jueves, 23 de junio de 2011

De aquellos barros, estos lodos (IV)

Penúltima entrega de la serie de textos del Cardenal Gomá.

6. DILETANTISMO LITÚRGICO.- Es un formidable adversario del espíritu de la Liturgia católica. Con dificultad se le define, y aun cuesta más a veces darse de él cuenta; pero le señalamos como un escollo, no tanto del pueblo, como de ciertos espíritus selectos que llegan a sentir el encanto de la Liturgia, mas no quieren doblegarse a sus fundamentales exigencias. Huysmans nos habla de los "morfinómanos de la Liturgia", de los que han bebido el "regalado veneno" de sus funciones, delatando con estos motes gráficos el peligro del diletantismo cultual.

Para el diletante la religión es cosa de imaginación y de ensueño, no exigencia entrañable del espíritu; nada impone de normativo en orden al pensamiento o a la vida, y sí sólo es campo donde halle delicado placer la fantasía, pábulo abundante la emoción. El diletante es capaz de sentir el estremecimiento de lo sublime ante las magnificencias de una Catedral o la pompa de nuestras ceremonias; pero no penetrará en el misterio del simbolismo o de las funciones litúrgicas para aprender, y menos practicar, las lecciones de vida cristiana que encierran.

Deriva de aquí un mal grave: ya no es la Liturgia verdad, ley, ascesis, forma social obligatoria del culto a Dios, medio poderoso de perfección personal y colectiva; es espectáculo, fin, goce, pasatiempo, estímulo de la vida emocional; vendrá la fatiga o la hartura, que no tardan en hartarse y sentir cansancio los humanos instintos, aunque no sean los menos nobles, y se abandonarán unas prácticas que no han podido adentrarse en la región serena del espíritu.

Son variadas sus formas, desde la beata fruición del lugareño pretencioso, para quien, con mal acuerdo, se organizan fiestas religiosas con números de moda, predicador “grandilocuente”, música “clásica”, teatralismo antilitúrgico, etc.; hasta los éxtasis de los espíritus refinados, si alguno hay, para quienes la Liturgia, legítimamente ejercida, es el opio que les introduce en la región de los sueños seudoespirituales y seudomísticos. No es sueño la religión, ni suave ponzoña el culto; aquélla es espíritu y verdad, luz y fuerza, atadura con Dios, centro de gravedad del alma; y el culto no es más que la práctica de la religión, con las exigencias, a veces bien duras, que nos impone. Es la manducatio ad Deum, un vasto sistema de orden externo en que, si halla pábulo delicioso el sentido estético, es para llevarnos a la total aceptación de la verdad y de la ley. Lo demás no es religión, sino religiosidad; ni sentimiento, sino sentimentalismo; ni Liturgia, sino estetismo y blanduchería cultual.

7. LA RUTINA RITUAL. - Podríamos llamarla "hábito desdoblado", en cuanto es hija del mismo, pero vacía de su elemento espiritual. El hábito del rito importa la repetición de los actos de atención, voluntad y sentimiento, al tiempo que se repite el acto externo que es como la floración del estado íntimo del alma. Para la plenitud del acto litúrgico se requiere la fusión de ambos elementos, que son como la materia y forma del culto.

En cuestión de Liturgia es funestísima la rutina; aquélla es esencialmente externa, en cuanto es culto social, pero no puede llamarse Liturgia si no arranca del espíritu, porque en este caso no es “servicio de Dios” prestado por el hombre entero, sino por un mecanismo extrínseco, especie de psitacismo en que no hay vibración de alma humana.

Gran parte del descrédito e ineficacia de la Liturgia viene de este divorcio de alma y cuerpo que produce la rutina. (…) La rutina dispersa la atención y deja la fantasía suelta, al tiempo que afloja su tensión la voluntad, se seca la fuente de los apuros afectos e invade cuerpo y alma el tedio y el cansancio.

