miércoles, 16 de noviembre de 2016

Acción y contemplación (1)

Se ha debatido en otras bitácoras sobre la relación entre acción y contemplación. Es un tema sobre el cual tal vez se haya dicho todo. Sin embargo, a juzgar por algunos comentarios, pareciera que siempre hay que volver sobre algunas las ideas fundamentales. Conviene enfocar el tema en una doble perspectiva: natural y sobrenatural. Haremos el intento en esta entrada y en las siguientes.
- El ocio aparece como lo opuesto al negocio. En la civilización moderna se tiende a dar primacía al negocio sobre el ocio, el cual tiene mala fama, pues ocio parece sinónimo de pereza, cosa inútil y por ello  mala. 
“...la vida humana se ha estructurado (casi de modo exclusivo y excluyente) en función del trabajo. En efecto, si el hombre vive para trabajar, […] el ocio y la contemplación se presentan como instancias «sospechosas». En este sentido, «ocio» equivale a ausencia de trabajo, a reticencia al esfuerzo, a holgazanería. Al respecto el pensador alemán Josef Pieper expresa: «… en un mundo configurado precisamente por el principio de utilidad no puede haber un espacio de tiempo no útil, como tampoco puede darse un trozo de terreno sin aprovechamiento. Fomentar algo así sería como caer irremediablemente en el concepto de “sabotaje cultural”»
Como se puede apreciar, el ocio es entendido ampliamente en términos de «negación», como «ausencia de», no descubriéndose en este estado ninguna positividad. Seguramente hemos oído hablar a los economistas de este modo: «mano de obra ociosa».” (Lasa) 
- Sin embargo, el ocio es objetivamente más digno que el negocio. Una vida sin espacio para el ocio, que sature el tiempo con el trabajo, para “no pensar” y “sentirse bien”, matará en el ser humano las preguntas capitales en el camino de la felicidad. Esclavizado de este modo por el negocio el hombre se degrada.
“El ocio es un estado del alma que se manifiesta en una «forma de callar», en un «no anticiparnos a nada» con nuestro hacer para que podamos percibir la realidad tal cual es. Así como sólo puede oír aquel que calla, así también sólo puede percibir lo real el que no se anticipa a la mostración de las cosas, y las dejar ser «aquello que son». Sólo de esta manera es posible que cada hombre pueda encontrarse con su propio ser, con aquello que es y con aquel Ser que da consistencia a toda creatura. Sin el ocio, el hombre se transforma en un «perezoso». Ciertamente, la acedia (la pereza) significa, originariamente, la renuncia por parte del hombre al rango que se le fija en virtud de su propia dignidad, lo cual equivale a decir que ese hombre no quiere ser aquello que Dios quiere que sea. Este hombre se resiste, de este modo, a ser él mismo.” (Lasa)
- Con la ausencia del ocio contemplativo, muere el saber porque cesa el pensamiento, y se cosifica al hombre. 
“…quien no ve, no conoce; quien no conoce, no sabe. No pararse para ver es condenarse a un perpetuo turismo de masas: una mirada fugaz a este o a aquel lugar, cuatro charlas y una docena de trivialidades aliñadas con despropósitos, un pasar por doquier sin haber parado en un solo lugar. 
Sin contemplación no hay saber, muere la scientia porque cesa el pensamiento. Frente a la planta se para el botánico para «verla» u «observarla» con el fin de estudiar su vida, - clasificarla, describirla, conocerla; se para el filósofo y el teólogo para «reflexionar» sobre los problemas del mundo y de Dios; se para todo el que realiza un trabajo, si quiere que su obra sea válida…
Reducir el espacio de la contemplación —que exige un ambiente favorable y no hostil, de silencio y de tranquilidad; que exige tanto amor para lo que se quiere ver y para el propio ver o para la búsqueda, y por lo mismo tanta disponibilidad, dedicación, sacrificio y humildad— es empequeñecer el espacio del conocimiento hasta la anulación del saber. Todo ello en provecho a los slogans vulgares de que la contemplación es «pérdida de tiempo», «egoísmo antisocial», etc…. Combatir la contemplación o reducirla de espacio hasta identificarla con una actitud antisocial o egoística, «aristocrática», es ser enemigos de una sociedad de hombres libres para hacerse constructores atareados de una masa de bípedos cosificado…” (Sciacca)
- La contemplación natural es necesaria para una vida lograda y el contemplar la verdad produce delectación.
“La contemplación natural o del orden humano es el momento intuitivo del conocer, es la intuición de la verdad: el pintor «ve» intuitivamente desde el punto de vista artístico la «verdad» de un jardín; del mismo jardín el botánico ve intuitivamente desde el punto de vista científico la verdad, y el jardinero ve la suya. Como conocimiento intuitivo, la contemplación se contrapone al conocimiento discursivo; sin embargo, es su fundamento, se contraponen en la colaboración; en la contraposición son llamados a integrarse. Pero como fundamento del conocimiento discursivo, el intuitivo puede darse solo, el otro no: es el primado de la intuición inteligente sobre el discurso racional… Frecuentemente la intuición hace superfluo el conocer discursivo, que viene después para confirmarla: lo precede siempre, a veces espera siglos para tener la llamada confirmación científica, artística, etc. Pero precisamente por esto el conocimiento discursivo es también necesario, no sólo porque confirma al intuitivo, sino porque, a través del discurso, se saca cuanto se hallaba contenido en el intuitivo, que así es fecundo en otros conocimientos; porque aun el discursivo contribuye a que la intuición llegue a ser obra construida...
