martes, 14 de febrero de 2012

Louis Billot: El cardenal que renunció a la púrpura

La nota es de Filippo Rizzi* y fue publicada en el periódico de los obispos italianos Avvenire el 15-12-2011 [Avvenire, vía el blog del Instituto Humanitas Unisinos, vía fratresinUnum.com]. La traducción es del blog castellaniana.
“Habiéndose retirado a Galloro, el venerable Padre Billot vivió del todo apartado, ocupándose apenas de la oración y el estudio, dando a sus cofrades admirable ejemplo de humildad y obediencia religiosa.” Ese fue el lacónico y conciso comentario publicado en enero de 1932 en la revista La Civiltà Cattolica en ocasión de la muerte —ocurrida hace 80 años, el día 18 de diciembre de 1931— del Padre Louis Billot: jesuita, eminente teólogo neotomista, más conocido sobre todo por haber sido cardenal y después haber renunciado a la púrpura. El hecho —rarísimo en la historia de la Iglesia— tuvo lugar el 14 de septiembre de 1927 y causó escándalo. Una semana después el diario Il Popolo d’Italia lo describe con vivacidad simbólica: el cardenal que había puesto en San Pedro la tiara sobre la cabeza del neo-electo pontífice Pío XI el 12 de febrero de 1922 (era justamente Louis Billot el que lo hizo) ponía ahora en manos del mismo Pontífice la púrpura y el capello, volviendo al estado de simple religioso.
E hizo eso en vez de retractarse de su manifiesta simpatía por la Action Française de Charles Maurras, condenada en 1926 por el ahora reinante Pío XI. Pero Louis Billot no merece ser recordado sólo por este gesto: a 80 años de su desaparición, aún permanece viva la actualidad de un estudioso que fue considerado la estrella polar por el refinamiento de su investigación en el campo de la teología dogmática y en la escolástica hasta el Vaticano II. No por casualidad, sus famosos tratados De Verbo Incarnato, De gratia Christi y De Ecclesia Christi se convirtieron en clásicos.
Discípulos de su escuela son importantes teólogos del siglo XX como Pietro Parente, Carlo Figini o el memorable Jules Lebreton. Sus estudios sobre la disciplina de los sacramentos fueron un punto de referencia para grandes teólogos del post-concilio como Karl Rahner y Edward Schillebeeckx, como ha documentado el ensayo reciente de Giancarlo Vergano La forza dalla grazia: La teoria della causalità sacramentale di L. Billot (Cittadella).
Académico de raza que restauró en las cátedras de los ateneos pontificios romanos la actualidad del pensamiento de Santo Tomás de Aquino, por expreso deseo de León XIII, Billot fue convocado a la cátedra de Dogmática de la Gregoriana (1885). Pero la influencia teológica del jesuita francés, originario de Metz, se impondrá sobre todo durante el pontificado de Pío X: no es novedad que el hijo de San Ignacio será uno de los redactores de la encíclica Pascendi que condenaba el modernismo. Uno de los méritos por los cuales el Papa Sarto lo creará cardenal en 1911. ¿Cómo fue, por lo tanto, que un teólogo tan popular ante la Sede Apostólica hará un gesto tan desconcertante como la renuncia a la púrpura?
Para revelar hoy la verdadera dinámica del caso Billot existe una investigación conducida en 2009 por el prefecto del Archivo Secreto Vaticano, el obispo barnabita Sergio Pagano, ahora publicada en las “Collectanea Archivi Vaticani 68”, Il Papato Contemporaneo (Libreria Editrice Vaticana). Investigación hecha posible gracias a la desclasificación de los documentos de dicho Archivo correspondientes al papado de Achille Ratti (1922-1939).
