miércoles, 22 de febrero de 2012

Girolamo Savonarola, por Gilbert Keith Chesterton

La figura de Jerónimo Savonarola es compleja, desde la historiografía, la teología y la ley canónica. Santos y doctores de la Iglesia lo tuvieron como santo o, al menos, como un gran profeta. Otros, lo despreciaron. 


Lo curioso es que este debate de tiempos preconciliares, prosigue en los actuales. En general, conservadores y oficialistas de distintos pelajes lo denigran y ponen como (anti) ejemplo de desobediencia e imprudencia. En el campo tradicionalista, la apreciación de este personaje histórico no deja de dividir aguas. Aún los miembros de la Redacción no nos ponemos del todo de acuerdo sobre su persona. 


No pretendemos entrar en un debate histórico sobre fra Girolamo, aunque estamos bien muñidos para ello; sino, en todo caso, discutir amablemente sobre los temas que el famoso dominico florentino renacentista puso sobre el tapete. Es este texto de Chesterton, el primero de una serie con ese fin.

Savonarola es un hombre al que seguramente no comprenderemos hasta que sepamos cuánto horror puede haber en el corazón de la civilización. Esto no lo sabremos hasta que estemos civilizados. En cierto sentido es de esperar que nunca comprendamos a Savonarola. Los grandes libertadores han salvado a los hombres de calamidades que todos reconocemos como males, calamidades que son viejos enemigos de la humanidad. Los grandes legisladores nos salvaron de la anarquía; los grandes físicos, de la peste; los grandes reformadores, del hambre.

Pero hay un mal inmenso e insaciable comparado con el cual estos son simples molestias, la más terrible maldición que puede abatirse sobre hombres y pueblos, un mal sin nombre al que llamamos satisfacción. Savonarola no nos salvó de la anarquía, sino del orden; no nos salvó de la peste, sino de la parálisis; no nos salvó del hambre, sino del lujo. Los hombres como Savonarola adivinaron la tremenda realidad psicológica que hay detrás de la mente de cada hombre, pero a la que nunca se ha dado un nombre: que la vida fácil es el peor enemigo de la felicidad, y la civilización, el fin potencial del hombre.

Pues creo que el vehemente desafío que Savonarola lanzó a la suntuosidad de su época iba mucho más allá de la simple cuestión del pecado. Los modernos admiradores racionalistas de Savonarola, de George Eliot para abajo, hacen no poco hincapié en la legítima justificación ética de su furia, en el carácter espantoso y extravagante de los crímenes que ensangrentaban los palacios del Renacimiento. Pero no necesitan insistir tanto en que Savonarola no era un asceta, en que no hizo más que identificar las negras manchas de maldad con la beata clarividencia de un miembro de la Sociedad Ética.(*) Sin duda odió la civilización de su tiempo y no simplemente sus pecados; y por eso fue mucho más profundo que ningún moralista moderno. Vio que los pecados mismos no eran los únicos males: que robar joyas, envenenar vinos y pintar cuadros obscenos eran simplemente los síntomas; que la enfermedad era la completa dependencia de las joyas, el vino y los cuadros. Es este un hecho que se olvida constantemente al juzgar a ascetas y puritanos del pasado. Denunciar los deportes inofensivos no siempre implica un odio ignorante por lo que solo un moralista estricto llamaría pernicioso. A veces implica un odio muy clarividente por lo que el mismo moralista estricto llamaría inofensivo. Los ascetas van a veces por delante de los demás, tanto como por detrás.