Entonces es cuando el cuerpo, emancipado del poder del espíritu cae, por propia inercia, en todos los vicios que son característicos de la rutina: gestos litúrgicos rudimentarios, desdibujados, maquinales; canturreo soñoliento en que se masculla, no se pronuncia, el texto; y en que no aparece esfuerzo en dar relieve, ajuste y arte a palabras y frases según las personales condiciones del ejecutante; desgarbadas actitudes e indolentes poses; movimientos atropellados; la falta, en fin, de esa aureola semidivina que circunda al ministro de Dios cuando alma y cuerpo se agitan, solidariamente según el ritmo de las cosas divinas que los informan.

Lo mismo cabe decir, en la proporción debida, del pueblo que asiste a la Liturgia. iQué impresión de “religión”, es decir, de espiritual comercio con Dios, se sacaría si fuese inteligente, no rutinaria, la celebración de la santa Liturgia!...


21 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que dijo Gomá sobre EL DILETANTISMO LITÚRGICO me recuerda una entevista a un comentarista del blog Wanderer que afirmó que la liturgia era poesía (o algo parecido). No es eso. No usa de los mismos medios. Ni es el mismo fin.

Anónimo dijo...

La Escritura y la Liturgia tienen mucha poesía (sacra).-

Anónimo dijo...

Anónimo de 12:27.

Está usted entrando en un matiz que no profundizó Gomá, al menos esta vez.

Trataré de explicarlo, aunque no sé si lo lograré:

Tiene mucha razón Gomá cuando dice que el objeto de la liturgia no es la emotividad. Esta emotividad puede producirse en una misa tradicional con todo su esplendor o en otras del otro extremo. El ejemplo más evidente es el de los carismáticos, neocatecumenales, novordistas guitarreros, etc. El objeto propio de este tipo de celebraciones es movilizar sentimientos y el que allí concurre lo hace, sencillamente, por no saber qué es ni a qué se va a misa. Así de simple, pues la emoción es interna, de uno mismo y para uno mismo; en cambio, el acto cultual de alabanza es para el Otro. Es lo opuesto.

Pero concentrémonos en el rito tradicional donde esto no sucede (la emotividad) salvo error en el emocionado:

Como bien dice el otro Anónimo, la Escritura y la Liturgia se componen también de poesía sacra. Es totalmente natural que se goce de ella.
Ahora bien, este gozo no puede hacerle sombra al acto laudante, a la alabanza.
Explica Piepper (desde Platón) que el gozo de la belleza poética consiste en un salirse-de-sí. Lo llega a llamar “entusiasmo y delirio” (no confundir con el “entusiasmo” del neocón).
Esto es fácil de constatar también físicamente: es normal ver que el músico se babea al ejecutar su instrumento o el lector al leer poesía si esta lo lleva realmente al “delirio”. Es un “olvido” (parece mentira), de tragar saliva. Salió-de-sí. Es el “delirio” pipperiano que nos hacen vivir los grandes poetas como Lope, Darío o Lugones. Una enajenación interna y para uno mismo.

La liturgia no es para uno mismo aunque el buen gusto nos lleve a gozar de ella. Hay que evitar ante la belleza litúrgica salirse-de-sí-mismo para quedarnos en la alabanza al Otro y contemplar el Misterio.

Es confuso, pues tanto la contemplación como el “delirio” son gozosos. La diferencia está en que el primero es hacia las cosas exteriores y el Otro y que, en cambio, el delirio queda en la interioridad de uno mismo.

Mejor no lo sé explicar. Tal vez posteriores aportes le puedan dar forma a la cosa.

El Carlista.

Anónimo dijo...

Desde el manual tomista se me podrá reprochar que es el intelecto el que goza ante lo bello.
Estoy de acuerdo siempre que no olvidemos la conmoción fácilmente constatable que podemos sentir luego que el intelecto aprehende lo bello.

Muchas veces la crítica antimodernista nos quiso convertir en momias para evitar el bailongo. Ambos dos son errores (y si tuviese que tomar partido diría que al bailongo lo detesto más que a aquella crítica disecadora y desencarnada).

