viernes, 3 de marzo de 2017

El olvido de la gracia actual


En una entrada ya publicada, ofrecimos nuestra traducción un de texto del obispo Castro Mayer que explica de manera sencilla cómo pueden salvarse quienes no pertenecen en acto a la Iglesia. Vale la pena volver sobre el tema pero con una visión más profunda. Intentaremos hacerlo siguiendo la obra del dominico Emilio Sauras (obra completa, aquí; para los puntos de esta entrada, cfr. ps. 632-659) de la cual reproducimos fragmentos en letra de menor tamaño.
La gracia actual se define como el influjo sobrenatural transeúnte de Dios en el alma que mueve al acto relativo a la santificación y a la vida eterna. La doctrina de la gracia es árida. La catequesis y la vulgarización teológica se ven obligadas a simplificar el tema para hacerlo más comprensible. Lo cual puede dar lugar a esquemas uninalterales y a veces mezquinos, como el que escuché una vez a un cura: - Maurras era agnóstico; no podía influir cristianamente en la sociedad francesaComo si la incredulidad hubiera corrompido su naturaleza incapacitándola para actos buenos en favor de los demás; como si la infidelidad fuera un impedimento para recibir gracias actuales... O el comentario que hizo otra persona sobre Solzhenitsyn: - No murió dentro de la Iglesia... Lo cual es verdad pero pudo recibir gracias actuales a lo largo de su vida que lo preparasen para gracias de última hora. 
Por cierto, no poseemos el "graciómetro" por lo que tenemos que limitarnos a lo que percibimos exteriormente. Pero considerar el papel de la gracia actual contribuye a distanciarnos de un manojo de errores pesimistas -algunos, verdaderas herejías- que nos acechan: corrupción total de la naturaleza; negación de la bondad natural de ciertos actos y de su contribución al bien de los demás; negación del bien oculto de las gracias actuales; defectibilidad de la Iglesia opuesta a la promesa de Cristo, etc. Son "demonios" que conviene exorcizar antes de que se adueñe de nosotros el mal de la acedia que causa ceguera para el bien.
- Cristo es redentor de todos y a todos ofrece su salvación.
“Dios quiere salvar a todos los hombres […]; Cristo es redentor de todos; todos tienen posibilidad subjetiva de salvarse; a todos llega próxima o remotamente la gracia suficiente, etc. Todas estas expresiones significan una misma cosa: que no hay hombre en el mundo que no esté conectado de alguna manera con Cristo, o que de alguna manera no reciba su influjo sobrenatural…
Excluir a alguien de este influjo divino ejercido mediante Cristo, redentor y cabeza, es correr peligro de caer en el error calvinista de que Dios crea a determinados hombres con un destino condenatorio…
…a todos llega el influjo sobrenatural de Cristo mientras están en el mundo. Pero no todos lo reciben en el mismo grado. La Teología, que asegura que nadie queda excluido del cuerpo místico de Cristo, asegura también que sus miembros se dividen en dos grandes grupos: miembros en acto y miembros en potencia”.
- Los miembros en potencia del cuerpo místico reciben un influjo sobrenatural de Cristo.
“Sería una equivocación pensar que los miembros en potencia no son, sino que pueden ser miembros. Esto equivaldría a decir que de hecho no reciben nada de Cristo, aunque pueden recibir. Lo cierto es que reciben algo y que pueden recibir más. Lo que reciben, aunque es un don gratuito y sobrenatural, no es suficiente para vivificarlos, y como el miembro en acto es el vivificado, de ahí que no sean miembros actuales. Son potenciales, porque lo que reciben no les vivifica, sino que les prepara para la vivificación, que obtendrán si utilizan debidamente lo que tienen”.
- Miembros actuales y potenciales.
“Todo el que reciba la gracia que santifica, y, por lo tanto, la caridad, es miembro que recibe la vida de Cristo; también la recibe quien recibe la fe o el conocimiento divino, aunque, si se limita a recibir esto solo, y no tiene la gracia que santifica, su vida será imperfecta. Todos cuantos tienen fe y caridad son, pues, miembros en acto. En cambio, quienes reciben dones sobrenaturales y gratuitos más imperfectos, que no dan ni el conocimiento sobrenatural de la fe ni la vida sobrenatural de la gracia, aunque preparan para adquirirlos, son miembros en potencia. Como se ve, ser miembro en potencia no quiere decir que no se recibe nada actualmente, aunque se pueda recibir; sino que no se recibe actualmente la fe ni la caridad, aunque sí otros dones que disponen y preparan para obtener éstos… y llegar a ser miembro en acto”.