Ese fue al menos el odio de Savonarola. No luchó contra los pecados triviales, sino contra la beatitud descreída e ingrata, contra la costumbre de la felicidad, el pecado místico por el cual toda creación es derribada. Predicaba esa severidad que es el sello distintivo de la juventud y la esperanza. Predicaba ese espíritu atento, ágil y alerta que tan necesario es para conseguir placer como para conseguir santidad, que tan indispensable es en un amante como en un monje. Un crítico ha señalado justamente que Savonarola no pudo oponerse realmente al arte porque era amigo de Miguel Ángel, Botticelli y Luca della Robbia. Lo cierto es que esa purificación y austeridad es incluso más necesaria para apreciar la vida y la risa que para ninguna otra cosa. No dejar que ningún pájaro pase inadvertido, fijarse pacientemente en cada piedra y en cada hierba, almacenar en la mente un ocaso tras otro, requiere disciplina en el placer y educación en la gratitud. La civilización que rodeaba a Savonarola era una civilización que había tomado ya el mal camino; el camino que lleva a inventar sin fin y a no descubrir nada, en el que lo nuevo se vuelve viejo con velocidad pasmosa, pero en el que lo viejo nunca se vuelve nuevo. La monstruosidad de los crímenes del Renacimiento no era señal de imaginación, sino, como toda monstruosidad, de pérdida de imaginación.

Solo cuando dejamos de ver a un caballo como es, inventamos un centauro; solo cuando un buey deja de sorprendernos, adoramos al diablo. Lo diabólico es el estimulante de las imaginaciones estragadas, el etilismo del artista. Savonarola se consagró a la más ardua de las tareas, la de hacer que los hombres volvieran atrás y se maravillaran de las cosas sencillas que habían aprendido a ignorar. Es curioso que la menos popular de todas las doctrinas es la que enseña que la vida normal es divina.

La democracia, de la que Savonarola fue tan fogoso exponente, es el más arduo de los evangelios; nada nos asusta tanto como el que decreten que todos somos reyes. El cristianismo, que Savonarola identificaba con la democracia, es el más arduo de los evangelios; nada nos infunde tanto miedo como el que nos digan que somos hijos de Dios. Savonarola y su república cayeron. La droga del despotismo fue administrada al pueblo y el pueblo olvidó lo que había sido. Hoy día hay quienes tienen un respeto tan extraño por el arte y las letras y por los solos hombres de genio, que consideran que el reinado de los Medici constituyó un progreso con respecto al de la gran república florentina. De estas personas y de su civilización debemos tener miedo hoy día. En muchas partes vemos los mismos síntomas que provocaron la ira de Savonarola: un hedonismo más ahíto de felicidad que un inválido de dolor, un sentido artístico que recurre al crimen porque ha agotado la naturaleza. En muchas obras modernas hallamos velados y horribles indicios de un sentido de la belleza de la sangre, de la poesía del asesinato, que es propiamente renacentista. La imaginación agotada y depravada no ve que un hombre vivo es más dramático que un hombre muerto. Y emparejado con ello va, como en tiempos de los Medici, el dejarse caer en los brazos del despotismo, el desear al hombre fuerte que es desconocido entre los hombres fuertes. Se adora al héroe dominante como lo adoran los lectores de Bow Bells Novelettes, y por la misma razón: un profundo sentimiento de debilidad personal. (**). Esta tendencia a delegar nuestros deberes se apodera de nosotros, y ese es el espíritu de la esclavitud, lo mismo si para sus serviles tareas emplea a siervos como a emperadores. Contra todo esto alzó el clérigo republicano su incesante protesta, prefiriendo fracasar a que el rival triunfase. La alternativa sigue siendo él o Lorenzo, la responsabilidad de la libertad o el libertinaje de la esclavitud, los peligros de la verdad o la seguridad del silencio, el placer del esfuerzo o la fatiga del placer.

Los partidarios de Lorenzo el Magnífico están sin duda entre nosotros, hombres para quienes las naciones y los imperios existen solo para satisfacer el momento, hombres para los que la última y tórrida hora del verano es mejor que una larga primavera invernal. Tienen un arte, una literatura, una filosofía política que solamente valen por su efecto inmediato en los gustos, no por lo que prometen del destino del espíritu. Sus estatuillas y sonetos son obras perfectas y acabadas, comparadas con las cuales Macbeth es un fragmento y el Moisés de Miguel Ángel un esbozo. Para ellos sus campañas y batallas son siempre victoriosas, y César y Cromwell lloran por mil humillaciones. Y al final de todo ello está el infierno de no oponer resistencia, de la infinita molicie, en el que la naturaleza toda cae en la locura y el aposento de la civilización deja de ser un mullido apartamento para convertirse en una celda acolchada.