El conocimiento de una verdad comporta la fruición de cuanto es conocido; cuanto más se profundiza, tanto más crece la fruición, goce desinteresado y también él contemplador, motivado precisamente por el mismo intuir y penetrar, por haber ido dentro y más adentro. Tal fruición es también co-fruición, un gozar de ello junto a los otros.” (Sciacca)
- La contemplación es fundamento necesario de la acción. Si se reemplaza la contemplación por la acción externa, por efecto de dar primacía absoluta de la eficiencia y el éxito, se deshumaniza a la persona y también se vacía la acción.
“El problema de la relación contemplación-acción es hoy planteado por muchos —no sé si por ignorancia o por malicia— en términos de aut-aut: o la una o la otra: quien contempla no obra, quien obra no contempla; urge una elección: o la contemplación o la acción, un término excluye al otro. Este modo de plantear el problema no es sólo sofístico o malicioso —lo digo para los ingenuos— sino que es también vacuo y superficial por cuanto no resuelve el problema mismo; simplemente elimina uno de los dos términos y con esto mismo el problema, operación de la que todo el mundo es capaz. Resolverlo es, en cambio, mantener unidos los dos términos en su relación. En efecto, contemplación y acción no se excluyen, se completan; mejor aún, la contemplación es el fundamento necesario de la acción.  Quien se para para ver o contemplar, y quien «ha visto», sabe: si no sabe, si no contempla, ¿qué hace? No hace, deshace o hace más de lo necesario: sale así fuera del hacer. Por consiguiente, el hacer sin el contemplar nunca es verdadero hacer, sino destruir.
…mientras el verdadero hacer no puede darse sin la previa contemplación, ésta puede darse por sí sola: el momento teorético se da por sí mismo; la verdad es válida en cuanto verdad, mientras que ningún hacer es válido si no se funda sobre el saber. Una ley física es verdadera aunque no produzca nada útil… No sólo el contemplar es el fundamento de la acción, sino que se da también independientemente de la acción que de él depende; pero, afirmada ésta independencia, añadimos: la verdadera contemplación no puede cerrarse en sí misma; se abre a la verdadera acción que nace de ella. Como hemos dicho, las profundas y duraderas obras de poesía, de arte, de caridad, etc., nacen del momento contemplativo.” (Sciacca)
- Dios ha creado al hombre compuesto de alma y cuerpo. El ser humano no es ángel. La corporeidad implica necesidades materiales no sólo para conservar la propia vida, sino también para dedicar tiempo a la contemplación. De aquí viene el legítimo lugar que corresponde al neg–otium en una ordenada escala de bienes. Lo útil no está en la cúspide de los bienes humanos pero tiene una importante función que cumplir, pues si no hubiera neg–otium no habría alimentos, fármacos, vivienda, electricidad, libros… 
Quienes se dedican más a la especulación (investigadores, profesores, abogados, etc.) a veces menosprecian a los que desempeñan oficios más orientados hacia el bien útil. Fastidia, por ejemplo, cuando se dice peyorativamente que los médicos son comerciantes; como si esa profesión, y la medicina en general, debiera vivir del aire; y como si quien la menosprecia no dependiera del comercio para cubrir sus necesidades materiales y de la medicina para tener la salud. 
Señala Aristóteles que de suyo es mejor filosofar que hacer dinero pero si se padece necesidad es preferible enriquecerse (Tópicos, III, 2, 21). La contemplación es una virtud y el hombre necesita ordinariamente de una suficiencia de bienes para el cultivo de la virtud (Santo Tomás, De Regno, I, 15); de modo que sin un mínimo de bienes útiles la contemplación no puede tener lugar. 
Mientras el hombre sea un ser corpóreo el ocio sin el negocio será un imposible antropológico. Rebelarse contra esta realidad implica alzarse contra el Creador y su Providencia. Este querer ser ángeles traerá disgustos, y podrá perturbar hasta la misma salud mental, medio necesario para la especulación.



5 comentarios:

Blas dijo...

«El hombre no es ángel ni bestia y cuando pretende ser ángel deviene bestia» (Pascal).

Anónimo dijo...

Esta es la perspectiva natural, no?

Redacción dijo...

Anónimo dijo...

Excelente, aguardo con ansia la sobrenatural. Gracias: "Seréis como Ángeles".

El Despis dijo...

Yo agradecería que algún lector enterado me soplase al oído qué bitácoras son esas donde recientemente se ha hablado del tema. Gracias.