El
semirracionalismo intentó cierta vía
media entre el naturalismo racionalista y las posiciones católicas. No negaba
la revelación divina, ni la existencia de verdades de fe, pero tendía hacerlas
entrar a la una y a las otras bajo el dominio de la razón humana. Los
semirracionalistas no negaban los misterios sobrenaturales pero pretendían
explicarlos plenamente con la luz exclusiva de la razón.
En
este contexto, el Concilio Vaticano I defendió la trascendencia de la fe
afirmando que la verdad de los dogmas, incluso en su formulación, está más allá
de las capacidades de comprensión puramente humanas.
El
magisterio pontificio anterior al Vaticano I condenó los errores más notables
de los tres representantes del semirracionalismo: Hermes, Günther y
Frohschammer.
- Jorge Hermes (1775-1831) fue, como tantos
otros, víctima del buen deseo de hacer a sus contemporáneos más comprensible la
fe. Sus lecturas de Kant y de Fichte lo sumergieron en una crisis religiosa
profunda; para salir de ella, sólo vislumbraba un camino: el de la duda
objetiva, como condición previa. Para salir de esta duda, exigía un análisis
científico capaz de postular un asentimiento necesario de la razón teorética, y
un consentimiento necesario de la razón práctica.
Este
método de acceso a la fe tropezaba con una seria dificultad: ¿cómo explicar la
libertad y la sobrenaturalidad de la fe? Hermes distinguía entre la fe de la
inteligencia y la fe del corazón, vivificada por las obras. Así, cuando se
trata de Dios y las cosas divinas, la fe de la inteligencia es igual que la
creencia en cualquier hecho histórico. La libertad y sobrenaturalidad serían,
según él, atributos de la fe del corazón, pero no de la primera. A su método
teológico añadiría una gran vivacidad y bastante menosprecio a la tradición.
Esta
tesis fue condenada por los pontífices Gregorio XVI y Pío IX. El Vaticano I reafirmó
en sus enseñanzas que la fe es razonable, pero no es el producto lógico y
necesario de la razón, sino que está motivada por la autoridad de Dios que
revela y requiere la acción de la gracia.
- Antón Günther (1783-1863) fue, juntamente con
Hermes, el principal representante del semirracionalismo alemán del siglo XIX.
Turbado en su fe por influencia de la filosofía kantiana y hegeliana, logró
superar la crisis con ayuda de S. Clemens Hofbauer (1751-1820). Imbuido en la
filosofía de Hegel, concibió un sistema teológico en el que los dogmas de la Iglesia quedaban plasmados
en esquemas hegelianos. El resultado es que sometía la fe a la razón
filosófica; privaba a los dogmas de su contenido tradicional y los relativizaba
según el patrón de un determinado sistema filosófico
Esta
subordinación de la fe a la razón, la consiguiente reducción de la teología a
filosofía y la relativización del dogma chocó con una fuerte oposición. Y
motivó la condena del güntherianismo por Pío IX y el Vaticano I. Günther aceptó
con ejemplar sumisión la decisión de Pío IX. Pero varios de sus discípulos
pasaron a formar parte del cisma de los viejo-católicos.
- Jakob Frohschammer (1821-1893) estudió teología sin
vocación. Ordenado sacerdote en 1847, enseñó en Munich como profesor privado
(1850); desde 1855 enseñó filosofía como profesor ordinario. Su racionalismo
recuerda al de Günther, pero sin la religiosa humildad de éste. Admite la Revelación y, por
tanto, distingue los dogmas cristianos de los resultados obtenidos
científicamente. Pero sostiene que, una vez conocida la revelación, pueden y
deben ser demostrados todos los misterios cristianos. Por consiguiente, no
puede haber misterios que no sean adecuadamente comprendidos después de
revelados. De este modo queda reducido el método teológico al método
filosófico, y la teología goza de la misma independencia que la de cualquier
otra ciencia.
Mantuvo
hasta su muerte una inflexible rebeldía frente a la autoridad eclesiástica. Pío
IX dirigió al arzobispo de Munich el breve Gravissimas
inter (1862), en el que se hace mención de la insubordinación de
Frohschammer y se juzgan tres de sus obras aparecidas hasta entonces como
discordantes con la doctrina católica. En 1863 fue suspendido por su obispo, y
su alejamiento de la Iglesia
fue cada vez mayor. Frohschammer fue uno de los que más violentamente combatió
el dogma de la infalibilidad del Romano Pontífice.