Es útil para este asunto la Metafíca del Sentimiento de Teodor Haecker, aun para los que piensen (casi todos) que el sentimiento está dentro de la voluntad (Haecker mantiene que no está en la voluntad ni en la inteligencia, sino en un tercer lugar, mientras le critican que no tuvo en cuenta que al igual que el intelecto la voluntad realiza dos operaciones: la voluntad-medio de la voluntad-fin. Esta última es la voluntad que ama, luego allí estaría el sentimiento).
Alberto Boixadós, uno de los espíritus más finos que tuvo la Argentina del XX, parece estar de acuerdo con Haecker.

El Carlista.

Anónimo dijo...

No, no y no. Y ya está bien de citar autores al tun-tun y de disfrazar de filosofía perenne lo que son arrancadas postmodernas. Hay que ir a los clásicos. ¿Qué es eso de que "desde el manual tomista es el intelecto el que goza ante lo bello?". Al menos no he visto acudir a la tradición agustiniana para justificar el emotivismo, emotividad o como quiera que se diga. Yo le llamo sensismo.
San Agustín, al que algunos convierten en una especie de lírico voluntarista, dice en De ordine, cap. XI, donde habla de qué es la razón, sus vestigios en el mundo sensible y la diferencia entre lo racional y razonable : "Tenemus quaedam vestigia rationis in sensibus et quod ad visum atque auditum pertinet, in ipsa enim voluptate. Alii vero sensus non in voluptate sua, sed propter aliquid aliud solent hoc nomen exigere: id autem est rationalis animantis factum propter aliquem finem. Sed ad oculos quod pertinet, in quo congruentia partium rationabilis dicitur, pulchrum appellari solet". Esto es que "hallamos ciertos vestigios de la razón en los sentidos; y con respecto a la vista y el oído, hasta el lo deleitable. En la satisfacción de los demás sentidos se da este nombre no por causa del placer sino por otro fin que prevalece con alguna obra realizada intencionadamente por un ser racional. En lo tocante a los ojos, la congruencia razonable de las partes se llama belleza.
Eso del intelectualismo tomista y el voluntarismo agustiniano tiene algo de mítico. Aquí la cuestión es que la objetividad racional de la belleza viene de que las verdades eternas de las que habla san Agustín, y en virtud de las cuales la iluminación que nos permite conocer lo bello, son las mismas para todos. Precisamente por ello se da la gradación de lo bello, y la comparación entre lo más bello y lo menos bello, sin olvidar que no conocemos lo bello a través de la contemplación de lo bello en sí, sino que ésto mismo ilumina la inteligencia para discernir los grados de lo bello. Y la analogia de atribución tomista, no se entiende sin la noción de participación si bien el proceso es abstractivo, no iluminativo.

Fr. Juan de Santo Tomás

Martin Ellingham dijo...

Me parece que Gomá alude al ingreso de la Ópera en la música litúrgica, abuso casi contemporáneo a su escrito, que san Pío X intentó erradicar mediante la restauración del canto gregoriano.

Saludos.

Anónimo dijo...

Pero Fraile, precisamente, si yo no hablé ni de San Agustín ni tengo contra él ninguna crítica por voluntarista, y en relación a Santo Tomás no lo critico a él, sino a lo que fueron sus deformaciones de manual.
Dicho sea de paso, esto de "deformaciones de manual tomista" no es mío. También es de Piepper, quien fue tan platónico como tomista y agustiniano a la vez. Nunca él descartó siguiendo una escuela nada de entre éstos.
De hecho, si usted está de acuerdo con la cita de Agustín dudo le disguste la obra de Haecker, que seguramente ya conoce.

El Carlista.

Anónimo dijo...

"hallamos ciertos vestigios de la razón en los sentidos".

Lo dirán San Agustín y T.H., pero lo contrario enseña el tomismo que al menos yo estudié.

Anónimo dijo...

"vestigios de la razón en los sentidos" no es una definición. Hay que enmarcar esa expresión en la diatriba frente a los académicos, que pretendían que precisamente por la falibilidad de los sentidos no es posible el conocimiento cierto. No es que haya una "racionalidad" de los sentidos, sino que de suyo, los sentidos no engañan si la razón no se precipita. Esto es, un palo torcido al meterlo en el agua no es un fruto del engaño de los sentidos. El sentido de la vista funciona correctamente: el error está en decir que realmente esté doblado. Sin olvidar la definición que San Agustín da de razón "mentis motio, ea quae discuntur distinguendi et connectendi potens". Composición y división, no hablamos de cosas tan sumamente distintas.