Savonarola previó esta última y la peor de las miserias humanas, y dedicó todas sus colosales energías a encarrilar a la humanidad. Pocos lo entendieron; para unos era un loco, para otros un charlatán, para otros un enemigo de la alegría. No lo habrían entendido aunque se lo hubiera explicado, aunque les hubiera dicho que lo que quería era salvarlos de la catástrofe de una satisfacción que había de acabar juntamente con las alegrías y las penas. Pero hoy día hay quienes perciben el mismo silencioso peligro y oponen la misma silenciosa resistencia. También se cree que luchan por algún trivial escrúpulo político.

El señor Hardy dice, en defensa de Savonarola, que el número de obras de arte que se destruyeron en la Hoguera de las Vanidades ha sido exagerado. Confieso que espero que la pira contuviera montones de incomparables obras maestras si el sacrificio hizo que aquel momento único fuera más real. De una cosa estoy seguro: de que Miguel Ángel, amigo de Savonarola, habría hecho con sus propias estatuas una pila y las habría reducido a cenizas de haber sabido que el resplandor que se proyectaba en el cielo era el alba de un mundo más joven y sabio.

[Tomado del blog de Juan Manuel Salmerón vía el blog Cruzamante.]

(*) La Ethical Society o Ethical Culture fue un movimiento ético, educativo y religioso fundado en 1879 por Felix Adler que afirmaba los principios éticos como base de una vida plena y cuyos miembros se comprometían a ayudarse a ser mejores y a hacer el bien.
(**) Bow Bells Novelettes fue una revista semanal especializada en literatura melodramática para las clases trabajadoras, que se consideró ejemplo de lectura corruptora. En Herejes (1905) dice Chesterton: «Nietzsche y Bow Bells Novelettes tienen evidentemente el mismo carácter fundamental; ambos adoran al hombre alto de bigotes rizados y fuerza hercúlea, y ambos lo adoran de manera un tanto femenina e histérica. Pero aun en esto la Novelette mantiene su superioridad filosófica, porque atribuye al hombre fuerte esas virtudes que suelen ser propias de él, como la pereza, la bondad y una casi temeraria benevolencia, así como una gran aversión a herir al débil».


6 comentarios:

YORCH dijo...

Coincide con esto lo que dice el escritor francés Jacques Barzun en su libro "Del Amanecer a la Decadencia" respecto a que el Renacimiento es a la vez, el inicio del máximo apogeo de la civilización occidental y el inicio de la decadencia

Anónimo dijo...

Feeling deeply the widespread depravity of the era of the Renaissance... in Florence... centre of the Renaissance he immediately opposed with great energy the pagan and often immoral life prevalent in many classes of society and especially at the court of Lorenzo de Medici... he was filled with an intense zeal for the salvation of souls, and was ready to risk all in order to combat wickedness and to spread holiness of life... Savonarola preached with burning zeal... he lashed the immoral, vain-glorious, pleasure-seeking life of the Florentines, so that a very large part of the inhabitants became temporarily contrite and returned to the exercise of Christian virtue. Both his sermons and his whole personality made a deep impression... attacked Lorenzo the Magnificent as the promoter of paganized art, of frivolous living, and as the tyrant of Florence... From 1493 Savonarola spoke... against the abuses in ecclesiastical life, against the immorality of a large part of the clergy, above all against the immoral life of many members of the Roman Curia, even of the wearer of the tiara, Alexander VI, and against the wickedness of princes and courtiers...