- Los miembros en acto forman tres grandes grupos: bienaventurados, justos que poseen la fe informada por la caridad y pecadores que no tienen la gracia santificante, ni la caridad, pero conservan el hábito de la fe. Los miembros en potencia integran el denominado mundo infiel.
“…entendemos aquí por mundo infiel el que no tiene fe infusa. Hay en él dos grandes grupos: el de quienes tienen fe pero no es sobrenatural, ni infusa, sino solamente natural, como los herejes que conocen las verdades reveladas y las aceptan, y los racionalistas, que también pueden conocerlas todas o algunas, y aceptarlas en virtud de sus propias investigaciones y no por la autoridad reveladora de Dios ni por la proposición infalible de la Iglesia; y el pagano, constituido por quienes no han oído  hablar de las verdades reveladas o, si han oído, no las admiten...
Ninguno de éstos está unido a Cristo en acto, pues carecen de la gloria, de la caridad y de la fe, los tres elementos que actualizan la vida de la cabeza en los miembros. Y, sin embargo, todos están redimidos, a todos alcanza la voluntad salvadora de Dios…
…todos pueden alcanzar el fin sobrenatural, mientras vivan en este mundo. Solamente quedan excluidos los condenados…”
- Los infieles pertenecen al orden sobrenatural de la redención y reciben gracias actuales que los disponen para llegar a ser miembros actuales del cuerpo místico.
“La afirmación de que los infieles son miembros en potencia es común. Pero hace falta entenderla bien. Quizá alguien piense que la frase quiere decir que pueden tener la gracia el día de mañana, sin que en la actualidad posean nada. En cuyo caso estarían en condiciones parecidas a las de quien viviera en estado natural. Pero no, hemos dicho que, aunque caído, el hombre, todo hombre, pertenece al orden sobrenatural de la redención. Tiene, pues, algún principio, que le incardina a él y que, por tanto, le conecta con Cristo, de quien depende el orden divino reparado.
Este principio no es uno solo, ni, por lo tanto, es idéntico en todos los infieles. No es idéntico en los infieles que han oído ya la predicación del Evangelio o que han poseído la fe y la perdieron y en los que no saben nada de la revelación. Pero todos tienen algo que los incardina a Cristo, algo que no produce la vida divina ni en su grado más imperfecto, que es el de la fe con la que empieza el hombre a vivir de Dios, y que, al no producirla, no los hace miembros vivos o miembros en acto. Pero que más o menos remotamente, más o menos próximamente, les dispone para la fe y para lo que viene después de la fe.”
- El hombre caído no puede con sus fuerzas naturales disponerse convenientemente a recibir la gracia. Las disposiciones son de orden sobrenatural y absolutamente gratuitas. Hasta la simple remoción de obstáculos en orden a la gracia es un efecto de la gracia actual.
“Hay un principi0 que dice que «la potencia y el acto deben ser proporcionados», y no tenemos derecho a pensar que falle aquí. Y tratándose de actos sobrenaturales, como son los que constituyen la vida de Cristo en sus miembros […] los principios que constituyen la potencia que a tales actos conduce serán sobrenaturales también.”
- Dios quiere que todos los hombres se salven; de donde se sigue que todos los hombres reciben alguna gracia de Cristo para poder salvarse. Si así no sucediera la providencia divina sería defectuosa. Pero no todos aprovechan las gracias recibidas.
“Acabamos de decir que Dios ofrece y da a todos las gracias suficientes que necesitan para salvarse. No decimos si son próxima o remotamente suficientes. Para el caso que estamos estudiando, que es el de los miembros en potencia basta que sean gracia o que sean principios sobrenaturales. Si lo son, y son suficientes, bastan para que quien los posee pueda llegar, usándolos bien, a la justificación…”