Fr. Juan de S.T.

Anónimo dijo...

De acuerdo con el carlista. Totalmente.
Ante lo bello hay dos predisposiciones posibles y diferentes: la que llamó delirio y la de la contemplación.
En el caso de la belleza litúrgica corresponde la segunda.

Redacción dijo...

Estimado carlista,

Nos resulta muy interesante el tema que usted apunta acerca de la "Metafísica del sentimiento" de Haecker. Nos haría un generoso servicio si nos enviara una sucinta recensión de la misma al correo de este blog. Gracias por sus enriquecedores comentarios.

contemplata dijo...

Siento disentir respecto al concepto de 'emoción', 'entusiasmo' y 'delirio'. La 'emoción' podemos entenderla como un movimiento afectivo provocado por un bien sensible. Y dicho movimiento puede derivar en algún ensimismamiento afectivo (que es un éxtasis 'hacia abajo').

En el caso del 'entusiasmo' o 'delirio': si se trata de 'delirio divino', como lo entiende Pieper, es un salir de sí producto de la contemplación y que, en esta vida supone el deseo de seguir contemplando. Tampoco el entusiasmo poético es enajenación para uno mismo... Eso sería reducir lo poético o lo musical a (mejor no digo).

Para Santo Tomás hay 'éxtasis' en todo amor, sensible o voluntario. Hay éxtasis en la amistad. Porque es un efecto del amor. Hay éxtasis (inducido por el amor indirectamente) en la potencia aprehensiva que sale de sí para meditar continuamente en el amado. Y hay éxtasis en la potencia apetitiva producido directamente por el amor. Además el éxtasis de la amistad es más simple que el del amor de concupiscencia. Y, por supuesto es más perfecto.

No se entiende por qué habría que dejar fuera el éxtasis del amor a Dios, (desde una perspectiva tomasiana, digo) si el Aquinate pone éxtasis en la amistad. Hasta celo pone en la amistad.

Por otra parte, la adoración pertenece al 1º mandamiento: amar a Dios... De manera que ¿por qué el 'éxtasis' no estaría en el culto? (o no debería estar -si lo entendí bien- según el comentarista Carlista.)

Anónimo dijo...

Contemplata, no debería estar en el culto porque cuando lo está termina uno en "éxtasis" neocatecumenal o de otros tipos.
No es por nada que dudo mucho que usted haya visto alguna vez a alguien en "éxtasis" en una misa tradicional (salvo místicos, pero ese es otro tema y, además, dudo lo haya visto).
El mismo Tomás no hacía esas cosas y cuando escichó que Dios le decía "Tomás, has hablado bien de mí" no fue en misa!
Su interpretación es peligrosamente justificadora de malas prácticas litúrgico-alienantes.

Anónimo dijo...

Perdón, "escuchó", quise decir.

Anónimo dijo...

CONTEMPLATA:

"Tampoco el entusiasmo poético es enajenación para uno mismo... Eso sería reducir lo poético o lo musical a (mejor no digo)".


La música o la poesía nos pueden acercar a Dios y es deseable que lo hagan, pero cuando no lo hacen siguen siendo buena música y buena poesía. No hay problema si se quedan en el estadio "para uno mismo". Eso no desnaturaliza al arte. O usted siempre que leyó poesía pensó en Dios?

Muy diferente es el caso de la liturgia QUE NO ES PARA UNO MISMO.

"En el caso del 'entusiasmo' o 'delirio': si se trata de 'delirio divino', como lo entiende Pieper, es un salir de sí producto de la contemplación y que, en esta vida supone el deseo de seguir contemplando".

De acuerdo, pero ese salirse de sí que dice Pieper es bastante impropio para el fiel en la Misa... Déjelo para la poesía y la música... que no se alaba fuera de sí! Y si no dígame cómo lo logra!

Anónimo dijo...