Charles VIII, King of France [conquered Florence]... The French king, whom Savonarola at the head of an embassy of Florentines had visited at Pisa, now entered the city. After the king's departure a new and peculiar constitution, a kind of theocratic democracy, was established at Florence, based on the political and social doctrines the Dominican monk had proclaimed. Christ was considered the King of Florence and protector of its liberties. A great council, as the representative of all the citizens, became the governing body of the republic and the law of Christ was to be the basis of political and social life. Savonarola did not interfere directly in politics and affairs of State, but his teachings and his ideas were authoritative. The moral life of the citizens was regenerated. Many persons brought articles of luxury, playing-cards, ornaments, pictures of beautiful women, the writings of pagan and immoral poets, etc., to the monastery of San Marco; these articles were then publicly burned. A brotherhood founded by Savonarola for young people encouraged a pious, Christian life among its members. Sundays some of this brotherhood went about from house to house and along the streets to take away dice and cards from the citizens, to exhort luxuriously dressed married and single women to lay aside frivolous ornament. Thus there arose an actual police for regulating morality...

These efforts of Savonarola brought him into conflict with Alexander VI. The pope, like all Italian princes and cities, with the exception of Florence, was an opponent of the French policy. Moreover, Charles VIII had often threatened him with the calling of a reform council in opposition to him. This led Alexander VI to... papal Brief commanded Savonarola in virtue of holy obedience to come to Rome and defend himself on the score of the prophecies attributed to him... In his reply of 29 September [1496], Savonarola sought to justify himself, and declared that, as regards his teaching, he had always submitted to the judgment of the Church... On 12 May, 1497, he was excommunicated... There were outbreaks and the monastery of San Marco was attacked; Savonarola and a fellow-member of the order, Domenico da Pescia, were taken prisoners. The papal delegates, the general of the Dominicans and the Bishop of Ilerda were sent to Florence to attend the trial. The official proceedings, which were, however, falsified by the notary, still exist. The captured monks were tortured... On 22 May, 1498, Savonarola and two other members of the order were condemned to death "on account of the enormous crimes of which they had been convicted". They were hanged on 23 May and their bodies burned... [they were] not... heretic in matters of faith.

http://www.newadvent.org/cathen/13490a.htm


Juanito Neocón

Anónimo dijo...

Si al artículo de la Catholic Encyclopaedia le sumamos la introducción al primer volumen de la obra de Ludwig von Pastor, nos podremos hacer una idea cabal de cuál era la situación de la Iglesia durante el Renacimiento. Si, en lugar de excomulgar, apresar, torturar y quemar vivo a Savonarola, Alejando VI se hubiera preocupado un poco más de la formación moral y teológica del alto y bajo clero quizá no hubiera llegado a producirse la Reforma en los términos y circunstancias en los que terminó produciéndose.

Ludwig von Pastor: "The history of the popes from the close of the Middle Ages: drawn from the secret archives of the Vatican and other original sources", vol. I, "Introduction", pp. 1 y ss.

Para leer:
http://www.archive.org/stream/historyofpopesf01past#page/n63/mode/2up

Para descargar:
http://www.archive.org/details/historyofpopesf01past

Curiosamente, von Pastor critica acerbamente la obra de Savonarola en el Vol. 3 de su magna obra. Sin embargo, no todos los autores son de esa misma opinión. A este respecto, vease:

Paolo Luotto: "Il vero Savonarola e il Savonarola de Ludwig von Pastor"

Para leer:
http://www.archive.org/stream/ilverosavonarola00luotuoft#page/n7/mode/2up

Para descargar:
http://www.archive.org/details/ilverosavonarola00luotuoft

Juanito Neocón

Anónimo dijo...

¡Ooops...!

Donde pone "quemar vivo" debería poner "ahorcar y quemar su cuerpo".

Juanito Neocón

El Matiner Carlí dijo...

Muy interesante, quizás puedacompletar e ilustrar este texto:

http://elmatinercarli.blogspot.com/2010/07/el-bienestar-cancer-de-toda.html

Gracia por el blog, es magnífico

Miles Dei dijo...

COmo yo suelo decir, desde los Borgia esto no ha cambiado mucho.