miércoles, 6 de abril de 2016

Newman y el Papa


Los siguientes dos textos del beato Juan Enrique Newman nos iluminan sobre la actitud que debe tener un católico hacia el Papa: amándolo sin caer en la adulación, defendiéndolo sin dejar de señalar sus errores, obedeciéndolo sin desoír a la conciencia.

Hemos preferido una traducción literal de los textos ya que en castellano corren versiones que no se ajustan al original y que, en uno u otro sentido, llevan a malas interpretaciones. Proveemos asimismo los enlaces a los originales en el magnífico sitio en internet Newman Reader.


Tomado de Cathedra Sempiterna (1852).


Profundamente siento, siempre protestaré, ya que puedo apelar al amplio testimonio de la historia para sostenerme, que, en cuestiones de lo correcto y lo incorrecto, no hay realmente nada más fuerte en todo el mundo, nada devisivo y operativo, que la voz de aquél, a quien se le han confiado las llaves del reino y el cuidado del rebaño de Cristo. La voz de Pedro es hoy, como lo ha sido siempre, una autoridad real, infalible cuando enseña, próspera cuando ordena, siempre llevando la delantera sabiamente y con distinción en su propia provincia, agregando certeza a lo que es probable, y persuasión a lo que es cierto. Antes de hablar, el más santo puede errar; y luego de haber hablado, los más dotados deben obedecer.


Pedro no es un recluso, ni un estudiante abstracto, ni un soñador del pasado, ni un obsesivo con los muertos y ya idos, ni un proyector de lo visionario. Pedro durante ochocientos años ha vivido en el mundo; ha visto todas las fortunas, ha enfrentado a todos los adversarios, se ha conformado a todas las emergencias. Si alguna vez hubo una potencia sobre la tierra que tuvo ojo para los tiempos, que se ha confinado a lo práctico y que ha dado anticipaciones felices, cuyas palabras han sido logros y cuyas órdenes han sido profecías, tal es en la historia de las edades, quien se sienta de generación en generación e la Cátedra de los Apóstoles, como Vicario de Cristo y como Doctor de Su Iglesia.


Un viejo filósofo, habiéndose rehusado a contradecir los argumentos de un emperador, dijo: "No es seguro contradecir al amo de veinte legiones". Lo que Augusto tuvo en el orden temporal, eso, y mucho más, tiene Pedro en el espiritual. ¿Cuándo no estuvo a la altura de la ocasión? ¿Cuándo no se elevó ante una crisis? ¿Contra qué riesgos no se atrevió? ¿Qué sofistería lo engañó? ¿Qué incertidumbres lo perdieron? ¿Cuándo alguna potencia que haya ido a la guerra contra Pedro, material o moral, civilizado o salvaje, y obtuvo la mejor parte? ¿Cuándo todo el mundo se asoció contra él en solitario y no lo encontró demasiado por ellos?


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Tomado de Carta al Duque de Norfolk (1875) (Secc. 5).


Si el Papa llegase a hablar contra la Conciencia en el verdadero sentido de la palabra, cometería un acto suicida. Estaría recortando la tierra bajo sus pies. Su misión propia es proclamar la ley moral y proteger y fortalecer aquella "la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre". Sobre la ley de la conciencia y su sacralidad se basan tanto su autoridad en la teoría como su poder en la práctica. Si tal o cual Papa particular en este mundo malo mantuvo a la vista esta gran verdad en todo lo que hizo, corresponde decirlo a la historia. Estoy considerando aquí al Papado en cuando a su oficio y responsabilidades, y en referencia a quienes reconocen sus pretensiones. No están obligados por el carácter personal o los actos privados del Papa, sino por su enseñanza formal. Así, observando su posición, encontraremos que es por el sentido universal de lo correcto e incorrecto, la conciencia de la transgresión, el dolor de la culpa y el temor de la retribución, como primeros principios profundamente conservados en los corazones de los hombres, es así y sólo así, que él ha puesto un pie en el mundo y logrado sus éxitos. Es su pretensión de venir del Divino Legislador, para evocar, proteger y hacer cumplir sus verdades que el Legislador sembró en nuestras propias naturalezas, es esto y sólo esto lo que es la explicación de su larga vida mayor a lo antediluviano. La protección de la Ley Moral y de la conciencia es su razón de ser. El hecho de su misión es responder a las quejas de aquéllos que sienten la insuficiencia de la luz natural; y la insuficiencia de esa luz es la justificación de su misión.



2 comentarios:

Nelson Sarmento dijo...

"O papa tem as promessas divinas; mesmo em sua fraqueza humana, ele é invencível e inabalável; arauto da verdade e da justiça, o princípio da unidade da Igreja, sua voz denuncia erros, idolatria, superstição; condena a iniqüidade; faz a caridade e a justiça amadas". (Pio XII, 20 de fevereiro de 1949)

Barmy Bonkers dijo...

La vida de Newman —aún más que su obra— acredita su valiente e insobornable amor a la verdad. Y sin embargo, esa serie de preguntas retóricas (al final del primer texto) me dejan con la aprensión de si no estará siendo sincero. Porque ha habido muchos papas que no estuvieron a la altura, que se achicaron ante una crisis, o ante una amenaza, que se dejaron embaucar por sofismas mundanos, que no defendieron de los lobos a su grey. Los ejemplos que se me ocurren son todos posteriores a Newman, pero intuyo que él —tan versado en la historia de la Iglesia— podría poner otros más antiguos. Entonces, ¿por qué habla así? ¿Acaso la defectibilidad de los papas —o mejor dicho: su flagrante defección— es algo que Newman no conoció porque empezó a finales del siglo XIX?