La filosofía no es una ciencia exacta.
A veces parecería que sí, en temas donde el pensamiento occidental es unánime, si hablamos de ontología, etc. Pero no es este caso.
Como dije antes, el tema es "confuso".
Uno avanza lo que puede tratando de explicar intuiciones.
Por eso me parecen buenos los límites y para esto no hay como el sentido común, y según el mío, el límite está en qué es la misa y qué es aceptable y qué no allí.
Lo volví a pensar y sigo creyendo lo mismo de antes.

Cordialmente,

El Carlista.

Ps. Redacción. Mañana trato de enviarle un apunte, que ahora entre niños no es tan fácil. Y si encuentro el libro mucho mejor, pero le pegué dos vueltas a la biblioteca y no lo he logrado.

contemplata dijo...

Comentarios del tipo "ud. no vió" o "ud no puede haber visto", o "dudo de que haya visto" revelan una mentalidad que parte de la razón y pretende alcanzar la realidad. No sé si el comentarista reconocerá a qué corriente le cabe tal mentalidad.
Vaya a saber uno, yo no presupongo nada del prójimo anónimo. Ni me interesan los argumentos ad hominem.

Mejor volver a estudiar lo que entiende Tomás por éxtasis antes de juzgar si es propio o impropio.
Y sobre todo no confundir "salir de sí" con misa carismática o neocatecumenal o lo que sea de las cosas que se hacen por ahí. Que tampoco sé si eso será éxtasis. No los he visto ni me interesa.

Y, no, no siempre que leo poesía pienso en Dios. Mea culpa.
Pero eso no quiere decir que piense en mí. Ni que quede en mí. Casi juraría que ese artista era trucho si pasase eso.

Sugiero revisar noción de éxtasis natural y sobrenatural; la diferencia entre éxtasis sensible y espiritual; la de enajenación,etc.
Una cosa es ser dueño de sí o poseerse respecto de las pasiones sensibles y respecto a las distracciones, etc. y otra es 'salir de sí' hacia lo contemplado y adorado. Lo cual no implica necesariamente expresiones ajenas a lo previsto en la celebración ni misticismo trucho.

Invierto la carga de la prueba: ¿cómo se adora sin salir de sí? ¿Cómo se rinde culto quedándose en uno? (y ya sabemos sin gospel, sin alaridos, sin baile y sin poner los ojos en blanco, sin entusiasmos sensibleros etc)

Saludos

Un ronin católico dijo...

Neomesalianismo. That's all folks!

Anónimo dijo...

Redacción:

No creo que sea yo quien mejor pudiese lograr resumir tan medulosa obra en pocas palabras, pero ahí va mi intento sin antes dejar de recomendar que lo mejor sería acceder al libro (Ed. Rialp. 1959):

En la Metafísica del Sentimiento Theodor Haecker afirma que el sentimiento no representa ni desea objeto alguno, pues su campo se agota en el fuero interno. Hace referencia a un estado de ánimo que siempre es interior.
La inteligencia va en busca de la verdad y la voluntad tiende al bien. Pero el sentimiento no tiende a nada. Luego no está en la voluntad. Y ni discusión hay que tampoco en la inteligencia.
Para este alemán el sentimiento es facultad independiente del espíritu.
Entonces, a diferencia de lo que nos habían contado antes tendríamos tres potencias diferentes: inteligencia – voluntad – sentimiento (y ya no dos: inteligencia y voluntad).
La potencia psíquica se especifica por su objeto. Si se encontrase un objeto propio del sentimiento se podría demostrar su autonomía (ya sabemos que el objeto de la inteligencia es la verdad y el de la voluntad el bien).
El alemán considera que el objeto del sentimiento es la felicidad. Mientras la volición y el pensamiento parecen referirse al mundo y los objetos, el sentimiento es interioridad. Arraiga en la intimidad.