La investigación permite iluminar la situación embarazosa creada en el episcopado francés —particularmente el cardenal de Bordeaux, Paul Andrieu— por los testimonios de aprecio (incluyendo una nota dirigida al periodista Léon Daudet) enviados por el Cardenal Billot a algunos miembros de la Action Française, el movimiento político que buscaba el regreso de la monarquía a Francia.
En el origen del conflicto estuvo, sobre todo, la “baja tolerancia”, devenida posteriormente “irritación”, de Pío XI hacia un cardenal de la Curia que, con sus declaraciones, hacía de contrapunto con la posición oficial de la Santa Sede, contraria a una confrontación con la Francia republicana de ese tiempo. En torno al caso Billot, se desarrolló subterráneamente una verdadera tratativa diplomática, hecha de contactos y mediaciones, y conducida en “absoluto secreto”, y que tuvo como actores al Secretario de Estado cardenal Pietro Gasparri, al prepósito superior de la Compañía de Jesús, Wlodimir Ledóchowski, y al nuncio Francesco Borgoncini Duca. Pero no fue todo.
Como testimonio del clima de tensión que se estaba espesando en el Vaticano —como bien documenta la investigación de Pagano— quedan las palabras del Cardenal en el acto de su dimisión (“La passion est plus forte que moi”) y un último intento, para muchos ingenuo, de parte de Billot de retirarse a una casa jesuita en Francia para continuar así cerca de la Action.
 “El prudente superior Ledóchowski —escribe Pagano—, sabiendo que el Papa nunca consentiría en esto, eligió enviarlo a la tranquila y aislada casa de Galloro”, cerca de Ariccia (Roma). Para alejar cualquier rumor y “poner coto a las leyendas” en torno a su salida del Sacro Colegio, el mismo Billot escribió de su puño y letra, el 2 de marzo de 1928, una carta clarificadora enviada al nuevo director de Études, Henri du Passage, en la que explicaba el sentido de su decisión de volver a ser un simple jesuita y así prepararse “para la buena muerte”.
Y la elección del “claustro” en nombre de la más rígida pobreza religiosa fue realmente sincera, y es también consistente con el carácter de Billot, como confirmaba Ledóchowski en una carta a Pío XI: “Su Santidad debe rezar por el pobre sacerdote que evidentemente, como pude de nuevo confirmar estos días, tiene ciertas ideas fijas, de las que no pudo liberarse.”
Más allá de las declaraciones oficiales, reportadas en ese tiempo por La Civiltà Cattolica y L’Osservatore Romano, en las que el Papa lamentaba como “pérdida no menor” la renuncia a la púrpura del jesuita de Metz, la prensa internacional de la época (salvo excepciones), interpretó la figura de Billot como una “víctima sacrificial” del sistema curial romano.
Pero la verdad histórica de aquellos hechos es mucho más compleja, según Monseñor Pagano: “Los eventos finales del singular movimiento de la Action Française, sin embargo, dieron la razón a la previsión de Pío XI que, en el caso Billot, considerando todo, hizo uso de ‘insigne benevolencia’, soportando con paciencia hasta lo tolerable que el irrefrenable purpurado francés, bajo sus ventanas, hiciese continuas declaraciones de apoyo del movimiento reaccionario, al que reivindicaba continuamente la libertad de acción en el ámbito político.
 “Tomada la medida, por el decoro de la Santa Sede y la pacificación del clero francés, la única solución posible era su dimisión.” Un gesto romántico que ochenta años después aún siegue siendo emblemáticamente fuerte y, más allá del refinamiento y agudeza teológica del protagonista, es objeto de admiración y estima de partidarios “insospechables” como el cardenal Giacomo Biffi y el senador Francesco Cossiga, y también por el jesuita y cardenal Carlo Maria Martini, el que, precisamente en Galloro consultó documentaciones inéditas sobre la vida de su cofrade francés.

