectos en sí mismos, y la tercera es cuál es el fundamento de esta separación de funciones, si la protección de la autoridad de la Iglesia o la libertad del hombre. Puede coexistir la discusión en cierta ortodoxia, pero un mílimetro que se corra la teoría màs separtista, y estamos en el liberalismo liso y llano. Así comenzó el liberalismo, ya que si son dos organismos perfectos, tienen fines diferentes y el fundamento es respetar la libertad del hombre, esa posterior subordinación que se plantea es sólo voluntaria y no exigida por la naturaleza de las cosas, y de ahí al liberalismo, casi nada. Uno queda sujeto a que nos gobierne Martín y ponga buena voluntad, los criterios de subordinación tienen tal debilidad que quedan en la nada. Es el principio de una herejía.

Favila dijo...

También se tiende a idealizar papados anteriores. Si San Pío X o León XIII hubieran estado tan expuestos a los medios de comunicación como Francisco, es posible que no nos pareciesen tan santos ni tan ortodoxos. Y más de un papa idealizado nos podría parecer tan necio como Francisco de estar realizando declaraciones a todas horas. Lo mismo que nosotros pareceríamos necios y poco virtuosos si una cámara nos grabase las veinticuatro horas del día.

No es posible mantener la sacralidad y el prestigio del papado en esta sociedad hipercomunicada. Alguien le debería explicar a Francisco que manteniendo cierto misterio conseguiría más que exponiéndose a todas horas. Pero también deben tener en cuenta esto los críticos de Francisco.

Martin Ellingham dijo...

Que la Iglesia es por institución divina una sociedad específicamente distinta es un tesis de fe católica. No se puede negar esta dualidad radical divino-positiva sin oponerse a la Revelación.
Respecto de los infieles, está la enseñanza de Trento: los no bautizados no son miembros de la Iglesia y por ende esta la no tiene potestad sobre ellos. De modo que una sociedad de infieles políticamente organizada es específica y numéricamente distinta de la Iglesia, pues los no bautizados (sean gobernantes o simples ciudadanos) sólo en potencia pueden decirse miembros de la Iglesia.
Otros parecen más discutibles.
Saludos.

Anónimo dijo...

"No conviene a los sacerdotes ejercer directamente el gobierno, en protección de su autoridad espiritual (a pesar de corresponderle en derecho), y por eso lo delega". Entiendo que esto es un disparate mayúsculo. El sacerdocio no puede delegar la espada política sencillamente porque no la tiene. Esa era precisamente la idea del "agustinismo político": la sociedad política sería una consecuencia del pecado original. Pues no. La sociedad política habría existido de todas formas, aunque no hubiera habido pecado original. De allí que exista la necesidad de una potestad política desde siempre, y una potestad eclesiástica desde el pecado original (o en rigor, desde la Redención). El pecado original y la Redención exigen el Reinado Social de Cristo, y por ende la unión moral de la Iglesia y el Estado; pero la distinción de las potestades exige una separación administrativa.

Jacques Cathelineau

Dardo J Calderon dijo...

Allí va rumbeando el buen Cathelineau. LA REDENCION. Cuando dice "desde el pecado" y luego endereza y dice "desde la redención", de ahí en mas hablamos casi de lo mismo, salvo por lo de "unión moral", porque se trata de una "unidad real", con una separación -puede decirse - admistrativa. Esta unión es como la de la naturaleza con la gracia (analogía real) "Yo lo hago todo nuevo" y esto no se dijo por soncear, fue así, es una Nueva Creación, que Aristóteles no podía concebir. Y aparece la Iglesia de Cristo. Un nuevo hombre y una nueva sociedad. Esta nueva sociedad está llamada a ser dentro de la Iglesia, con-formada por la Iglesia, y así como quien no pasa por el bautismo no es cabalmente un Hombre (que puede realizar su fin) tampoco las sociedades que no son parte de la Iglesia, no son cabalmente "sociedades" porque no pueden cumplir su fin. "El que conmigo no junta, desparrama". Y por esto la solución de este tema no es filosófica, sino teológica, que es la diferencia que tenemos con Martín, que es buen aristotélico, pero que no va a entendernos, hasta que descubra la gracia que surge de la Redención y que todo lo cambia. Y por eso las sociedades actuales, no son tales, son parodias invertidas. Queda al amigo Cathelineau investigar más sobre lo que acaba de descubrir en ese corte que se apareció mientras pensaba. Excelente rumbo. Saludos

Martin Ellingham dijo...