Lo que llevó a Haecker a estas reflexiones fue, entre otras experiencias, leer en el diario de Kierkegaard del 19 de Mayo de 1838, lo siguiente: “Hay una alegría indescriptible que envuelve misteriosamente en llamas nuestro interior, como cuando resuena de improvisto la palabra del Apóstol: ¡Regocijaos, os digo! Y os lo vuelvo a decir: ¡Regocijaos!”. Es una alegría sin motivos que surge de su interior: “de mi alegría y en mi alegría me alegro: por mi alegría, con mi alegría y cabe mi alegría. Celestial ritornelo que irrumpe súbitamente nuestros cánticos: alegría que refriega y apacigua como el suave aliento de la brisa, un soplo del alisio que, desde el valle de Mambre, se elevase como una ola a las moradas eternas”.
Y es llamativo, pues no era Kierkegaard precisamente un hombre rebosante de alegría (tema que profundiza Haecker en otra obra). Sin embargo cuenta que le surgió del interior.

Manuel Garrido, cuando desde los fueros del tomismo hace la crítica de esta Metafísica del Sentimiento, afirma que éste pertenece a la voluntad: “la inclinación a la propensión del apetito es tal, que no se agota en tender a la búsqueda del bien ausente, sino que incluye el gozo y el descanso en la posesión del bien presente. Apetecer es tanto desear lo que no se tiene como gozar de lo que se tiene”. Este “gozar” como coronamiento del apetito es fruición y sosiego que versa en ambos casos sobre el mismo objeto: el bien.
Así como en el orden de la inteligencia tenemos la duplicidad “entendimiento y razón”, también en el de la voluntad tendríamos la dupla “voluntad de fines (sentimiento) y voluntad de medios (“voluntad”)”.

Es bueno aclarar que Haecker advierte del riesgo del panteísmo “que es la religión natural del sentimiento”. Sería un error confundirlo con en sensiblero a lo católico moderno.
Echa varios ejemplos durante la obra para justificar su tesis. Afirma que “el sentimiento no es un órgano de la inteligencia, pero es una conditio sine qua non del conocimiento del valor. Lo cual es algo distinto”. “Como sentimiento puro no conoce, pero combinado con la inteligencia crea un conocimiento específico de valores estéticos, éticos y religiosos”. Habla de cosas que ni siquiera pueden ser pensadas sin el sentimiento, en particular el sentimiento de “amor”.

El Carlista.

Ps. perdón por lo escueto, pero estoy en la oficina.

contemplata dijo...

En primer lugar, yo estoy de acuerdo con el interesante texto del post que nos vienen ofreciendo.

Interesante también lo de Haecker. Si el sentimiento fuese así y además 'salir de sí' fuese sólo del sentimiento, estaríamos a lo mejor de acuerdo. Habría que ver.

Lo que no entiendo es: "a diferencia de lo que nos habían contado antes tendríamos 3 potencias" .

'Siempre tuvimos' 17 o más potencias -según contemos los sentidos. Los sentimientos o pasiones sensibles 'nunca estuvieron' en la voluntad en tanto sensibles. Aunque la voluntad se extiende a ellos y hay también afectividad volitiva.
El sentimiento o pasión(sobre todo el amor) se dirige a un objeto y no queda en uno mismo porque, salvo que la voluntad no lo consienta, mueve a obrar. En el animal la pasión mueve la potencia motriz también.

Es verdad que puede haber sentimientos enfermos que enajenan o ensimisman, que paradójicamente, viene a ser casi casi lo mismo. Sería como un autismo en que el sujeto no sale de sí y se 'conforma' con su propio sentimiento.
Los sentimientos 'normales' no son así. Aunque para ser normales necesitan de la luz de la razón y de la virtud de la voluntad que se extiende en los apetitos sensibles como virtud también.

Es difícil trabajar con concepciones antropológicas distintas y pretender acordarlas sin más.

En una perspectiva tomasiana, el noli foras ire de Agustín no significa no salir de sí para encontrarse con la verdad o el amor, sino recogerse, o sea, no perderse en afectos que abajan, desconcentran y confunden, para poder contemplar y amar en primer lugar a Dios, pero también a los amigos, y a los prójimos, para estudiar incluso sine ira.

Anónimo dijo...

Con "a diferencia de lo que nos habían contado antes (ahora) tendríamos 3 potencias" me parece que se quiere decir que muchas veces se habla de "potencias del alma" para mencionar solo a dos: a la "inteligencia" y a la "voluntad". Y ahora se sumaría el "sentimiento".