*Filippo Rizzi, nacido en 1973 en Roma, es Licenciado en Letras, periodista del periódico Avvenire en Milán desde mayo de 2001.

Fuente:

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Ludovicus dijo,

Tiene algo de Némesis que justamente uno de los doctrinarios de la hipertrofia del magisterio como fuente de la Revelación haya tenido este encontronazo.

Martin Ellingham dijo...

Una renuncia digna. Ojalá encontrara imitadores hoy.

Saludos.

Anónimo dijo...

Ciertamente, Billot fue todo un filolefebvriano "avant la lettre":

Aparentemente la era de los concilios ecuménicos, razona Billot, parecería haber concluido definitivamente, en razón de sus dificultades y peligros, especialmente:

— la prolongación excesiva de las discusiones;

— el gran número de los participantes;

— la dificultad de conservar el secreto por los Padres sitiados "por una nube de periodistas de todos los países, provistos de todos los me­dios que la ciencia y las costumbres más mo­dernas ponen ahora a su disposición";

— la repercusión inmediata, fuera del aula con­ciliar, de cualquier discusión o enfrentamiento;

— la preponderancia de algunos bloques na­cionales;

— la duración excesiva del Concilio en su con­junto;

— el peligro que elementos extremistas, los modernistas, aprovechasen del Concilio «pa­ra hacer la revolución, el nuevo 1789, objeto de sus sueños y esperanzas».


Y, para colmo, va y dice:

"Además, Billot había visto claro, y así se expre­sa en una carta, que en el asunto de la A.F. no mo­lestaban tanto las obras paganas de Maurras, como su tajante espíritu contrarrevolucionario: 'No es tanto el «Chemin de Paradis» o «Anthi-née» lo que odian, sino el antiliberalismo, el antidemocratismo y el antirrepublicanismo'...

¿Asi se habla de una decisión del Papa, que sólo puede ser infalible? ¡Está negando la asistencia de Jesucristo a Su Iglesia! ¡Es In-to-le-ra-ble! ¡Fue todo un cismático "materialiter"...!

De haber vivido sesenta años más tarde, lo de Lefebvre al lado suyo habría sido una nadería.

Juanito Neocón

Miles Dei dijo...

Un hombre demasiado honesto, creo yo. No se puede entender de otro modo esa renuncia, salvo desde la honestidad intelectual de sus posiciones y seguramente como buen jesuita atado por la obediencia a su superior.

Hermenegildo dijo...

¿Karl Rahner y Edward Schillebeeckx fueron en verdad "grande teólogos"?

Y, por cierto, en español se dice y se escribe Burdeos, no Bordeaux.

Miles Dei: ¿Vd., tan tradicional, también se suma a la moda que vacía de contenido la palabra "honestidad" (referida al sexto mandamiento) y la convierte en sinónimo de honradez?

Infocaótica dijo...

Hermenegildo:

¿Cuesta mucho entender que se trata de una traducción de un texto aparecido en el periódico Avvenire de los Obispos Italianos? Por lo tanto, no nos podemos hacer cargo de las apreciaciones que otros usen.

Por otro lado, no está claro que con "grandes teólogos del post-concilio" se esté dando una valoración de los mismos, o simplemente dando una descripción obvia y evidente sobre la influencia que estos dos teólogos han tenido sobre la Iglesia postconciliar.

Finalmente, es muy discutible que haya que traducir al castellano los nombres propios de ciudades (menos aún de diócesis), excepto aquéllos que han quedado confirmados por el uso firme y constante, o por el inconveniente que implica su pronunciación en el idioma original. ¿Actualmente cuántos dicen Nuremberga por Nürnberg, Boloña por Bologna, León por Lyon, Ruán por Rouen, etc.?

Miles Dei dijo...

Mi comentario va en la línea de Ludovicus. La honestidad es la honestidad intelectual. Algo que puede tener hasta una persona llena de errores y que es el ser consecuente con lo que piensa.

Y es que como bien enseña Santo Tomás siguiendo a San Isidoro de Sevilla, la honestidad se dice de todo aquello que es digno de honor y como no hay cosa más excelente y honorífica que la virtud, la honestidad coincide con la virtud. Todo el que practica una virtud se dice que es honesto en ese campo. El que es honesto en la virtud intelectiva por la que no hay doble verdad es honesto intelectualmente, aunque su verdad sea un error.

Es por tanto usted el que reduce el concepto de honestidad a una sola virtud, Hemernegildo.

Luego:

Karl Rahner es ciertamente un gran teólogo. Errado, pero un gran teólogo si por ello entendemos, como hacen los modernos, un gran pensador en teología. La sabiduría propia del teólogo es otra cosa distinta y depende de otros factores más allá del mero quehacer intelectivo. Karl Rahner no era sabio.