- ¿En qué consiste la gracia que hace miembros en potencia del cuerpo místico a los integrantes del mundo infiel?
“La respuesta a esta cuestión no tiene, en realidad, gran interés. Lo que interesaba era que la gracia de Dios y de Cristo llegara a todos los infieles, y esto es cierto. ¿Qué es esta gracia? Creo que nadie puede determinarlo con certeza más que quien la da, Dios. Nosotros podríamos descansar en la condena de la proposición jansenista hecha por Alejandro VIII…”
“Vamos, sin embargo, a ver qué dice la teología sobre los auxilios que los infieles reciben de Dios y de Cristo. Pero antes advirtamos que hay varias clases de infieles: unos que no han oído nada del Evangelio, a quienes no se les ha predicado ninguna verdad cristiana, y que, por lo tanto, están en una posición completamente negativa en orden a la fe; y otros que han oído predicarlo, que incluso quizá. lo han aceptado y que después de aceptarlo perdieron la fe o después de oída su predicación permanecieron positivamente en su incredulidad. No podemos decir que sea idéntico el auxilio de Dios recibido por los primeros y por los segundos. Los primeros empezarán recibiendo auxilios suficientes, pero muy remotos; si los secundan, llegarán, por los caminos misteriosos de la providencia divina, a obtener la fe y con ella la caridad y, en consecuencia, a justificarse. Para llegar aquí pasarán por la etapa en la que empieza la gracia suficiente de los segundos. Los que ya conocen la doctrina revelada y no la aceptan han recibido ya de Dios la gracia próximamente suficiente de la predicación o del conocimiento de la verdad revelada, A pesar de no aceptarla, Dios les insta a que la acepten; y si secundan estas instancias, la aceptarán, recibirán luego la gracia santificante y se salvarán”
- Las gracias que reciben los paganos más alejados.
“La primera gracia que no falta a nadie es el auxilio que el hombre necesita para cumplir la ley natural. El hombre podría cumplir toda la ley natural sin necesidad de la gracia si su naturaleza no hubiera quedado malherida por el pecado del primer padre. Este pecado, además de quitarle la gracia, debilitó sus fuerzas morales naturales, y una naturaleza débil o enferma puede hacer algo, pero no puede hacer todo. De ahí que, aunque pueda por sí sola cumplir en cada caso determinados preceptos de la ley, no puede cumplir todos, ni tampoco los preceptos particulares más difíciles. Para ello necesita una ayuda divina que subsane su debilidad moral, ayuda que en la economía presente tiene que ser sobrenatural.
El cumplimiento de los preceptos de la ley urge; nadie esta dispensado de ellos. No cumplirlos es pecar. Y nadie peca necesariamente. Pecaría necesariamente quien no tuviera la gracia para poder cumplirlos. De donde se sigue que Dios pone esta gracia en manos de todos. Creemos que esta verdad es incuestionable…”
- Los paganos reciben gracias actuales para cumplir la ley natural que no justifican pero que los disponen para ulteriores gracias en orden a su salvación.
“¿Quiere esto decir que el cumplimiento de la ley natural justifica o que el hecho de no pecar basta para estar justificado? No. Esto quiere decir solamente que quien hace el bien natural en las condiciones que acabamos de señalar posee una gracia divina, gracia que no hemos dicho que sea santificante. Pero quiere decir, además, que, si se aprovecha debidamente esa gracia, Dios dará otra mayor, y por este camino se llegara a la justificación. Estamos hablando solamente del inicio, de lo que poseen los miembros más remotamente potenciales del cuerpo místico.”
- La gracia de ordenación de los actos naturalmente buenos al último fin sobrenatural.
“A esta gracia que reciben todos hemos de añadir otra: la ordenación de los actos naturalmente buenos a un fin sobrenatural. Acabamos de decir que estos actos naturalmente buenos son movidos por la gracia actual; solamente así tienen valor positivo ante Dios, o preparan para la justificación, o son remotamente suficientes para convertirnos […] La ordenación al fin sobrenatural de toda actividad moralmente buena que el hombre tiene es otra gracia que a nadie falta [cfr. In I Sent. Dist. 46 q. 1 a. 1]. Y es ordenación, que no se puede soslayar, es inherente al estado de naturaleza elevada y es consecuencia de la gracia actual…”
