8. DRAMATISMO ANTILITÚRGICO.- El amor  al espectáculo, innato en el hombre, la fuerza profundamente dramática  de muchos episodios de nuestra religión y culto, y el hecho de ser el templo un  centro obligado, a veces el único, de concurrencia popular, han hecho  que nuestros templos se convirtieran en centros de atracción, utilizando en el  aparato y funciones litúrgicas recursos de ley dudosa, cuando no diametralmente  opuestos al sentido cristiano, que es lo menos que puede pedirse en  cuestión de culto. Siempre la Iglesia ha tenido que luchar contra  cierta aparatosidad del culto que puede ser su descrédito y la  ruina de la verdadera piedad.
Fácil sería puntualizar abusos que convierten  el culto católico de magnifico en grotesco. Con los abundantes recursos  que ofrecen hoy las artes más o menos suntuarias, con el  espejuelo de la luz eléctrica que cautiva a tantas alondras,  con música adecuada y una concurrencia en que la vanidad y el  lujo entran en mayor medida que la compunción del espíritu ante los divinos  misterios, se llega a un verdadero “teatralismo” cultual. Para  dar mayor carácter a la “brillantez” de la ceremonia, júntanse a veces al  relampagueo irisado de la luz, que rebota y se quiebra en los femeninos  aderezos, y al aire embalsamado, más que de incienso, de esencias, la  “humana” elocuencia de predicadores “de  cartel”...
Así se desdora el culto del Señor,  dando a las sagradas funciones matiz intenso de profanidad que las  acerca tanto a la categoría de veladas artísticas en las que se complace el  diletantismo colectivo, cuanto se alejan del espíritu de piedad que debe ser el  alma de todo ejercicio cultual.
9. MAL GUSTO Y DESASEO.- Así como pueden el  templo y culto pecar por exceso de mundanidad, así seria imperdonable no  ponerlos al compás de las legítimas exigencias de los tiempos modernos. Y en  éstos, si es verdad que aumentó la ignorancia de las cosas de culto, no es menos  cierto que se ha universalizado la cultura, que se ha depurado el gusto estético  en ciertas clases sociales y que la higiene, como ciencia y como práctica,  reclama un lugar en nombre de la civilización y hasta del instinto de  conservación.
No puede la Iglesia, ni los que en su nombre  ejercen las funciones del culto, desentenderse de estas legítimas exigencias o  corrientes sociales. Las asambleas litúrgicas, constitúyanlas los elementos de  hoy, no los de ayer: cada civilización tiene su marca; la Iglesia, “ubiquista como el sol y  el cielo”, las cobija todas y a todas las ilumina; pero debe adaptarse  sabiamente, sin abdicar nada de sus esencias, a la diversa modalidad de pueblos,  razas y siglos.
En cuestión de  ornamentación,  verbigracia, cuando no hay hogar de mediana fortuna que no tenga cuadros o  tapices, sus muebles bibeluts, hechos según los cánones del arte, será  falta imperdonable introducir en el templo lienzos deplorables o imágenes de  burda labra, Ilamadas por alguien, con crítica acerba, “ídolos para salvajes  perfeccionados”. La  Iglesia., que ha sido madre y Mecenas de las artes en los  pasados siglos, no debe ceder a nadie el cetro del buen gusto. Pudo un día  sufrir los efectos del decadentísimo ambiente, por esta misma ley de consonancia  con el pueblo que comentamos; pero para su culto debe ser lo más selecto. Las  artes irradiaron del templo al pueblo, cuando aquél era rico: hoy la riqueza se  ha hecho civil; no perdamos al menos nuestra tradición de aristocrático gusto,  aceptando, en nuestra pobreza, los desechos de una civilización opulenta que no  nos perdonaría, en su orgullo, la abdicación de nuestra grandeza  pasada….

5 comentarios:
Redacción:
No sabía que el cardenal Gomá hubiera hecho una descripción tan completa e interesante de los abusos en la liturgia anteriores al Concilo. Me ha sido provechoso leerlo y así no creerme que antes era todo color de rosa. Gracias.
Sí, pero yo creo que aquellos abusos eran minucias en comparación con los que se vienen dando desde el Concilio.
Lo interesante aquí es ver como una gran crisis no se improvisa, y puede tener sus causas próximas y remotas.
Hermenegildo:
Estoy de acuerdo con Ud. De la música operística del siglo XIX al cura heavy metall... Ahora, a mí lo de Gomá me ha ayudado a comprender mejor las causas mediatas (o remotas) del descalabro actual.
Saludos.
PEDRO HISPANO dice: Mi impresión en este difícil tema es que el desastre postconciliar vino preparado como no podía ser menos por la poca importancia y el poco cuidado que, en general no siempre, se ponía en la Liturgia. ¿Cuántas parroquias tenían, por ejemplo coros parroquiales, en cuántas se preparaba a los monaguillos para tan importante función? Creo que la Sección Femenina gracias a Dom Justo Pérez de Urbel y los Cursillos de Cristiandad hicieron mucho en este sentido pero recuerdo que, por ejemplo en la Catedral de mi diócesis la impresión era penosa. Y vino lo que vino que fue un desastre injustificable pero preparado por la falta de comprensión anterior.
Sospecho que en Francia o Italia la situación era mejor que no les libró del desastre pero sí les preparó para la reacción.
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