Nicolás dijo...

¡Bravo, Hermenegildo. No te acobardes! Que en este blog tan interesante se hable en castellano y que se diga "Burdeos" y "Acción Francesa" que son usos que han quedado confirmados por el uso firme y constante. Lo de los grandes teólogos es un resbalón parecido al que tuvieron con la foto de la Zambrano pero no quieren reconocerlo y recurren a la analogía. Un poco pedantesco, la verdad.

Castellaniana dijo...

Apreciados Hermenegildo y Nicolás,

gracias por sus comentarios.

La traducción la hicimos para el bloc de notas Castellaniana, puesto que el Cardenal Billot fue un referente para el P. Castellani.

Como es costumbre cuando se trata de traducir, se mantienen los usos del original puesto que fue la intención del autor, aunque ésta no nos sea clara.

En este caso el autor italiano (que desconocemos si es pedante o no), utiliza Action Française y Bordeaux en francés y sin traducirlos al italiano. Por lo tanto, no nos corresponde a nosotros traducirlos al español.

Esa es la única razón, independientemente de los usos, la costumbre, etc., de que hablan otros comentaristas.

En cuanto a si el jesuita Rahner o el dominico Schillebeeckx fueron grandes teólogos o no, tampoco nos corresponde (en tanto que traductores) imponer nuestro parecer, sino seguir el texto original en italiano.

Sólo queríamos aclarar esos dos puntos y, de paso, agradecer a este bloc de notas por la difusión de textos de Castellaniana (e invitar a todos los seguidores del P. Leonardo Castellani a colaborar con nosotros).

El debate sobre lo allí afirmado se lo dejamos a ustedes, más versados en Teología e Historia de la Iglesia.

Sin más, nos despedimos muy atte.

Castellaniana
http://castellaniana.blogspot.com

Redacción dijo...

Nicolás:

Este redactor no recuerda ninguna entrada sobre la Zambrano (¿María Zambrano?).

Hermenegildo dijo...

Mi comentario anterior, hecho sin acritud, no iba dirigido a nadie en concreto porque, en primer lugar, no sabía quién era el responsable de esas expresiones que yo señalaba. Simplemente, me limité a exponer algunos pensamientos que me inspiró la lectura del texto.
Por lo demás, el término "Burdeos" está plenamente confirmado por el uso firme y constante en español. Lo que no está confirmado por el uso es emplear el término francés "Bordeaux" cuando se habla o escribe en nuestra lengua.

Anónimo dijo...

PEDRO HISPANO dice: La condenación de la Acción francesa fue una medida desastrosa. Tanto que el más auotorizado para juzgarla así, que fue el sucesor de Pio XI, la anuló en el primer año de su pontificado. ¿Acaso Pio XII era también filolefe? Y encima Pio XII nombró al arzobispo Marcel Lefebvre su delegado en todos los paises africanos de lengua francesa. CONCLUSIÓN: que la Historia es mucho más compleja que lo que piensan nuestros vecinos infocatólicos cuya ignorancia al respecto es crasa.

Miles Dei dijo...

Me acabo de despertar con un subidón de fiebre en uno de esos sueños repetitivos y extraños que se tienen con la calentura. No sé por qué pero el de hoy iba de un cardenal entrando en mi parroquia y al que trataba de cogerle una y otra vez la capa magna que me iba dando en la cara y echando un viento helado mientras se movía por las naves sin que nunca llegara a alcanzarle... Me han parecido siglos, como suele suceder, pero apenas ha pasado una hora desde que me acosté.

Pues eso, que seguro que algo ha tenido que ver este tema hoy y que la hipertrofia magisterial de Billot la he vivido en forma de hipertrofia de su capa. Freudianos abstenerse.

Juan dijo...

El Dogma de la infalibilidad papal es aplicable sólo a las declaraciones "ex cathedra". Básicamente, desde la proclamación de ese Dogma (en 1871) solo se ha aplicado a la declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción. Se ha discutido también sobre si es aplicable a las proclamaciones de nuevos santos.