- Es una gracia actual que no requiere la fe teologal.
“Se dirá que esta ordenación al fin sobrenatural supone un conocimiento previo del mismo y que, por lo tanto, la gracia de esta ordenación supondría en el infiel el conocimiento de la fe que todavía no posee. Pero en realidad no hace falta este conocimiento de la fe. La ordenación de los actos naturalmente buenos al orden sobrenatural puede imponerla quien los hace y puede imponerla sólo la gracia actual con la que se hacen. Para lo primero es necesario algún conocimiento previo; para lo segundo, no. Y la segunda ordenación está en todo acto bueno de la presente economía hecho bajo el impulso de la gracia actual.
Admiten muchos teólogos, además, la ordenación hecha por quien realiza el acto. Para ello no es necesario tener fe sobrenatural. Sí es necesario un auxilio sobrenatural en el entendimiento, una iluminación de la inteligencia del infiel, por la que se propone a éste no una o muchas verdades reveladas, sino a Dios como un bien común y superior a todo cuanto él sabe y piensa. Esto no es fe sobrenatural, pero es iluminación con la que se intuye algo superior. Consiguiente a esta intuición, que ya es un auxilio sobrenatural inicial, recibido en el entendimiento, será la moción sobrenatural de la voluntad con la que intenta el infiel hacer lo que hace por ese fin. Estamos en el principio del camino de la salvación; se trata de gracias remotamente suficientes para adquirir la fe, con la que el infiel se prepara próximamente para justificarse. Muchos teólogos, a partir de Juan de Santo Tomás, ponen este auxilio sobrenatural en los infieles […] Para que el hombre ordene sus actos a un fin natural debe tener un conocimiento natural; para que los ordene a un fin determinadamente sobrenatural necesita un conocimiento determinado sobrenatural también, que es la fe; para que los ordene a un fin confusamente sobrenatural necesitará un conocimiento sobrenatural confuso, anterior a la fe y más imperfecto. Son las ilustraciones de que hablan los teólogos cuando hablan de las gracias remotamente suficientes."
- Desarrollo del proceso que se inicia con esta gracia.
“La gracia de que acabamos de hablar no es todo lo que el hombre necesita para salvarse. En otras palabras, quien sólo posea ésta no se salvará. Para salvarse hace falta la gracia santificante, que se recibe en el momento de la justificación, mientras que ésta se recibe en el momento en que se empieza a recorrer el camino de la salvación. Decir que basta para salvarse sería tanto como decir que quien empieza un camino, con sólo empezarlo llega ya al fin del recorrido... 
Este proceso es largo, y se llega infaliblemente al fin sumando la fidelidad a la gracia primera con la fidelidad a la segunda, que se dará por haber utilizado bien la primera, y añadiendo la tercera a la segunda. Y así sucesivamente…
Decir, por ejemplo, que quien hace lo que puede con las fuerzas naturales recibe de Dios la salvación como cosa debida a dichas obras, sería pelagianismo puro. Decir que da gratuitamente la gracia a quien hace bien lo natural, no por exigencia del bien natural que hace, sino porque su misericordia así libremente lo determinó, es dar una explicación ortodoxa al principio en cuestión.”


2 comentarios:

Superman dijo...

Valiosa entrada.-

Juancho dijo...

Ilustrados info-caoticos:

Gracias por su blog, es muy importante. Muy formativo.

Aunque no haya muchos comentarios, sepan que instruyen y mucho. Y que ponen una mirada tradicional (pre-conciliar) pero no cerril o extravagante, o extremista, sino prudente, sensata, razonable.

Lo apreciamos mucho los católicos de a pie que vamos a la misa que podemos, vivimos en las parroquias comunes, con la gente comun que se acerca a las parroquias y desde ahí tratamos de buscar a Dios según la fé de siempre.

Juancho.