Algunas puntualizaciones teológicas tomadas de Santo Tomás:

1. La unidad entre la Iglesia y la comunidad política es análoga (=semejante en parte, diferente en parte) a la que existe entre el alma y el cuerpo. No es idéntica, pues no se trata de una unidad substancial (como la que se da en la esencia humana compuesta de alma y cuerpo). Decir que hay unidad substancial es un gravísimo error teológico.

2. El orden sobrenatural supone el natural. Lo perfecciona, no lo destruye, ni lo mutila, ni lo altera en su esencia. La gracia es participación accidental, no substancial, en la vida divina.

3. La Redención no implica un “error en la creación”, como si Dios Redentor le enmendara la plana a Dios creador. El mismo Dios es el Creador de la naturaleza humana (socio-política) y su Redentor.

4. El no bautizado sigue siendo un ser humano con todas las perfecciones naturales ontológicas y operativas que le ha dado el Creador. Su naturaleza está herida por el pecado original y sus consecuencias, pero no se puede decir que deje de ser hombre.

Saludos.

Personio Suazo dijo...

El problema es que el paganismo y el modernismo no son lo mismo. El paganismo, aún el más corrupto y epicúreo, conserva algo de la tradición primordial: la importancia de lo sagrado, las virtudes naturales, el principio de jerarquía, la autoridad emanada de lo alto, etc. El mundo moderno, en cambio, se rebela no sólo contra Cristo, sino contra todo aquello que, sin ser confesionalmente cristiano, es imagen o analogía de la Verdad.

Por tanto, no es comparable el "entrismo" de los primeros cristianos en el "Imperium Romanorum", que el entrismo en los Estados democráticos.

Japón es un magnífico ejemplo, mucho más cercano que la antigua Roma: hasta el siglo XX era una nación pagana en el sentido que aquí he expresado. El "entrismo" en ese Japón tradicional podría compararse al de los primeros cristianos. Una vez que el modernismo se impuso definitivamente en 1945 dejaron de imperar esos valores, y el posible entrismo que se quisiera hacer en el país nipón pasaría a ser algo similar al de nuestro Occidente contemporáneo.

loscocodrilosdelfoso dijo...

Al 1.- Nadie habló de unidad substancial, sino de analogía real, no metafórica.
Al 2.- La gracia "eleva" la naturaleza, pero por la analogía anterior, la naturaleza no se logra en su propia perfección si no es por la gracia. Se puede predicar como accidente, pero que viene de fuera, de Dios, y no del hombre, que lo mueve desde fuera, "como el artista al cincel". No es una categoría aristotélica y no se comprende en ese esquema. Es un accidente de tal categoría que le permite un salto sobrenatural
Al 3.- La Redención SÏ es una Nueva Creación. "¡Oh felix culpa!"
Al 4. Sin la gracia no se puede acceder a las perfecciones operativas de la propia naturaleza. Si un hombre, es cabalmente un ser destinado a un fin sobrenatural, no se es "completamente" hombre sin la gracia. "Pecado mortal" indica esta analogía real, se está muerto, no es una metáfora.
Como ve, jamás nos pondremos de acuerdo. Ud se mantiene en la filosofía. Pero ha sido un gusto esta charla, que como dije, no hago para retrucar, sino para que se vea que hay diferencias. Saludos Dardo.

Martin Ellingham dijo...

Coincido en que no es posible el acuerdo. Pero la causa está en que su teología no es tomista en muchos puntos fundamentales (por ejemplo, la gracia es cualidad para el Aquinate). Y no maneja el argot básico de la teología del Aquinate. Por eso no entendió mis puntualizaciones. Habría más para decir, porque hay tesis que o se las precisa o se cae en herejías condenadas de modo solemne.

De todas formas, muchas gracias por su comentario.

Saludos cordiales.

Iñaki dijo...

Yo sé que aquí no sois muy devotos de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola. Con 30 años de ejercitante ignaciano algún discernimiento de espíritus he podido adquirir. Y para mí es claro que el mal espíritu se transfigura en ángel de luz para inducir al mal. Que no cumplir los deberes de estado que tengo como ciudadano es un mal. Y que lo del naturalismo, el entrismo y demás, son zarandajas.

Antonio dijo...

A mí me resulta muy curioso que católicos tradicionales que dicen conocer el pensamiento de Tomás de Aquino hablen de la historia con categorías historiográficas del culturalismo idealista alemán sin revisarlas críticamente. Pues eso…

Anónimo dijo...

Estimado Antonio,

¿Puede explayarse un poco? Me interesa su punto de vista.

Juan M.G.